Perspectivas

Hacia los 500 años de Caracas

Fotografía del usuario Deornelas4 | Flickr

25/07/2020

Decía mi tío Leopoldo, cuando le preguntaban cuántos años tenía, que no lo sabía ni quería saberlo.

—Solo sé cuántos años ya no tengo —agregaba—, de los que tengo por vivir no me atrevo a hacer estimaciones.

Mientras más vivimos más relativo se nos va haciendo el tiempo. Hay veces que parece un soplo, otras un huracán. A veces se pone lento, pesado, y parece arrastrarse detrás de nosotros. Al día siguiente nos pasa por encima y sigue de largo tan campante.

El tiempo debería ser lo que hacemos con él y no tanto lo que el tiempo hace con nosotros. Una buena medida son las obras que realizamos con placer, el amor que compartimos con los demás, las buenas conversaciones, mejor si ocurren mientras caminamos por la ciudad que nos vio nacer. Ese es el tiempo con el que debemos cumplir, el verdadero cumpleaños. A la vida no se viene a gozar ni a sufrir, pues pareciera que esas metas no están en nuestras manos; venimos al mundo a ser generosos con lo vivido y por vivir.

El único cumpleaños que me trajo cambios importantes fue el de los 18. A partir de ese día podía votar y manejar. Cincuenta años después me sigue entusiasmando ese voto secreto que por un instante me hace creer que de mi dependiera el destino de Venezuela, pero ahora me niegan con crueles truculencias esa oportunidad. Manejar ya no me gusta tanto, pero esta ciudad me lo exige.

Más que celebrar los 450 años de Caracas deberíamos prepararnos para sus 500. Yo no estaré en esa fiesta, pero, bajo las elusivas leyes de la relatividad del tiempo, cinco décadas no son nada para una ciudad. Recuerdo como si fuera pasado mañana el terremoto del 67 y las fastuosas celebraciones del cuatricentenario.

¿Por qué 500 años son para Caracas tan importantes como para a un joven sus 18?  Sucede que las ciudades, como el ave Fénix, tienen el derecho y el deber de renacer, al menos, cada cinco siglos.

El pájaro Fénix tiene el mismo plumaje rojo, anaranjado y amarillo incandescente de las guacamayas que surcan las tardes caraqueñas, también el fuerte pico y las mismas garras. Cada 500 años lo consume el fuego y luego resurge de sus cenizas con todos sus dones, como el de llorar lágrimas curativas. Ya lo decían los budistas: “el dolor y el sufrimiento son nuestros maestros”.

Cuentan que la guacamaya Fénix vivió en el Jardín de El Paraíso hasta el día que Adán y Eva fueron expulsados. Esa tarde de cambios irreversibles vino un ángel a desterrarlos y de su espada ardiente surgió una chispa que incendió al inocente pájaro en su nido. Por haber sido la única criatura que se había negado a probar la fruta del bien y del mal, Dios le concedió la capacidad de renacer de sus propias cenizas, convirtiéndose en un símbolo de purificación e inmortalidad.

Cuando siente que le ha llegado la hora de morir, el pájaro Fénix hace un nido con hierbas aromáticas y al tercer día comienza a arder. Una vez que se queman sus carnes totalmente, sus huesos son transportados a un lugar llamado la “Ciudad del Sol” y allí son depositados en un altar. Entonces los sacerdotes examinan esos registros del pasado y descubren qué le estaba sucediendo a Fénix cuando cumplió los quinientos años. Esto explica que el ave renazca cada vez más sabía y con renovadas ganas de ser feliz y próspera.

¿Qué conclusiones podemos sacar al estudiar los huesos de nuestra ardiente Caracas? ¿Qué propuestas podemos hacer para hacerla más dueña de su futuro y liberarla de las condenas que le imponemos? ¿Cuándo y cómo aprenderá a diferenciar el mal del bien? ¿Cuál es la carne que está en el asador? ¿Cuáles son esas vértebras y costillas que han de prevalecer?

