EntrevistaVisiones de coexistencia
Bernardino Herrera León: “La civilización comienza como un acto de coexistencia”
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Historiador e investigador del Instituto de Investigaciones de la Comunicación (ININCO) de la Universidad Central de Venezuela. De trato directo y palabra certera, el profesor Bernardino Herrera León lleva años dedicado al estudio de los procesos políticos y sociales y su vinculación con el área comunicacional, donde ha hallado estrechas relaciones que sustentan sus planteamientos sobre el cambio histórico. Junto a la docencia, el fútbol se ubica en sus pasiones irrenunciables, siendo un conocedor de este campo deportivo al que también se aproxima desde el análisis sociopolítico y cultural. Con él conversamos sobre historia, ideologías, deportes y coexistencia.
Desde la perspectiva histórica, ¿dónde podemos ubicar el concepto de coexistencia y sus orígenes?
El concepto de coexistencia como lo conocemos hoy nace como un acto de colaboración entre distintos grupos humanos. En el pasado, para poder sobrevivir, los distintos grupos humanos –que eran muy pequeñitos entonces– tuvieron la imperiosa obligatoriedad de ponerse de acuerdo para poder administrar los cotos de caza, para poder tener acceso al agua, a recursos, inclusive para poder defenderse de animales depredadores.
La coexistencia comenzó por acuerdo, por matrimonios intergrupos, los cuales eran casi obligatorios para garantizar la sobrevivencia de la especie, porque la endogamia –como todos sabemos– siempre trae problemas de descendencia a lo largo de varias generaciones. De manera que la coexistencia era casi que obligatoria y luego se fue convirtiendo en un acto de civilización, cuando comenzó a establecerse institucionalmente la posibilidad de que los distintos grupos humanos empezaran a integrarse. Ahí surgieron las tribus, de las tribus surgieron las naciones, de las naciones surgieron los famosos imperios y luego lo que hoy llamamos sistemas de integración de los grandes bloques mundiales. Es decir, la coexistencia es un evento muy antiguo y, prácticamente, es el requisito básico que explica la sobrevivencia del homo sapiens. De modo que, la civilización comienza como un acto de coexistencia.
Al repasar la historia de la humanidad, encontramos episodios muy dolorosos y trágicos como guerras mundiales, conflictos armados, el Holocausto, los genocidios, en fin, catástrofes provocadas por el mismo ser humano, que muestran heridas y grietas profundas que nos llevan a reflexionar sobre si es alcanzable la coexistencia, o si es solo un supuesto, una utopía.
No solamente es alcanzable, sino que las evidencias históricas demuestran que cada vez ha sido más fuerte y más necesaria la idea de la coexistencia como una forma de desarrollo civilizatorio. No es una idea, hay evidencias históricas. No son imaginaciones, no es un proyecto, no es una utopía, son realidades. Por ejemplo, en la Atenas de cuatro o cinco siglos antes de Cristo se daba la coexistencia de muchos grupos. Habían logrado un grado de desarrollo y un grado de bienestar tal que exportaban aceite, aceitunas, armas, convirtiéndose en una sociedad de mucha abundancia. Su población tenía un nivel de vida extraordinario. Durante esa época comenzó a surgir la idea del intercambio cultural con mucha más fuerza y no es casual que haya surgido el humanismo como idea, como una cosmovisión del mundo, donde la humanidad es una sola independientemente de las culturas, de las diferencias humanas. Eso fue evolucionando como idea primigenia y eso es lo que ha cambiado al mundo, sobre todo de una manera tan importante en los últimos doscientos años. Tenemos sociedades de convivencia, sociedades abiertas, sociedades donde se puede convivir, donde la gente puede emigrar, donde la gente puede asentarse. Es mejor convivir y coexistir que entrar en guerra permanentemente. La civilización es, justamente, la necesidad de sobrevivencia, de que hay que coexistir
Hablar de historia no es solamente pensar en el pasado, sino mirar el presente, cuestionarlo y a partir de allí esbozar el futuro o la idea que nos formamos sobre éste. ¿Qué lecciones podemos sacar de los obstáculos o limitaciones que buscan imponerse a la coexistencia?
Contra el concepto de coexistencia han surgido rivales que son las ideologías segregadoras, “esto de ustedes, allá, y nosotros, aquí”, en un intento por imponer un privilegio para unos sí y para otros no. Y la historia de la humanidad ha sido una permanente lucha entre las ideologías que se resisten a cambiar y a desarrollar civilización, cambiando y perfeccionando los sistemas, contra la idea de la racionalidad, que no es otra cosa que la coexistencia, que la búsqueda de un acuerdo de convivencia, de la necesidad de reconocimiento de los demás para poder, como primer paso, intercambiar bienes y beneficio mutuo.
Las grandes ideologías están tratando de separar al mundo en clases sociales, en nacionalismos, en razas, en religiones. Creo que esa es la lucha que estamos enfrentado los seres humanos dentro de las mismas sociedades. La batalla es dura, el enfrentamiento es duro, pero hasta ahora esa idea frágil de la coexistencia que nació en algunas pocas ciudades de la antigüedad se ha convertido en una de las grandes fuerzas de cambio del mundo, que sigue actuando y que va a seguir actuando sin duda en los próximos años, en la próxima década y en los próximos siglos.
¿A quién le conviene el conflicto y la ruptura y a quién le conviene la coexistencia?
