Entrevista
Gustavo Hernández Díaz: “Lo más afortunado de la coexistencia es que no sabemos cómo va a terminar”
Gustavo Hernández Díaz, docente y director del Centro de Investigaciones de la Comunicación de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Fotografía de Elizabeth Schummer, fotógrafa y coordinadora de Proyectos Fotográficos de Espacio Anna Frank.
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En su ejercicio docente ha recorrido distintos niveles, desde el ciclo básico hasta carreras universitarias y posgrados. Sus publicaciones constituyen una referencia nacional en el campo de la educomunicación, línea de investigación que fundó y coordinó durante 25 años en la Universidad Central de Venezuela. Actualmente dirige el Centro de Investigaciones de la Comunicación (CIC) de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), donde acentúa su compromiso con la academia y la democracia. Gustavo Hernández Díaz vincula la coexistencia con los procesos culturales, la práctica cotidiana y las mediaciones sociales. Su planteamiento comulga con la esencia del 10° Salón Nacional de Coexistencia, organizado por Espacio Anna Frank.
¿Cómo entender el concepto de coexistencia en la sociedad actual?
En el ámbito teórico uno suele quedarse en argumentaciones generales, muchas veces desarticuladas del contexto sociocultural. El concepto de coexistencia para mí es realidad, no representación, nunca puede estar despegado de la cotidianidad y va unido al concepto de amor, el cual ha sido omitido dentro del discurso científico. Las ciencias sociales tienen que retomar ese concepto fundamental que planteó Gastón Bachelard en La formación del espíritu científico.
Debemos insistir en el intento de resignificar en el siglo XXI lo que ya dijeron los grandes filósofos griegos. ¿Acaso estamos diciendo algo nuevo, que no dijeron Sócrates, Platón y Aristóteles? ¿Acaso no somos seres que todo el tiempo estamos resemantizando la coexistencia?
La coexistencia es cultura. Si no la ubicas en un marco cultural, es una abstracción. Entonces creo que la coexistencia se practica y viene de la familia y de la misma cultura.
Más allá del enfoque teórico, ¿se puede lograr la coexistencia en el contexto venezolano?
Hoy más que nunca, la coexistencia es importante. Es convivir, es entenderse a pesar de que la sociedad está polarizada. Para bajar los niveles de tensión que hay entre las partes debe propiciarse la formación de liderazgo, para que la mediación pueda juntar eso que conocemos como la armonía de los contrarios y que significa que respeto y acepto al otro, y espero que el otro también lo haga conmigo, pese a las diferencias ideológicas.
No considero que estemos viviendo en una franca guerra de valores, sino que hay un capital humano muy importante en Venezuela que apuesta por la coexistencia. Sin embargo, para que haya coexistencia también tienen que existir ejemplos emblemáticos y cotidianos. El Estado tiene que ser un factor fundamental para propiciar la coexistencia en cualquier país. En el caso de Venezuela, lamentablemente, la narrativa del Estado atenta contra los principios elementales de la coexistencia, de ese compartir juntos para que podamos extraer del disentimiento algo fructífero, algo que nos una para poder resolver problemas en la cotidianidad.
La educación tiene un peso relevante y una posición estratégica en estos procesos. ¿Qué implica promover la coexistencia desde la educación?
En la educación se exige más la presencia de la coexistencia. La coexistencia no se decreta, sino que se ejercita desde muchas mediaciones sociales; una de ellas es la familia, otra tiene que ver con la escuela, los grupos de amigos, en el barrio, las urbanizaciones.
La coexistencia es educativa, es pedagógica. Hay que aprender de ella y tomar conciencia de que no es nada fácil. Lo más bello de la coexistencia en que no idealiza, es que pone en su justo lugar a la persona con quién vas a coexistir y eso es un hecho pedagógico importante, pues nos estamos educando.
Un ejemplo emblemático de coexistencia es la UCAB, de sinergia académica y humana que se expresa en el quehacer educativo e investigativo y en programas sociales de impacto como Reto País, el cual refuerza la coexistencia democrática y civilizatoria en el sentido más universal y concretamente vivido de este término.
En el aula de clases convergen ideas, personas, opiniones, planteamientos y enfoques diferentes. Resulta un espacio de diversidad, pero también de confrontación y tensiones. ¿En este tipo de escenarios puede surgir la coexistencia?
