Fotografía de Federico Parra / AFP
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Las acciones del gobierno son contradictorias y primitivas. Insiste en repetir aquello que amplifica el problema y ya es irrelevante si lo hace por convicción, por presión de los beneficiarios internos o porque se quedó entrampado. En cualquier caso, el resultado es el mismo: un país aislado, la población con su calidad de vida pulverizada y una economía famélica.
Mientras esto pasa, la oposición está presa en sus conflictos internos entre moderados y radicales, lo que parece mostrar su incapacidad para entender la real magnitud del problema y el tamaño y peligro de su enemigo. Ante su incapacidad de articulación, ha quedado dependiente de la acción internacional, sin duda muy importante como complemento, pero nunca como sustituto de la acción política interna.
Por ahora vemos a mucha gente celebrar, con buenos deseos, las sanciones económicas y financieras internacionales, los discursos encendidos, insultos elegantes o arrabaleros (da igual), mientras la vida de la gente empeora a pasos agigantados. ¿Cuánto tiempo antes de que se vuelvan a frustrar? Es cierto que esto recrudecerá, como ocurrió también en Cuba, Siria, Zimbabue y Korea, pero sin una acción interna inteligente; la mayor probabilidad es tener el mismo resultado.
Muchos de mis amigos (y quienes no lo son), con la mejor intención, celebran los ataques verbales contra el gobierno de Maduro. Si hablamos de fresquito, cómo no coincidir con ellos. Pero eso no resuelve el tema central. Por ahora, sólo se ve el cierre de opciones a una solución real, el aislamiento, el deterioro económico, mucho peor que el actual, no sólo para el gobierno, sino para todos los que vivimos aquí.
El gobierno, mientras tanto, intenta recorrer la ruta convencional de los países sancionados, de los que hay una larga historia que contar: cambiar la fisonomía económica del país hacia otros aliados que le permitan subsistir a sus “jerarcas” y hacer al pueblo, en general, más dependiente de los repartidores de migajas.
Estará activa un rato la celebración provocada porque algunos países y organizaciones decentes le griten al gobierno lo que realmente es, pero luego ¿qué?
En efecto, el gobierno está pasando aceite. La crisis económica lo desborda y apenas empieza a recibir los embates brutales de la hiperinflación, que es mucho más concreta y demoledora que cualquiera de sus otros enemigos. La división interna lo pone en alto riesgo de implosión y sus jerarcas están en el momento crucial en el que se debaten entre quedarse encerrados, ellos y sus familias, en una autocracia paria o fracturarse y abrirse a una negociación de coexistencia o salida protegida. El tema es que estar en el primero o en el segundo escenario podría depender de la inteligencia de su adversario interno, que no puede ser sustituida por nadie mas. La teoría política es contundente. Los cambios de una autocracia a una democracia ocurren cuando el costo de permanencia del gobierno se hace infinito y el costo de salida de ese gobierno se reduce y se negocia. Si no trabajas en ambas variables, ocurre lo que ha ocurrido en los países donde se fortalece el primer escenario… y he de decir que son varios.
En todo caso, miremos por encima de los nubarrones del presente y pensemos que a la larga prevalecerá la racionalidad. Quizás es momento de recordar a Don Quijote cuando, después de una secuencia de sus famosas derrotas, le decía: “Sábete, Sancho, que todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto he de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas, porque no es posible que el mal sea durable y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está muy cerca”.
Luis Vicente León
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