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“COVID-19 podría cambiar nuestra vida laboral de forma permanente”

14/05/2020

Esto también es teletrabajo: la bailarina de ballet Vivian Assam Koohnavard entrena en su apartamento de una habitación en Berlín. Fotografía de picture-aliance | dpa | B. Pedersen

Twitter se propone seguir permitiendo a sus empleados trabajar desde casa cuando haya quedado atrás la crisis del coronavirus, si están en condiciones de hacerlo. Las pasadas semanas demostraron que el teletrabajo funciona. De acuerdo con los datos más recientes, Twitter tenía a fines del año pasado 4.900 empleados. La empresa fue una de las primeras que mandó a su personal a casa tras estallar la crisis. Sus oficinas han de permanecer cerradas por lo menos hasta septiembre. Los empleados habrían de decidir entonces si regresan, o cuándo lo hacen, señaló la jefa de personal, Jennifer Christie, en un blog.

Deutsche Welle: En la crisis del coronavirus, mucha gente trabaja desde casa. Es algo que muchos trabajadores deseaban desde hace tiempo, pero que los empleadores rechazaban. ¿Cuán satisfechas están ahora ambas partes con la situación?

Hilmar Schneider: Muchos realizan teletrabajo involuntariamente, porque en la emergencia no había otra opción. Por eso, las experiencias de los trabajadores no son necesariamente positivas, sobre todo cuando los niños también están en casa.

Muchas familias no tienen el equipamiento tecnológico necesario para poder trabajar productivamente desde casa. Cuando los hijos tienen que hacer sus tareas en el único computador disponible y los padres deben trabajar con él, es claro que se producen conflictos y estrés. Además, generalmente la computadora no se encuentra en un lugar donde se pueda trabajar con tranquilidad.

¿Es posible que, no obstante, haya habido un cambio y que los empleadores no se resistan tanto al teletrabajo cuando la pandemia haya quedado atrás? ¿Será este más común en el mundo laboral?

De seguro será así, porque muchas empresas se han visto forzadas a dotarse de la tecnología necesaria, que quizás no tenían. Entretanto, las videoconferencias se han vuelto bastante habituales. Y eso era algo prácticamente desconocido en muchas empresas antes de la crisis del coronavirus. En ese sentido, empresas y trabajadores están acumulando experiencia.

No obstante, creo que al mismo tiempo estamos conociendo los límites de la tecnología. Quien participa continuamente en videoconferencias, añora el día en que pueda volver a conversar normalmente sobre los asuntos de la empresa personalmente. Además, las videoconferencias no reemplazan los contactos fortuitos entre colegas en el lugar de trabajo. En esas situaciones se resuelven, con mayor o menor elegancia, muchas cosas que no se pueden arreglar apretando un botón.

¿Cuántos empleos serían apropiados para el teletrabajo permanente?

Probablemente muchos más de los que creíamos antes de la crisis. Sobre todo, se trata de tareas más o menos intelectuales. En el fondo, esa a es una característica de gran parte de la actividad productiva actual.

El 80 por ciento de las actividades que realizamos hoy corresponden al sector de servicios. Pero no todos los servicios pueden ser digitalizados. Hay servicios en los que se requiere el contacto personal directo.

¿Qué otros efectos tendrá esta pandemia en el mundo laboral?

Pienso que la pandemia incrementará nuestra conciencia en lo que respecta a la protección contra infecciones. En el pasado actuábamos bastante despreocupadamente. Alguien que estaba resfriado o tenía una infección en el sistema digestivo acudía tranquilamente a la oficina y quizás incluso les daba la mano a los colegas. Se consideraba una debilidad quedarse en casa por una infección. La pandemia nos hace ver cuánto daño hacemos cuando somos demasiado despreocupados con la propagación de enfermedades.

No es la primera vez en la historia que hay una pandemia. ¿Se ha analizado, por ejemplo, qué cambios provocó la gripe española, hace unos 100 años, en la vida laboral?

La gripe española, tras la Primera Guerra Mundial, causó muchas muertes más. Pero entonces eso no caló tanto en la conciencia de la gente, porque la gran catástrofe era la guerra. Ahora es diferente. En los últimos 70 años hemos experimentado un continuo aumento del bienestar. Los grandes riesgos parecían controlables.

Y ahora aparece de pronto una pandemia que lo pone todo de cabeza. Eso provoca, naturalmente, enormes miedos. Siempre cuando la gente se ve en una situación en que las reglas conocidas de pronto ya no tienen vigencia, cae en el pánico. Y eso es precisamente lo que está pasando en esta pandemia. Por eso, estoy relativamente seguro de que dejará hondas huellas en la conciencia colectiva.

¿Se pudo observar cambios de comportamiento en otras epidemias, como la de SARS?

No, no aquí en Europa. De lo contrario, el Sars-Cov-2 probablemente no hubiera sido tan violento. Distinto es en Taiwán o Corea del Sur. Esos países se vieron afectados por el SARS o el MERS, y evidentemente aprendieron. Por eso, en la actual situación, se ven mucho menos afectados que nosotros en Europa. En realidad, debemos agradecerles a esos países que el SARS no haya llegado con tanta fuerza a Europa.

Ahora, precisamente porque fuimos tan despreocupados en el hemisferio occidental, un virus nos ha golpeado con tanta fuerza. Pensábamos que era como una gripe. Y no comprendimos realmente que esta vez era diferente.

Hilmar Schneider es director del Instituto para el Futuro de Trabajo (IZA), con sede en Bonn.

(ers/few)

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