Formas constructivas del siglo XX en la arquitectura venezolana

05/12/2021

Cubierta del Club Táchira. 1955, Fruto Vivas / Eduardo Torroja. Fotografía Archivo Nancy Dembo

Las autoras [1] del tercer capítulo de La arquitectura en el siglo XX venezolano, investigan la génesis y evolución de los nuevos materiales y sistemas constructivos en el país; muestran la magnitud de los cambios operados sobre la construcción, en general, y la arquitectura, en particular.

La construcción en Venezuela. Características y especificidades. El advenimiento de la industria petrolera y la industrialización del sector no petrolero

El proceso modernizador de Venezuela identificado con el patrón tecnológico de la sociedad industrial no puede desvincularse de su condición de país petrolero. Es primordial entender como el país pujante del siglo XX dejó atrás a la Venezuela rural del siglo XIX, productora y exportadora de los productos agrícolas, especialmente el café y el cacao, para vislumbrar la trayectoria de las formas constructivas y arquitectónicas venezolanas.

Fuera de nuestros predios, con la aparición del concreto armado y el acero durante el siglo XIX, los retos en el campo de la ingeniería serían asumidos con satisfacción y entusiasmo en función de la idea de progreso. No puede decirse lo mismo del proceso de internalización e incorporación de esos cambios al campo de las artes y la arquitectura, donde se enfrentaban la Escuela del Arts and Crafts[3], defensora de las formas naturalistas y de la producción artesanal, opuesta a la masificación y defendida por figuras como John Ruskin y William Morris, con las posturas racionalistas, asociadas a la estética de la máquina, la perfección y la funcionalidad defendidas a nivel teórico por Walter Benjamin y en la práctica por Adolf Loos, Walter Gropius, Mies van der Rohe y Le Corbusier, entre muchos otros.

Si bien los cambios generados en otras latitudes por la revolución industrial, no llegaron al país de forma inmediata, sería en el ámbito de la industria petrolera donde se identificarían los primeros avances tecnológicos. En efecto ya para 1928 Venezuela había alcanzado el primer puesto como país exportador de petróleo en el mundo y el segundo como país productor, la inversión extranjera sustituyó a los negocios de rasgos pre-capitalistas y la extracción de petróleo pasó de lo rudimentario a los procedimientos expertos de los consorcios petroleros mundiales. Posteriormente los cambios tecnológicos tendrían su impacto en las formas constructivas locales, al principio en los centros de mayor densidad poblacional y luego, aunque tímidamente, en las zonas rurales.

A partir de 1936 el Estado venezolano concentró el gasto público en las ciudades, propiciando el fortalecimiento de las actividades comerciales, de servicio y de construcción. Al respecto es importante acotar que en la medida que las concesiones petroleras se consolidaron, fueron surgiendo las infraestructuras destinadas a conformar los campos petroleros donde viviría el personal que allí laboraba. Así surgirían construcciones generalmente prefabricadas, de componentes livianos, provenientes de EEUU, a ser ensambladas en el sitio. Con ellas se construían tanto las viviendas de diferentes escalas, dependiendo del rango de sus ocupantes, como las edificaciones de servicio (mercados, escuelas, clubes, entre otros). En los años 40, con la apertura capitalista de la sociedad venezolana, empezó a existir un mercado interno apto para incentivar una mayor producción mercantil en el campo y también en la ciudad. Estas condiciones hicieron posible el paso hacia el establecimiento de industrias y sus respectivas instalaciones en el país, proceso que se potencia a partir de la década de los 50´.

Varios elementos se juntaron para hacer posible este proceso: el sostenido flujo de la renta petrolera a las manos del Estado y el otorgamiento de nuevas concesiones en condiciones muy favorables para el país, así como, la masiva afluencia de inmigrantes desde Europa Central y Occidental, representada, en parte, por mano de obra especializada que rápidamente se incorporó al sector industrial, especialmente al de la construcción. Ello se vería acompañado por una importante afluencia de capital extranjero. Crecieron las industrias manufactureras, se crearon industrias livianas, que alcanzaron gran auge en los 70´ como la industria automotriz de ensamblaje y la de electrodomésticos, a la vez que se expandieron las empresas básicas bajo la administración de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG) y se incrementó la generación de electricidad con la ampliación de la represa del Guri[4].

Sin embargo, los periodos de estancamiento en la producción de muchas de estas industrias no tardarían en aparecer. El énfasis dado por los gobiernos sucesivos a la tesis distributiva de la renta a fin de resolver los grandes problemas básicos, dejando de lado el planteamiento de «sembrar» el petróleo que diversificaría la producción, produjo inconsistencias y retrocesos, compensados cíclicamente por el incremento de los precios del petróleo y por un aumento de las importaciones[5].

Tanto las industrias que se consolidaron como las menos eficientes gozarían de la protección estatal, mientras quedaban rezagados los diversos planes de la nación de diversificar la economía, distribuir equitativamente la riqueza, disminuir las importaciones y mejorar el nivel de vida de los venezolanos. La bonanza en tiempos de altos precios del petróleo, así como las restricciones y subsidios durante los precios bajos, fue el signo que marcó la industrialización venezolana de lo cual no escapó la industria de la construcción. A ello contribuyó que, a diferencia de otros sectores económicos, esta industria se ha caracterizado por su comportamiento cíclico al ser más sensible a los lapsos de contracción y expansión de la economía y ser un gran receptor de la liquidez disponible en el mercado, así como dependiente de las políticas nacionales de gasto público. Es de las primeras en caer en tiempos de recesión pero también de las primeras en activarse para la recuperación económica. Además se distingue por su extenso ciclo de vida y el prolongado periodo natural de respuesta a la demanda. Entre sus peculiaridades destacan su carácter de manufactura heterogénea, su tamaño, el hecho de que provee predominantemente bienes de inversión, con predominio de pequeñas y medianas empresas[6].

Durante las primeras décadas del siglo XX, el campo de acción de los constructores se limitaba a erigir algunas viviendas y pequeñas edificaciones para uso industrial y comercial, actividades que no requerían de mayor inversión de capital por lo que predominaba el trabajo manual y el uso de instrumentos de producción básicos. Después del fallecimiento de Juan Vicente Gómez, al asumirse las obras públicas como eje político y económico, el valor de la construcción creció sustantivamente. El mayor peso recae en el sector público como financista, aunque las tareas las ejecuten empresas privadas, lo cual permitió fortalecer la industria de la construcción en todos sus renglones, incluyendo el de la vivienda[7].

Desde finales de los años treinta y durante la segunda mitad de la década de los cuarenta, el sector constructor privado experimentó un sostenido crecimiento en importantes ciudades como Caracas, Valencia, Barquisimeto y Maracaibo. Esto fue posible gracias a la expansión y consolidación territorial a través de la construcción de infraestructuras y la dinamización de las ciudades lo cual llevó a un sustancial cambio de escala en los detalles, en las edificaciones y en la ciudad. La industria de la construcción llegó a ser la primera industria nacional. Las fábricas de cemento y las empresas constructoras crecieron rápidamente; contribuyendo a la expansión de la banca.[8]

El Estado invertía gran parte de sus ingresos en obras públicas y privadas, en carreteras y autopistas, en construcciones de gran prestigio y diseños de avanzada, con la influencia del Estilo Internacional, en el campo de la vivienda, la educación, el turismo, fastuosos monumentos nacionales, contratados con empresas privadas. Sin embargo, con el paso del tiempo, la propensión a descuidar a la vivienda social, así como, a los sectores de salud y educación por segmentos de mayor rentabilidad, más atractivos económicamente, afectó al país de manera contundente. El petróleo había generado el traslado y abandono del campo por más del 80% de productores agrícolas que se instalaron en quebradas y cerros creándose las áreas marginales alrededor de las ciudades[9]. Esto generó la paradoja de la cohabitación entre modernismo y atraso en un mismo territorio. Mientras la capital y las grandes ciudades avanzaban en el desarrollo de una arquitectura moderna con tecnología de punta, a su alrededor se generaban cinturones de miseria. El mismo petróleo que apuntaló el desarrollo de la industria de la construcción, contribuyó, a partir de los años ochenta, al retroceso de gran parte del camino recorrido[10].

