Perspectivas

Arturo Uslar Pietri en su laberinto: a 20 años de su muerte [1]

Arturo Uslar Pietri. Circa 1960. Autor desconocido. ©Archivo Fotografía Urbana

03/03/2021

Los vaivenes de la memoria

Arturo Uslar Pietri murió en silencio. Fue una especie de discreto y paradójico mutis por el foro, de quien había pasado su vida entre reflectores, aplausos y polémicas. Era evidente cuánto había cambiado la Venezuela del 2001 con respecto a la que lo glorificó en 1986, cuando cumplió ochenta años. Entonces, en lo que parecía el cierre definitivo de largos enconos, el gobierno de Jaime Lusinchi le tributó un enorme homenaje nacional, en un tipo de apoteosis que no se había hecho en décadas. Ediciones conmemorativas, actos en su honor, amplia cobertura en la prensa y la televisión, un banquete de Estado en Miraflores. Cualquiera que haya visto aquellos fastos no podía esperar menos que unos funerales también de Estado para cuando le llegara la hora. Pero no fue así.

El sistema que impulsó aquella celebración había desaparecido en 2001, y en su lugar estaba pugnando otro por imponerse. Uno con el que, si bien hoy muchos asocian a Uslar Pietri, no tenía buenas relaciones. Además, el país estaba tan entusiasmado con lo que la mayor parte creía la revolución definitiva, la que acabaría con sus males, que no había demasiado tiempo para ocuparse de una vieja gloria nacional. A veinte años de aquello, han pasado demasiadas cosas. Mientras la sociedad se restañe las heridas de aquel entusiasmo, al recuerdo de Uslar Pietri lo persigue el mismo signo que lo acompañó en vida: el de la tensión entre el amor y el odio. Mientras el consenso se inclina hacia el reconocimiento de su gran obra intelectual, el penúltimo episodio de su larga biografía política, cuando se erigió en uno de los grandes oponentes a Carlos Andrés Pérez, es remachado como el pecado que anula todo lo demás que pudo haber hecho en su vida.

Habiendo sido el líder de Los Notables -el grupo de intelectuales y académicos que sistemáticamente combatieron en los medios a Pérez-, fue el más visible de los náufragos que colaboraron con su caída. Por eso muchos opositores lo señalan hoy como uno de los impulsores del chavismo, deliberada o inconscientemente. Quien ayudó a que la sociedad tomara entonces una decisión de la que muchos, y con razón, se arrepienten ahora, no hay duda. Pero concluir que haya participado directamente en la rebelión de Chávez, o en otra conspiración de las varias que al parecer corrían al mismo tiempo, requiere aún más evidencias documentales. Si fue así, al menos el chavismo no reivindica a Uslar Pietri como uno de sus precursores. De hecho, mientras hay opositores que lo condenan por chavista o al menos protochavista, los veinte años de su muerte han pasado bajo un silencio oficial más o menos parecido al que cubrió a su deceso. Lo que queda aún más de bulto cuando echamos la mirada un poco más atrás y vemos que si hubo alguien a quien la izquierda condenó siempre, fue a Uslar Pietri.

Pero así son los vaivenes de la política y sobre todo de la memoria. El objetivo de estas páginas es tomar este fenómeno como base para entender al hombre y su tiempo. Uslar Pietri fue el único político que estuvo activo en el gomecismo y que vivió lo suficiente para seguir estándolo cuando Hugo Chávez llegó al poder. Una vida pública tan larga no puede estar exenta de polémicas, especialmente muchas de las posturas que asumió de suyo lo fueron. Hombre a contravía de los principales contemporáneos de su hora -basta recordar que fue compañero de estudios de Raúl Leoni, en la misma sección, y de Rómulo Betancourt y Jóvito Villalba, que iban un año atrás- jugó en posiciones y sostuvo tesis, que en su momento fueron cuando menos controvertidas, y que aún hoy generan división de pareceres.

Aunque para el momento de la apoteosis de 1986 ya aquello parecía completamente dejado atrás, pero su retorno -o pleno retorno, porque la abandonó del todo- a la arena política en la década de 1990 lo volvió a meter en un ámbito donde el laberinto de la fortuna, por emplear una de sus mejores frases, lo condujo primero a una nueva glorificación como garante de la conciencia y la honestidad frente a un gobierno que se veía como desalmado, y después, al menos para algunos, como el náufrago conspirador que derrocó al hombre que por fin entendió lo que hacía falta, empujándonos con él al precipicio. A pocos les importa que, tal vez, ellos mismos lo hubieran aplaudido en 1992 o 93. Por eso es que a través de los enconos que se tejieron en torno a Uslar Pietri, podemos desmadejar al personaje y a la sociedad que lo admiró o lo detestó. 

