Entrevista

Aurelio Fernández Concheso: El gremialista

26/06/2020

Susana Soto Garrido, comunicadora social egresada de la Universidad Católica Andrés Bello, recogió 20 testimonios de inmigrantes cubanos que decidieron mudarse a Venezuela tras huir de los problemas sociales y políticos de su país a partir de 1959. Este proyecto se llevó a cabo en conjunto con la Fundación para la Cultura Urbana que publicó en 2006 el libro Cuba y Venezuela: 20 testimonios. En esta sexta entrega, Prodavinci comparte a sus lectores el testimonio de Aurelio Fernández Concheso, empresario y gremialista que vivió en Cuba durante la primera parte del gobierno de Fidel Castro.

Aurelio Fernández Concheso retratado por Ricardo Jiménez

Empresario del ramo ferretero vinculado estrechamente a la actividad gremial del país, Aurelio Fernández Concheso se encuentra parcialmente retirado de aquel ambiente en el cual sería intensa su actividad y al cual aportó buena parte de su vida e ingenio. Convirtió la experiencia del Viernes Negro de 1983 en una oportunidad para mejorar aspectos en la estructura económica del país desde altas posiciones. No ha dejado de opinar al respecto desde hace seis años en su programa “La otra vía”, un planteamiento para ver la economía, en Radio Caracas Radio, los sábados a las ocho de la mañana.

El paredón habría podido ser su destino en La Habana, o al menos, quince años de prisión. Su país de origen también forma parte de su análisis económico. Luego de innumerables periplos por el mundo, inducidos por el desempeño de un padre diplomático e igual cantidad de propuestas que luego aparecerían para él ante el exilio, escogió Venezuela como segunda patria. Todavía piensa que fue la mejor elección.

—Usted nació en un lugar ubicuo, en términos reales.

Nací en un pedazo de Cuba que poca gente conoce, porque nací en la Embajada de Cuba en Berlín. Mi padre era Embajador de Cuba en Berlín durante 1934 y 1939, años de la preguerra, y yo nací en 1937. En realidad no nací físicamente en la Embajada, sino en un hospital que estaba a tres cuadras del Reichstag, en lo que alguna vez fue la zona soviética. Todo eso se derrumbó con los bombardeos. La primera vez que volví para allá fue en 1955, y lo que quedaba era el dintel de la puerta principal. Mi partida de nacimiento es una comedia porque tiene tres páginas.

Primero porque está en alemán y en español, toda una traducción para asegurar que yo era cubano por nacimiento. Los alemanes son muy celosos de su nacionalidad y no querían que hubiera la más mínima posibilidad de que se me considerara nacido en Alemania, porque realmente nací en territorio cubano, como indica el protocolo de un hijo de embajador esté donde esté.

Regresamos a La Habana cuando tenía dos años, porque mi padre fue nombrado Ministro de Educación, y estuvimos hasta 1941, cuando nos fuimos a Washington, porque fue nombrado Embajador en Washington. Entonces, el gobierno cubano le pidió a mi padre que abriera una embajada en Rusia. Estaba la guerra contra el Eje y Cuba no había tenido relaciones con Rusia. Tuvo que hacer un viaje en plena guerra desde Washington pasando por La Habana, por África del Norte y entrando por Irán hasta Moscú a presentarle sus credenciales a Stalin.

Él fue el único diplomático latinoamericano que estuvo acreditado en distintos momentos ante los gobiernos de Hitler, de Franklin Delano Roosevelt, de Stalin y de Churchill, que era en ese momento Primer Ministro.Fue presidente del Tribunal Supremo de Justicia, fue un hombre público bastante connotado y respetado, y murió en 1955.Él formó parte de la revolución contra Gerardo Machado, que fue dictador en 1933 y fue uno de los factores de esa revolución. Mi mamá fue uno de los 12 miembros del directorio estudiantil en 1930 en Cuba, que era lo que la generación del 28 fue para Venezuela. Mi padre era entonces profesor de Derecho Penal y defendía a los estudiantes que perseguía el régimen, y así fue que conoció a mi mamá, que estaba presa por líos estudiantiles.