Primeras décadas del siglo XX. El proceso de modernización y el estilo internacional. Arquitectos emblemáticos. El legado de Carlos Raúl Villanueva

Mientras el petróleo desplazaba al café como principal producto de exportación y su explotación, por parte de empresas extranjeras, mostraba gran apogeo, las relaciones capitalistas derivadas de ese proceso de sustitución conducían a la formalización de la clase media y de la clase obrera, que tendían a concentrarse en algunas ciudades del país. Esto conllevaría la necesidad de construir viviendas y servicios públicos para satisfacer las demandas de la creciente población. Sin embargo, para comienzos del siglo XX la construcción en Venezuela se centraba en la producción de edificios públicos y vías de comunicación, mientras el ámbito de la vivienda quedaba circunscrito, en su mayoría, a la autoconstrucción por parte de los habitantes.

La inauguración de la Fábrica Nacional de Cemento, en 1907, daría un primer impulso a la industria de la construcción, aun cuando el material obtenido de las primeras producciones estuviese destinado más hacia la construcción de infraestructura que a su uso en edificaciones.

Aun cuando la disponibilidad de cemento permitiera producir la mezcla para obtener el concreto, material novedoso que para entonces había adquirido el mayor auge a nivel internacional, en la Venezuela de principios de siglo XX prevalecían los materiales y las técnicas heredadas de la colonia. Es así como, en la práctica, se integraban vanguardias y tradiciones en un lenguaje plasmado de concesiones de carácter formal.

Los materiales heredados de la colonia y comúnmente utilizados en el país podrían resumirse en: la tapia, confeccionada con tierra amasada y luego apisonada dentro de moldes, el adobe, conformado a partir de paralelepípedos rectangulares de barro amasado con paja y secados al aire libre, la mampostería de piedra, construida a partir de canto rodado y mortero de cal, llamada, por tanto, de «cal y canto» y la de ladrillo macizo de arcilla, con la cual se alcanzaban las más altas resistencias lo que le permitió conquistar la mayor popularidad para ese entonces[11].

A dichos materiales se incorporarían entonces aquellos más novedosos, el concreto armado y las estructuras rígidas de acero (perfiles), que por sus ventajas resistentes y constructivas, responderían a las ambiciones de arquitectos e ingenieros que aspiraban así encontrarse con la modernidad. El primero, el concreto armado, introducía un naciente reto en términos del proceso de vaciado exigido por su condición de fluido, técnica que involucraba, no sólo la preparación del fluido[12] y las armaduras o cabillas, sino además, la habilidad en la confección de los encofrados, piezas en negativo que debían reproducir las geometrías previstas para los elementos estructurales y para lo cual, en un principio, no se contaba con mano de obra entrenada, lo cual complicaba el proceso constructivo.

La resistencia ofrecida por este material no era mucho mayor que la que se alcanzaba con los ladrillos macizos de arcilla. Sin embargo, frente a estas características, que podían ser vistas como fragilidades, el concreto reforzado con cabillas (concreto armado) ofrecía la ventaja respecto a los otros materiales utilizados, de absorber esfuerzos de tracción adicionales a los esfuerzos de compresión soportados comúnmente por el resto de los materiales empleados en las estructuras. También la madera exhibía dicha ventaja, pero por su fragilidad frente al fuego, el agua y el comején, era desplazada al momento de escoger el material conveniente para la estructura de soporte de edificaciones de cierta envergadura. Como ejemplos aislados surgirían adicionalmente algunas soluciones en acero, resultado de la incorporación de componentes elaborados en este material, originalmente diseñados para otros fines y que fueron utilizados como elementos estructurales en las edificaciones.

Podemos ver como excepción de estas improvisadas experiencias, las casas «antisísmicas» ofrecidas por Alberto Smith un año después del terremoto de 1900. En todo caso, la conciencia sobre nuestra condición de país sísmico estaba en el ambiente. La secuencia de los movimientos telúricos[13] azotó el territorio venezolano sin dejar tregua, mas la manera en que las edificaciones debían enfrentar este impacto de la naturaleza no formaría parte de las consideraciones estructurales sino después del terremoto de 1967 que afectó a Caracas y el Litoral.

Dispuestos a sacar provecho de las opciones que ofrecían dichos materiales destacaban en el ámbito de la arquitectura figuras como Luis Malaussena (Teatro de la Opera de Maracay, 1933), Carlos Guinand Sandoz (Club Alemán,1935), Gustavo Wallis (Teatro Principal de Caracas,1931), el recién llegado Manuel Mujica Millán (Panteón Nacional, 1929) y Luis Eduardo Chataing (Edificio de la Dirección General de Correos, 1932), grupo al que se incorporó, en 1929, Carlos Raúl Villanueva. Paralelamente, un grupo de ingenieros, con formación integral, asumía la responsabilidad de llevar adelante las iniciativas en el campo de la construcción. Es así como veremos destacar nombres como los de Manuel Felipe Herrera Tovar, Horacio Soriano, José Antonio Vizcarrondo, entre otros, quienes, además de los arquitectos, intentaban definir un nuevo perfil para las ciudades.

Será el reto estructural del sistema portante de vigas, columnas y losas (pórticos), por su atractivo espacial al liberar los ambientes de elementos portantes, lo que acercaría a los profesionales hacia los nuevos materiales capaces de soportar la flexión que se produce en los elementos horizontales y la flexocompresión en los elementos verticales, que cada vez aspiraban a alcanzar mayor altura. Las estructuras aporticadas lograban así satisfacer las ambiciones de planta libre expuestas por Le Corbusier desde su propuesta en 1914 de la Maison Dominó, donde los elementos de soporte son totalmente independientes de la distribución de los espacios internos, liberando la planta de las limitaciones de las paredes portantes, o las ambiciones de Mies van der Rohe tras su búsqueda del espacio universal, soportada sobre su convicción de que menos es más, lo que concretaría en soluciones como la casa Farnsworth o la Escuela de Arquitectura y Diseño del Illinois Institute of Technology, entre tantas. Es así como, en primera instancia, se comprometería el desarrollo tecnológico con la arquitectura.

Adicionalmente, el concreto armado ofrecía contundentes ventajas a ciertas exigencias que comenzaban a prevalecer en el ámbito de la construcción. En primer lugar estaba el problema de las construcciones resistentes al fuego, en segundo lugar estaría el tema de la capacidad portante exigida en la construcción de edificaciones con luces y cargas cada vez más ambiciosas y por último, el complejo tema de las edificaciones sismo-resistentes, entonces llamadas «antisísmicas».

La presencia de técnicas constructivas modernas y tradicionales intentando dar cabida a las aspiraciones vanguardistas y espacio a las circunstancias locales, definió un doble lenguaje desde el punto de vista tectónico[14]. Es así como los elementos de concreto y las paredes de mampostería generaron una sumatoria de las estructuras de soporte, circunstancia bastante común en las construcciones de la época.

El estilo neohispano, que caracterizaba las obras del primer tercio del siglo XX, exigía paredes continuas para definir los espacios cerrados y columnas y dinteles para resolver o bien los pórticos de acceso o los espacios internos de patios o galerías, donde se aspiraba a mayor transparencia. Es así como identificaremos en las obras de la década de los 30´ el uso de paredes de bloques de arcilla maciza para definir los contenedores cerrados y columnas de diversos estilos, desde los clásicos hasta las columnas panzudas características de muchas de las obras de este período, vaciadas en concreto armado. Las paredes de arcilla configuraban un entramado de muros que aunque vistas como cerramientos, conformaban junto con las losas, uno de los sistemas portantes de la edificación mientras, las columnas y dinteles ofrecían un sistema de pórticos que se comportaba como una segunda línea de resistencia. La integración de ambos sistemas de soporte se lograba a través de frisos que permitían confundir el doble lenguaje estructural que se estaba formulando.