Muchos hombres en un solo hombre

Primera sorpresa: fue en un restaurante de Caracas, hacia el 2010, y la tuvo un colega mexicano con el que almorzaba, que había venido a dar una conferencia a Caracas. Hablamos de Uslar Pietri, a quien el colega había leído y apreciaba mucho. Le comento que en el mundo académico en el que estudié (bachillerato en los ochentas, universidad en los noventas), era muy denostado. Que si en algo mis profesores coincidieron fue en criticarlo una y otra vez (aunque en bachillerato, debo admitir, leíamos “Pizarrón”, nos hacían ver “Valores Humanos” y estudiamos varios de sus ensayos). La sorpresa del colega mexicano es mayúscula. No entendía cómo los venezolanos no podíamos sino estar orgullosos de un hombre así. Quien escribe había organizado un evento sobre Uslar Pietri en la Universidad Católica Andrés Bello, y encima había promovido la edición con las ponencias, y tenía que dar alguna respuesta a lo que tenía sorprendido al colega.

En primer lugar, el historiador mexicano tenía razón. Uslar Pietri, como dijo Jorge Luis Borges, que le tributaba admiración, fue “muchos hombres en un solo hombre”, y de todos ellos, el político es el que tiene menos cosas para ser recordado. Así como pasa en el exterior, o como pasaba con quienes éramos liceístas cuando la apoteosis de 1986, lo de los Notables terminará siendo como su candidatura presidencial en 1963 o sus cargos durante el medinismo: un asunto de historiadores. 

Las ejecutorias de Uslar Pietri son demasiado significativas como para que sus aciertos o yerros políticos las opaquen definitivamente. Uslar Pietri fue quien en 1948 aplicó la categoría realismo mágico a la literatura venezolana, saltando de allí al resto de la latinoamericana. Uslar Pietri redactó en 1928 un manifiesto vanguardista que marcó un hito en las letras venezolanas, y que lo pone en el mapa de la renovación de las latinoamericanas en su momento. Uslar Pietri es una de las voces fundamentales de la ensayística en habla española, siendo su columna “Pizarrón” publicada en numerosos países por cincuenta años (1947-1998). Uslar Pietri publicó obras literarias esenciales en español, Las lanzas coloradas (1931), y recibió el Premio hispanoamericano de prensa Miguel de Cervantes, el Príncipe de Asturias y el Rómulo Gallegos. Uslar Pietri fue uno de los primeros intelectuales en ponderar el valor de la televisión, participando en muchos programas, pero dirigiendo uno, “Valores Humanos”, por casi cuarenta años, lo que lo hace uno de los más largos de la televisión venezolana. Uslar Pietri fue historiador de la literatura latinoamericana en la Universidad de Columbia, y fue el fundador de los estudios superiores de economía en Venezuela, con el establecimiento de la Escuela de Economía de la UCV en 1938. Uslar Pietri publicó en el editorial más influyente de la historia venezolana, “Sembrar el Petróleo”, que desde su aparición en 1936 hasta hoy ha sido lema de todos los gobiernos. Uslar Pietri escribió todos los días, en grandes cantidades, de todo. Y generalmente lo escribió muy bien: cuentos -según los especialistas fue en lo que descolló más-, novelas, ensayos, artículos de opinión, editoriales, manifiestos, crónicas de viajes, manuales, discursos políticos, informes técnicos de funcionario, poesía, obras de teatro. 

Es toda esa dilatada y rica labor creadora la que ve la mayor parte, la que había seducido al colega mexicano y la que, por sobre cualquier otra cosa, va a terminar de imponerse.  Pero estamos en Venezuela, a veinte años de su muerte, y tenemos que entender por qué a un hombre así se le denuesta o se le olvida (lo que es en buena medida otra forma de denostación).

Los laberintos de la política

Segunda sorpresa: en una librería en Madrid aparecen tres reediciones de Uslar Pietri en las estanterías. No sorprende que haya libros suyos en una estantería española (es de los pocos narradores venezolanos que han logrado posicionarse fuera del país); sorprenden las novelas en sí mismas. Son tres de las menos famosas, y a la vez más polémicas del autor: Un retrato en la geografía, Estación de máscaras y Oficio de difuntos (estupendamente editadas por Drácena, en 2020). Las dos primeras forman parte del proyecto inconcluso de la trilogía Laberinto de Fortuna, en el que quiso dibujar la historia venezolana de la primera mitad del siglo XX. Publicadas inicialmente en 1962 y 1964, es probable que el relativo éxito de su campaña electoral de 1963, y el haber hecho gobierno de coalición con Raúl Leoni entre 1965 y 1968, le impidieron escribir la tercera novela. Oficio de difuntos apareció en 1976, desligada del proyecto, pero como es su novela del gomecismo, suele considerarse como la otra parte de la trilogía que nunca se hizo.  