—¿En qué periodo vivió usted en Cuba?

Regresamos a Cuba en 1944. Yo tenía siete años y terminé de estudiar primaria y bachillerato en Cuba. Estudié Ingeniería Mecánica en el Instituto Tecnológico de Massachussets, me gradué en 1958 a los 20, me casé a los 21 y viví en Cuba la primera parte del gobierno de Castro.

—¿En qué condiciones sale de la isla?

Salí a principios de 1960 y posteriormente salió mi familia. Todo cubano que ha pasado por ese régimen tiene una historia difícil. Estoy seguro de que lo han vivido muchos emigrantes que vienen de la Guerra Civil Española, de la Segunda Guerra Mundial, los perseguidos del fascismo, del comunismo. Todos hemos pasado por algo parecido y todas las historias son muy duras, sobre todo cuando uno sale de su país sabiendo que las probabilidades de regresar son casi nulas. Entonces, es una condición de inmigrante distinta a aquel que emigra por razones económicas y que siempre de alguna forma mantiene los nexos con su país.

En Cuba se produjo un fenómeno ciertamente único en América y de los pocos en el mundo, en el que prácticamente emigró buena parte, no de la clase dirigente, sino de la clase media y de los técnicos, las personas más preparadas, por razones políticas. No hay que olvidar que el régimen castrista en los primeros años -y ahí están las listas-, no tuvo compasiones. Si usted estaba en contra del régimen lo ponían enfrente de un paredón y lo fusilaban, cosa que ha disminuido ahora, porque en un régimen totalitario que tiene el control absoluto de todos los factores, no se puede mover nadie sin que se detecte cualquier pequeño atisbo de protesta, tan temprano, que lo sofocan. Eso lo vemos en el resultado de la actividad de Oswaldo Payán y de Marta Pérez, y de todos los que tratan de hacer oposición. Esas personas entran y salen de la cárcel permanentemente. Allá la protesta es casi imposible, como en los regímenes de la Europa Oriental cuando la dictadura soviética.

Mis opciones eran claras: o me iba o me agarraban y pasaba quince años preso o, en el peor de los casos me ponían frente a un paredón, porque obviamente estaba en contra del régimen y estaba haciendo acciones que, por los estándares de ese régimen, eran consideradas lo suficientemente subversivas como para ponerlo a uno frente a un paredón.

Tuve la oportunidad de salir y de trabajar profesionalmente casi de inmediato. Mucha gente que salió de Cuba prosperó después de pasar por un proceso de adaptación. En Estados Unidos la población cubana, o la descendencia cubana, se estima en unos dos millones de personas. Hay un dato económico interesante. El Producto Interno Bruto de Cuba es muy difícil de medir, porque no publican cifras. Pero el estimado que hacen los economistas es que el Producto Interno Bruto de Cuba es de 15.000 millones de dólares al año. El de Venezuela está entre 100.000 y 110.000 millones de dólares y el Producto Interno Bruto de los cubanos de ultramar, fundamentalmente en Estados Unidos, está por encima inclusive del promedio de nivel de ingreso de Estados Unidos, en el orden de 80.000 millones de dólares. Es decir, dos millones de personas que producen bienes y servicios casi comparable a lo que produce Venezuela. Cuando tú comparas las dos Cubas, la Cuba que salió con la Cuba que quedó, la Cuba que salió tiene una capacidad de producción de riqueza seis veces mayor que la Cuba que se quedó, desnivel importante que creo que va a pesar mucho en el momento en que suceda la inevitable transición.

—¿Cómo se produce su llegada a Venezuela?

