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Maiquetía y la revolución industrial
El 26 de septiembre de 1929, Charles Lindbergh aterrizó por segunda vez en Venezuela. En los veintiún meses que habían transcurrido desde su primera visita, en enero de 1928, el joven piloto se había convertido en un señor casado –ahora lo acompaña su esposa- y venía con unas propuestas de negocios para el país. De hecho, su viaje era financiado por Juan Trippe Terry, un empresario entusiasmado con la aviación, con el sueño establecer un veloz y eficiente correo aéreo entre Estados Unidos y Sudamérica. Como aquello parecía un delirio –algo así como lo es hoy el turismo espacial– Trippe Terry había contratado a Lindbergh, preparado un vuelo de Miami a Paramaribo, saltado de isla a isla por las Antillas, tenido el valor de no sólo montarse en el avión, sino de llevar a su esposa. Tal vez fue recomendación suya que Lindbergh que hiciera lo mismo. Para fortuna de todos, el avión no tuvo ningún inconveniente, y el viaje resultó todo un éxito publicitario. Cuando llegan a Venezuela ya habían hecho la travesía hasta Paramaribo y se encontraban de regreso. Habrían de seguir por Colombia, Panamá, Centroamérica, Cozumel, en México; de allí a La Habana y, finalmente, otra vez a Miami.
Lindbergh, Anne Morrow Lindbergh, Trippe Terry y Elizaberth Sttetinius Trippe son recibidos en todas partes como héroes (gracias al lente de Luis Felipe Toro, nos queda una fotografía del grupo, tomada seguramente en Maracay, donde aterrizaron, y a propósito de la cual Milagros Socorro hizo una bella crónica en Prodavinci[1]). Como llegan sin novedad a Miami, convencen a todo el mundo de que el transporte aéreo es confiable y la empresa fundada por Juan Trippe Terry, Pam American Airways, consigue los permisos para volar a todos los destinos que se propone. Ya al año siguiente tiene operando un aeródromo en Venezuela. Como Maracay quedaba apartada de las rutas de sus aviones, que iban por la costa y muchas veces eran hidroplanos, Lindbergh había recomendado una estupenda explanada junto al mar. Lo único que tenía cerca eran unos sembradíos y un leprocomio, y administrativamente dependía del pueblo de Maiquetía, un par de kilómetros al Este, que había tenido tiempos mejores y que era conocido por unos baños (especie de piscinas de agua de mar), a los que iban temporadistas que no podían darse el lujo de quedarse en Macuto. Allí se establece el Aeropuerto Pan-Am. Al principio era sólo una pista con algunas instalaciones para reponer combustible y montar carga, pero en 1942 el Estado venezolano suscribe un acuerdo con la aerolínea para que construya un aeropuerto en toda ley. Son los años de la Segunda Guerra Mundial y los Estados Unidos implementan la política de construir instalaciones modernas en toda América, encargando a Pan-Am la tarea. En 1945 se inaugura el aeropuerto de Maiquetía. Un año antes Pan Am había inaugurado dentro del mismo plan, el aeropuerto Grano de Oro en el Maracaibo.
Es probable que la visita a Venezuela le haya hecho evocar a Juan Trippe Terry algunas historias familiares. Se llamaba Juan, así, en castellano, en homenaje a una tía-abuela, Juana Terry[2], y probablemente a su abuelo, Juan Pedro Terry. Los Terry eran una de las más ricas familias de Cuba, a pesar de que en casi todas las fuentes aparecen como venezolanos. En efecto, habían emigrado de Caracas a Cuba en 1825, como entonces lo hicieron muchas familias realistas que huían de la independencia, pero el patriarca y bisabuelo de Trippe Terry, Tomás Terry (1808-1886), no sólo resaltó siempre su condición de caraqueño, sino que, convertido en “el Creso cubano”, compró el central más grande la isla, rebautizándolo Central Ciudad de Caracas, como aún se llama. En su momento, Tomás Terry debió haber sido el venezolano con más dinero en el mundo (por encima incluso de su coetáneo Antonio Guzmán Blanco, quien se ufanó de tener “una fortuna poco común en América”) y, probablemente, el hombre con la fortuna más grande de Cuba. Su historia no es sólo la emocionante épica de un héroe –o un antihéroe, según se vea- que con sagacidad fue escaldando todos los peldaños de la sociedad. Está también llena de elementos muy importantes para entender a su región y, en general, a la economía mundial de finales del siglo XIX.
Con el Aeropuerto de Maiquetía, por ejemplo, en alguna medida se cierra el círculo en el que una familia venezolana, enriquecida por la venta de esclavos, se convierte en promotora de la revolución industrial (entonces la segunda revolución industrial), en dos de sus etapas clave: una a nivel regional, la industrialización de la azúcar, y la otra ya global: la industria aeronáutica. Suele señalarse que la acumulación de capital gracias la trata de esclavos, fue una de las bases de la industrialización. Esto, como todos los modelos, admite matizaciones, pero en el caso de Tomás Terry y de Juan Terry Trippe se cumple el modelo. Veamos, brevemente, el itinerario que fue del bisabuelo negrero y plantador, al bisnieto dueño de una empresa transnacional.
