Juegos Olímpicos de Tokio 2020

Antonio Díaz: el último corte del viento en el Olimpo

Fotografía de Alexander Nemenov | AFP

06/08/2021

“Lo importante no es mantenerse vivo,
sino mantenerse humano”.

George Orwell

Un virus estuvo a punto de apartar a Antonio Díaz de su sueño deportivo más importante, representar a Venezuela en unos Juegos Olímpicos vistiendo su karategui. Teniendo en cuenta que ese virus afectó a toda la humanidad y ha causado más de cuatro millones de muertes, de pronto la participación en una competencia no parece tan relevante. Sin embargo, cuando se repara en que Antonio ha cultivado esa meta desde su infancia, casi desde los seis años cuando empezó a practicar karate, esa ilusión bien podría ser abrazada por todos. Así recordaríamos que antes de la pandemia por la covid-19 había otro mundo y aún nos quedaban sueños por cumplir.
En ese mundo, sin fronteras cerradas ni caras cubiertas, Antonio habría competido en los Juegos Olímpicos Tokio 2020 sin necesidad de esperar hasta 2021. Si fuera un atleta veinteañero, quizá la diferencia no sería tan significativa; incluso, tal vez lo agradeciera en condiciones normales, si no tuviera que haber entrenado en la sala de su apartamento en Caracas, como describió la periodista Valeria Pedicini. Pero ahora Antonio tiene 41 años y sólo en Volver, la canción de Carlos Gardel, veinte años no son nada.

Hace veinte años, Antonio compitió por última vez en el Campeonato Panamericano Juvenil de Karate organizado en Orlando, durante el año 2000. Quedó campeón. Ese mismo año, participó por tercera vez en el Mundial de Karate, el torneo más importante de esa práctica. Quedó quinto. En las ediciones anteriores, 1996 y 1998, quedó décimo séptimo y octavo, respectivamente. Aunque en Venezuela quizá se sabía poco sobre él, en el universo del karate ya se escuchaban sus pasos: se acercaba el futuro de la disciplina.

Fotografía de Alexander Nemenov | AFP

El futuro llegó y Antonio encontró en el italiano Luca Valdesi un rival con quien compartió el dominio dentro de la categoría de kata individual durante diez años. El pulso no era ajeno a los espectadores que asistían a sus choques. Durante el Campeonato Mundial de Karate del 2010, Antonio estaba sobre el tatami del Štark Arena, un pabellón multiuso ubicado en Belgrado, Serbia. Era la final del torneo. Antonio comenzó su kata y en el estadio sólo se escuchaba el sonido de sus golpes, el roce de sus pies y sus respiraciones. La secuencia daba la sensación de que Antonio cortaba el viento. Hasta que alguien interrumpió:
–¡Vamos, Lucaaa! –dijo un aficionado.
–¡Vamos, Antoniooo! –dijo una aficionada, casi al instante de escucharse la primera intervención.
Se hizo silencio de nuevo. Uno que sólo se alteró con aplausos, cuando Antonio realizó una serie de movimientos casi imperceptibles a simple vista. Ocurrió en dos ocasiones. Esos aplausos fueron la antesala a la decisión final: tres de los cuatro jueces levantaron la bandera azul. Antonio le ganó a Luca.

Fotografía de Alexander Nemenov | AFP

El kata agrupa una serie de movimientos a través de los cuales se simula un combate. Se ataca y se defiende una situación durante la cual los espectadores no vemos un adversario, pero el atleta no sólo puede observar a uno sino a varios. Los golpea en distintas zonas del cuerpo, puede tomarlos del cuello y defenderse de sus ataques. Se desarrolla de forma progresiva y, en ocasiones, explosiva, como cuando aplaudieron a Antonio en Serbia. Sólo durante esos momentos, cuando las manos y los brazos se mueven a una velocidad inalcanzable, se comprende que ocurre una pelea, una al alcance de muy pocas personas. Pero, si durante el kata sólo se mira hacia los pies de Antonio, podría pensarse que está danzando. Como si la disciplina nos dijera que incluso en los combates imaginarios se puede ser agresivo y elegante al mismo tiempo.


Durante su participación en los Juegos Olímpicos de Tokio, Antonio hizo cuatro katas en el Nippon Budokan, el Estadio de Artes Marciales de Japón: Nipaipo, Suparinpei y Anan, para avanzar en el clasificatorio de finalistas, y Chatanyara Kushanku, para opositar a la medalla de bronce. La perdió contra Ariel Torres, un estadounidense de 23 años, por un margen estrecho: 26.72 versus 26.34. Antonio había vencido a Torres en los Juegos Panamericanos de Lima 2019. El venezolano quedó entre los seis mejores competidores de la categoría.
Como legado, esas últimas imágenes en las que se agrupan movimientos de ataque y defensa aprendidos y trabajados durante años, siendo observado por una parte de Venezuela, bastarían para cualquier atleta. Se podría decir a sí mismo: hice lo que pocos mientras observa su vitrina llena de trofeos y medallas. Sin embargo, se sospecha que su personalidad y la filosofía aprendida a través del karate no le permitirían a Antonio hacer esa lectura. No después de atravesar uno de los años más difíciles de su carrera, en cuanto a preparación física y emocional. No después de llegar a Tokio y convivir con el tiempo. El karate fue una de los últimos deportes en iniciar, casi como un capricho de la fortuna: su actuación en la final cerró la participación venezolana. No después de dejar Tokio con un diploma olímpico y la admiración de propios y extraños hacia su carrera y su nombre.

Su ciclo competitivo termina en el escenario deportivo más importante de la humanidad, el 6 de agosto de 2021. Antonio volverá a Venezuela, donde se reencontrará con su esposa y su hijo, a quienes no ve desde hace un mes. Ellos lo acompañaron mientras se entrenó en casa, cuando el mundo se redujo a cuatro paredes. Esposa e hijo también lo vieron dando clases por Internet durante esta pandemia. Lo hizo por razones benéficas y para conservar parte de la rutina construida en su dojo. Ese espacio lo inauguró en 2018, veinte años después de ganar los Juegos Centroamericanos y del Caribe organizados en Maracaibo en 1998.

Fotografía de Yulimar Rojas (@TeamRojas45) | Twitter

Fotografía de Yulimar Rojas (@TeamRojas45) | Twitter

Esa capacidad para gestionar su carrera de forma eficiente le da a otro estatus exclusivo: ser parte del selecto grupo de atletas venezolanos con reconocimiento público, medallas y un futuro independiente. Así pudo llegar a este punto, vigente en la competencia internacional y siendo el maestro de otros, cultivando la disciplina a la que por tantos años se dedicó. De esa manera, también, nos permite comprender que su último kata no fue el de Tokio, peleando la medalla de bronce; el último kata de Antonio será el que haga el último de sus alumnos.

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