Estuve un tiempo muy breve en Miami mientras salía mi mujer y mi hijo y nos organizábamos. Empecé a trabajar en Coca-Cola Interamerican, como gerente de ingeniería regional en Nassau, en Bahamas, diseñando plantas de embotellar para las islas del Caribe hasta 1963, momento en el cual un amigo americano que tenía empresas en Venezuela me ofreció venir a hacerme cargo de sus empresas, dedicadas a la fabricación y distribución de maquinaria y de equipos metal mecánicos.

Llegué en 1963 como gerente general de esa empresa, tenía 26 años y venía a gerenciar una empresa de 200 personas en la que creo era el más joven. Ya tenía grandes amigos aquí, porque en los años en que estudié la Universidad en Boston, estaban cerradas muchas universidades de América Latina por cuestiones políticas. Éramos un contingente muy importante, teníamos una fraternidad que llamábamos el Club Latino.

En esa etapa universitaria hice grandes amistades, como Hugo Fonseca Viso, Bernardo Blaschitz, Carlos Nones Sucre y FedericoGonzález Eraso. He vivido en Caracas toda mi vida desde que llegue. Trabajé en Gleason y Compañía, que todavía existe, que ahora es parte del Grupo Vollmer, y se dedican a equipos de manejo de material. A los ocho años de estar acá, le compré al Grupo Gleason una parte de las operaciones y monté mi propia empresa, que se llama FIELSA, y me dediqué fundamentalmente a la fabricación metal mecánica, a la distribución de maquinaria y a la distribución de equipos, sobre todo de ferretería de áreas verdes por unos 30 años. Entonces le vendí mi parte de esos negocios a un hijo de mi socio y me dediqué a inversiones inmobiliarias y al trading internacional. Hoy en día soy consejero de Sodexho Pass, una de las empresas de tickets de alimentación, pero ya estoy semi retirado y más a nivel directivo desde los años 90.

—¿Cómo se inició su carrera empresarial y gremial en Venezuela?

Cuando uno pierde un ritmo de la vida y funda familia temprano, uno se dedica, como es natural, a aquellas cosas de actividad profesional y empresarial que produzcan suficientes ingresos para mantener a la familia en un nivel adecuado. Pasé la década de mis 30 y de mis 40 años bien metido en lo que tenía que ver con las actividades propias de mi área, sin mirar mucho cómo funcionaba la cosa política o cómo funcionaba la influencia de la intervención de la cosa pública en la actividad económica que uno iba a emprender, y digamos que mi despertar sucede alrededor del Viernes Negro, el 18 de febrero de 1983, cuando se establece el control de cambio. Hasta ese momento, nunca le había pedido nada al gobierno para hacer mis actividades empresariales, porque a mí nunca me gustó depender de contratos gubernamentales.

Pero lo más importante es que en materia económica, en materia de cómo financiar las actividades, debido a que Venezuela era un país donde había libre convertibilidad, uno podía financiarse de la forma en que quisiera. Nosotros nos financiábamos fundamentalmente con el crédito de nuestros suplidores y con bancos extranjeros que daban líneas de crédito.

Nunca supe, hasta el Viernes Negro, lo que era tener que pasar por las horcas caudinas de un sistema de permisería. En el momento en que establecen el control de cambio, cuando prácticamente nos maniatan a todos aunque no lo quisiéramos, teníamos que tratar con el gobierno para poder hacer actividades de importación de materia prima o de productos terminados o, inclusive hasta de exportación de productos.

Empecé entonces a involucrarme con los gremios empresariales. De hecho, no sé si es anecdótico o no, pero mi primer contacto con gremios empresariales, mi entrada en la directiva de la Cámara Ferretera fue antes del Viernes Negro. Estábamos desarrollando una nueva línea de productos, trayendo un equipo automático de riego, que venía con sus válvulas. Entonces había que pedir permiso para traer las válvulas, cuando las válvulas no se fabricaban aquí, por si algún día a alguien se le ocurría fabricar ese producto. Pensé entonces que un país donde había que pedir permiso para traer algo de afuera por si algún día alguien pensaba fabricarlo no, está bien montado, es decir, la economía de ese país no puede funcionar bien. Por eso, poco a poco me fui metiendo en la parte gremial.