Esta característica la veremos reflejada en la obra de Manuel Mujica Millán y su remodelación del Panteón Nacional (1927-1930), en la remodelación del edificio de correos en Carmelitas (1931) de Luis Eduardo Chataing, antes mencionado, en la reforma de la Catedral de Caracas (1932) de Gustavo Wallis, en el pabellón de Venezuela para la Exposición Internacional de las Técnicas aplicadas a la vida Moderna (1937), en París, de Carlos Raúl Villanueva y Luis Malaussena, por mencionar sólo algunos ejemplos.

Tomando como referencia la obra de Carlos Raúl Villanueva, ésta constituye un claro ejemplo de cómo se fue dando el proceso de modernización en el país y de cómo influiría el estilo internacional en la arquitectura venezolana. El carácter ecléctico de sus primeras obras como el Hotel Jardín (1929), la Maestranza de Maracay (1931) y los Museos de Bellas Artes y de Ciencias Naturales (1936), donde la mampostería tradicional prevalece en la configuración del contenedor, cediendo cautelosamente oportunidades al concreto armado, ilustran como la incorporación de los nuevos materiales y técnicas constructivas se fue dando de forma paulatina. La convicción de que dichos materiales y técnicas significaban una verdadera revolución en términos del libre desarrollo de la forma, que afectaría el carácter formal tanto del espacio contenido, habitable, como del contenedor. Sin embargo, no sería sino hasta finales de la década de los 30’ cuando se produce la ruptura de las concesiones estilísticas y se aprecia con mayor claridad las ventajas racionalistas en el planteamiento y exhibición de la estructura. Ejemplo de ello es la Escuela Gran Colombia (1939) donde queda expresada la absoluta confianza del arquitecto hacia los nuevos materiales y técnicas que llevaría al Ministerio de Obras Públicas a otorgarle el proyecto y coordinación de la Reurbanización del Silencio (1941).

Políticas públicas y privadas de producción de viviendas. El Banco Obrero y la participación del Estado. La Ciudad Universitaria de Caracas. La participación de las universidades en el cambio tecnológico

A mediados de los años cuarenta, mientras Europa se avocaba a los procesos de reconstrucción de los territorios devastados por la guerra, con el apoyo del Plan Marshall, EEUU ratificaba la asistencia hacia los países en vías de desarrollo cuya viabilidad quedaría ratificada en la creación del Banco Mundial (1944) y, posteriormente, en el Programa de la Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD) (1965), ambos programas dirigidos a apoyar modernos planes de desarrollo que estipulaban como las ciudades y las edificaciones debían ser construidas. La estética moderna otorgaba la garantía visual de que el desarrollo ambicionado estaba teniendo lugar de manera inminente y efectiva.

Las transformaciones fundamentales que se producen entre las formas academicistas y las formas propuestas por la modernidad, si bien tienen todo un sustento teórico que las acompaña, se concretaron en razones de carácter tectónico, representadas por los cambios experimentados en las técnicas de producción, es decir, en los modos de fabricar, de construir y en última instancia de vivir, que nos legó la Revolución Industrial.

La corriente de pensamiento denominada el Nuevo Ideal Nacional, impuesta por el régimen militar durante gran parte de los años 50’, enunciaba como objetivo mejorar la calidad de vida e intervenir el ámbito territorial, lo que dirigía la atención hacia las obras públicas en cuanto a construcción de infraestructura y de viviendas, por lo cual la arquitectura al servicio del gobierno se realizaría en función de esas exigencias ideológicas[15].

Las nuevas posibilidades derivadas del adelanto tecnológico tuvieron en común el reconocimiento del elemento estructural como potencial generador del espacio arquitectónico. Las ya reconocidas ventajas del concreto armado y el acero se asumieron de inmediato en las obras de ingeniería, satisfaciendo la posibilidad de cubrir las grandes luces exigidas por puentes y viaductos. Así mismo, la posibilidad de crecer en altura interesó, en última instancia, también al ámbito de la arquitectura. Probablemente lo que contribuyó al cambio de actitud por parte de los arquitectos estuvo relacionado con hechos de carácter circunstancial además del tecnológico: la presión de una creciente población cuyo alojamiento exigiría de desarrollos en vertical para poder atender la demanda y la forma desmesurada con la que se incrementó el costo del terreno.

El déficit habitacional para 1945, develado por la información del censo, dio origen al primer Plan de Vivienda del país, el cual estaría a cargo del Banco Obrero, primera institución pública orientada a la construcción de viviendas para la clase trabajadora. A partir de allí se desarrollaría un importante programa de diseño e investigación en torno a la producción masiva de viviendas. En paralelo, la ambición de modernizar las ciudades claves del país conllevaría la construcción de una contundente red de vías de comunicación (por ejemplo el Viaducto Caracas-La Guaira, 1952) y de imponentes edificaciones como fue el caso de la Ciudad Universitaria de Caracas y tantas otras obras que permitieron dibujar, ahora sí, el perfil de una ciudad moderna, al menos en el caso de Caracas.

Para atender el problema de la vivienda, en 1951 se creará el Taller de Arquitectura del Banco Obrero (TABO), desde donde se proyectarían propuestas unifamiliares y multifamiliares, incluyendo los primeros superbloques, unidades residenciales de alta densidad y altura, inspiradas en la obra de Le Corbusier. Para su construcción se utilizaron las técnicas tradicionales del vaciado en sitio de las estructuras de concreto armado, utilizadas en la década de los 40´ en la Reurbanización de El Silencio (1941), las cuales sobrevivieron con ciertas innovaciones en términos de equipos más sofisticados y mayor racionalidad de los encofrados de madera. No sería sino hasta la década de los sesenta que estas técnicas serían cuestionadas, como veremos más adelante.

Es importante destacar que para la década de los 50’ el estilo internacional ya había penetrado las propuestas de arquitectura en Latinoamérica. La estructura dejaba de ser un mero elemento de soporte para formar parte del lenguaje arquitectónico. En el caso de los superbloques, esto se tradujo en formas estructurales racionales y tipificadas que permitían satisfacer diversos usos del espacio contenido. Es así como vemos en los desarrollos de la Unidad Residencial El Paraíso y en la Urbanización «2 de Diciembre», por mencionar algunos, el uso de elementos estructurales que se repiten por su comprobada eficiencia[16].

Vista de la Unidad Residencial El Paraíso, Carlos Raúl Villanueva y Carlos Celis Cepero, 1954. ©Archivo Fotografía Urbana

Las plantas se caracterizan por una secuencia de pórticos todos iguales en el sentido transversal[17] y en el sentido longitudinal elementos de vigas cuya continuidad beneficia los esfuerzos que allí se producen, convirtiendo el conjunto en un esqueleto con elementos entrelazados en las dos direcciones[18]. En ocasiones estas estructuras de concreto armado se combinaban con estructuras de acero, como en el caso de los módulos de circulación cuando se necesitaba aportar mayor rigidez[19].

Estas propuestas estructurales, en extremo racionalistas, beneficiarían, además, lo que se refiere a los procesos constructivos en términos de tiempo y costo, como consecuencia de la repetición de los componentes y de las acciones para concretarlas.

Si bien, antes del siglo XIX, los elementos estructurales en su rol resistente habían estado generalmente ocultos por los estilos, el ornamento y aun la decoración, negándoles la posibilidad de participar en la celebración de la creación del espacio arquitectónico, las nuevas posibilidades derivadas del desarrollo tecnológico tuvieron en común el reconocimiento del elemento estructural como potencial generador de dicho espacio[20].

Durante el siglo XIX, a raíz de la Revolución Industrial, con la aparición del concreto y el acero como materiales de vanguardia, algunos arquitectos tímidamente se animaron a mostrar las estructuras, como es el caso de Viollet-le-Duc y posteriormente, de manera más contundente, Henri Labrouste en la Biblioteca de Sainte Geneviève (1843) y en la Biblioteca Nacional de Paris (1855) y, más adelante, con el surgimiento de la Escuela de Chicago encabezada por Louis Sullivan, las experiencias se fueron multiplicando. Es así como, ya desde comienzos del siglo XX, veremos los elementos estructurales mostrando sus responsabilidades no sólo en el interior, donde vigas, columnas y losas se manifiestan, sino, además, en las fachadas.

