Fotografías de MARTIN BERNETTI, CLAUDIO REYES | AFP
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La política chilena de los últimos años se ha caracterizado por un ánimo refundacional. Las masivas protestas callejeras, que condujeron al proceso constituyente actualmente en marcha, hacían pensar que Chile se había embarcado en un proceso de cambios profundos e inevitables.
Sin embargo, la elección presidencial del próximo domingo demuestra que vive en el corazón de muchos un potente temor a desechar los evidentes logros del modelo chileno. El anhelo por el orden, el respeto y la tradición ha vuelto a resurgir en la elección presidencial del próximo domingo.
Ambos candidatos -tan diferentes en ideología, edad y visión del mundo- representan esos dos polos en conflicto en la sociedad chilena.
¿Quiénes son?
El favorito es el candidato de la izquierda, el diputado Gabriel Boric, de 35 años. Oriundo de una familia clase alta de Punta Arenas, Boric acumuló fama por su rol de líder estudiantil de la Universidad de Chile durante las protestas de 2011-2012. Su figura disruptiva, independiente, alineado con las fuerzas progresistas, lo ha hecho figurar entre los personajes mejor valorados de la política desde hace varios años. Boric compite en alianza con el Partido Comunista de Chile -aliado incondicional de Nicolás Maduro-, aunque, personalmente, se ha desmarcado de Maduro, a quien ha criticado por violar los derechos humanos.
Su contendor es el exdiputado José Antonio Kast, de 55 años. Kast es el hijo menor de inmigrantes alemanes -su padre fue soldado del Tercer Reich– que se establecieron en Paine, comunidad rural a 40 kilómetros de Santiago, donde hicieron fortuna fundando una famosa cadena de restaurantes. El hermano mayor de Kast fue uno de los “Chicago Boys”, artífices de las políticas económicas de Augusto Pinochet, pero falleció de cáncer en 1983. Católico practicante y padre de nueve hijos, es un fiel defensor de la libertad y del modelo económico heredado de Pinochet.
¿Cómo llegamos hasta aquí?
Los dos candidatos son diametralmente opuestos en lo ideológico. Boric es el estandarte de una fanática adhesión al Estado como solucionador de los problemas y encarna gran parte del ánimo antisistema que ha dominado en los últimos años. Kast encarna el «backlash» conservador, la aversión al comunismo y el temor a perder los logros del modelo.
En concordancia con las tendencias mundiales, los candidatos moderados fueron perdiendo fuerza a medida que fue avanzando la primera vuelta. Kast despegó por sus posiciones agresivas en contra de la inmigración ilegal, mayoritariamente venezolana, y por su posición inflexible frente a la «amenaza» del Partido Comunista. Boric, en cambio, canalizó los votos de la juventud que se ha volcado a las calles de Chile a expresar su insatisfacción con un sistema que consideran que no brinda suficiente protección social. En la primera vuelta, Kast sorprendió con el primer lugar (28 %), seguido de Boric con un 26 %.
En la campaña del balotaje, ambos candidatos han tratado de moderar sus posiciones y buscar el apoyo de políticos y economistas mainstream que les ayuden a superar sus deficiencias y a dar mayor sustento técnico a sus programas. Si bien las encuestas inicialmente permitieron a Boric abrir una ventaja frente a Kast, esta se ha ido cerrando, y las últimas muestran que la elección está dentro del margen de error.
Sus lados fuertes
Para los venezolanos residentes en Chile, la elección ha permitido conocer mejor la psiquis del chileno corriente.
Kast se ha beneficiado del mal recuerdo que tienen los chilenos mayores del infortunado gobierno de Salvador Allende y sus consecuencias, así como de un resquemor frente a la masiva llegada de inmigrantes que, aunque no se traduzca en actos xenofóbicos habituales -los chilenos son poco frontales como para caer en eso-, sí está presente. Existe un resentimiento por parte de los chilenos de clase media baja acerca de la permisividad con la que han llegado muchos de nuestros compatriotas, y es en ese sector donde Kast tiene una de sus fortalezas. El incremento sostenido de la delincuencia y la penetración del narcotráfico en las zonas de clase media y baja han alimentado el ansia por Kast, quien se vende como el candidato del orden y la «mano dura».
Boric, en cambio, enarbola las aspiraciones de cambio de una sociedad que se ha secularizado rápidamente, y en la que las sospechas hacia el libre mercado han calado. Las evidentes injusticias y desigualdades del modelo chileno, unido al estancamiento del crecimiento causado por el poco vigor en la productividad, han alimentado los ánimos refundacionales que sustentan su campaña. Unido a esto, Boric se ha ganado el sello de aprobación de importantes personajes de la farándula, así como del establishment académico y político, donde el progresismo es la ideología dominante.
Entre trivialidades y tribus
Vivimos en un mundo en el que ya no se contrastan ideas, sino que se odia a los contendores. La campaña chilena ha sido un reflejo de esto.
La campaña ha tenido una buena cuota de polémicas triviales. Kast ha acusado subrepticiamente a Boric de consumir drogas. Boric ataca constantemente a Kast por sus posiciones valóricas que, aunque consistentes con su fe católica, son anatema para el mundo moderno. Kast se ha burlado de Boric por no manejar bien algunas cifras, mientras que la campaña del segundo responde caricaturizando al primero como un nazi.
Las posiciones de fondo parecieran haberse quedado de lado. Boric y Kast tienen profundas diferencias con respecto a los temas importantes.
Boric promueve un Estado más grande y la estatización del sistema de pensiones y de la salud. Kast es un creyente de la rebaja de impuestos como gatilladora del crecimiento económico. En esta elección, las ideas de William Beveridge y Arthur Laffer están vivas, pero no es algo que le interese a la esfera pública.
Lo que motiva, más bien, a los votantes de ambos es una concepción tribal de la política. Los chilenos han dejado que sus votos se guíen por el «identity politics», por cómo se ven ellos y cómo ven a los del otro bando.
Los simpatizantes de Boric se identifican con sus maneras irreverentes, su juventud, sus tatuajes y su rechazo tanto al pinochetismo como al concertacionismo. A los aliados de Kast los atrae su anticomunismo, su defensa de los logros del modelo y sus valores. Ambos grupos ven a los votantes del otro como parte de una «tribu» enemiga que infunde temor.
¿Cómo despierta Chile el lunes?
El escenario más probable es que Boric gane una elección ajustada, dejando a Chile en la incertidumbre acerca de cómo será su gobierno. ¿Gobernará como el moderado de la segunda vuelta o le dará grandes cuotas de poder a sus aliados comunistas? ¿Será un modelo de Chávez, Correa o Kirchner? ¿Podrá implementar sus reformas con un congreso dividido 50-50?
Una victoria de Kast levantaría otras dudas. ¿Podrá gobernar implementando la «mano dura» que ha prometido para resguardar el orden público? ¿Cómo convivirá con una Convención Constitucional dominada por la izquierda radical? ¿Es viable un proyecto político de achicar el Estado cuando las demandas sociales crecen cada vez más?
Lo cierto es que, pase lo que pase, no desaparecerán ni el ánimo refundacional ni el temor de destruir los logros del modelo. Cualquiera que gane despertará con una gran proporción de la población fuertemente en contra de su agenda.
Esto solo augura tiempos de conflicto para Chile.
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Juan Cristobal Nagel es economista y profesor de la Universidad de los Andes de Santiago.
Juan Cristóbal Nagel
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