Perspectivas

Bullying

"Solo", fotografía de Hernán Piñera | Flickr

28/09/2020

Contaré mi experiencia para explicar de dónde surge mi opinión. La contaré de la manera más objetiva posible. No he escrito ni compartido a profundidad mi historia, pues el bagaje emocional que trae es bastante pesado. Por eso, tampoco deseo hacerlo ahora. No daré nombres de la institución involucrada ni de las personas que me hicieron daño. La persona que quiera saber más me puede contactar.

Todo empezó en 2009. Llegué a un colegio nuevo, en un país diferente. Era bajito, malo para el fútbol y apasionado de la lectura, y me encantaba hablar de política. Lo que no sabía ese día era que pocas semanas después empezaría la peor etapa de mi vida, en la que incluso las personas responsables por protegerme como estudiante, empeoraron las cosas . Tenía el deseo de ser mejor, y de ser aceptado. Lo que más anhelé durante esos dos turbios años fue tener un amigo, un grupo personas que me aceptaran por lo que era.

Mi historia no es la típica donde está el bully cliché de historieta que le pega a otros en los baños para quitarles el dinero del almuerzo. La agresión que viví fue más dolorosa que un puño en la cara. Fue un ataque sistemático a mi integridad y personalidad. La gente que creía eran mis amigos fueron los encargados de manipular a toda una promoción del colegio para que me aislaran, me hicieran sentir solitario, e incluso pensara que no valía la pena. Cuando me acercaba a un grupo de gente, las miradas de disgusto hacia mí se volvían cortos susurros. Acababan solo cuando las personas me dejaban solo. Así empezó todo. Ahora reflexiono, y pienso que para mí hubiese sido menos doloroso que me pegaran un puño en la cara cada día.

Por recomendación de un psicólogo, que en más de una ocasión rompió su palabra de confidencialidad, y una directiva escolar que durante la mayor parte de los siguientes dos años ignoró toda la situación, mis padres decidieron que me atrasaría un año y tendría a partir de entonces un acompañante en el salón. Los ataques disminuyeron. Pero, a la vez, esto solo hizo que me viera aún más aislado. Las cosas mejoraron, no lo suficiente, pero mejoraron. Hice un par de amigos y el túnel oscuro se iluminó un poco más. Pero una linterna en la oscuridad no hace mucho efecto. En esa promoción siempre fui el niño que repitió el grado porque le hacían bullying.

Los cuatro años que siguieron, las agresiones pasaron a ser más «de frente». Me insultaban, e incluso me golpearon más de una vez. Pero no estaba aislado como un paria social. Pasé de ser una persona que la gente pretendía que no existía, a una a la que la gente disfrutaba molestar. Durante los últimos años de esta etapa de mi vida el acoso destapó un lado verdaderamente oscuro de mí, un lado violento. Era provocado no solo por el trato que recibí por parte de mis compañeros, también la falta de resolución de la institución en la que estudiaba, considerada prestigiosa, que me convirtió en un vigilante al estilo de Rorschach, en “Watchmen”. Era un personaje que rompía con las pautas convencionales para salir de una situación en la que me sentía agredido a diario. Decidí de alguna manera tomar los medios para defenderme con mis propias manos, con varias peleas tanto físicas como verbales. Fueron estos episodios por los que, al final, fui expulsado.

Si me preguntan si me arrepiento por cómo terminaron las cosas, debo decir honestamente que no. Como dije anteriormente, mi historia no es el caso de bullying común que uno ve pintado tantas veces en los medios. Incluso, las personas que pudieron ver lo que pasaba no se dieron cuenta de que se trataba de bullying.

El daño que me causó y la manera en la que se desarrolló el maltrato fortalecen el argumento de que mi historia es un caso de abuso escolar. Siempre resalto que el único apoyo que tuve durante esta etapa fue el de mis papás, quienes constantemente buscaron las mejores herramientas para ayudarme. Pero mis padres no estaban conmigo en el colegio para ver lo que yo vivía a diario.

