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¿Dónde está Venezuela en el ranking de los colapsos económicos?

Fotografía de Federico Parra para AFP

19/02/2018

Desde 2014 la economía venezolana no deja de contraerse y el país sufre uno de los peores desastres de la historia contemporánea. José Manuel Puente, profesor del IESA y de la Universidad de Oxford, y Jesús Rodríguez, académico de la Universidad de Warwick, calculan la magnitud del descalabro en su investigación Venezuela en etapa de colapso macroeconómico: un análisis histórico y comparativo.

Para el período 1980-2017, el análisis emplea datos de 192 países registrados por el Fondo Monetario Internacional (FMI). En el caso de Venezuela se tomaron las cifras del Banco Central entre 1950 y 2015. Ante la decisión del gobierno de ocultar la información oficial, se usaron proyecciones del FMI para el intervalo 2016 – 2017.

 

Puente indica:

“Tomando en cuenta la proyección del FMI de que la economía venezolana retrocedió 18% en 2016 y 12% en 2017, en los cuatro años del período 2013-2017 el PIB (Producto Interno Bruto) se redujo 34,6%, es decir, desapareció más de un tercio de la producción total de bienes y servicios. Un colapso solo comparable con economías que han vivido grandes desequilibrios macroeconómicos o conflictos bélicos”.

Similar a una guerra

Venezuela ocupa la octava casilla en el ranking de los países que padecieron una contracción ininterrumpida del PIB durante cuatro años entre 1980 y 2017. Es el único país latinoamericano de la lista, superando a Zimbabue, Congo y Bulgaria. En el primer lugar se ubica Libia, con una reducción de la economía de 67,9%, seguida por Ucrania, Sierra Leona, Arabia Saudita, Tayikistán, Moldavia y Turkmenistán​.

Puente destaca un aspecto relevante:

“Al menos la mitad de los países de esta clasificación han estado inmersos en guerras civiles o alta conflictividad política. Otro aspecto a resaltar es que a excepción de Libia, Zimbabue y Venezuela, el resto de los casos se produjeron durante los años ochenta y noventa, es decir, en las últimas dos décadas los colapsos de esta magnitud son una rareza. Libia sufre una guerra civil mientras que Zimbabue ha sido objeto de sanciones por parte de la Unión Europea y Estados Unidos por recurrentes violaciones de los derechos humanos”.

Líder en Latinoamérica

Si solo se observa Latinoamérica, Venezuela ocupa el primer lugar entre los países que han sufrido las mayores contracciones del PIB durante cuatro años consecutivos entre 1980-2017, seguido por Trinidad y Tobago, Surinam, Argentina, Nicaragua, Guyana, Uruguay, Bolivia, Saint Kitts and Nevis y Paraguay.

 

Puente pone en contexto esta clasificación:

“Para analizar este resultado es importante el caso de Nicaragua. Durante los primeros años de la presidencia de Daniel Ortega, entre 1984 y 1988, la producción de bienes y servicios en este país se redujo 17,4% en medio del conflicto político y el bloqueo comercial que le aplicó Estados Unidos. Sin embargo, esta caída representa aproximadamente la mitad de la contracción experimentada por Venezuela en los últimos cuatro años”.

También utiliza a Argentina como punto de comparación:

“Argentina padeció una fuerte crisis entre 1998-2002. Recordemos que hablamos de los tiempos del corralito y en ese lapso de gran inestabilidad el PIB cayó 18,4%, una contracción muy inferior a la de Venezuela”.

Las consecuencias de chavismo

Desde 1951, la fecha más antigua en las estadísticas oficiales, Venezuela no había experimentado cuatro años consecutivos de caída del PIB. Al evaluar como un todo a los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro el saldo no es positivo.

Puente precisa:

“El PIB de 2017 es 3,3% inferior al de 1998, lo que implica que los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro prácticamente representan dos décadas perdidas en términos de crecimiento económico y un proceso que deja al país con un aparato productivo profundamente diezmado y con una escasa capacidad para generar riqueza”.