En el ámbito nacional, el gesto de dejar las estructuras a la vista se manifiesta a mediados del siglo XX, cuando la estructura de concreto dicta una lección de estática, como en el caso de la Unidad Residencial El Paraíso donde el pórtico conformado por un vano central y dos cartelas a sus lados expone la eficiencia de dicha configuración.

En el ámbito de la construcción tanto pública como privada, la década de los 50’ mostró la irresistible tentación derivada de la posibilidad de moldear el concreto a cualquier geometría imaginada por el arquitecto y llevó a un reconocimiento convincente de las ventajas del libre desarrollo de las formas estructurales, ahora dejadas a la vista. Esto lo podemos identificar en obras como el Aula Magna de la Ciudad Universitaria de Caracas, el Hotel Humboldt, la estación del teleférico en Maripérez, el Club Táchira, por mencionar sólo algunas, donde el alarde estructural se manifiesta en empatía con las soluciones espaciales.

Es importante puntualizar que la mayoría de estas obras fueron construidas en concreto armado, que entonces superaba la resistencia que el mismo ofrecía en los años 30’[21]. En ocasiones se incorporaron las técnicas del pretensado y postensado[22], cuando se incorporaban componentes prefabricados, que se estaban utilizando en los viaductos, con lo que las luces libres lograron superar los 30 metros. Lo que sorprende, visto en el tiempo, es que los procesos constructivos utilizados seguían siendo totalmente tradicionales. Los encofrados de madera, verdaderas esculturas cuya realización se debió a la mano de obra que arribó al país procedente de una Europa en guerra y que aportó experiencia y buen oficio en las lides de la construcción.

Las experiencias que se adelantaban en el sector público, así como la actividad que cada vez más se desarrollada en el ámbito privado de la construcción, exigían un cambio de actitud frente al tradicional desempeño que caracterizaba los procesos de producción de las edificaciones. Las transformaciones necesarias no sólo ocurrirían en la práctica, sino que también tuvieron su impacto en la enseñanza de la arquitectura y en las investigaciones relacionadas con las tecnologías de la construcción y del diseño.

En la Facultad de Arquitectura de la UCV comenzaron a debatirse las ideas asociadas a los procesos de producción y su vinculación con los temas del diseño. Esa iniciativa se vería apoyada por las experiencias que, desde La Unidad de Diseño en Avance del Banco Obrero, se llevaban adelante, orientadas a la racionalización de la construcción con el fin de apoyar la construcción masiva de viviendas, edificaciones educacionales y de servicio. Más adelante, en 1975, la creación del Instituto Experimental de la Construcción (IDEC), dentro de la academia, serviría como centro de investigación y desarrollo de sistemas constructivos. Ambas experiencias dieron pie a la incorporación de la prefabricación y la racionalización de las herramientas para el vaciado en sitio como opciones para impulsar la eficiencia de los procesos de producción de edificaciones[23].

La Industrialización de los procesos de producción de edificaciones en Venezuela. La innovación tecnológica: de la prefabricación cerrada a la industrialización abierta. La coordinación modular. Obra única versus construcción masiva

El desarrollo tecnológico en nuestro país, en el ámbito de la industria de la construcción, había logrado incorporar los adelantos básicos alcanzados en otros países y que permitían llevar adelante obras de envergadura, tales como los viaductos y túneles de la autopista Caracas- La Guaira o el puente sobre el Lago de Maracaibo, entre otros. La industrialización en estas obras estaba presente a través de la incorporación de la prefabricación como medio de producción, no sólo de los componentes estructurales de las vigas del tablero y las pilas de soporte, sino también de los encofrados para el vaciado en sitio de las piezas que así lo exigían[24]. Además, se utilizaron los procesos de pretensado y postensado que permitieron alcanzar las grandes luces asociadas a este tipo de construcciones.

El proceso de transición hacia la modernidad obligaría a que se iniciara una profunda investigación en el campo de la arquitectura que abarcaría temas como la producción en masa y los procesos de mecanización en la construcción, que incluirían no sólo lo que concierne a las estructuras sino además todas las instalaciones y equipos requeridos para que las edificaciones contaran con el apropiado estándar de habitabilidad en términos de instalaciones eléctricas, sanitarias, hidráulicas, de comunicaciones y de seguridad. La integración de todo ello estaría orientada a ofrecer un alto nivel de calidad y confort en las edificaciones. Los beneficios de orden formal derivados de la relación entre diseño e industrialización y el desarrollo tecnológico como respuesta a las exigencias de corte social se convertirían así en el objetivo de la arquitectura de mediados del siglo XX en el país.

Conjuntamente, en el campo de la producción de edificaciones, comenzaban a surgir empresas absolutamente comprometidas con la prefabricación, como el caso de Vivienda Venezolana, cuya planta fija y proceso de producción cerrado[25] no dejaba espacio para flaquear frente al empeño por imponer la industrialización como salida a la producción en masa de viviendas[26].

Por su parte, en el Banco Obrero, desde su unidad de diseño, se experimentaba sobre la creación de sistemas abiertos de prefabricación, destinados a producir componentes que permitían adaptarse a diversos tipos de edificaciones, abarcando desde la vivienda hasta edificaciones educacionales y de servicio[27]. Esto exigía romper con la tradición del arquitecto que desarrolla su proyecto concebido como obra única y lograba satisfacer las aspiraciones que la política de sustitución de importaciones esperaba del sector construcción.

La idea en torno a la industrialización abierta tendría como base el patrón de la coordinación modular[28] la cual permitiría de manera efectiva configurar y ensamblar distintas opciones de unidades espaciales. Este concepto tendría su origen en la reconstrucción europea, luego de la segunda Guerra Mundial, lo que se transformó en un problema de Estado. Así comenzaron a surgir las ideas de cómo coordinar la producción de las nuevas edificaciones que permitirían reconstruir Europa. La coordinación debía permitir hacer elementos en un país, venderlos en el otro o intercambiarlos con otro, y esa aspiración era complicada en lo que se refiere a la construcción. En ese sentido el concepto de coordinación modular supero la propuesta de Le Corbusier con el Modulor cuyo punto de partida era el hombre de 1.75 metros de alto que con la mano alzada mide 2.16 metros y que permitió definir una serie de proporciones que fueron traducidas a dimensiones y utilizadas, casi exclusivamente, en la obra de este arquitecto[29].

Las ventajas esbozadas para la adopción de los llamados sistemas industrializados flexibles o abiertos incluían: a) la posibilidad de establecer principios de normalización sin caer en la monotonía, sino más bien, otorgando la flexibilidad de diseño anhelada, b) una mayor productividad de mano de obra no especializada por la sistematización y repetición de los procesos, c) la posibilidad de producir las partes de la edificación mientras se completaban labores de urbanismo, d) un mejor control de calidad de la edificación ya fuese en las plantas de producción de los componentes o en pistas a pie de obra.

Las empresas seleccionadas para este primer programa del Banco Obrero que se desarrolló en Valencia, en el sector conocido como San Blas, fueron las siguientes: Sistema Vaccum Concrete de Venezuela A3 (muros y losas prefabricadas); Sistema Vivienda Venezolana A4 (muros y losas prefabricadas y pretensadas); Sistema de Talleres Van Dam B5 (componentes de acero + losa-acero); Vivienda Venezolana C4 (pórticos en concreto prefabricado y losa concreto pretensado); Sistema Modular de Tuven C.A. C-7. (Columnas y vigas T + pre-losa con vaciado) y Creamer y Denis D-6 (losas de concreto armado + columnas tubulares de acero). Estos sistemas constructivos permitieron resolver distintos tipos de edificación, viviendas unifamiliares de uno y dos pisos y viviendas multifamiliares de tres y cuatro pisos, con las diversas propuestas constructivas.