El bullying se produce cuando identificamos tres aspectos principales: se denigra el estatus de una persona, hay otra en situación de ventaja, y ocurre en un tiempo constante. Mi historia tiene estos tres parámetros y creo que por diferentes situaciones, sean culturales o sociales, el bullying en los colegios se ha normalizado. Es aberrante ver como un acto que puede causar tanto daño a una persona sea aceptado.

El acoso escolar ocurre en un lugar donde se supone que te deberías sentir seguro, donde las personas están para crecer y para que juntos lleguemos a ser mejores personas en el futuro. Tristemente, el que ha sufrido de este tipo de ataques puede decir que las cosas no son así, que te sientes inseguro, como una gacela en el serengeti africano que puede ser comida por un león en cualquier momento. Es esto lo que da más miedo.

Más allá de la inseguridad dentro del colegio, lo más aterrorizante es el ataque sistemático a la integridad. El bullying la destruye desde adentro hacia afuera. Es por esto que el bullying es para mí un fenómeno igual de grave que la xenofobia o el racismo. Tal vez mi opinión puede ser exagerada, pero me duele ver que la justicia social para las víctimas del bullying está oscurecida, por ser una agresión que se calla. La víctima pierde sus fuerzas y tiene miedo de salir adelante con su historia por temor a ser estigmatizado o aislado. Está en nuestras manos seguir luchando por esta causas.

Me impacta mucho la poca resolución que hay en los colegios del mundo a favor de esta lucha. Uno de cada cuatro estudiantes en el mundo sufrirá acoso escolar. Según un informe de la ONG Bullying sin fronteras, aproximadamente el 80% de los colegios en Venezuela han tenido casos de bullying. Esto demuestra que es un problema que está creciendo, y que es importante empezar a buscar soluciones. Las cifras no mienten. El problema no se irá rápidamente, sino que seguirá infectando los pasillos de nuestros colegios si no se toma en serio. Por otra parte, es importante resaltar que cuando las directivas de los colegios son incompetentes, mediocres, o incluso complacientes con los que cometen este tipo de maltrato, son igual de responsables que el mismo agresor. Si los colegios no se encargan de la seguridad de sus estudiantes el problema solo será peor.

Las palabras siempre me quedarán cortas para contar tanto mi historia como mi opinión en el tema. Este es un problema social que requiere de una solución inmediata para acabar con el sufrimiento de los niños y jóvenes. En un ambiente contaminado por el abuso escolar, no se pueden preparar para el futuro, no pueden aprender, no pueden conocer a personas que los aprecien, porque cada minuto de la infancia, que debe ser dominada por la curiosidad, se ve destruida por un acto atroz.

Solo me queda dar cuatro mensajes. El primero va para aquel que ha sido/es bully: espero que intente redimirse con las personas a las que les ha hecho daño, y que elimine de sus ser la necesidad de realizar un acto tan atroz El segundo mensaje es para los papás, amigos, y familiares de aquellos que sufren: apoyenlos, hablen con ellos, estén pendientes de lo que pasa. Más allá de defenderlos, les aseguro que al escucharlos y estar para ellos tendrá más impacto. Le digo a aquel que sufre de este acto atroz: cuenta tu historia, no te quedes callado, y no tengas miedo de hablar con una persona que pueda hacer algo por ti. Por último, a cualquier persona que lea esto, y sienta que quiere compartir una historia, sea víctima, o un simple testigo, mis oídos siempre estarán ahí para escucharlos y mis palabras para ayudarlos.

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La primera versión de esta columna fue publicada el 3 de agosto de 2020 en el portal En Perspectiva.

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Gastón Siegmund es venezolano y completó su formación académica en Colombia. Actualmente es estudiante de Política, Filosofía y Economía en la Universidad de Navarra, España. 

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¿Ha sido víctima de bullying/acoso escolar y desea contar su experiencia? Puede escribirnos al correo electrónico estaesmihistoriaprodavinci@gmail.com. Puede hacerlo de forma anónima. 


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