Perspectivas

Centenario de monseñor Feliciano González Ascanio, autor del texto que estremeció a una dictadura

20/03/2021

Monseñor Feliciano González Ascanio

El 20 de marzo de 1921 nació, en Guatire, Feliciano González Ascanio. Este sábado se conmemora, pues, el centenario del autor de uno de los textos de mayor impacto e influencia en la historia de Venezuela, la Carta Pastoral del 1º de mayo de 1957, leída por el arzobispo de Caracas, monseñor Rafael Arias Blanco.

Feliciano González Ascanio era hijo de Feliciano González y de Luisa Jacinta Ascanio. Su hermano, Dagoberto González, fue dirigente obrero de Copei en el Congreso Nacional. En 1932, ingresó al Seminario Interdiocesano de Caracas, bajo la conducción de los Padres de la Compañía de Jesús. Ordenado sacerdote el 24 de octubre de 1943, a los 22 años, fue asignado a la parroquia San Juan de Caracas de la cual fue vicario cooperador. Dice el Diccionario de Historia de Venezuela de Empresas Polar: «Cura párroco de Cagua (Edo. Aragua, 1945-1950), regresa a Caracas a encargarse de la parroquia de Catia (1950-1953). A mediados de 1954, viaja a Europa para estudiar todo lo referente a la Juventud Obrera Católica (JOC); y en 1955 regresa a Venezuela para promover esta organización en el país, idea que expone en el arzobispado de Caracas y que es aprobada. Fundador y asesor de la JOC (1955-1963), actúa como colaborador del entonces arzobispo de Caracas, monseñor Rafael Arias Blanco».

González Ascanio tenía el don de la palabra y se distinguía también por su disciplina. No es de extrañar, pues, que tuviera una intensa actividad intelectual, como columnista y redactor de pastorales. En una semblanza que sobre él escribió Mercedes Malavé González, esta apunta que: «En el Archivo de la Arquidiócesis de Maracay reposan miles de papeles pertenecientes al segundo obispo de Maracay, Monseñor Feliciano González Ascanio, dignos del trabajo minucioso de un experto que quiera darse a la tarea declasificar, ordenar, jerarquizar y publicar la historia allí contenida».

En reciente artículo, el cardenal Baltazar Porras recuerda que siendo «Tempranero para el descanso nocturno, el cardenal Lebrún» no le seguía el trote y optaba por retirarse a sus aposentos no sin antes ofrecerle: «Feliciano, ahí tienes mi biblioteca y la televisión. Yo me voy a dormir. Mañana nos vemos».

Estas instantáneas para su retrato permiten comprender por qué González Ascanio tuvo el importante rol que le fue conferido ya en enero de 1957, cuando la Iglesia puso en marcha un proceso para explorar la percepción de los trabajadores venezolanos con respecto a sus condiciones de vida y sus perspectivas laborales. «…A principios de 1957», explica Manuel Donís Ríos, autor del volumen dedicado a monseñor Rafael Arias Blanco, en la Biblioteca Biográfica Venezolana, «el Arzobispo encargó a la JOC (Juventud Obrera Católica) una encuesta que le permitiera formarse un juicio sereno acerca de la realidad socioeconómica del país. La encuesta duró dos meses». Ya con los resultados del sondeo y tras consulta con párrocos de todo el país, Monseñor Arias Blanco consideró llegado el momento de dar inicio a la redacción de lo que, según ha escrito el sacerdote José Virtuoso, constituye «el primer documento de la institución eclesiástica que aborda la contradicción de la moderna sociedad petrolera venezolana, desde los intereses de la clase obrera».

Autor del borrador

En este punto hay dos versiones. Una se orienta a que monseñor Arias Blanco escribió la pastoral “de su puño y letra”, y que cada día, al final de la jornada, revisaba las cuartillas con el prelado Feliciano González Ascanio; y otra, bastante difundida, según la cual, el contumaz columnista habría sido el encargado de escribir el texto con la supervisión, eso sí, de Arias Blanco.

La pastoral tendría tal repercusión que el entonces feliz e indocumentado reportero colombiano, Gabriel García Márquez, le dedicó un reportaje publicado en la revista Momento, el 9 de octubre de 1959. «En 45 días de trabajo, de consulta con sus asesores», escribió el Aracataca, «la primera copia definitiva, once hojas a máquina, a doble espacio, estuvo lista la primera semana de abril. Entonces pareció muy apropiada para su publicación la fecha del 1° de mayo, día del trabajo, fiesta del patriarca carpintero, San José. Fue precisa una actividad extraordinaria para que la Pastoral estuviera en todas las parroquias de Venezuela en la fecha convenida. Fue dada, sellada, refrendada en Caracas a las 10.30 de la mañana del lunes 29 de abril. Dos días después fue leída en los púlpitos».

Una semana antes, el 24 de abril de 1957, Pérez Jiménez había hecho un discurso en el Congreso Nacional, donde recitó la lista de los logros de su gobierno, entre los que incluía los supuestos salarios magníficos de los obreros venezolanos…

—Nuestro país se va enriqueciendo con impresionante rapidez —advertía la Pastoral, que inmediatamente pasaba a observar que esa riqueza pasaba de largo ante las caras de los trabajadores—. Según un estudio económico de las Naciones Unidas, la producción per cápita en Venezuela ha subido al índice de 540 dólares, lo cual la sitúa de primera entre sus hermanas latinoamericanas, y por encima de naciones como Alemania, Holanda, Australia e Italia. Ahora bien, nadie osará afirmar que esa riqueza se distribuye de manera que llegue a todos los venezolanos, ya que una inmensa masa de nuestro pueblo está viviendo en condiciones que no se pueden calificar de humanas.

Tal como escribió el historiador Donís Ríos, el ministro del Interior, Laureano Vallenilla, interpretó la pastoral «como una réplica, una contestación polémica, al discurso presidencial. El padre Hermann González comentó que a partir del 1 de mayo, el gobierno solo veía conspiraciones, incluida la Iglesia. “El Gobierno no sabía ver sino ‘conspiraciones’ e intereses políticos en lo que eran las miras del Arzobispo y una parte de su clero. No se sabía ver a la Iglesia, elevada sobre el partidismo en la búsqueda de una sociedad más libre y humana. Se llegaba forzosamente a conclusiones políticas, y por esa obsesión pasaron por encima de los borradores de la pastoral, cuando la policía de Pedro Estrada allanó la habitación del Padre Feliciano en el Prado de María”».

El 2 de mayo, el diario La Religión, el único que publicó la Carta Pastoral, aunque había sido distribuida en todos los periódicos, fue recogido por órdenes del régimen, y el arzobisbo Arias fue convocado por teléfono y de inmediato al despacho del ministro Vallenilla, donde este se quejó de que el documento, leído en todos los templos, podía “prestarse a interpretaciones perjudiciales al régimen”. Al margen de la reprimenda, la divulgación de la Pastoral se convirtió en una papa caliente para el régimen, que no supo como manejar situación; y el resultado es que, como dijo Simón Alberto Convalvi, el manuscrito de monseñor Feliciano González Ascanio y suscrito con gran coraje por monseñor Arias Blanco «fue como un campanazo que despertó la conciencia de los venezolanos y desarmó la censura que el régimen usaba como un muro de contención».

Tres años y medio después de derrocada la dictadura, el 21 de julio de 1962, el papa Juan XXIII designa a Felicano González Ascanio obispo de Maracay y es consagrado el 2 de septiembre de 1962, cuando tenía 41 años. Falleció en Maracay, el 13 de diciembre de 1986.


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