Fotograma de Decálogo (1988), de Krzysztof Kieslowski
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En el prólogo al guion de Decálogo, Stanley Kubrick no titubeó en elogiar esta obra como una película “que dramatiza sus ideas en vez de hablar sobre ellas”. Este film, que muchos es la obra cúspide de Kieslowski, comenzó con una propuesta inocente del coguionista Krzysztof Piesiewicz: ¿Qué pasaría si creáramos un equivalente moderno a los Diez Mandamientos? El resultado fue una serie de diez mediometrajes de una hora para televisión, cada uno basado en algún mandamiento (Kieslowski niega que cada mandamiento tiene su equivalente en la serie).
El director polaco, también conocido por su trilogía Tres colores (Azul, Blanco, Rojo), siempre estuvo preocupado con explorar dilemas metafísicos en el contexto de situaciones cotidianas. En Decálogo, se trata de historias situadas en el mismo complejo apartamental de Varsovia, donde sus habitantes viven sus pequeños dramas: un asesinato, una infidelidad, la pérdida de un hijo. Los sucesos detonadores de los diez episodios de este film son vastamente relacionables y, a la vez, únicos en la mirada de los involucrados que deben lidiar con la presión de tomar decisiones bajo un esquema ético (“No matarás”, “Amarás a Dios sobre todas las cosas”) que genera más dudas que certezas.
Uno de los mayores logros del Decálogo es, como apuntó Kubrick, evitar ser una “película de ideas”: en ningún momento hay discusiones teóricas o filosóficas sobre lo que es correcto o no. Es a través del conflicto de los personajes que nuestra mirada comienza a develar los intricados duelos morales y cambios internos que sufre cada protagonista. Un adolescente espía a una mujer mayor, para luego convertirse en su amante; una mujer embarazada que no sabe si tener al hijo de otro hombre mientras su marido agoniza, y el doctor que la confronta; un esposo celoso que espía a su mujer justo cuando esta rompe con su amante y, en el retorno, ella lo descubre a él. Kieslowski juega con nuestras expectativas y da pequeños giros a sus historias, siempre partiendo de la brecha que existe entre lo que sus personajes creen y lo que hacen. Lejos de tomar los mandamientos como reglas que deben confirmarse o violarse, Kieslowski toma la decisión más compleja: los usa de trasfondo en la difícil tarea diaria de enfrentar la vida y actuar como corresponde.
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Este texto fue publicado originalmente en Prodavinci el 2 de abril de 2015.
Nelson Algomeda
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