Si bien, en un principio la industrialización y, en particular, la prefabricación de la construcción estuvo asociada a la producción en masa, esta forma de producción también puede significar la alternativa apropiada cuando se trata de obras únicas, cuya geometría es tan compleja y su comportamiento estructural tan demandante que no es posible concretarlas a partir de la construcción convencional. En estos casos, son los requisitos técnicos y los patrones de calidad los que imponen la forma de producción. Cada día más, las obras únicas de gran escala optan por la prefabricación, no sólo como sistema constructivo sino como forma de organización operacional, alejando la calidad del producto final de la destreza del operario y acercándolo a la eficiencia de la máquina.

Pongamos como ejemplo la ampliación del Museo de Bellas Artes de Caracas. La losa tridimensional de 1,4 metros de altura, necesaria para cubrir la luz de 21 metros de longitud de las salas de exposición muestra una geometría que hubiese sido imposible concretar de otra manera que no hubiese sido prefabricando sus partes y luego ensamblándolas a través del postensado en dos direcciones. Experiencias como ésta permiten entender como la prefabricación también es aplicable a la obra única[30].

La industrialización de los procesos de construcción, en la década de los sesenta, mostraba así ingenio e innovación, sin embargo, las opiniones de los profesionales vinculados al ámbito de la construcción de edificaciones estaban divididas entre quienes apostaban a esa forma de construir como el futuro de la producción de edificaciones y quienes la adversaban y desconfiaban de la seguridad y conveniencia de la misma. Sin embargo, el evento que profundizaría estas posiciones se verá signado por el terremoto ocurrido en la ciudad de Caracas, el 29 de julio de 1967.

Dicha situación obligó a promulgar, a corto plazo, una norma[31] que rigiera las variables asociadas al comportamiento de las edificaciones a ser construidas. En realidad, la nueva norma no introducía observaciones vinculadas específicamente a las edificaciones producidas con métodos industrializados, pero si establecía coeficientes más severos en relación con el análisis dinámico de los edificios en general.

Imagen del terremoto de Caracas, 1967. Derrumbe total. Edificio Mijagual. ©Archivo Fotografía Urbana

Es importante señalar el hecho de que Venezuela es casi en su totalidad zona de riesgo sísmico, sin embargo, la Norma no incluía pautas para el diseño de edificaciones cuyos elementos portantes fuesen prefabricados, lo que confirma el ambiente controversial que se sostenía frente al uso de estas formas de producción de edificaciones.

Otro evento que marcaría el debate de la época en torno a la construcción de edificaciones en altura, con procedimientos industrializados, fue la explosión de una bombona de gas en mayo de 1968, en el Ronan Point en Canning Town, Londres[32], que produjo, en este edificio prefabricado, el desplome de los apartamentos por encima y por debajo del inmueble donde ocurrió la explosión. De este episodio, que tendría amplia repercusión, y de los desastres ocasionados por los sismos ocurridos alrededor del mundo, derivaron nuevas enseñanzas en torno al comportamiento de las edificaciones frente a las acciones dinámicas y muy especialmente válidas para los edificios construidos con procedimientos industrializados.

Es así como, a finales de los sesenta y comienzos de los setenta[33], tanto por aspectos técnicos como políticos, los progresos en el ámbito de la construcción industrializada fueron ignorados y, tanto desde el ámbito público como privado, se retomaron las formas de producción tradicional del vaciado en sitio.

Altibajos de la Industria de la Construcción durante la década de los setenta. La crisis financiera de 1983 y sus efectos sobre el desarrollo industrial y arquitectónico venezolano

El sentimiento nacionalista, que estimuló a todas las experiencias de vanguardia constructiva que se desarrollaron en la década de los sesenta, comenzó a evaporarse a finales de dicha década detrás del fantasma de la globalización que comenzaba a tomar cuerpo y que se consolidaría en los ochenta y noventa. El impacto de una economía delineada por un ingreso petrolero[34] mucho mayor que el de los años sesenta generó , al inicio de un nuevo gobierno[35] nuevas políticas de inversión en la industria de la construcción, que se tradujeron en una saturación de tecnologías importadas, utilizadas indiscriminadamente tanto por el sector público como por el privado.

La compra de equipos y sistemas constructivos en el exterior se justificaba como vía para satisfacer la producción de edificaciones de toda índole, generalmente asociada a proyectos de gran escala producidos tanto desde el Estado como desde el ámbito de la construcción privada. Bajo esa circunstancia Venezuela pasó a ser receptora de las herramientas utilizadas en la reconstrucción europea luego de la II Guerra Mundial, herramientas que, una vez cumplida su misión, habían perdido el encanto y el poder edificatorio que las acompañó en sus inicios. Como estrategia económica Europa intentó colocar toda esa tecnología en los países en vías de desarrollo que, por razonas distintas a la guerra, pero igualmente devastadoras, mostraban una importante fragilidad en relación a la producción de edificaciones, no sólo de viviendas, sino de escuelas, hospitales, edificios de servicio, entre otros.

Como reacción al cuestionamiento sobre los sistemas prefabricados y su nivel de seguridad frente a eventos sísmicos comenzaron a popularizarse los sistemas de producción, donde la industrialización se centraba en herramientas que permitieran racionalizar y por tanto hacer más eficientes los procesos del vaciado en sitio. Esto se explica porque las uniones, en el caso de los sistemas prefabricados, se realizaban en base a soluciones mecánicas (pernos) y soldaduras que luego se rellenaban con una colada de concreto. Estas uniones necesitaban un control in situ muy exigente ya que la integridad de la edificación dependía de la calidad con la que se ejecutaban dichos puntos de anclaje (uniones secas). Por el contrario, cuando las uniones entre los elementos de una edificación dependían de la continuidad y solape de las cabillas y el posterior vaciado de concreto a lo largo o alto de la intersección de dichos componentes (uniones húmedas), el fraguado de este último aseguraba la integración de los elementos y el total monolitismo de la edificación[36].

Estos sistemas aseguraban que las uniones entre los elementos portantes fueran húmedas, es decir vaciadas junto con los componentes estructurales y por tanto monolíticas. Entre las tecnologías importadas para este fin estuvieron los encofrados Túnel cuya ventaja consistía en permitir vaciar el hormigón simultáneamente en paredes portantes y losas, otorgando así la condición monolítica del conjunto estructural. La rapidez alcanzada con el uso de dichos encofrados trajo importantes beneficios económicos a las constructoras por lo que las reflexiones sobre otros temas como el arquitectónico y ciertas condiciones estructurales, más allá del monolitismo, pasarían a un segundo plano[37].

Uno de los ejemplos que permite ilustrar las consideraciones y consecuencias que derivan del uso de los encofrados Túnel es el conjunto de Parque Central, construido en la ciudad de Caracas (1970-77). La magnitud de la obra, con torres de vivienda de 40 pisos y 2 torres de oficina de 60 pisos, obligó desde un principio a considerar el uso de algún tipo de herramientas que sistematizara el vaciado en sitio de las paredes portantes y losas. El esquema en planta del edificio, en forma de espina de pescado, ofrecía la posibilidad de tener apartamentos duplex a ambos lados de un pasillo central y la posibilidad de tener paredes portantes en dos direcciones ortogonales, dando la rigidez necesaria al edificio para enfrentar un sismo.

Dicha propuesta ilustraba el buen desempeño del encofrado túnel, sin embargo, el uso indiscriminado de la herramienta en un importante número de experiencias, tanto del sector público como del privado, generó edificaciones con paredes portantes en una sola dirección y ningún elemento rigidizante en la otra, con lo cual el riesgo de colapso frente al sismo se potenciaba[38]. Esto derivó en el desprestigio y posterior discontinuidad del Sistema Túnel.

La abundancia de divisas también estimuló la importación de otros sistemas constructivos que incluían prefabricados u otros sistemas de encofrados. En algunos casos se importaron plantas completas de producción con el mito de que se traducirían en una favorable transferencia tecnológica para el país. Dichos sistemas exhibían altos grados de mecanización y automatización lo que conllevaba pagar costosos y aparatosos equipos de vaciado que lejos estaban de ofrecer ventajas a la construcción[39].

