Guerra de la Independencia Española. Escena de la Muerte de Pedro Velarde y Santillán durante la defensa del Parque de Artillería de Monteleón, en Madrid el 2 de Mayo de 1808. Pintura de Joaquín Sorolla y Bastida, Museo del Prado.
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¿Tenía posibilidades de éxito un movimiento como el caraqueño de 1810, con una monarquía estable y fuerte? ¿Podían los criollos levantarse con éxito ante un sistema que no pasara aprietos serios? Nos solazamos en la visión localista de los sucesos del jueves santo que inician la Independencia de Venezuela, sin considerar las vicisitudes metropolitanas debido a las cuales pueden los criollos dar un paso trascendental para proponer salidas más atrevidas. Veremos ahora lo esencial de tales vicisitudes, a vuelo de pájaro.
En las postrimerías del siglo XVIII, la monarquía española es conmovida por dos sucesos capaces de promover mudanzas extraordinarias: la Independencia de los Estados Unidos y la Revolución Francesa. Los sucesos norteamericanos habían contado con la simpatía de la Corona, que se comprometió temerariamente con sus promotores sin imaginar las consecuencias de su sorprendente posición. Dentro de su pugna contra los absolutismos, las tropas enviadas desde París por la Convención ocupan el norte de la península entre 1793 y 1795, sin que los invadidos puedan reaccionar con éxito. Los decadentes Borbones no tienen más remedio que pactar con los revolucionarios, a la espera de mejores tiempos que jamás volverán. Suscriben una concordia que termina en 1805, para que empiecen los problemas con el hasta entonces imbatible Napoleón. Después de la derrota de la armada en Trafalgar ante los navíos británicos, las disminuidas tropas de Carlos IV deben enfrentar un ataque del emperador, frente a cuya arremetida carecen de los recursos apropiados. La situación se vuelve cada vez más calamitosa.
Desde el siglo XV, jamás había sufrido prisión un rey español. En abril de 1808, cuando la familia real se desplaza a Valencay, Napoleón ordena la captura de Carlos IV sin que el séquito de militares y civiles que lo acompaña pueda impedir la afrenta. Es un episodio de especial trascendencia, porque no solo pone en evidencia la crisis de la monarquía sino también un suceso de mayor relieve: la crisis imperial. La acefalía impuesta por el emperador francés provoca el desarrollo de conductas de autonomía en las colonias ultramarinas, que pueden desbocarse gracias a la facilidad brindada por las circunstancias. De inmediato, el encerrado y acobardado rey pacta su abdicación con Napoleón para que el hermano mayor de la advenediza dinastía, José, reemplace en el trono al recién proclamado Fernando VII.
La prisión del rey viejo y del rey proclamado es precedida por tensiones de envergadura entre los miembros de la familia real. Debe recordarse que Carlos IV es derrocado por su propio hijo y sucesor, Fernando VII, quien se levanta contra el control personal que ejerce sobre su padre, pero también sobre su madre María Luisa, una reina cada vez más criticada, el todopoderoso ministro Manuel Godoy. No solo influye Godoy sin freno ante los reyes, sino que también ha llegado a acuerdos con Napoleón para la invasión de Portugal y para el desplazamiento de la Casa de Braganza que controla desde Lisboa otro extenso imperio. Al enterarse de los planes, el príncipe Fernando encuentra el apoyo de las figuras más conservadores de la Corte para dar un golpe de estado contra su padre, el 19 de marzo de 1808, conocido como Motín de Aranjuez. El episodio hace que Napoleón envíe tropas a Madrid, mientras ordena que su hermano se desplace de Nápoles para reinar en el imperio español como José I Bonaparte.
Las órdenes del emperador provocan una sorpresiva revuelta del pueblo madrileño, apoyada con fervor en numerosos contornos, que da inicio a la Guerra de Independencia de España. La guerra ocurre entre 1808 y 1814, en medio de escenas de heroísmo que se convierten en piezas mitológicas que conmueven al vecindario europeo, y cuyos ecos llegan a las colonias americanas para provocar planes serios de autonomía. En medio de gran crueldad, exhibida en una célebre serie de dibujos hecha por Goya, se produce la destrucción parcial del centro del imperio, la quiebra del erario y el agotamiento de las fuerzas armadas. Se trata de un triunfo excesivamente costoso para el aclamado Fernando VII, por cuyo trono se han levantado los súbditos. El historiador David Bell considera que se lleva a cabo entonces la «primera guerra total», caracterización que conviene recordar cuando se busquen las razones de los levantamientos hispanoamericanos y del descalabro del imperio iniciado por los Reyes Católicos.
Se ha descrito aquí, de manera sucinta, una conmoción de proporciones atlánticas. A partir de sus hechos se desencadena un conjunto de reacciones en las colonias, entre las cuales debe incluirse nuestro 19 de abril de 1810. ¿Acaso hubiese ocurrido, sin los antecedentes esbozados?
Elías Pino Iturrieta
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