Escapa de nuestro conocimiento por qué Drácena decidió apostar por tres novelas tan poco conocidas, que no obtuvieron especial éxito en su momento, y que la crítica posterior, hasta donde hemos podido averiguar, no ha atendido especialmente. Tal vez hay un rescate de obras injustamente minusvaloradas. O quizás -tal es la primera hipótesis que nos viene a la mente- el interés está en las ideas políticas que ellas expresan.  Veamos: las novelas del Laberinto de Fortuna son una especie de contrahistoria a la versión más o menos oficial de la democracia. En Un retrato en la geografía, los líderes de la aurora democrática de 1936 no quedan como los héroes en los que se convirtieron después, sino como hombres improvisados, más bien ignorantes, a trechos sectarios. El muerto no es Eutimio Rivas por gritar ¡libertad!, como aún lo recuerda una placa en la vieja sede de la Universidad Central de Venezuela. El muerto acá es un policía y el prófugo un estudiante. Estación de máscaras es más autobiográfica, porque se centra en la Venezuela del Trienio, que más o menos vemos como un carnaval que habría terminado mal, en un golpe.

¿Por qué Uslar Pietri decide escribir una contrahistoria novelada?  Porque es la de su vida, la de sus posturas, la del destino que sintió (o al menos muchos sienten) trunco.  Si algo caracterizó su itinerario político fue el estar a contravía de sus coetáneos más relevantes. Compañero de los jóvenes de la Generación del 28 fue de los poquísimos que no se unieron a la protestas. Las vinculaciones familiares con el gomecismo, incluso con el clan de los Gómez, fueron demasiado estrechas para que lo hiciera.   Cuando buena parte del resto tuvo que ir al exilio o a la cárcel, él terminó su carrera y fue premiado con un cargo nada menos que en la Embajada en París.  Allí terminó de descubrir el vanguardismo, hizo llave con Alejo Carpentier y Miguel Ángel Asturias, publicó la ineludible Las lanzas coloradas (1931).  Pero para sus compañeros nunca dejó de ser del todo el gomecista salón, que no los acompañó.

A partir de 1936 se convirtió en una de las figuras más importantes de la transición que, bajo el liderazgo de Eleazar López Contreras, el sector más modernizante del gomecismo impulsó hacia formas democráticas y políticas de carácter social. En aquellos diez años, Uslar Pietri fue funcionario de nivel medio, ministro en varias carteras, jefe del partido de gobierno e ideólogo. Es una etapa de grandes realizaciones que hoy nadie discute, al tiempo que las figuras de López Contreras e Isaías Medina Angarita son en general (y con justicia) muy respetadas entre los venezolanos.  Pero de cara a su tiempo, en los sucesos del 14 de febrero de 1936 y las otras protestas de aquel año, Uslar Pietri estuvo en el bando de los policías y no en el de Eutimio Rivas y el resto de los jóvenes líderes. Eso ha de pesar, y mucho, si en general vemos a Rivas y los estudiantes, y no a los policías que dispararon, como los héroes (la verdad, hubo caídos de lado y lado).

De tal modo que si Un retrato en la geografía tiene un valor, más allá de lo que pueda decirse en términos literarios, es el de consignar ese visor más o menos olvidado del bando del gobierno. Otro tanto pasó con el 18 de octubre. Al ser el segundo hombre a bordo en el gobierno de Medina Angarita, quedó entre los grandes perdedores. En el gran cambio generacional y sociopolítico que marca la fecha, llegan al poder los movimientos políticos nacidos del 28 y del 36 (lo que incluye a Rafael Caldera), y el nuevo ejército que se forjó durante el gomecismo (Marcos Pérez Jiménez y quienes lo acompañan), mientras los herederos directos de Gómez salen de la escena, o en todo caso, son obligados a compartirla. Uslar Pietri, su principal promesa, queda con ellos fuera de un camino que parecía seguro para la presidencia. Es la desazón hacia el octubrismo (llámese Rómulo Betancourt, del que fue uno de los grandes contrincantes, o Pérez Jiménez) que transmite Estación de máscaras. Desazón que en algunos casos, como el Betancourt, rozó con la ira.  En la larga lista de los contrincantes de uno u otro modo vencidos por el líder de AD, a la derecha, a la izquierda, incluso dentro de su partido, no se puede eludir que Uslar Pietri ocupa un lugar central, cosa que el intelectual se encargó de recordar cada vez que pudo. 

Las novelas de Laberinto de Fortuna exhalan un aire gomecista y medinista, que entonces no podían ser sino una provocación, y que aún hoy es, cuando menos, polémico.  No era un acto de paranoia temer en muchos de sus textos un ataque, en ocasiones muy mal disimulado, a la democracia y a los logros que también estaba alcanzando. En momentos en los que los golpes aún eran una amenaza, el perezjimenismo se reagrupaba con mucha potencia (en breve logró sacar la mayor votación en Caracas), Fidel Castro aumentaba su apuesta en Venezuela y la guerrilla comunista expandía su actividad, sobre todo la terrorista, publicar argumentos contra el sistema era peligroso. Más allá de cualquier otra consideración, Uslar Pietri era capaz de entender esto. 

Así, al menos por veinte años, entre el gobierno de Ancha Base de Leoni y la apoteosis de 1986, hubo una tregua entre Uslar Pietri y el octubrismo.  Lo que no significa que la polémica lo haya abandonado en aquel período.  Más bien fue al contrario.  En la siguiente entrega se hablará un poco más al respecto.


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