La coexistencia debe salir de adentro hacia afuera, de compartir juntos. Para esto es fundamental el ejercicio democrático. Creo que la educación en Venezuela está muy retrasada en ese sentido, porque no ha creado un programa para educar en torno a la democracia sobre la base de la civilidad. Los contenidos actuales del currículo vinculados a los valores morales y cívicos son una declaración de principios que no se internalizan y que se declaran de manera muy repetitiva, sin tener conciencia de la república, la identidad, la diversidad y todo aquello que nos compone, conforma y amalgama con el otro en términos culturales.
Todo hecho comunicacional es un hecho cultural y todo hecho educativo es un hecho cultural. Si nosotros separamos el hecho educativo y lo vemos como una abstracción, no estamos tocando el contexto donde realmente se desarrolla la coexistencia.
A partir de estas relaciones surgen los campos teórico-prácticos de la educomunicación y la educación para los medios. ¿Cómo se aplica la coexistencia en estos ámbitos?
Cuando yo hablo de comunicación, no estoy hablando solamente de la comunicación masiva, estoy hablando de la comunicación interpersonal. Abarca también esa coexistencia que tenemos en la universidad, en los centros de investigación, sin desprendernos del contexto sociocultural, político y económico que se está viviendo en el país.
Muchas veces, los medios masivos de difusión de información –utilizando una categoría de Oswaldo Capriles– plantean una narrativa que atenta contra la misma realidad representada y vivida por el venezolano. En el campo de la comunicación, la coexistencia es estar informado y que el otro también tenga la posibilidad de estar informado para tomar decisiones. Aprender juntos a informarnos para poder acceder a eso que se llama abstractamente la Sociedad del Conocimiento.
Los ciudadanos nos sentimos atropellados por un discurso hegemónico que se da a través de los medios, a su vez alimentado por aquellos que –de manera irracional– plantean un proyecto de país que no va acorde con los principios democráticos. Y ahí entran en juego las redes sociales, un espacio donde puede haber sindéresis y orientación, pero en la mayoría de los casos observamos cómo en medio de las opiniones y las emociones se desdibuja el hecho principal para caer en una diatriba personal.
Las redes sociales y las Tecnologías de la Información y la Comunicación se asocian a la inmediatez, la cual parece ser una característica de la sociedad actual y dificulta entender procesos de largo aliento. ¿Es la coexistencia un proceso que requiere tiempo, paciencia y etapas? ¿Por qué apostar por una idea que puede diluirse en el tiempo?
La coexistencia es un proceso en gerundio, significa que me estoy compadeciendo por el otro, me estoy amando con el otro, me estoy apasionado con el otro, me estoy enojando con el otro. Estoy de nuevo contento con el otro y estamos construyendo juntos para el otro.
Hay que problematizar la coexistencia para estar atentos y advertidos. En el dilema ético de la vida cotidiana se pone a prueba la coexistencia. Los dilemas éticos hacen posible la coexistencia. Por eso hay que colocarle el acento moral a la coexistencia, y ese acento no es una moral universal Kantiana, sino una intersubjetividad que esté en sintonía total con la cultura.
La coexistencia debe vivirse cotidianamente aunque haya incertidumbre, pues es una sabrosa incertidumbre, necesaria, aceptable y bienvenida. Porque si me das la certidumbre de que hay coexistencia, entonces algo anda mal: o tú me estas prescribiendo a mí, o yo te estoy prescribiendo a ti. Lo más afortunado de la coexistencia es que no sabemos cómo va a terminar. Es un dilema, no es una prescripción. No es una ley, sino un ejercicio.
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Visiones de Coexistencia
Serie de 10 entrevistas producidas por Espacio Anna Frank, con el propósito de presentar el concepto de coexistencia desde distintos enfoques y facilitar su comprensión, permitiendo el intercambio de ideas y experiencias. Para ello se utilizan analogías, metáforas y relatos de áreas como historia, arte, biología, deportes, comunicación, diplomacia, psicología, educación, entre otras, que permiten un acercamiento amplio y diverso al tema de la coexistencia mediante ejemplos concretos orientados a su entendimiento.
Johanna Pérez Daza
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