Telón de fondo

Enciclopedia nacional de celebridades médicas

28/03/2020

Ilustración del Primer libro venezolano de literatura, ciencias y bellas artes

Los intelectuales del siglo XIX estaban orgullosos de las obras de su tiempo y quisieron recogerlas en un libro extraordinario, la primera enciclopedia hecha entre nosotros, para que quedaran en la memoria del futuro. Se trata del Primer libro venezolano de literatura, ciencias y bellas artes, editado en 1895 bajo la dirección de Rafael Fernando Seijas. La elite de la sociedad, la flor de sus escritores, quiere mostrar ante el mundo los testimonios del progreso de la sociedad inspirada en los principios del liberalismo, quieren ser heraldos orgullosos de lo que han hecho y de cómo están preparados para el futuro.  Es un volumen extraordinario y poco conocido en la actualidad, del cual tomaremos ahora las informaciones sobre el desarrollo de las ciencias médicas.

Rafael Fernando Seijas encarga a Laureano Villanueva el resumen de los avances en el campo de la medicina. La tarea le es familiar debido a que, después de acudir a las aulas de la Facultad, ha escrito una biografía de José María Vargas. Veremos de seguidas, siguiendo a Villanueva, cómo se aprecian entonces los adelantos de las ciencias médicas en las tres últimas décadas del siglo. Su reverencial recorrido alude al progreso anunciado desde hace ochenta años, cuando comienza el proceso la Independencia. Detengámonos en la nómina de celebridades que llenan sus páginas.

Carlos Arvelo, Catedrático de Patología Externa en la universidad, que por sus cualidades lo llevó al rectorado, cirujano sobresaliente que había perfeccionado sus conocimientos en Europa, divulgador de casos prácticos y autor de artículos sobre fiebres y procedimientos operatorios. Luis Daniel Beauperthuy, radicado en Cumaná, estudioso de las alteraciones de la sangre en el microscopio y de los fluidos de la economía animal en los estados febriles, investigaciones gracias a las cuales llegó a conclusiones de trascendencia para la curación del cólera asiático y del vómito negro que publicó en una Memoria de la Academia de Ciencias de París. Manuel María Ponte, autor de una Historia natural de la mujer y de unos Consejos a la mujer, pero también editor de la Gaceta Científica de Venezuela entre 1876 y 1877 y fundador de una Unión Médica que ¨enriqueció a la ciencia con estudios sobre nuestros climas, enfermedades y plantas¨.

Luis Rodríguez, descendiente de una familia de galenos eminentes, laureado en Caracas, París y New York, profesor de Patología en la Universidad Central y autor de trabajos reconocidos por el maestro Mallet en su famosa Thérapeutique des maladies de l´apareil urinaire; pero también por Duplay y Reclus en su Traité de Chirurgie. Manuel María Zuloaga, introductor de los estudios médicos en el colegio de Valencia, autor de investigaciones sobre el cólera, el tifus y las fiebres perniciosas de la Laguna de Valencia. Rafael Villavicencio, ¨de ilustración vastísima¨; el Doctor J. Esteva, ¨tan modesto como sabio¨; el doctor Dagnino, ¨a quien debe la ciencia discípulos excelentes y libros útiles¨.

Pero, además:

Los doctores Bolet y J. J. Briceño y su sobrino Rafael, que perfeccionó sus estudios en Europa; el doctor S. Vaamonde, catedrático muy ilustrado de Patología en nuestra universidad y práctico de inteligencia investigadora; el doctor F. Padrón, que ha utilizado para las ciencias en la estación balnearia que fundó en las trincheras las aguas sulfurosas llamadas de agua caliente; el doctor A. Frías, maestro de Anatomía de casi todas nuestras generaciones médicas. Rísquez y Ruiz, obreros beneméritos de nuestra medicina.

Después anuncia las figuras de la posteridad, formadas por las eminencias que ha referido y en institutos prestigiosos del exterior. Escribe Villanueva:

Ocupan los claros que dejan los viejos maestros en el profesorado y en la práctica, muchos jóvenes de luces y amor a la sabiduría educados en Europa, y empapados en los conocimientos del mundo científico moderno, como Mosquera, Aguerrevere, Seco, Ramella, los Herrera, Escalona, Chirinos, Lobo, los hermanos Villegas,  J. R. Revenga, E. Celis, López Baralt, Acosta Ortiz, Ríos, Carreyó Luces, Couturier, Razetti, Hernández, N. Guardia, hijo, Elías Rodríguez, hijo, Dominici, Myer Flegel, Ackers, de los cuales algunos sirven actualmente cátedras en la universidad, otros en las clínicas del Hospital Vargas y trabajan otros por fundar un laboratorio de fisiología y bacteriología, dando todos prueba diariamente de talento e instrucción. Estos son los maestros del porvenir.

En el resumen también destaca un empeño por mostrar el espíritu de novedad y la relación con los adelantos producidos en el extranjero, necesarios para presentarlos como parte del pujante pueblo que estaba a punto de entrar en el siglo XX. El siguiente párrafo sintetiza lo esencial de la versión:

Hoy llegan a Caracas innumerables periódicos de ciencias médicas de todo el globo; las obras europeas y americanas circulan en manos de los estudiantes; el método experimental se impone en la enseñanza; tenemos especialistas en varios ramos; se ejecutan todas las operaciones de cirugía y estamos ahora al corriente de los progresos médicos del mundo. Algunos de nuestros profesores han concurrido a los congresos médicos de Nueva York, Roma, Berlín y París, y otros llaman actualmente la atención por sus escritos y trabajos de orden vario en diversos ramos de la ciencia.

Si se juzga por las afirmaciones del autor, ha ocurrido un avance descomunal desde tiempos coloniales. O, a la vez, se ha confirmado el triunfo de la tendencia científica sobre la ignorancia, la improvisación y la superstición. ¿Trasmite una versión objetiva?

Así como el Primer libro de literatura, ciencias y bellas artes de 1895 cumple un propósito de exaltación colectiva, Villanueva acude a una misión semejante. No se trata ahora de negar el avance de los estudios médicos en Venezuela, ni de desmentir el trabajo de los profesionales  que puso como muestra, sino solo de sugerir cómo se observa el fenómeno desde una atalaya susceptible de reservas.  La descripción se debe a un hombre comprometido con las ejecutorias de la época y con el proyecto político del Partido Liberal, lo cual tal vez impida un juicio suficientemente veraz sobre la materia. Laureano Villanueva fue ministro de Linares Alcántara y Andrade, rector de la Universidad Central postulado por su bandería y autor de un libro canónico del liberalismo amarillo, la socorrida Vida del valiente ciudadano General Ezequiel Zamora, que circula en 1898. Conviene considerar estos detalles, antes de arrojarnos sin prevención en el entusiasmo de su crónica.


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