Otras experiencias de transferencia tecnológica tuvieron mejor suerte, pues lograron realmente aportar al país receptor conocimiento, asistencia técnica y entrenamiento de personal. El proyecto Conicit-IDEC-Clasp estaba destinado a asistir la demanda de edificaciones escolares, a partir de la experiencia del sistema Clasp en Inglaterra. La intención en este caso era cambiar el concepto de edificación escolar como objeto individualizado por la idea del modelo adaptado a las circunstancias nacionales. Como lo indican las siglas, en el proyecto participaría el Estado, la Academia y el Consorcio de Autoridades Locales inglés. Este ejemplo de industrialización abierta[40], diseñado sobre la base de componentes de acero intercambiables, permitía tener más flexibilidad para dar respuesta a las necesidades específicas.

Coincidiendo con estas experiencias retomó su auge la construcción con los sistemas tradicionales[41] de vaciado en sitio de las estructuras en concreto armado.

Con estos procesos se produjeron numerosos edificios de viviendas, oficinas y servicios, conocidos como cajas de vidrio por sus fachadas cubiertas totalmente de cristal, que pretendían sostener las intenciones de modernidad.

Sin ninguna deferencia hacia el entorno y el clima tropical, se fueron perdiendo los gestos de una arquitectura consciente, que había sabido sacar máximo provecho de las enseñanzas derivadas del Movimiento Moderno y que distinguiría a la arquitectura de las décadas centrales del siglo XX en Venezuela.

Es así como en medio de circunstancias contradictorias, el boom petrolero (1974-1981) permitió alcanzar los más altos niveles de producción del sector construcción, logrados hasta ese entonces. Los altos recursos financieros permitieron lograr, al menos en el ámbito de la construcción, un consolidado nivel de desempeño tecnológico[42]. Sin embargo, cuando el precio del barril de petróleo menguó en la década de los ochenta y cesó de ser soporte del delirio venezolano la realidad demostró que, en la mayoría de los casos, no habíamos sido capaces de asimilar las experiencias nacionales ni las trasladadas desde otros horizontes. La falta de claridad sobre la oportunidad y una desmedida ambición de quienes lideraban en esos años las actividades productivas, condujeron al país a una travesía sin rumbo, que a través de los años se ha profundizado.

Legado arquitectónico del siglo XX venezolano y su entrada en el siglo XXI. Desafíos frente a la cuarta revolución industrial. La arquitectura digital, en el contexto global

Venezuela experimentó en el siglo XX, sin duda, cambios fundamentales en el ámbito de la arquitectura con avances tecnológicos resonantes que propiciaron su incorporación a la modernidad. El área de la construcción experimentó con nuevos materiales que con la industrialización entre sus metas, convirtieron las ciudades en un crisol de estilos y de experiencias que supieron responder, en la mayoría de los casos, con gran creatividad y de manera instintiva a exigencias de calidad, variables ambientales, estructurales, estéticas y en general de habitabilidad.

Esto fue posible, entre otras cosas, por la bonanza petrolera que permitió mediante el ensayo y el error la sustitución de una arquitectura tradicional por edificaciones de diversas características y densidades, desde el historicismo hasta el modernismo, que en el contexto de la globalización llego a Venezuela dibujando un nuevo perfil de una ciudad más cosmopolita y desordenada a la vez[43].

Sin embargo, como se afirma en este ensayo, en la misma medida en que se avanzaba arquitectónicamente y se desarrollaban novedosas tecnologías constructivas, las ciudades venezolanas se fueron rodeando de cinturones de miseria por el éxodo rural que se hicieron más evidentes con el cambio de siglo en la medida que la ciudad rica dejaba de florecer.

Comparativamente, el mundo occidental experimentó durante la segunda mitad del siglo XX, el paso acelerado de la economía agrícola a una industrial y de servicios, con la inclusión más reciente de las nuevas tecnologías de la información. Se consolida el Estado benefactor y sus nuevas instituciones sociales a la vez que surgen conflictos bélicos a escala mundial, regional y local. Social y culturalmente se dieron grandes modificaciones en las formas de trabajo, relaciones y estructura familiar, de educación básica y especializada, de convivencia urbana y de movilidad geográfica y económica. Es a partir de estos contextos, cada vez más complejos, que actúan los procesos de globalización que poco tienen que ver con las formas del pasado y sus conceptos de países industrializados y en vías de desarrollo[44].

La globalización fue clave en los cambios por venir. El avance que significó pasar de una economía con base en la manufactura heterogénea a una economía basada en el valor del conocimiento y la innovación dio paso a las nuevas tecnologías de la comunicación e información, cuya aplicación en el proceso arquitectónico no se hizo esperar.

Aunque la técnica siempre formó parte del quehacer arquitectónico, las nuevas tecnologías significaron un salto sustancial al incluir la digitalización e incorporar el uso de nuevas herramientas, (neurociencias, nanotecnología, biotecnología), cuya importancia consiste en que generan conocimientos que producen cambios substanciales, de rápida divulgación y obsolescencia y con repercusiones en todos los espacios de la sociedad[45].

Al respecto, el siglo XX fue precursor de nuevos modelos de organización y herramientas digitales para la gestión de proyectos de arquitectura y construcción. El software se convirtió en herramienta imprescindible para facilitar proyectos de arquitectura al crear simulaciones digitales a través de múltiples programas facilitadores de los procesos de diseño. Esto permitió una gestión más eficaz del proyecto, prolongando el ciclo de vida del edificio y optimizando costos y tiempo. Así mismo, las impresoras 3D facilitan la creación de componentes de construcción, de mobiliario, de fachadas, dotándolas de cualidades bioclimáticas[46].

Asimismo, la preocupación por el ambiente, por el consumo excesivo de energía y su incidencia en el cambio climático se convirtió en prioridad para los principales organismos internacionales y para amplios sectores de la población, permitiendo plantear una nueva lectura sobre la evaluación del desarrollo social y económico. Así nació el concepto de «sostenibilidad» según el cual las modificaciones al medio ambiente construido deben ser trazadas en términos de su pertinencia, viabilidad social, económica y ambiental en el corto y el largo plazo. Esto con el fin de garantizar que las construcciones que se realicen no comprometan la calidad de vida de las generaciones futuras, al cuidar aspectos como la contaminación ambiental, los residuos, desechos, escombros y emanaciones de gases generados a lo largo del ciclo de vida de las edificaciones y poder continuar disponiendo de los recursos que hoy están bajo riesgo de agotamiento[47].

Las diversas reuniones mundiales sobre el medio ambiente constituyeron el marco para divulgar a la sociedad y poner en alerta sobre los mayores problemas ambientales que adolece nuestro planeta. Debido a los efectos del cambio climático, durante el último tercio del siglo XX, se entendió la necesidad de adoptar medidas para frenar el calentamiento global. En 1988 se creó el Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) a partir del cual los gobiernos pusieron en marcha la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, punto de partida del primer acuerdo, conocido como Protocolo de Kioto[48].

Venezuela, que hasta entonces había acompañado al mundo desarrollado desde su perspectiva de progreso, tuvo su punto de inflexión en la década de los 80 cuando la crisis del país se hizo notoria. La política fue un elemento crucial en esta situación, por su especial influencia en las políticas edificatorias y urbanas, así como por el grave y sistémico problema de la vivienda.

Después del boom de la construcción inmobiliaria de los 70 y a pesar de los altos precios del petróleo a partir del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, en la década de los 80’ el modelo bipartidista y el papel del Estado como estabilizador de la democracia mostraron signos de agotamiento. Se evidenció la crisis del Estado central, rentista, social y de consenso, de representatividad de los partidos históricos y el debilitamiento de las instituciones democráticas[49].

Con el comienzo, en 1979, de la era inflacionaria venezolana la estabilidad del tipo de cambio de libre convertibilidad llegó a su fin el viernes 18 de febrero de 1983, conocido como el viernes negro. Como consecuencia de lo antes descrito, hubo una crisis del aparato productivo de viviendas y del sector financiero inmobiliario en general que no se detuvo[50].