Para evaluar con mayor rigurosidad lo sucedido en el período 2013-2017, la investigación incluye el PIB per cápita del lapso 1951-2017 a precios de 1997. El análisis de este dato concluye que la producción de bienes y servicios por habitante se redujo 38% en los últimos cuatro años y se ubicó al nivel de 1955.

Otro aspecto a tomar en cuenta es que el chavismo alargó el estancamiento que padece Venezuela desde 1980. Puente afirma:

“Luego de casi cuatro décadas, el país no ha mostrado avances significativos en la producción de bienes y servicios para mejorar el bienestar de la población e incluso presenta niveles de actividad económica inferiores a los registrados en 2003 y 1989, años en que Venezuela experimentó fuertes caídas del PIB y altos niveles de conflictividad política y social. En resumen, en los últimos cuarenta años, la economía venezolana simplemente no ha crecido”.

Modelo en implosión

Si bien el gobierno de Maduro insiste en que la crisis obedece al declive de los precios del petróleo y a la “guerra económica” orquestada por las empresas privadas, Puente y Rodríguez sostienen que el país sufre el colapso de un modelo desacertado que pudo flotar, pero estaba hecho para hundirse.

La lista de fallas que explican la implosión incluye: un esquema de extrema regulación a través de controles de precios, de cambio y tasas de interés; un proceso de expropiación sistemática que contrajo el aparato productivo y pulverizó la inversión privada nacional y extranjera; un elevado incremento de la deuda de la nación; la inexistencia de un fondo de estabilización para enfrentar las fluctuaciones en los precios del petróleo y una fuerte apreciación del tipo de cambio oficial que generó un boom de importaciones e impactó negativamente a los sectores que producen bienes transables.

Puente indica:

“Es el colapso de un modelo. En 2013 con los precios del petróleo en torno a cien dólares el barril la economía apenas creció 1,3%. El declive en la cotización del barril agudiza una contracción que comenzó antes. Además, no existe ninguna otra economía petrolera que presente los desequilibrios macroeconómicos que Venezuela está evidenciando: aguda contracción económica, alta y persistente inflación y sistemática escasez de bienes básicos”.

Puente explica que otro aspecto a considerar es que entre 1998 y 2017, el PIB de Venezuela cayó 3,3% mientras que las economías de los países miembros de la OPEP crecieron en promedio 162,6%.

Tres patologías

Todo apunta a que Venezuela camina a un quinto año consecutivo de recesión. A las proyecciones de entidades financieras, firmas especializadas y analistas, el profesor del IESA agrega la teoría económica:

“Para rescatar el crecimiento, mejorar el abastecimiento y controlar la inflación en una economía como la venezolana se requiere de un conjunto de medidas adecuadas y tiempo. Se necesitan entre diez y catorce meses para que la economía responda a los incentivos correctos. Estamos en febrero de 2018 y no se ha hecho nada de lo necesario. Por lo tanto, es prácticamente seguro que este año continúe el ciclo recesivo”.

Desde su punto de vista todo apunta a un mayor deterioro en 2018:

“A este agudo ciclo recesivo se une una hiperinflación y el incremento intermensual de los precios se está acelerando, por lo tanto, lo peor está por venir al punto de que el FMI proyecta inflación de 13.000% para este año. Además, hay un desabastecimiento brutal. Entonces, estamos ante tres variables que tienen un impacto devastador desde el punto de vista social”.

No duda en advertir: “No hay cambio económico sin un cambio político. Nicolás Maduro no quiere ni puede, no tiene la visión, el equipo y la credibilidad para aplicar un plan de reformas exitoso”.

Hay salida

Aunque Venezuela ha sufrido un colapso severo y todo apunta a que seguirá deteriorándose este año, Puente señala que de aplicarse los correctivos adecuados, el país puede salir del túnel y comenzar a transitar el camino hacia la recuperación y la prosperidad.

“Hay que dejar claro que existen las medicinas para curar esta enfermedad, Venezuela no está condenada a una catástrofe. Entre las medidas que habría que tomar se encuentran eliminar el control de precios, desmontar el control de cambio, aplicar un tipo de cambio único competitivo y reestructurar la deuda externa. Asimismo, es necesario obtener recursos financieros para fortalecer el sector externo y financiar un programa social de emergencia que incluya subsidios directos”.

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