Entrevista

“En Caracas siempre será de noche”, Karina Sainz Borgo entrevistada por Álvaro Nieto

03/03/2019

Fotografía de Teresa García | Voz Pópuli

Karina Sainz Borgo (Caracas, Venezuela, 1982) es joven, muy joven, pero es ese tipo de mujer que da la sensación de llevar ya demasiadas vivencias en su mochila. Y quizás por eso tiene mucho que contar, y que escribir. Llegó a Madrid en 2006, trabaja en Vozpópuli desde hace ocho años y ahora publica La hija de la española (Lumen), una conmovedora novela que es el retrato perfecto de una época, la de los últimos días del chavismo. Violencia, corrupción y escasez se entremezclan con una terrible historia de desarraigo que antes de publicarse ya ha sido vendida a 22 países, todo un hito en el sector editorial español.

¿Es consciente de que esta novela quedará para la historia como el retrato del final de una época?

Una persona que escribe no puede controlar cómo va a ser leído su libro, eso sería absurdo, pero me gustaría que este se interpretara como una alegoría. Sin duda todo lo que aparece en esta novela ocurre en Venezuela, pero es homologable a cualquier régimen totalitario. De hecho, he querido descontextualizar al máximo los hechos, y por eso Venezuela sólo aparece citada cuatro o cinco veces.

¿Por eso no cita en ningún momento por su nombre ni a Hugo Chávez ni a Nicolás Maduro?

Han hecho tanto daño que se merecen perder el nombre.

¿Les está castigando al no nombrarlos?

No busco castigarles, simplemente quiero despersonalizarles, que se conviertan en conceptos. Eso les hace más temibles y universales.

¿Esta es una novela política?

Sí, sin duda, este es un libro político donde hay una reflexión muy específica sobre el uso del poder y sobre cómo ese poder puede envilecer a una sociedad.

Se nota mucho que está escrito por una periodista.

El libro tiene una vocación de prosa literaria más que de prosa periodística, pero el periodismo es como la risa, no la puedes contener.

¿Cuánto le ha ayudado ser periodista para escribir esta novela?

Me ha ayudado en mi estilo, que es conciso y muy sintético. Pero, sobre todo, me ha cambiado mucho la manera de escribir el hecho de ser periodista en España.

¿Y eso? ¿Por qué?

Porque el lenguaje en España es mucho más directo. Yo he enriquecido muchísimo mi lenguaje aquí.

Esta es una novela tan realista que acaba advirtiendo al lector de que es una historia de ficción…

Es que no tiene una vocación periodística, sino de relato de ficción, porque me tomo algunas licencias. Pero, para que la historia parezca realmente verdadera, yo necesitaba que todo tuviera detalles, porque de lo contrario no puedes transmitir que un país se cae a trozos.

¿Ha llegado este libro en el momento perfecto?

Eso me he preguntado yo a veces, pero no olvidemos que llevamos ya 20 años en que el país se encuentra en perpetuo cataclismo. Pero, sí, es verdad: este libro no hubiera despertado el mismo interés si no estuviéramos en un tiempo de tanto populismo.

¿Cuándo fue la última vez que estuvo en Venezuela?

Chávez todavía estaba vivo.

Pues ha pasado mucho tiempo.

Sí, pero es que yo sentía que no podía volver, que el país me expulsaba, que no había dónde estar.

Eso le une a la protagonista de la novela: ambas huyeron de un país que les expulsaba.

Bueno, yo creo que sería una frivolidad decir que salí de Venezuela por el chavismo. Pero sí salí porque empezaba a desconocer el país, no entendía de dónde salía tanto odio. Me sentía una extraña en mi propio país.

Y, como vemos en la novela, es dramático que sólo puedan salir del país aquellos que tienen un pasaporte extranjero y el dinero suficiente para comprar un billete de avión…

¡Y nadie te garantiza que teniéndolo puedas salir! Eres carne de violación de derechos humanos. Tu vida depende de una rifa.

¿Lo que hace la protagonista del libro para huir está justificado? ¿Todo vale para dejar atrás las tinieblas?

Cuando tienes hambre, eres capaz de hacer cualquier cosa. Y ella es una mujer desesperada.

¿Qué cree que va a pasar ahora en Venezuela?

[Por primera vez durante la entrevista, Karina guarda silencio. Se toma siete largos segundos para contestar, tratando de pensar bien su respuesta. No quiere meter la pata en un tema tan delicado]

En Caracas siempre será de noche. No soy optimista. Esto va a ser un proceso mucho más largo y lento del que ya hemos vivido. El tiempo juega en contra: cada día que pasa es peor, la gente está anímicamente destruida. Y una sociedad muerta ya no levanta los brazos.

¿Le indigna cómo se ha tratado al chavismo fuera de Venezuela?

Por supuesto. El mundo europeo, en ese safari ideológico perpetuo, miraba a Chávez como el buen revolucionario. Les parecía gracioso, pintoresco. Nadie nos creyó. Ahora hay una respuesta internacional, pero se ha producido porque toda la región está tremendamente amenazada, somos un problema. Colombia está recibiendo un millón y medio de inmigrantes, gente que ocupa puestos de trabajo, hospitales…

¿Por qué cree que se produce esa fascinación de los europeos con ese tipo de dictadores sin escrúpulos que nada tienen que ver con la izquierda democrática?

Porque todo esto siempre comienza con un discurso social que suena bien… pero al final acaban retrocediendo en el tiempo. La izquierda europea ha sido tremendamente naíf desde mayo del 68 para acá y no termina de exorcizarlo.

¿Cree que en España corremos el riesgo de llegar algún día a lo que ha pasado en Venezuela?

Jamás. Con todos los defectos que tiene España, están sentadas las bases, hay un sistema de partidos. Además, España está en Europa, es una sociedad democrática donde hay libertades y un marco legal.

¿Le preocupa lo que pasa en Cataluña?

Mucho. Veo más expresiones totalitarias en el proceso independentista catalán que en Podemos, que ya es un partido residual. Yo eso de los CDR ya lo he visto antes, esa polarización, ese intento de utilizar el lenguaje para no reconocer al contrario, señalar al otro, que el propio Gobierno vaya en contra de la ciudadanía…

¿Cuándo piensa volver a Venezuela?

Yo nunca me fui. Mi cabeza siempre ha estado allí.

¿Pero le gustaría volver?

Por supuesto, pero soy más útil fuera.

¿Qué echa de menos?

Cosas aparentemente absurdas como los árboles de ciruela de huesito, el Ávila… Pero tengo un problema y es que cuando un país desaparece, el sitio al que tú quieres volver ya no existe… y eso es la mayor tragedia. Venezuela ha retrocedido mucho más tiempo que el que tiene como nación.

¿Cree que algún día volverá a ver la Venezuela de su infancia?

No sé si lo veré yo, pero probablemente sí lo verá la siguiente generación, que será más tolerante después de haber vivido la diáspora.

***

Este texto fue publicado originalmente en Voz Pópuli.


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