Al poco tiempo del Viernes Negro, me eligen presidente de la Cámara Ferretera Nacional, donde estuve dos años y después en el directorio de Consecomercio, donde fui tesorero, vicepresidente y presidí el Consejo del Comercio y los Servicios a principios de los años 90. Durante toda esta etapa de mi vida estuve muy involucrado en todo lo que tiene que ver con el movimiento empresarial. Fui director de Fedecámaras, presidente de la Cámara de Comercio Venezolano Chilena, director y presidente de CEDICE y primer vicepresidente de Fedecámaras entre 1995 y 1997, además de candidato a la presidencia de Fedecámaras, la cual perdí con Francisco Natera en 1997. He seguido involucrado en toda esta parte de dirigencia empresarial, tratando de que, de alguna forma, la visión empresarial tenga cierta racionalidad en lo relativo al manejo de la economía.

Lamentablemente, quizá cuando uno mira hacia atrás lo que se avanzó y lo que luego se retrocedió en materia de una concepción moderna del manejo económico, uno pensaría que a lo mejor ha arado en el mar. No creo que sea así. Mucho de lo que hemos hecho ha ayudado a evitar que las cosas fueran peores en materia del manejo económico. He escrito un par de libros al respecto y he estado escribiendo en la prensa en los últimos diez años, por lo que he estado bastante activo.

—Usted ya estaba colocado en otra parte antes de venir ¿Alguna vez se preguntó si había hecho la mejor elección?

Siempre uno tiene esa idea, porque me podía haber ido a otro sitio, pero la verdad es que nunca tuve dudas, siempre me sentí de aquí, desde el momento en que llegamos, mi señora y yo nos sentimos aquí como en nuestra casa. Nosotros estábamos en Miami cuando la invasión de Bahía de Cochinos , y recuerdo que estaba viendo la noticia por televisión, en abril de 1961. Hacía un año que había salido y estaba en Miami trabajando en unos proyectos de ingeniería. Siempre hubo la expectativa de que lo de Castro no iba a durar, o de que a lo mejor se abriría un compás democrático y entonces habría la alternabilidad propia de países civilizados. Pero cuando vi lo que estaba pasando, supe que teníamos que olvidarnos, porque este régimen se estaba consolidando de manera parecida a la de los comunistas en Europa Oriental y a los dos días acepté el puesto que me estaban ofreciendo con la Coca-Cola.

En aquel entonces, si tú querías hacer carrera con una empresa, tenías que moverte adonde te llevaran. Yo me había movido mucho de joven por la carrera diplomática de mi padre y por el destierro, y andaba de aquí para allá. No quería darle a mis hijos esa inestabilidad, sobre todo no teniendo la estabilidad, porque a lo mejor el que tiene patria regresa a ella en Navidad por poner un ejemplo, pero nosotros no teníamos eso. Bueno, la nuestra era en Miami, pero no era lo mismo. Entre las dos alternativas, me gustaba mucho la de un país donde la democracia se había consolidado, porque cuando tomo la decisión de venir para acá, era el momento en que ya se veía que aquí la injerencia castrista y la guerrilla estaba siendo derrotada por la democracia. Éste era un país con grandes posibilidades. Tenía amigos que estaban en un ambiente que me encantaba, en una buena posición y, sobre todo, había la posibilidad de darle una estabilidad a mi familia. Mis hijos estudiaron aquí e hicieron también estudios fuera, mis cinco nietos son venezolanos también. Esa estabilidad que no tuvimos en nuestro país de origen, la pudimos lograr aquí.

