Perspectivas

Feinmann: la máquina de escribir

Fotografía de Ministerio de Cultura de la Nación | Flickr

20/12/2021

Honrar, honra.

José Martí.

José Pablo Feinmann fue un hombre extraordinario. Dueño de una formación intelectual y estética tan formidable como cosmopolita, fue el resultado de una sumatoria de identidades que –con notable naturalidad– se desplegaban en la Argentina de los años 50. Con intensa vocación para la literatura, elige formarse en filosofía porque eso le daría más profundidad para su carrera literaria. Pronto se ve arrastrado por el espíritu de los tiempos y se incorpora al entusiasmo militante desde el peronismo.

Junto con Amelia Podetti, Horacio González y otros intelectuales participó de las Cátedras Nacionales. Fundó el Centro de Estudios del Pensamiento Latinoamericano, siendo profesor de la UBA y participando en las revistas Envido y Aluvión.

En 1969. JPF tenía 26 años. Ya me leí todo Hegel, todo Marx, ¿dónde está el proletariado británico aquí?, se pregunta. Acá no hay proletariado británico, acá están los negros peronistas, le responden. Aunque fue criado durante la resistencia peronista y a la sombra de los días felices, Feinmann construyó una identidad de peronista incómodo. Siempre interesado en su condición de pensador independiente y no de intelectual orgánico, abandonó la filiación partidaria en 1985, se enfrentó con el menemismo y –a pesar de ser identificado como un intelectual k– mantuvo una relación no exenta de matices con las administraciones que tuvieron lugar desde el 2003 al 2015.

Si bien tuvo una dilatada producción, fue en los años finales de la dictadura y con la primavera democrática cuando JPF generó los aportes más sustantivos para la literatura y la política argentinas. Gracias a la trama compleja de su producción, su obra cumplió un rol de marcada significación en la formación política e intelectual de varias generaciones de argentinos.

Los usos de Feinmann

Superando la mecánica aculturación –en un rulo conceptual al logos de Fernando Ortiz– su perspectiva forjó la transculturación epocal de temáticas de los 70 a otras circunstancias, debatiendo asuntos pendientes: los errores del peronismo revolucionario, los límites de la historiografía revisionista y el mecanicismo del hegelianismo de izquierda.

Recuperando el rol del intelectual comprometido, JPF usó todas las herramientas a su alcance: el pastiche, el (Walter Moses) reciclaje cultural y la memoria revolucionaria, reutilizando y recreando el pasado para conformar en el presente su propia (Rita de Grandis) nación imaginada, basado en una lógica cultural que siempre apeló a la ética y reivindicó la rebeldía política.

En Filosofía y Nación, prefigurando este debate en la primavera democrática, rescata la diatriba hegeliana contra la noción de voluntad general en el contractualismo y el uso de la libertad criticada por Marx en los Grundrisse como arbitrariedad fortuita. Allí, Feinmann analiza la influencia de la filosofía europea iluminista en Mariano Moreno y Juan Bautista Alberdi para debatir el (Norberto Bobbio) posibilismo democrático. La misma operación tiene lugar en El mito del eterno fracaso y en La creación de lo posible, que sirvieron como mapa intelectual de la democracia temprana, dentro de las fronteras de (Guillermo O´Donell) la gobernabilidad. Esta controversia ataba la puesta en discusión de la estructura económico-social post autoritaria a la protección de una democracia en clave schumpeteriana abordando la doble crisis transicional de la (Samuel Huntington) tercera ola democrática.

Subjetividad y creatividad

JPF exploró un número de cuestiones tan diversas como inagotables, ofreciendo su cuerpo y su psiquis al servicio de su propia perplejidad. Años después de contraer cáncer en un testículo y esconderse de la dictadura militar, escribe La astucia de la razón, planteando las similitudes entre la invasiva medicina que extirpa cruelmente el mal de su cuerpo indefenso.

Un dispositivo biográfico que también usa con fines literarios en La Crítica de las Armas, una novela política sobre los desaciertos generacionales, estructurada en un guion de film gore, con –como explica María Punte– su alter ego Pablo Epstein vampirizando.

Tanto en el ensayo como en la ficción, hubo en José Pablo Feinmann una fuerte apelación a la centralidad del sujeto, interpelando saberes que circulan con aparente neutralidad política y evaluando el impacto político del proceso deconstructivo del sujeto moderno. Su escritura política –particularmente visible en La sangre derramada y La filosofía y el barro de la historia– tendrá una vocación ensayística y cuestionadora, con las (Eduardo Grüner) marcas visibles de la ironía, revisitando un estilo en la larga tradición nacional, para estructurar una temprana e integral crítica a la violencia política de su generación.

Feinmann explorará en esos textos las consecuencias de edificar una paradójica mirada religiosa (en tanto fanática, entusiasta) de la modernidad y el uso decimonónico de las utopías marxistas como formaciones históricas cerradas, incapaces de dialogar con las diferencias, práctica que deshumanizó la política, confinando la militancia al espacio de las armas, en una escalada en la que santificará la sangre derramada.

