Telón de fondo

Cuando Venezuela no tenía moneda nacional

18/03/2019

Bolívar. Moneda creada por Antonio Guzmán Blanco. Imagen de Veronidae | Wikipedia

James Mudie Spence fue un viajero inglés que pasó por Venezuela entre 1871 y 1872, para dejar un curioso testimonio de su tránsito. A él acudimos para averiguar cómo podían ser las transacciones del comercio cuando el país no tenía una moneda de curso legal dispuesta por el gobierno y respaldada por el tesoro nacional. El británico se relacionó con figuras importantes de la época, entre ellas el general Antonio Guzmán Blanco, y se pudo enterar de numerosos detalles de la cotidianidad y de las actividades políticas que conviene revisar para tener idea cabal de cómo vivían nuestros antepasados del siglo XIX.

Venía a estudiar las minas de carbón de Naricual, para ver cómo se podían aprovechar, y a enterarse de las posibilidades que tenía la explotación de guanos y fosfatos en las islas. Regresó a Londres con dos concesiones para explotar guano y con el cargo de cónsul de Venezuela, lo cual da idea de cómo aprovechó las relaciones establecidas durante la estada. Lo fundamental de su viaje fue un libro en torno a los asuntos que llamaron su atención, colmado de informaciones sobre la economía comarcal y sobre las formas de vivir de la sociedad que frecuentó. El libro se titula La tierra de Bolívar, o guerra, paz y aventuras en la República de Venezuela, cuya primera edición en lengua inglesa circuló en 1878. Aquí lo editó el Banco Central de Venezuela, 1966, traducido por Jaime Tello.

Uno de los puntos que movió su curiosidad fue la perspicacia de los venezolanos en materia de transacciones comerciales. ¿Por qué? Eran muy enredadas, según su punto de vista, pero los clientes, los marchantes y los mercaderes salían airosos en las operaciones que realizaban en los mercados. Los motivos del enredo eran los siguientes, según Mudie Spence:

Con excepción de algunas moneditas de cobre, no existía una moneda venezolana. Las monedas de Gran Bretaña, Francia, España, Colombia, Perú, Chile, México, Argentina, Bolivia, Brasil, los Estados Unidos, Alemania, Italia, Dinamarca y Holanda circulaban, y se consideraban moneda legal. Es de imaginarse, entonces, la dificultad de obtener cambio ¡por una libra esterlina de oro!

La heterogeneidad monetaria debía convertirse en un rompecabezas para quien tratara de manejarla en las compras habituales, pensaba el viajero, pero la gente se las arreglaba para no quedar mal parada ante el abigarramiento. De allí que llegara a una conclusión entusiasta sobre el talento de quienes se valían de signos tan diversos para negociar. Afirmó, muy impresionado:

Los nativos de este país debían haber sido bien educados, porque algunas de sus transacciones comerciales más comunes estaban acompañadas de dificultades aritméticas suficientes para desconcertar a un inglés y para desesperar a un francés acostumbrado a la simplicidad del sistema métrico.

Para que los lectores ingleses entendieran la magnitud del problema, Mudie Spence hizo un cálculo detallado de los elementos constitutivos del cambio por una libra esterlina. Lo copiamos ahora.

1 fuerte español, $ 1,075

1 chelín inglés, 0,250

1 pieza brasileña de 640 reis, llamada Patacón, 0,270

1 moneda de 25 centavos de los Estados Unidos, 0,270

1 pieza inglesa de 6 peniques, 0,125

1 chelín norteamericano, 0,095

1 peso neogranadino, 0,800

1 medio fuerte español, 0,537

1 Vereinsthaler alemán, 0,750

1 peseta columnaria española, 0,250

1 pieza de tres peniques inglesa, 0,062

5 monedas de cobre venezolanas, 0,050

1 peseta sevillana, 0,200

1 medio penique inglés, 0,011

¿Cómo llegó a semejantes precisiones? Confesó que consideraba fundamental el peso de las monedas para calcular lo que valían de veras, y para evitar que lo engañaran los pillos que pernoctaban en los mercados, pero no ofreció otras pistas sobre el repertorio tan curioso que elaboró. Solo quedó maravillado ante la pericia de los marchantes cuando hacían la compra.

Un problema que, como se sabe, en breve solucionó el presidente Antonio Guzmán Blanco mediante la creación de una moneda de curso legal, el venezolano de oro, después llamado bolívar, dotado de garantías legales y capaz de terminar con una heterogeneidad impropia de las sociedades modernas. Un problema que ahora no atormenta a los ciudadanos del país, ¿no es así? ¿Acaso no nos libramos ya de las  “dificultades aritméticas” que atormentaron al testigo de una época remota y perdida en la memoria?


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