Estoy muy satisfecho de haber venido, aunque quizá no tanto en los últimos años, porque lo último que yo hubiera pensado hace 30 años es que volviéramos a ver a Fidel Castro en esta simbiosis, en esta luna de miel con nuestros gobernantes. Eso es lo malo, y lo bueno de eso es que es un Fidel Castro a quien ya le queda poco. No me he involucrado para nada en las cosas que tienen que ver con el asunto del exilio cubano en toda mi vida. De hecho, hay gente que se sorprende de que sea de origen cubano, porque he salido mucho en la televisión, he debatido temas y tengo un programa de radio ahora los sábados sobre economía y a veces se me salen expresiones, pero en general, mucha gente no me detecta el acento cubano. La única vez que sí nos unimos los cubanos para algo, fue cuando vino Fidel Castro para la toma de posesión de Carlos Andrés Pérez, en 1989.

Sacamos una campaña por la prensa tratando de recordar las cosas que había hecho para desestabilizar la democracia en Venezuela, y sobre la inconveniencia de lo que estaba haciendo Pérez, de traer a Fidel Castro como una vedette. Reunimos un dinero para sacar un aviso en contra de eso, que puso muy nerviosos al gobierno y a Castro, porque pensaban que iban a haber manifestaciones de los cubanos enfrente de su hotel, pero nada de eso se materializó ni era la intención tampoco.

—¿Usted tiene nacionalidad venezolana?

Sí claro, tengo la nacionalidad venezolana desde 1966, hace casi 40 años, o sea, que he pasado mucho más de mi vida como venezolano que como cubano.

—¿Qué diría del país que dejó?

Ya estamos cerca de la transición y va a ser interesante lo que va a pasar en los próximos años. Tengo una nieta que acaba de cumplir 15 años, casualmente el 2 de febrero, y desde que tiene uso de razón, el presidente Chávez está en el poder. Ahora, imagínate qué no tendrán que decir los cubanos, cuando Castro acaba de cumplir 40 y pico de años en el poder y que ya está cerca el récord de Luis XIV. Triste ¿no? Eso está llegando a su final. No creo que haya la más mínima posibilidad de que haya continuidad similar.

—¿Qué considera que va a suceder con todo el aparato de la revolución?

Si tú quieres ver lo que va a pasar con eso, nada más tienes que mirar qué es lo que pasó en Europa Oriental. Todavía está por verse cómo va a dilucidarse. Los cubanos de ultramar, sobre todo los de Estados Unidos -no hablo de La Florida solamente, porque está muy difundida la migración-, tienen una influencia económica y política en muchos lugares del continente, pero sobre todo en Estados Unidos. Hay toda una masa de cubanos que no necesariamente van a ir a la isla, pero va a ser un fenómeno parecido a lo que pasó cuando cayó el muro en estos países del Este. Han habido venezolanos que tienen esos orígenes que han regresado y han hecho inversiones hasta en Rusia. Está el caso de un muchacho que conozco, hijo de inmigrantes rusos, que ha regresado a Rusia y tiene la cadena de restaurantes más importantes de Moscú. El peso y el avance de la historia es muy difícil de evitar, el mundo hoy en día es globalizado. ¿Qué va a hacer Cuba? ¿Va a seguir aislada del resto del mundo? La subvención petrolera venezolana no es suficiente para justificar eso. Hay por lo menos dos generaciones de cubanos que quieren una mejor vida, que quieren algo distinto a ocho horas de apagones diarios. La vida para el ciudadano es dantesca allá y la presión va a ser muy grande. Creo que esa transición viene, que la tenemos prácticamente en puerta, y tratar de evitarlo es inviable.

—¿Qué tan atrás ha quedado Cuba? ¿Qué tan adelante estuvo?