Los artificios de Feinmann

JPF forzó los géneros, llenando sus ensayos académicos con textos ficcionales y escribiendo novelas con contenidos filosóficos. En sus escritos hay un interés obsesivo –logrado en muchos casos– de evitar el tono pedagógico y el discurso panfletario. La tensión entre popularizar conocimiento y brindar información profunda atraviesa la obra de Feinmann, dilema que –en la mayoría de las oportunidades– resolvió a través de su eficiente esquema de divulgación profunda, superando la disyuntiva entre la mera generalización y el riguroso tono académico.

Algunas propuestas fueron verdaderamente riesgosas (enseñar marxismo por televisión) y no todas igualmente exitosas. Ese esquema de divulgación profunda es particularmente visible en La filosofía y el barro de la historia, con foco en el ascenso de la burguesía y el despliegue de la modernidad, una original estrategia pedagógica en medios masivos de comunicación que fue luego imitada por expertos en filosofía e historia.

En Peronismo, filosofía política de una persistencia argentina, Feinmann incursionó en su tema favorito, para bucear en los lejanos días felices, la persecución y la radicalización revolucionaria de la resistencia, el terror para-estatal de la Triple A (asunto que había abordado solitariamente en 1987 con López Rega, la cara oscura de Perón), la renovación peronista, el vaciamiento ideológico del menemismo y la impronta de las administraciones kirchneristas, yendo y viniendo de Dorrego a Milcíades Peña, de Frondizi a Tacuara, de Facundo Quiroga a la banalidad menemista.

Los artificios feinmanniannos también sirvieron para revisar la obra del maestro de Friburgo y su impacto en Argentina, tal como sucedió en “La sombra de Heidegger”, una novela que evita el tono ensayístico para enfocarse en esa terrible pregunta: ¿Cómo puede ser que el filósofo más importante del siglo XX haya sido nazi? 

Últimos días de la víctima –magistralmente adaptada al cine por Adolfo Aristarain, escrita en 1978 y publicada en 1979– disecciona los oscuros mecanismos del régimen dictatorial argentino a través del  personaje de Mendizábal. En El mandato Feinmann explora el costado fascista de la sociedad, la impostura de la clase dirigente y, sobre todo, el inveterado machismo de la cultura patriarcal dominante.

Entrando y saliendo del registro privado y público de la historia, Feinmann demuestra como la impotencia oligárquica para generar una Nación deviene pulsión en controlar a la Argentina, en una cultura misógina y prepotente, fanática de las armas y la potencia viril.

El menemismo es abordado en Los crímenes de Van Gogh, una novela inscrita en el género gore, revisando el gusto popular y los registros híbridos, en una riesgosa operación que articula ambos espacios, entrando y saliendo, en fin, de la ciudad letrada.

No faltarán en la literatura feinmanniana argumentos escabrosos, como cuando aborda el duelo por dos figuras centrales de la cultura pop argentina –Eva Perón y Diego Maradona– proponiendo la reconstrucción de un cadáver mediante la operación mecánica de coserlo, argumentos presentes en el relato breve Dieguito y también en la escena final de El cadáver imposible.

Recepción de su obra

Si bien la producción feinmanniana goza de reconocimiento colectivo, cierta lectura academicista tiende a circunscribirla como una creación panfletaria que no goza de asertividad. Hubo sobre su trabajo una operación de deslegitimación injusta y simplificadora, a partir de una interpretación culturalista. En esa línea, la obra de JPF constituye (Rita de Grandis, Tulio Halperín Donghi) un género literario, más que una legítima escuela historiográfica o filosófica.

Sin embargo, Feinmann tiene una marcada presencia en otros mapas de producción simbólica y contribuyó a generar una versión particular del relato histórico argentino, produciendo cierto lenguaje, vertebrando un sentido. La formación intelectual de Feinmann era demasiado rica y su esquema interpretativo demasiado complejo como para que su obra sea encasillada en una visión esquemática.

Hay un debate entre cientistas sociales y ensayistas que excede la recepción a la obra de Feinmann. Como lo explica Eduardo Grüner, en los últimos años la universidad argentina ha desechado esta tradición no como objeto de estudio sino como estilo de escritura, como pulsión cultural, en favor de los papers academizados, eternamente frígidos, reciclados, como si el ensayo estuviera en otro espacio de un no saber, de una arbitrariedad, como si allí no hubiera posibilidad de un rigor intelectual.

La mirada de Feinmann, parado en la azotea de una modernidad periférica plebeya, también cuestiona el comportamiento de las élites políticas e intelectuales progresistas, mediante el uso de (Roberto Schwarz) ideas fuera de lugar. El aliento de la obra de Feinmann, así, deviene inclasificable. Ha sido una producción heterodoxa, aluvional, magnífica, una verdadera máquina de escribir que el tiempo situará en su justo sitio.

JPF nos regaló una obra vasta y compleja, consecuencia de su multifacética formación intelectual, moldeada asimismo por los desatinos de la historia argentina contemporánea.  Una obra arrojada fuera del muro de la asepsia intelectual, tan rigurosa como empapada de entusiasmo militante, guiada, en fin, por la astucia de la pasión.


ARTÍCULOS MÁS RECIENTES DEL AUTOR

Suscríbete al boletín

No te pierdas la información más importante de PRODAVINCI en tu buzón de correo