Perspectivas

Alfredo Armas Alfonzo: maestro sin par

26/08/2021

Alfredo Armas Alfonso. Fotógrafo desconocido

Alfredo Armas Alfonzo fue para mí aquel cliente de la vibrante Librería Cruz del Sur, apreciado intelectual, escritor, esteta, dirigente de la cultura y mi maestro mientras trabajamos juntos en la elaboración de la historia de la fotografía en Venezuela.

Frecuentaba Cruz del Sur donde solía reunirse con otros escritores, entre quienes recuerdo la amistad que lo unía a Oswaldo Trejo. Conversaban de los años transcurridos en Roma mientras Oswaldo formó parte de la embajada de Venezuela en aquella ciudad. Ya Alfredo era el periodista distinguido que desde 1949 publicaba en la revista El Farol –que luego dirigiría– en la que también aparecían fotografías de su autoría.

Para ese entonces inolvidable de Cruz del Sur ya había recibido el Premio Nacional de Narrativa, otorgado en 1969. Circulaban las primeras ediciones de El osario de Dios y Sobre ti Venezuela, libro cargado de nostalgia.

Creo que su gran exponencial estuvo entre la crónica y el cuento, hechos y costumbres presentes en sus publicaciones previas a la mudanza física a Caracas.

Imposible olvidar que en la mesa de redacción de El Farol, como en la propia revista, el nombre de Alfredo aparece junto con los de nuestros grandes diseñadores gráficos, entre ellos Nedo y su fraternal y apreciado amigo Gerd Leufert, así como escritores de la talla de Mariano Picón Salas, Antonio Arráiz, Alfredo Boulton o mi querido Juan Liscano.

Debido al respeto por la excelencia en la escritura de textos, en Armas Alfonzo debió nacer su profundo aprecio y admiración por la estética plasmada en impresos intervenidos por maestros del diseño gráfico. Les rinde culto en ese grandioso libro compendio publicado en Caracas en 1985: Diseño gráfico en Venezuela.

Su compromiso con la cultura, las letras, los libros hermosos, el arte, la fotografía, la historia regional y local, la sensibilidad de Venezuela y su gente determinaron su incorporación a los núcleos rectores del Consejo Nacional de la Cultura (como antes del INCIBA promovido por Mariano Picón Salas y Miguel Otero Silva en la década de 1970).

En el tiempo de los encuentros en el ámbito de Cruz del Sur y de la vida cultural capitalina, aquel Armas Alfonzo me pareció un hombre esencialmente sencillo por quien se sentía inmenso respeto. Era de pocas palabras pero con la modestia del sabio. Toda una leyenda oriental a quien escuchábamos hablar de sus remotos lares geográficos e históricos. Lo hacía con la naturalidad, seriedad y propiedad del artesano que conoce su oficio.

En 1977, cuando yo ejercía el cargo de Directora Ejecutiva de FUNRES, la junta directiva presidida por Ramón J. Velásquez toma la decisión de organizar la investigación que debía llevarnos a encontrar los orígenes de la fotografía en Venezuela; proyecto por lo demás ambicioso, pues entre diversas consideraciones no existían mayores referencias, menos aún investigaciones sistematizadas. De forma unánime se resolvió designar a Armas Alfonzo asesor de aquella tarea y a mí como su cercana colaboradora. También recuerdo que Josune Dorronsoro colaboró estrechamente en esa investigación.

Así pues, Armas Alfonzo conformó el estupendo equipo que afanosamente trabajó leyendo, escudriñando archivos de viejos fotógrafos y de obras olvidadas por sus propios autores y propietarios –y a veces hasta desdeñados por familiares–, mientras a nosotros nos embelesaban aquellos innumerables y deslumbrantes descubrimientos.

Recuerdo que Alfredo acudía a la sede de FUNRES, instalada en la que fue la casa de don Enrique Bernardo Núñez, y se sentaba a escribir magnificas descripciones de un daguerrotipo con la misma fascinante facilidad con la que producía textos sobre Niépce, Henrique Abril –primer reportero gráfico precursor de la fotografía en Venezuela–, Juan José Benzo –innovador del reporterismo gráfico en Venezuela–, Lessmann, Prospero Rey, entre muchos otros.

Tamaño esfuerzo de investigación, como de catalogación y producción, desembocó en la inmensa muestra que tomó todos los espacios de la Galería de Arte Nacional. Fue identificada con el título elegido por Alfredo: «Con la fuerza y verdad de la luz de los cielos». En la Plaza de los Museos se formaban colas de interesados en conocer la magnitud de aquel acervo descubierto con tanta dedicación y muy bien orientada.

Alfredo tenía, indudablemente, alma de coleccionista. Con él reposaba un vasto acervo documental: postales, recortes de prensa, textos originales, fotografías, testimonios del ayer nacional, de la historia, de su pueblo, su comarca y, en general, de su amado país. Sin lugar a dudas que contaba con el apoyo de su familia; su inagotable curiosidad tuvo, asimismo, rasgos singulares entre los que destacaban una tenaz e incansable fuerza de trabajo y, a qué negarlo, una profunda humildad.

A este personaje fantástico de pocas palabras, sencillo, campechano, orientador y didáctico no es fácil olvidarlo; menos aún, resulta difícil no tenerlo presente. Armas Alfonzo me enseñó a apreciar, valorar y dignificar la fotografía como registro y, sobre todo, como arte.

Finalmente, debe mencionarse al insigne fotógrafo Ricardo Armas, uno de sus hijos, residenciado en Nueva York. También hay que resaltar el valor humano y artístico de la poeta Edda Armas, su primogénita y amiga entrañable.

A cien años del nacimiento del sin par Alfredo Armas Alfonzo su obra y legado continúan vigentes. Una honra haber sido parte de su equipo.


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