Con toda esta propaganda castrista de 50 años, la gente se olvida de ciertas cosas de Cuba que es oportuno recordar. El primer Hong Kong del mundo – y digo Hong Kong como lugar de confluencia de la cultura oriental y como centro económico- fue La Habana. En el siglo 18, era un punto de confluencia porque tiene una bahía privilegiada y, por la corriente del golfo, confluían allí los galeones que transportaban el oro de Cartagena de Indias y de Porto Bello. Iban a La Habana, se reunían con el galeón que venía de Veracruz para cruzar el Atlántico. La Habana no era el centro de producción de riqueza, era el centro de comercio y distribución de riquezas del imperio español y eso hizo que La Habana fuera un lugar donde siempre los avances llegaban antes que a otros lados. En Cuba se está jugando béisbol desde 1877, fecha en que se realizó el primer juego de béisbol entre La Habana y el Almendares, que era como decir el Caracas y el Magallanes.

Ya en los años 20 había cubanos en las Grandes Ligas, porque Cuba tenía mucha relación además de con España, con todo lo que era el sur de Estados Unidos, en tanto la Diócesis Arzobispal de La Habana llegaba, en el siglo 18, hasta Nueva Orleans, Louisiana y Mobile, Alabama. El primer país de América Latina en tener el campeón olímpico con medalla de oro fue Cuba en los años 20, cuando Cuba fue tri campeón olímpico en florete, sable y espada. También Cuba produjo el Código Bustamante, que fue el primer código internacional legal. Era un país que estaba muy adelante inclusive con respecto a otros países de América Latina, y eso era producto de su población y del desarrollo.

En Cuba se empieza la industrialización del azúcar en la segunda mitad del siglo IXX, que fue el primer producto agrícola en industrializarse. Ya de hecho, el proceso político, la influencia de los comunistas, empieza en Cuba en los años 20, porque ya en la industria azucarera habían movimientos laborales que tenían que ver con la industrialización.

La Cuba que agarra Fidel Castro no era una Cuba como la del campesino centroamericano. Era una economía agroindustrial bastante desarrollada y una economía comercial de intercambio muy sofisticada, producto de siglos de trabajo. Todo eso es la infraestructura sobre la cual se desarrolló la emigración cubana y por eso es que la emigración cubana ha tenido el desarrollo que ha tenido en muchos países y se ha logrado consolidar. Entonces, con un sistema político distinto o sin la presión de la dictadura de Castro, creo que el cambio va a ser dramático y en muy corto tiempo vamos a ver un cambio importante allá, como se vio en Checoslovaquia, como se vio en Hungría y en otros países del Este.

—¿Habría podido Cuba conformar un parque industrial importante, aún existiendo el bloqueo americano, dado el apoyo económico que recibió por décadas de la Unión Soviética y por supuesto, en conjunto con su propia producción?

Es imposible en un sistema de economía controlada, de economía estatizada, poder tener desarrollo. Eso lo probaron los soviéticos. Pero en Cuba es peor todavía. Creo que Cuba produjo un millón cien mil toneladas de azúcar el año pasado, cuando producía cinco millones de toneladas cuando llegó Castro al poder y debería estar produciendo diez millones de toneladas. Perfectamente las podría producir, pero para qué producir tanta azúcar si hay excedente de azúcar en todo el mundo. Mira lo que han hecho los brasileros con la industria azucarera, la han convertido en la industria de etanol más importante del mundo.

Entonces, el que Castro no lo haya hecho demuestra es una gran incapacidad del sistema comunista para efectivamente ser productivo en la transformación económica y en la producción de riqueza. Ese es el meollo del problema.

—¿El bloqueo económico podría explicar el estancamiento económico de ese país?

No, la culpa es del sistema que es intrínsecamente perverso. Ya ese veredicto lo dio la historia. Y tan intrínsecamente perverso es, que ni siquiera los alemanes fueron capaces, con ese sistema, de producir riqueza. El país más desarrollado de todo aquello fue Alemania Oriental. Alemania Occidental produjo, por mencionar a la industria automotriz, el Porsche, el Volkgswagen, el Mercedes, el Audi. ¿Y qué fue lo que produjeron los alemanes orientales? El Trabant, un carro de dos tiempos, el Lada ruso, que parece un gran carro al lado del Trabant, que es una copia del Fiat de los años 60. Eso fue lo único que fueron capaces de producir.