Quisiera desarrollar una serie de nueve temas sobre los dictados del pasado que reclaman un futuro. Iban a ser diez pero le temo a todo lo que sepa a mandamiento. Tampoco pretendo ser exhaustivo. Habrá otras exploraciones que también apuntan hacia lo más importante o urgente. Solo puedo asegurar que estas nueve posibilidades me atraen y entusiasman. Tienen diferente escala y propósito. Unas son más teóricas y se darán a largo plazo, otras tratan sobre propuestas más pragmáticas que podrían iniciarse hoy mismo, o que han sido perversamente postergadas.

Me atrevo a enumerar estas ideas y presentarlas brevemente con la esperanza de que Prodavinci me obligue a desarrollarlas en próximas entregas. Hay tiempo hasta el año 451.

Soñar con los 500 años de Caracas me ayudará a olvidar este año 450, tan terrible, tan estancado, tan henchido de una aparente irreversibilidad. Ya lo decía Marcel Proust:

No hay más paraísos que los perdidos.

Bloques de la Misión Vivienda sobre la avenida Libertador. Fotografía de caracasmisionvivienda.home.blog

Sobre la vivienda

La vivienda debe ser creadora de ciudad, no su substituto o su negación.

El Estado debe propiciar y organizar óptimas condiciones legales, urbanas y financieras, y los privados construir en esa trama sometiéndose, en definitiva, al juicio de los usuarios. El Estado no está llamado a adjudicar las viviendas, sino los ciudadanos a adquirirlas en condiciones justas  y, por consiguiente, a cuidarlas como algo propio y ganado con su esfuerzo.

Una vivienda sin ciudad nos va convirtiendo en náufragos. El punto de partida y la meta no puede ser lograr una cantidad de viviendas cuyo valor será nulo si lejos de crear una mejor ciudad la degradan y empobrecen.

Aristóteles nos ofrece una referencia, o quizás un imperativo: “Por naturaleza, la ciudad es anterior a la casa y a cada uno de nosotros, ya que el conjunto es necesariamente anterior a la parte.”

Hay otro párrafo del mismo filósofo que debe orientar estas relaciones entre la parte y el todo: “La ciudad tiene su origen en la urgencia del vivir, pero subsiste para el vivir bien”.

Tarjeta postal de la avenida Libertador. Fotografía de colnect.com

Boulevard Libertador

La Libertador debe pasar de ser una avenida que hunde automóviles a un boulevard que libere ciudadanos.  Hace falta generar contextos que dignifiquen los elementos, y no elementos que destruyan a su contexto.

Un ejemplo de la obsesión política por el número de viviendas olvidando el compromiso de hacer una ciudad más digna se ha dado a lo largo de esta avenida, al insertar torres de vivienda que no ofrecen más que cajas de celdas para habitar, sin ofrecer nada a la calle en sus plantas bajas. Se dio un gran paso cuando se dejó de edificar en los márgenes de la ciudad, pero la falta de una conciencia urbana ha generado una marginalización de la trama existente en el centro.

La avenida Libertador es hoy una larga fosa que divide la ciudad como una herida, convirtiendo una hendidura de kilómetros en uno de los recorridos más tristes de Caracas, solo animado por la transexualidad. Conquistar ese hundimiento cubriéndolo con un gran bulevar arbolado generará un contexto ideal para renovar la avenida con viviendas, comercios y espacios públicos.

En Boston se logró algo similar, con el costoso agravante de que debieron empezar por hundir una autopista y luego cubrirla. Aquí ya nos hicieron el hueco.

Solución ganadora del concurso Parque La Carlota, realizada por Manuel Delgado, Jorge Pérez Jaramillo y la oficina Opus Estudio, radicada en Medellín. Imagen de plataformaarquitectura.cl

El Parque La Carlota

Caracas necesita que le cumplan la mejor de sus promesas.

Por alguna perversa ley de compensación, ocurre con absurda frecuencia que los espacios que pueden ofrecernos la mayor felicidad y dicha sean sometidos a los mayores absurdos y desidias.