En 1989 se dictó la Ley Orgánica de Descentralización, Delimitación y Transferencia de Competencias del Poder Público y además se adoptó un programa de ajuste estructural y estabilización macroeconómica. En 1990, un acuerdo entre los principales partidos políticos representados en el Congreso permite la aprobación de la Ley de Política Habitacional. Sin embargo, en 1994, la crisis bancaria sistémica, frustró los efectos iniciales de las reformas estructurales emprendidas en 1989[51].

En medio de esta sucesión de políticas erradas, la economía perdió su rumbo y la inflación se hizo presente, lo cual condujo a una importante regresión en materia de desarrollo científico que se profundizó con la inestabilidad política de finales de siglo y durante la primera década del siglo XXI. Los indicadores y estadísticas disponibles revelan que Venezuela retrocedió a niveles alarmantes en materia de producción de ciencia y tecnología y en consecuencia de innovaciones en el campo de la arquitectura[52].

No obstante, la vasta experiencia adquirida permitió a algunos actores seguir adelante en su intento de conjugar la arquitectura y sus formas constructivas con las nuevas tecnologías y con criterios sostenibles en el tiempo, lo cual se tradujo, a pesar del estancamiento general, en propuestas solapadas a la espera de la superación de estos tiempos de crisis.

La industrialización abierta por componentes compatibles, la arquitectura digital, la construcción sostenible y las respuestas apropiadas desde el trópico frente al cambio climático, son algunos de estos temas que, desde la academia o en ámbitos privados, esperan para su ulterior desarrollo y aplicación mediante políticas de Estado acordes a los avances en el mundo global.

Por lo tanto, las condiciones para retomar plenamente la vía del progreso constituyen un reto complejo pero posible, que requiere cambios estructurales que permitan el retorno de las inversiones, mediante motivaciones y garantías que disminuyan la incertidumbre y generen seguridad jurídica. Queda, sin embargo, una vasta y valiosa obra construida y una enorme experiencia profesional que solo espera nuevos momentos para recuperar el tiempo perdido.

***

[1] Ingeniero Civil, MSc., PhD, Profesor Asociado, Universidad Central de Venezuela/ UCAB y Arquitecto, MSc., PhD, Profesor Titular, Universidad Central de Venezuela/ ULA

[3] El movimiento Art and Crafts (Inglaterra S. XIX) se caracterizó por su crítica a la producción industrial al argumentar su baja calidad creativa en comparación con la producción artesanal. En el caso particular de Walter Benjamín, filósofo de la escuela de Frankfurt más cercano a los racionalistas, acepta que con la producción en serie se pierde la originalidad de la pieza única en el arte, pero aprecia como la obra al volverse más accesible es capaz de transformar las relaciones sociales.

[4] Dorothea MELCHER, «La industrialización de Venezuela», Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad de los Andes, Revista Economía, Nº 10, 1992

[5] Asdrúbal Baptista y Bernard Mommer, en María Andreina Salas Bourgoin, «Sociedad, Estado y renta en Venezuela: una relación unidireccional», revista geográfica venezolana, vol. 57Nº2, Universidad de los Andes ULA, 2016

[6] Helena SANZ LARA, «El sector construcción venezolano y su interrelación con la economía nacional», Tecnología y Construcción, Vol. 20-III, 2004: 37-50

7 Beatriz MEZA SUINAGA, «Gestión estatal de la vivienda en Venezuela: el Plan Nacional (1951- 1955)», Caracas, Cuadernos del Cendes, CDC, vol.31 no.87, 2014.

[8] Al igual que el petróleo fue el combustible de un proyecto de país moderno y urbano, el cemento actuó como carburante principal de una industria de la construcción que brindaría las evidencias materiales de ese proyecto modernizador, convirtiendo sus rituales de transformación en lugares concretos y de concreto. El ascenso en la popularidad del cemento fue indetenible, si para el año 1875, el consumo apenas pasó de 12 toneladas, poco menos de un siglo más tarde, en 1973 se llega a casi tres millones y medio de toneladas métricas. Lorenzo GONZALEZ CASAS, «Historias económicas en concreto: La industria del cemento en Venezuela». En: Fernando SPIRITTO y Tomás STRAKA (Coords.), La economía venezolana en el siglo XX, Perspectiva sectorial, Instituto de Estudios Parlamentarios Fermín Toro, Universidad Católica Andrés Bello, Gráficas LAUKI, C.A, 2019: 155.

9 Luis E GONZALEZ DEL CASTILLO, «Problemática de vivienda en Venezuela: un reto a las políticas del gobierno y administración del Estado», op.cit.

10 Alfredo CILENTO SARLI, «30 Años del IDEC», Tecnología y Construcción, Vol. 22.III, 2006

[11] Eduardo ARCILA FARÍAS, Historia de la Ingeniería en Venezuela, Caracas, Editorial Arte, Tomo I, 1961: 351, 352, 355, 356, 357.

[12] Los componentes para lograr dicho fluido son: cemento, arena, piedra y agua que al mezclarlo en las proporciones adecuadas producen lo que conocemos como concreto u hormigón.

[13] Desde el estreno del siglo XX los sismos se sucedieron década a década Barlovento (1900), Falcón (1910), Cumaná (1929), Los Andes (1932), 1942 (Delta Amacuro), Tocuyo (1950), 1957 (Cumaná), Caracas/El Litoral (1967), Guanare (1975), Colombia/ Táchira (1983), Cariaco (1997)

[14] Etimológicamente el término «tectónica» es de origen griego y se deriva de la palabra tekton que significa carpintero o constructor. Kenneth Frampton, Studies in tectonic culture, the poetics of construction in nineteenth and twentieth century architecture, Cambridge Massachusetts, MIT Press, 1996: 3. En esta oportunidad lo hemos utilizado como resumen de las características estructurales, los materiales y los procesos constructivos utilizados en la producción de edificaciones.

[15] Beatriz MEZA SUNIAGA, «Gestión estatal de la vivienda en Venezuela: el Plan Nacional (1951-1955)», op.cit. 2014:3-4.

[16] Nancy DEMBO, La tectónica en la obra de Carlos Raúl Villanueva. Aproximación en tres tiempos. op.cit 2006.: 93.

[17] Estos pórticos transversales, en general, constan de tres módulos, uno central y dos laterales que pueden estar en volado, como el caso de la Unidad Residencial El Paraíso, donde los volados se resolvieron como ménsulas de sección variable, o ser continuos como en la comunidad «2 de diciembre» y de sección constante.

[18] Dando pie a la tipología del bloque.

[19] La estructura de acero a base de perfiles se manifestaba en las cruces de San Andrés que rigidizaban los marcos que conformaban los módulos de circulación, como en el caso de la comunidad «2 de diciembre».

[20] Nancy DEMBO, La evolución de la relación forma-función en el lenguaje estructural del siglo XX, UCV, CDCH, 2003: 69

[21] Los concretos de los años 30’ ofrecían una resistencia a compresión de 40K/cm2 mientras los de los cincuenta ya alcanzaban y superaban los 250k/cm2.

[22] Las técnicas del pretensado y postensado, originalmente utilizada en puentes y viaductos, consistían en sustituir parte del acero utilizado en el concreto armado por cables de acero cuya resistencia superaba con creces al de las cabillas. Ello permitía absorber los esfuerzos que cada vez eran más demandantes por los ambiciosos tramos a cubrir. Además, en el caso del postensado, los cables permitían, integrar piezas prefabricadas, como quien ensarta un collar, que cada vez con más frecuencia se utilizaban en las construcciones de grandes luces, como en el caso de la ampliación del Museo de Bellas Artes de Caracas (1973) de Carlos Raúl Villanueva.

[23] Nancy DEMBO, Industrializar en la abundancia. Tecnología y construcción en la Venezuela petrolera de la segunda mitad del siglo XX. Berlín, Editorial Académica Española, 2012:121

[24] Estos encofrados, a diferencia de los encofrados de madera desechable, ahora eran producidos a partir de láminas de acero y perfiles o, en ocasiones, a base de tableros de madera revestidos con lámina metálica para su mayor duración. El diseño contemplaba la adaptabilidad de éstos a piezas con dimensiones comunes.

