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Exponerse a las aguas del Guaire

Fotografía de Julio Castro

14/03/2019

Ver las fotografías de las personas aglomeradas en las cercanías del río Guaire buscando llenar de agua sus botellones, me hizo recordar a uno de mis pacientes. Eduardo (otro era su nombre), llegó al Hospital Universitario debilitado, con los ojos y la piel amarillenta. Había pasado día y medio sin orinar.

Eduardo era “minero” del Guaire.

El sueldo que recibía como trabajador de una fábrica en Cúa no era suficiente para mantener a su madre, su esposa y sus hijos, uno de dos años y otro recién nacido. Viven todos juntos en los Valles del Tuy, estado Miranda. Preocupado porque el dinero no le alcanzaba, hace año y medio recibió el consejo de unos amigos de la zona. En el río Guaire -le dijeron- se consigue oro y otras cosas valiosas. Podía ganar suficiente dinero para mantener a su familia.

Eduardo estima que son unos 500 “mineros” que entran todos los días al río a buscar objetos de valor. Entonces se convirtió en uno de ellos. El Guaire es la principal vía fluvial del valle de Caracas. Se extiende por 72 kilómetros y atraviesa casi toda la ciudad. Es un río contaminado, color marrón, que tiene todo tipo de desechos y agua servidas. A pesar de los riesgos y la fetidez, Eduardo hizo del río su lugar de trabajo. En él pasaba entre seis y siete horas diarias. Sus amigos no le mintieron: comenzó a ganar el equivalente a cinco o seis salarios mínimos al mes. Mucho más de lo que ganaba en la fábrica.

Fue minero fluvial alrededor de 18 meses.

Una noche le dio fiebre. No pudo dormir entre sudores. Tenía malestar, le dolía todo el cuerpo. Debilitado después de pasar cuatro noches con estos síntomas, acudió al Barrio Adentro cercano a su casa para buscar ayuda. Le dijeron que era un virus y le mandaron tratamiento para bajar la fiebre. Pasaron otros dos días y la temperatura no le bajaba. Su mamá le dijo que tenía los ojos amarillos. Fueron a otro Barrio Adentro y un médico cubano le indicó que tenía dengue y hepatitis. Le recomendó acudir a un hospital.

Pasó varios días en la emergencia del Hospital Universitario de Caracas, en la Universidad Central de Venezuela. No había un diagnóstico definitivo. Sus síntomas podían responder a diferentes padecimientos. Para saber con certeza lo que tenía, había que hacerle exámenes fuera del hospital. A pesar de ser uno de los centros asistenciales públicos más importantes de Caracas, no había agua y el laboratorio no podía operar. Los resultados mostraron que Eduardo tenía insuficiencia renal, sus riñones estaban trabajando a un 15% de su capacidad. Tenía la bilirrubina muy alta. También los glóbulos blancos. Los médicos que lo atendieron le diagnosticaron un síndrome íctero-hemorrágico con insuficiencia renal aguda.

Existen cuatro o cinco enfermedades que pueden explicar estos síntomas: dengue severo, hepatitis fulminante, fiebre amarilla y leptospirosis. Como no podían hacerle una prueba rápida que diera un resultado contundente, tomaron en cuenta sus antecedentes epidemiológicos. Por su tipo de trabajo, lo más probable era una leptospirosis. Le aplicaron tratamiento con Ceftriaxione, uno de los antibióticos que sí hay en el hospital, y le manejaron la insuficiencia renal con hidratación. No había suero. Su mamá lo compró para poder administrárselo.

La leptospirosis es una enfermedad infecciosa cuyo agente causal es una bacteria llamada leptospira. Su principal forma de contagio es por contacto de las mucosas con orina de roedores. También puede ocurrir que cuando se seca la orina, se  volatiliza e ingresa al sistema respiratorio al ser inhalada. Usualmente está asociada a fenómenos naturales que aumentan la probabilidad de contacto de roedores con humanos. En Venezuela hubo un aumento en los casos de leptospirosis después de la tragedia de Vargas, incluso entre los equipos de rescate.

El diagnóstico de esta enfermedad es complejo y requiere pruebas sofisticadas. Pero es tan grave, que solo con la sospecha es suficiente para iniciar tratamiento. No se pueden esperar resultados por varios días. La bacteria compromete diferentes órganos: hígado, riñón, sistema sanguíneo. La mortalidad en pacientes es cercana al 30%. El daño en el organismo puede ser irreversible, incluso cuando se toma el tratamiento.

Además, el solo hecho de atender a un paciente que haya estado en contacto con aguas servidas del Guaire implicaba el uso de un protocolo de antibióticos, aún sin evidencia clínica de infección. Tal es el riesgo de entrar a esas aguas. Aumenta cuando hay heridas abiertas que entran en contacto con el río.

Eduardo tenía alrededor de un 30% de probabilidad de muerte al ingresar al hospital, y un 50% de posibilidad de padecer insuficiencia renal crónica. Después de diez días con antibióticos, su organismo respondió de manera favorable. Se normalizaron los parámetros de la infección y el hígado comenzó a recuperar su función. Aunque no estaba del todo recuperado, era posible darle de alta.

Desde hace meses vemos a muchas personas pasar horas en el Guaire. ¿Cuántos de ellos podrían padecer una infección de este tipo? No hay una respuesta definitiva para esto. Pero viendo la severidad del caso de Eduardo, y el tiempo que tantas personas pasan expuestas a estas aguas, es claro que los riesgos están ahí. Una vez que aparece la enfermedad, se expresa con la severidad que ya conocemos.

El caso de Eduardo me dejó muchas preguntas. ¿Tenía más posibilidades de tener una malaria grave al ir de minero a sacar oro al estado Bolívar o de desarrollar una leptospirosis severa por minar en el Guaire? En 2018 se reportaron casi 600.000 nuevos casos de malaria en todo el país. No tenemos estimaciones de cuántos padecen leptopirosis.

Ahora, después de más de 100 horas sin servicio eléctrico estable en el país y el mismo tiempo sin suministro de agua por parte de Hidrocapital, en varias zonas de Caracas cientos de personas bajaron al río para llenar bidones, botellones y tobos. Policías y guardias nacionales se metieron a ayudar. También se expusieron, aun cuando no se haya recogido el agua directamente del canal del río Guaire.


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