Así ocurre con el actual aeropuerto de La Carlota, llamado a ser el más bello y accesible parque de Caracas y una gran plaza donde la ciudad celebre su magnífica  naturaleza y geografía. De contemplar viene la palabra templo.

Esa promesa es hoy el gran corral de Caracas, el patio trasero de la casa donde se acumula lo que sobra o nadie sabe donde colocar. Allí se da la negación de lo civil, que es el reino de lo militar.

El concurso para diseñar un parque ha sido una de las convocatorias a nuestros arquitectos y urbanistas más amplias, democráticas y fructíferas. Los resultados plantearon una visión creadora de la ciudad y entregaron una ofrenda grandiosa y vinculante a los caraqueños.

Estas posibilidades fueron saboteadas con un centro ferial inexistente y un puente, el más abigarrado de todas las autopistas de Caracas. En esa estructura para tanques de guerra se ha gastado más que lo se requería para todo el parque. Y nadie lo cruza ni tendrá sentido hacerlo mientras la Carlota permanezca yerma y militarizada.

Frontera entre La Urbina y el barrio José Feliz Ribas de Petare. Fotografía tomada de UrbanHell, en reddit.com

Legislación urbana

Caracas necesita revisar y actualizar la mejor de sus tradiciones, la más universal y clásica.

El Imperio español realizó una de las gestas pobladoras más eficientes y permanentes en la historia de la humanidad. Me atrevo a decir que fundó más pueblos y ciudades que el Imperio Romano.

De los centros urbanos de nuestro país solo un 6% han sido fundados después de la Independencia. Pareciera que hemos perdido el arte de hacer ciudades al punto que el Estado hoy se concentra solo en hacer viviendas. Y las hace mal.

Las Leyes de Indias, con su propuesta de dameros y plazas, guiaron por más de tres siglos la estructura de nuestras ciudades. A mediados del siglo XX se impuso  una normativa de inspiración anglosajona basada en porcentajes de ubicación y construcción, separación de funciones y el aislamiento de las edificaciones. Fue la muerte del urbanismo y el nacimiento de las urbanizaciones y otros aislados desarrollos. Pasamos de una trama ordenadora a una red disgregadora.

Los pobladores, al haber perdido la tradición que los congregaba, se irían marginando. Los más ricos en sus torres aisladas, los más pobres en una red sin trama ni espacios públicos estancada en una eterna provisionalidad. Esta es hoy la imagen fundamental de nuestra ciudad y uno de sus problemas esenciales.

Plaza Los Palos Grandes, diseño de Edwin Otero. Fotografía de es.comunicas.org

Un sistema de plazas

Lo que es bueno y posible debe repetirse con justicia.

Después de décadas en las que las plazas, lejos de nacer, morían, la alcaldía de Chacao logró hacer en Los Palos Grandes una nueva plaza que resultó ser hermosa, amada por sus vecinos y admirada por todos los caraqueños. Este ejemplo de espacios privados convertidos en públicos puede y debe reproducirse a lo largo de toda Caracas.

Estableciendo una distancia similar a la que existe entre la plaza Los Palos Grandes y la plaza Altamira podríamos ir creando un sistema de remansos y encuentros que vaya tejiendo a la ciudad, dándole centro e identidad a sus partes.

Las plazas no deben ser hechos aislados sino un bordado de episodios que le de sentido y vida a la trama. Tan importante como estar en una plaza es desearla, presentirla, vislumbrarla, caminar hacia ella.

Captura de pantalla de Google Maps.

Un paseo desde Petare hasta Catia

Caminante no hay camino, el camino se hace al andar por la ciudad.

En el 2067 el caminante será el gran protagonista de la ciudad y, ya no más, el automóvil. Para lograr esta meta necesitamos de un sistema con una columna vertebral de la cual vayan surgiendo ramificaciones y alternativas.