La emigración a Cuba
No era la primera vez que los Terry emigraban por razones políticas. De origen irlandés –y, según parece, más o menos nobiliario- fueron de los tantos católicos que huyeron de la protestante Gran Bretaña durante el siglo XVII. Algunos se marcharon a Francia, otros a España y una tercera rama se estableció en Génova. La rama española pronto se abrió camino en las Indias, pero pronto ino de estos genoveses, Andrés Terry Adriano, decidió probar suerte en el mismo camino y se estableció en Cádiz hacia 1740. Comoquiera que sus parientes españoles ya eran bastante prósperos y habían ascendido a cargos públicos, es probable que la mudanza se haya debido a ellos. En cualquier caso, ya vemos a su hijo, José Terry, dedicado al comercio con las Indias, estableciéndose primero en Perú (donde ya tenía viviendo familiares de la rama genovesa, de hecho, el presidente de Perú Fernando Belaúnde Terry, fue uno de sus descendientes), después en Venezuela, adonde llega en 1799, y finalmente en Curazao, probablemente producto de su separación de su esposa venezolana, Tomasa Adán y España. En Curazao volvería a casarse más adelante con la española María Ortega.
La independencia, especialmente en Venezuela, fue una catástrofe económica. Las actividades comerciales se redujeron mucho, sobre todo entre España y las otras provincias americanas, en tanto que los comerciantes españoles eran desplazados por criollos o por europeos de otras naciones, como Gran Bretaña y Alemania. Finalmente, en 1823 la República de Colombia (conocida convencionalmente como Gran Colombia) decretó la expulsión de todos los españoles (México lo haría en 1827). La medida se cumplió de forma irregular, pero muchos tuvieron que vender sus bienes a precio de remate, o pasarlos a familiares ya nacidos en el país. Otros, más comprometidos políticamente, se habían marchado antes, con el mismo resultado de vender de cualquier modo sus posesiones, de dejarlas abandonadas (en tal caso eran confiscadas) o de traspasarlas a algún hijo o sobrino nacido en la Gran Colombia. Esto creó muchas familias cubano-venezolanas o puertorriqueñas-venezolanas, ya que la mayor parte de los expulsados se marcharon a las Antillas aún dominadas por España. Es famoso el caso de María Antonio Bolívar, la hermana realista del Libertador, que vivió exiliada en Cuba; o el de Antonio de Mata Guzmán, militar español y abuelo de Antonio Guzmán Blanco, que se estableció en Puerto Rico.
Los Terry estuvieron entre los que se marcharon a Cuba. No sabemos si lo hicieron por razones políticas, por el decreto de expulsión o simplemente por lo mal que estaban las cosas en Venezuela (el volumen de los emigrantes hace pensar en que muchos se fueron para buscar una mejor vida, indistintamente de lo que opinaran de Simón Bolívar y la república). El hecho es que para 1825 encontramos al adolescente Tomás Terry y a su hermano en la actual Cienfuegos, entonces aún llamada Fernandina de Jagua, en homenaje a Fernando VII. La escogencia del lugar no debió haber sido fortuita. La joven ciudad, fundada por colonos franceses hacía apenas seis años, era entonces epicentro de una dinámica expansión del cultivo de caña de azúcar, en gran medida atizada por la demanda de los Estados Unidos. En los siguientes años los ingenios comenzarían a industrializarse, al tiempo de que se importaban millares de esclavos para las plantaciones, dentro de un esquema de revolución industrial en el que las innovaciones tecnológicas se combinaban con el esclavismo. De hecho, la llamada sacarocracia (“aristocracia de la azúcar”) pronto comenzó a pensar en la posibilidad de anexarse a los Estados Unidos, en especial a los esclavistas del sur. No en vano la actual bandera de Cuba fue diseñada por otro caraqueño, Narciso López, que organizó una expedición aparentemente independentista en 1851, pero que todos sospechaban que en el fondo respondía a los intereses anexionistas de algunos políticos del Sur.
Pero en 1825 todo era apenas un universo de oportunidades que se abría. Tomás Terry consiguió un trabajo en la bodega de Martín Irady, quien había sido amigo de su papá en Curazao, y que tal vez era también venezolano o curazoleño. El hermano de Tomás, Antonio, se casó con la hija de Irady, de cuya unión nació la filántropa cienfueguera Luisa Terry. Lo más probable es que ninguno se imaginaba lo que les depararía el destino.
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[1] https://prodavinci.com/los-dos-viajes-de-lindbergh-a-venezuela/
[2] “Juan Tripper, Pan Am Founder, dies”, Daytona Beach Morning Jorunal, 4 de abril de 1981, 5D (https://news.google.com/newspapers?nid=1873&dat=19810404&id=rIEuAAAAIBAJ&sjid=bZ4FAAAAIBAJ&pg=1299,2287312).
Tomás Straka
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