Las ideologías son las que viven del conflicto, de la fractura social y de la violencia. Las ideologías se están convirtiendo en la guarida perfecta de las organizaciones delictivas, de los fanáticos, de los resentidos y de la idea de que es posible controlar y dominar a otros.
Pero también observamos una fuerza social muy importante que se está traduciendo en cambio político, en movimiento de presión para ir reduciendo esa idea de que los humanos somos diferentes por haber nacido en determinado lugar, o por el color de la piel o por las ideas que tengamos. Cada vez se está avanzando más y en la medida que vayamos hacia una sociedad de reconocimiento mutuo y de convivencia social, de coexistencia, en esa medida abrimos más posibilidades para el desarrollo, para el talento, para que la gente tenga más oportunidades de estudio, de acceder a un bienestar individual y familiar.
Este bienestar puede tomar diversas facetas. Por ejemplo, el deporte y la actividad física se asocian con la salud, así como con opciones de entretenimiento, con el trabajo en equipo, la capacidad del ser humano de exigirse y superarse constantemente, desafiando sus limitaciones y batiendo sus propios límites. Sin embargo, el deporte también está repleto de tensiones, de competencia no siempre buena, de fanatismo y rivalidades. ¿El deporte promueve la coexistencia o la niega?
Las olimpiadas surgieron con la idea de sustituir la guerra por una competencia, para resolver quién era el más apto o quién podía acceder a tal cosa de acuerdo con el talento deportivo y la astucia deportiva individual. De manera que el deporte surge como una manera de resolución de conflictos, con la idea de que las distintas civilizaciones se concentren en un espacio que –sin necesidad de matarse entre sí– pudieran recrearse, porque el entretenimiento es un bien humano esencial. Los humanos más primitivos ya practicaban formas de entretenimiento. Las olimpiadas, el deporte y el intercambio son de las cosas más maravillosas que le ha pasado al mundo, ya que crean oportunidades para convivir.
El deporte implica –en la mayoría de los casos– el enfrentamiento y la competencia entre oponentes. ¿Esto contraviene el concepto de coexistencia o, por el contrario, el reconocimiento del rival resulta un terreno para coincidir en condiciones más o menos iguales? ¿Desde dónde mirar la balanza?
La base del deporte es la competitividad, y la competitividad es desarrollo humano y económico. La única manera de que haya un sistema de desarrollo es que haya competencia entre los grupos, que es lo contrario al monopolio y los oligopolios. Por eso el concepto de competencia se cuida mucho en las economías abiertas, porque es lo único que ha demostrado históricamente que permite el desarrollo.
El deporte permite entender la competencia como un sistema de adversidad no violenta entre los grupos humanos y como un sistema de competencia que posibilita el surgimiento de grandes deportistas. Cuando a Jesse Owens –el primer hombre de color que participó en las olimpiadas de Múnich en la época de Hitler– le preguntaron cómo hacía para superarse y mejorar su nivel de competencia, decía: “Yo no compito contra nadie, compito contra mí mismo, me supero a mí mismo”.
La competencia –desde la perspectiva del deporte– es un concepto que permite ir reconciliándonos con la manera de revisarnos, de evaluar cómo podemos mejorar nuestro desempeño como padres, como hijos, como familiares, como profesionales… para que esa idea de la competencia forme parte de nuestra propia cultura.
¿Existen logros que nos permiten proyectar un mejor porvenir para la humanidad?
Una sociedad abierta nos permite vivir y coexistir sin necesidad de estar escondidos, agazapados o segregados. Ese es el gran logro de la humanidad, pero todavía tenemos mucho por delante. Recordemos que poco menos de la mitad de los países en el mundo viven regímenes democráticos o medianamente democráticos. Quedan siete monarquías absolutistas, completamente verticales y segregacionales, mientras que casi la mitad de los países están sumergidos en regímenes totalitarios o medianamente totalitarios. Pero hace doscientos años, todos los países del mundo los regía el totalitarismo. Hay una especie de ola democratizadora y todos los profesionales y seres humanos debemos echarle una manito a la democracia y a la posibilidad de que el sistema se expanda en pro de los derechos humanos, la convivencia, el desarrollo social, las oportunidades.
La empresa Google ofreció para 2021 Internet gratuito para todos los habitantes del planeta. Cuando eso ocurra, a los regímenes totalitarios que queden se les va a acabar el monopolio de las comunicaciones. Cada persona tendrá acceso individual a cualquier bien de información, saber y conocimiento que se difunda desde cualquier parte del mundo. Creo que vendrán grandes sorpresas para la humanidad, pero tenemos que prepararnos para eso, afianzando los conceptos clave de los que hemos venido hablando: competencia, convivencia, coexistencia. Tenemos que afianzarlos y mejorarlos porque hacia eso vamos y tenemos que empujar todos hacia esa misma dirección.
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Johanna Pérez Daza es periodista y curadora independiente. Investigadora y docente universitaria (UCV, UCAB).
Elizabeth Schummer es fotógrafa y coordinadora de Proyectos Fotográficos de Espacio Anna Frank
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Visiones de Coexistencia
Serie de 10 entrevistas producidas por Espacio Anna Frank, con el propósito de presentar el concepto de coexistencia desde distintos enfoques y facilitar su comprensión, permitiendo el intercambio de ideas y experiencias. Para ello se utilizan analogías, metáforas y relatos de áreas como historia, arte, biología, deportes, comunicación, diplomacia, psicología, educación, entre otras, que permiten un acercamiento amplio y diverso al tema de la coexistencia mediante ejemplos concretos orientados a su entendimiento.
Johanna Pérez Daza
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