Tenemos la fortuna de ya contar con gran parte de este gran eje. De la plaza Sucre en el casco colonial de Petare bajamos a la Francisco de Miranda, que tendrá aceras aún más esplendidas que las diseñadas para la alcaldía de Chacao por Carlos Agell. Hay que aprovechar que Caracas te regala el verde y poblar este paseo con árboles. Caminando siempre hacia el oeste pasamos al lado del Parque del Este, que nos ofrecerá algo más que una cerca de alambre, y del parque de La Estancia, que aportará mucho más que su muro ciego y mezquino. Así llegamos a la plaza Altamira y continuamos hasta el final de la Miranda. En la plaza Luis Brión se inicia el boulevard Sabana Grande, luego la Gran Avenida y ya estamos en la plaza Venezuela, centro geográfico de la ciudad y la mitad de nuestra jornada. Comienza entonces el Parque Los Caobos, y por entre los Museos de Ciencias y de Bellas Artes llegamos al  Parque Vargas. Lo recorremos hasta a la plaza Diego Ibarra, y a través del Centro Simón Bolívar pasamos a la plaza Caracas. Desde allí vemos a la plaza O’Leary de El Silencio y el parque El Calvario, el más romántico de Caracas. Ya  solo falta crear un paseo a lo largo de la avenida Sucre para llegar al parque del Oeste y culminar en el boulevard de Catia, donde podemos desayunar en el mercado, pues esta excursión urbana es para tempraneros.

Según Google Maps el recorrido es de unos 19 kilómetros y nos tomará cuatro horas. Es poco tiempo y longitud para ser la ruta que nos congregará en el civilizado arte de caminar por una ciudad. Y no hace falta hacer el recorrido de punta a punta, es suficiente con saber que existe, que nos aguarda.

Propuesta de un sistema de áreas verdes en la solución ganadora del concurso Parque La Carlota. Imagen de opusestudio.com

La naturaleza

Hay que partir de un acucioso estudio de la historia de nuestro paisaje y sentar desde él las bases para el renacimiento de nuestro paraíso, perdido por buscarlo cuando lo teníamos en nuestras narices.

Nuestra legislación urbana debe declarar a la naturaleza protagonista principalísima en el diseño de Caracas. En Túnez una ley establece que ningún edificio será más alto que la palmera más alta. Hay un hermoso ejemplo de esta política en las avenidas de La Florida que llevan los nombre de sus árboles: “Los Samanes”, “Los Jabillos”, “Las Acacias”. Algunos aún prevalecen frente a los edificios que han ido sustituyendo las antiguas quintas.

Los paisajistas son considerados los últimos convidados a la fiesta del diseño y están siempre entre los que llegan después, a veces demasiado tarde. Vienen a cumplir con la máxima que establece: “los médicos cubren sus errores con tierra, los arquitectos con hiedra”. El paisajista ha pasado a ser un invitado de relleno, cuando su verdadera vocación es fundacional.

La esencia de la personalidad de Caracas está en su naturaleza. Ella es tan bella y omnipresente que nos adormece. El Ávila, la luz y las brisas nos convierten en alucinados espectadores de profusos dones. Comprender de una vez por todas que en esta ciudad el paisaje es el principal escenario le otorgará a nuestra arquitectura un justo, sereno y clarividente segundo lugar; sólo entonces nuestro anestesiante esplendor dejará de ser la causa solapada de nuestra miseria física y espiritual. El paisaje es nuestro principal patrimonio y debe ser nuestro más fecundo matrimonio. Los paisajistas tienen que plantear las directrices fundamentales de lo urbano y ser los sumos sacerdotes de esta ciudad que se abre desde su valle como una invocación a su espléndido cielo.

El Barrio

Dueño de la quebrada y de las pendientes imposibles constituye una arquitectura más genuina y representativa de nuestra realidad que aquella a la que circunda. Contiene décadas de esfuerzos y la sabiduría de la emergencia.

