Perspectivas

Hablando de lucha con el gran Charly García

Charly Garcia en concierto en Montevideo, el 19 de octubre de 2012. Fotografía de Pablo Porciuncula | AFP.

04/04/2020

Esto de tomar café y hablar de Lucha Libre lo viví también hace muchos años cuando conocí al roquero argentino Charly García. Lo conocí en Nueva York, creo que en el año 1980 o 1981. Él estaba sentado en un café de SOHO, para ser más preciso en el Café Borgia, en el número 161 de la calle Prince, entre Thompson y Broadway. Estaba solo y se tomaba un verdadero espresso italiano. Hacía calor y era verano. Yo lo reconocí por su bigote bitonal, lo saludé con un atrevido «Hola Charly, buenas tardes», a lo que me respondió, «Buenas tardes, vení a tomar un café conmigo, pibe». Eso hice, me senté a su mesa y pedí también un espresso que a lo largo de la conversación no terminaba de llegar. Cuando supo que yo era de Venezuela, no me habló de los reinados internacionales de belleza, protagonizados por las mujeres más bellas del mundo, ni tampoco del petróleo. Se mostró, para mi sorpresa, como un apasionado de la Lucha Libre. Sabía que en mi país había habido Lucha Libre y quiso saber más; así que yo le conté del Catch as Catch Can vernáculo.

Aunque parezca mentira, no hablamos de música ni de rock and roll; en ningún momento nos referimos a eso. Sólo hablamos de los enmascarados, de los rudos, de los técnicos, de los héroes y los villanos, de las luchas de máscara contra cabellera, máscara contra máscara, de las batallas campales, de la lucha de relevos y sus llaves (la doble Nelson, la patada voladora, la quebradora…), de los múltiples golpes de puño muy cortitos que, como metralleta, lanzaba el Tigrito del Ring (esto le encantó al García, quien no paraba de reír sólo de imaginárselo), del piquete a los ojos, de la palanca al brazo, de la puesta de espaldas, del cangrejo… Él sabía que el Gran Jacobo era argentino y que luchaba con mucho éxito en Venezuela, y yo le decía que el Dragón Chino, aunque nacido en China, era de corazón venezolano. Me contaba de Bobo Salvaje, ese buen luchador que cuando subía al ring se comía un kilo de carne cruda, y el Charly ponía cara de asco. Me comentó también que en Argentina había un programa que era de subcultura, o más bien de contracultura que excedía el wrestling. Se llamaba Titanes en el Ring.

García, muy entusiasmado, me decía: «Voy a hacer música para el Catch as Catch Can. Música para ese programa, corre ese rumor en Argentina y es cierto, voy a hacer también un disco en conjunto con Pipo Cipolatti y ya hemos compuesto algunas canciones para los luchadores, como la de “Míster Moto”».

Por la carretera llega Mr. Moto.
Tiene su campera
y caballo de metal.

Él va buscando su destino,
su sueño de libertad.
Recorre muchos caminos
de rock y de metal.

Usa calaveras,
cinto y muñequeras.
Tiemblan a su paso
los guardianes de la ley.

El ama a la naturaleza
y vive en comunidad.
Escucha a los Rollings Stones
 y come arroz integral…

El personaje central, me contó el músico, sería el luchador más malvado de todos, uno llamado Cerebrus, quien al final dominaría todo y una diosa le diría: «Eres una masa de nervios». Se trataría de la historia mítica de un científico que nació en Hungría en los años veinte. La historia se desarrollaría en parte durante la Segunda Guerra Mundial, época en la que se hacían muchos experimentos de biogenética y todo eso. Cerebrus inventaría un rayo para agigantamiento.

«He pensado en dos versiones para este personaje», me dijo García. «En una el tipo odia a los enanos y no quiere que haya más enanos en el mundo. En la otra, Hitler le ordena que haga lo del rayo, y ya veremos con qué fines…»
La canción de ese luchador llamado Cerebrus dice así:

Para muestra basta un botón,
él empujó a Brian Jones a la pileta fatal.
Inventó a los Rolling Stones, a Juanse y a los demás.
Es una masa de nervios, practica control mental.
Mueve objetos a distancia, y se m… a mi mamá.
Nació en Kriptón, como Luthor, y engaña a la humanidad.
Odio, él es Cerebrus. Odio, rey mental.

Me dijo Charly: «Los Luchadores que incluiré en Titanes del Ring serán: Cerebrus el amo de las mentes, Machuca la hiena, El Dogo, un perro con pulgas, el Hacker (que es el luchador del futuro, y quien vence a todos con su disco duro), Poseidón el rey del mar, Leopardo el gay, Entornus, y Míster Moto.

“Yo hago esto por rebelde, porque mis papás no me dejaban ver cuando era niño el Catch. Además, porque pienso que es parte de la cultura argentina, así como los colectivos y esas cosas, las empanadas o los filetes… Será también un programa de radio sobre el Catch as Catch Can que se transmitirá, y cuando estén peleando va a sonar mi música. Porque los titanes de Titanes en el Ring no hablan, pero ahora van a salir sus voces en playback. Los personajes son muy unidimensionales, pero ahora van a ser más ricos. De haber sido yo un personaje del Catch, de seguro hubiese sido Poseidón, porque me gusta el agua, y yo qué sé… Sé hacer llaves, las patadas voladoras, el pandant de cuerdas, ese golpe llamado el cortito, los piquetes de ojos y tengo el poder de los dedos magnéticos, quizás por tocar siempre los teclados. Jajajaja. No voy en tren, voy en avión… No necesito a nadie, a nadie alrededor…”

Pronto lo vinieron a buscar en una limusina negra, estrechó mi mano, se montó y se marchó con una sonrisa en el rostro. Nunca más lo volví a ver en vivo y hoy en día dudo mucho de que se acuerde de mí; después de todo, él es el divo y yo tan sólo fui un fan más que ni siquiera le pidió un autógrafo y que habló nada más que de ¡Catch as Cath Can! (Por cierto, mi café espresso nunca terminó de llegar).


Capítulo del libro Y en esta esquina… El Dragón Chino.
Cuando la Lucha Libre era de verdad – verdad
©Carlos Zerpa (Caracas, 2018)
A la memoria del gran «Dragón Chino», (1921-2002)


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