Lamentablemente en Cuba, por ser una isla, por el poder del magnetismo de la personalidad de Castro, el sistema ha durado más por la vida de Castro.

—¿En qué consiste técnicamente esa perversión económica?

Fundamentalmente en el control exacerbado. ¿Cuál es el problema? Hacia mediados del siglo IXX, se pensó que con economías de comando, con un control centralizado, se podía organizar la producción de bienes y servicios para maximizar esa producción. De hecho, en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, la economía era una economía dirigida. Alguien producía tanques, otros producía aviones, el hierro va para acá, lo otro va para allá. Desde arriba se podía controlar toda la producción de bienes y servicios, al igual que hizo Hitler.

Después de la Segunda Guerra Mundial, los países occidentales se alejaron de los controles y dejaron que fuera el mercado de nuevo el que fuera organizando la producción, como había sucedido desde el siglo IXX, porque no hay forma de que una economía centralizada pueda detectar todas las oportunidades que se pueden captar, como lo hace una economía de mercado, donde el afán de lucro o el deseo de mejorar sea el motor de las personas.

Ese hombre nuevo que trató de hacer el marxismo, uno al que no le interesaba el dinero y que iría a trabajar así, porque alguien le decía, lo que produce es una caricatura que termina siendo lo que sucedió en la Unión Soviética y lo que es Cuba hoy en día. Si no hay cómo comparar, entonces eso es lo único que conocen esos cubanos que pueden verse como conformistas. La culpa es de todo el mundo. Es como decíamos en Cuba: la culpa la tiene el totí. El totí es un pajarito chiquito, y la culpa de todo la tenía siempre el totí.

Cuando hay con qué comparar, ves cómo un país pobre, pequeño y desordenado como República Dominicana, con mucho menos recursos que Cuba, y como Costa Rica, en libertad y en libertad económica, funcionan y prosperan mucho más de lo que prospera Cuba. Pero entonces, claro, el régimen cubano tiene que echarle la culpa a algún factor externo para poder mantener su control. Es imposible que un sistema de esos pueda ser más eficiente que un sistema de mercado, y es por eso que se han quedado atrás. De eso se dieron cuenta los chinos y por eso es que abrieron su economía, no así su mundo político.

Y bueno, en Venezuela lamentablemente últimamente hemos tenido un poco de ese fervor de regresar al pasado, pero si lees entre líneas te das cuenta de que, en verdad, el gobierno no va a poder evitar que Venezuela siga en una economía de mercado. De hecho, cuando ha amenazado con hacerlo, cuando ha amenazado a la propiedad privada, la reacción de la población ha sido tan violenta, que ha tenido que corregirse y darle al empresariado un espacio y no atacar a la propiedad privada. El venezolano tiene tanto la democracia como una cultura de una economía de mercado y un deseo de mejorar, que es muy difícil de suprimir con un régimen totalitario. Afortunadamente, no es posible que pase.

—Esta es su patria y aquí se queda.

No tengo ninguna intención de irme. Creo que el producto de nuestra experiencia puede ser bien valiosa en esta etapa tan difícil de la historia venezolana, para evitar que los errores que se cometieron en Cuba, que permitieron que se consolidara la dictadura totalitaria durante casi medio siglo, pueda suceder en Venezuela. Creo en la vocación democrática que hay aquí. En Cuba también había una vocación democrática, pero se perdió por una dictadura tan longeva por errores que nosotros vivimos en carne propia en nuestra juventud.

En la medida en que podamos ayudar a que este proceso sea distinto al que vivimos en Cuba, creo que estamos haciendo el mejor aporte que podemos hacer, o devolviendo de la mejor forma posible todo lo que este país nos ha dado.

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Este texto fue publicado originalmente en Prodavinci el 10 de abril de 2017


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