En las crónicas de los orígenes de Caracas leemos como una ranchería se convirtió en un damero estable bajo los simples principios de Las Leyes de Indias. En un plano de 1775, llamado “Plan de la Ciudad de Caracas, con división de sus barrios”,  constatamos que en el origen de Caracas el barrio era la célula fundamental. ¿En que momento pasó a denominar aquello que la ciudad desprecia y abandona a su suerte? Con el tiempo la excepción se ha ido convirtiendo la regla. Una simple ley de proporción ha hecho que lo informal sea la imagen más formal.

En su libro De la cuadrícula al Aleph: perfil histórico y social de Caracas, Francisco Ferrándiz narra un episodio que revela la distancia que media entre lo que Lefevbre denominó “representaciones del espacio”, o espacios abstractamente planificados, y las percepciones y usos de los habitantes de dichos espacios:

“Sin duda, la metáfora más idónea del fracaso político y urbanístico del dictador Pérez Jiménez puede encontrarse en el paradójico devenir de una de sus principales intervenciones en el marco de su plan para controlar los barrios. El gobierno encargó al Banco Obrero un estudio cuya finalidad era explorar las posibilidades de crear espacios de vivienda popular de forma masiva para así detener la proliferación de la ciudad informal en los cerros de Caracas, cuyas laderas alojaban, según estimaciones de la época, más de 40.000 ranchos en 1950”.

Estos superbloques no consiguieron solucionar el problema. Aún más dramático ha sido lo que se ha generado alrededor de si mismos: una exacerbación de lo que se pretendía resolver.

Medio siglo después aún se insiste en la misma receta. El Estado no está llamado a hacer viviendas sino a generar las condiciones para que la ciudad nos permita vivir generosamente, aportando nuestro esfuerzo y participando en las decisiones.

Plano de Caracas (1775)

Estructura urbana

París tiene sus veinte arrondissements, New York sus cinco boroughs, Barcelona sus diez distritos. ¿De qué está formada nuestra ciudad, de urbanizaciones, de barrios, de sectores, de parroquias, de alcaldías, de municipios, de comunas? Hasta a la Alcaldía Metropolitana le salió la competencia de otro ente paralelo e inventado llamado Gobierno del Distrito Capital.

El primer plano que definió las composición nuestra ciudad  es el ya citado “Plan de la Ciudad de Caracas, con división de sus barrios”. Este dibujo de 1775 nos presenta una ciudad colonial de unas 256 cuadras formado por las parroquias Altagracia, Candelaria, San Pablo, Santa Rosalía y Catedral. Cada una con un centro definido por una plaza y una iglesia. Todas mantienen las mismas proporciones, funciones y leyes de crecimiento que el resto de la trama. Existe una continuidad entre las partes, una homogeneidad, una totalidad donde, al mismo tiempo, el ciudadano encontraba una unidad vecinal donde podía ejercer sus deberes y derechos con un sentido de pertenencia.

Hoy en día Caracas carece de una estructura coherente conformada por unidades de escalas semejantes y adecuadas, pues la actual división en cinco alcaldías presenta discrepancias enormes. La alcaldía Libertador ocupa 433 kilómetros cuadrados y tiene unos dos millones de habitantes. La alcaldía de Chacao tiene unos setenta mil habitantes, un tamaño ideal, y sus límites coinciden con los de la original parroquia San José de Chacao.

El último plano en ofrecer una división homogénea y basada en un mismo criterio fue realizado en 1959 por el presbítero Carlos Rosales, quien trazó los límites de las 68 parroquias eclesiásticas de la Caracas metropolitana. Esta lógica y tradicional estructura establecida por la iglesia nos ofrece un importante punto de partida y de reflexión.

A veces nuestra religión tiene una idea del espacio urbano más sana que la establecida por la política. Por algo se autotitula católica, apostólica y romana. Fue capaz de organizar una ciudad medieval y conducirla a través del renacimiento hasta crear la extraordinaria Roma del barroco. Algo podemos aprender.

***

Este texto fue publicado por primera vez en Prodavinci el 10 de febrero de 2017.


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