[25] Es decir, se producía un conjunto de elementos con los que se lograba construir una única tipología de edificio.

[26] Para finales de los cincuenta y más ciertamente en la década de los sesenta, existían en Venezuela, varias empresas destinadas a la prefabricación. En el campo de la vivienda, tres de ellas contaban con plantas fijas y tres con plantas móviles o instalaciones en sitio. Otro número parecido de empresas poseían instalaciones para la producción de elementos prefabricados de losas y vigas pretensadas. Alfredo CILENTO SARLI, «Tecnología y recursos de la prefabricación en Venezuela. Aspectos de producción, transporte y montaje», Caracas, Memoria II Jornadas de Prefabricación. Asociación Venezolana de Ingeniería Estructural, 1970: 53-88.

[27] El marco que permitiría poner en marcha las primeras experiencias de industrialización de los procesos de construcción se concretó en el Programa Experimental de Vivienda, liderado desde la Oficina de Programación y Presupuesto y la Unidad de Diseño en Avance, adscrita a esa oficina. El plan piloto de esta experiencia tendría como sede la ciudad de Valencia.

[28] Sistema basado en el empleo de un módulo cuya adopción constituye la base tanto para el diseño de los espacios como para la normalización de los elementos constructivos. La coordinación modular proponía la definición de unas dimensiones de partida, que se repetían y que todo el mundo respetaría. Eso ayudaría, inclusive, a la cuestión de la producción. Es decir, se podrían producir componentes en avance, sin necesidad de tener un proyecto. Se decidió, por ejemplo, que el tamaño de una puerta para escuela debía ser de 1,20 metros, así el productor, desde la industria, producía puertas sin tener un cliente inmediato. Esa era la idea contenida en el concepto de la coordinación modular y tuvo un importante impacto en la industria.

[29] Carlos BECERRA, Entrevista, en Nancy DEMBO, Industrializar en la abundancia. Tecnología y construcción en la Venezuela petrolera de la segunda mitad del siglo XX. Tesis Doctoral (2010)

[30] Podemos enumerar otros ejemplos como el caso del Poliedro de Caracas, del Arq. Jimmy Alcock, cuya cúpula geodésica está conformada por elementos de aluminio en aleaciones de alta resistencia, que fueron realizadas en planta y ensambladas in situ.

[31] Norma provisional para construcciones antisísmicas, Ministerio de Obras Públicas. 1967

[32] Report of the inquire into the collapse of flats at Ronan Point, Canning Town, presented to the Minister of Housing and Local Govermment by Hugh Griffits, Sir Alfred Pugsley and Sir Owen Saunders, London, 1968.

[33] Coincidiendo con el período presidencial de Rafael Caldera (1969-1973), se realizaron en el país las jornadas de prefabricación, promovida por la Asociación de Ingeniería Estructural del CIV, a pesar de que las políticas de ese período no mostraban ninguna empatía hacia los procesos de industrialización de la construcción. Por un lado, debido a los aspectos técnicos, pero por otro, por razones asociadas al tema de los sindicatos, quienes alegaban que la prefabricación restaría puestos de trabajo, afectando así la contratación de mano de obra.

[34] El episodio inesperado de la guerra del Medio Oriente, en septiembre de 1973, se tradujo en un giro radical de la economía nacional. Los precios del petróleo pasaron de 3,71$/barril a 10,53$/barril, triplicando así el ingreso nacional. Esta alza en los precios del petróleo continuaría de manera sostenida y desmesurada hasta 1981, cuando alcanzó 29,71$/barril, como consecuencia del conflicto entre Irán e Irak. Informe económico del B.C.V., AA.VV.,1992:65,95,127

[35] Primer gobierno de Carlos Andrés Pérez (1974-1978).

[36] Las uniones húmedas son características de los sistemas tradicionales del vaciado en sitio. También se cumple esta exigencia en los sistemas de construcción utilizando la herramienta Túnel y algunas otras propuestas donde se combina la prefabricación con el vaciado en sitio (Sistemas mixtos SIMIX).

[37] Cómo solían manifestar los usuarios de Parque Central cada vez que intentaban colgar un cuadro en las paredes.

[38] Los edificios así construidos tuvieron que ser reforzados para cumplir con las exigencias estructurales que a nivel mundial ya se imponían.

[39] Es el caso, por ejemplo, de la Planta CORPOBAN que se instaló en Cúa y que nunca logró cumplir con las expectativas en relación con la producción masiva de viviendas.

[40] La industrialización abierta contempla la producción de componentes industrializados que pueden ser ensamblados en diversas configuraciones en función de las exigencias espaciales.

[41] La construcción tradicional con encofrados de madera, no racionalizados, para el vaciado del concreto, prevaleció en la década de los ochenta

[42] Se construyeron obras de envergadura como la Central Hidroeléctrica del Guri, los primeros tramos del metro de Caracas, el Centro Simón Bolívar, Complejo Cultural Teresa Carreño, entre otros.

[43] Francisco PEREZ GALLEGO, «Patrimonio Edificado de la Venezuela del Siglo XX: Potenciales, Debilidades y Retos para su Preservación», ICOMOS Venezuela, 2013.

[44] Jorge SÁNCHEZ ANTUÑANO BARRANCO, «Un punto de vista ante la globalización y la arquitectura latinoamericana», Seminario de Arquitectura Latinoamericana, México, Oaxtepec, Morelos, 2005.

[45] Ignacio AVALOS GUTIERREZ, «La emblemática Asovac», El Nacional, 18 de noviembre de 2020.

[46] La nanotecnología ofreció la posibilidad de innovar en los materiales de construcción, como es el caso de los nanotubos de carbono capaces de reducir la huella medioambiental de las construcciones, al requerir menos material para lograr efectos similares o creando cemento reforzado. Las tecnologías Big Data permitieron medir multitud de aspectos relacionados al medio ambiente para diseñar edificaciones de bajo consumo energético con muy poco gasto eléctrico, con base en el uso de fuentes de energía renovables y la eliminación de las provenientes de combustibles fósiles, convirtiéndose el diseño pasivo y la adaptación al medio ambiente en objetivos fundamentales a lograr, https://fuencarmona.com/tendencias-arquitectura-construccion-digitalizacion-tecnologia/

[47] Alfredo CILENTO SARLI, Domingo ACOSTA, «Edificaciones sostenibles, estrategias de Investigación y Desarrollo», Tecnología y Construcción 21-1, IDEC FAU UCV, 2005.

[48] El sector de la construcción consume casi el 50% de los recursos naturales, un 40% del consumo energético anual, además de los residuos que genera. Sus estrategias de mitigación al cambio climático deben sumarse a la búsqueda de la sostenibilidad y trabajar por la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero para que el calentamiento global no supere +2°C. Esto pone en evidencia su alto impacto sobre la vida del planeta, lo cual es una enorme responsabilidad con las futuras generaciones. En Carmen MEZA, ESTRADA, «La construcción sostenible frente a la mitigación del cambio climático», modulo arquitectura vol. 21, no.1, 2018:9-22

[49] Andrés STAMBOULI, «La política en el siglo XX venezolano», Edgardo MONDOLFI GUDAT (Coordinador). Fundación para la Cultura Urbana, Caracas, 2020.

[50] En 1987, la inflación había llegada al 40,27% y en 1988 se ubicará en 35.51%, lo que generó un incremento espectacular de los precios de la oferta Inmobiliaria. Ver: Alfredo CILENTO SARLI, Víctor FOSSI BELLOSO, «Políticas vivienda y desarrollo urbano en Venezuela (1928-1997). Una cronología crítica», Revista URBANA 23, 1998:35 52

[51] La ley de Política Habitacional incorpora el ahorro habitacional obligatorio mediante la contribución del 3% de sueldos y salarios (1% del trabajador y 2% del patrono), Ibídem

[52] Ibíd:2


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