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Esta conversación se realizó a comienzos de este año, previa a la instalación de orfebrería en dibujos: un punto es un mundo, que actualmente se exhibe en Secadero Uno, Hacienda La Trinidad Parque Cultural.
Diana López: La primera pregunta es sobre tu formación multidisciplinaria. Comenzaste con las artes plásticas, luego estudiaste Letras en la Universidad Central, trabajaste diez años en el Museo de Bellas Artes como curadora, lo cual representó para ti una escuela y, desde hace más de quince años, te has dedicado a la orfebrería, que te valió el Premio Nacional de las Artes del Fuego en 2015 ¿Cómo se entrelazan estas prácticas en tu obra?
Josefina Núñez: Se han ido integrando por su cuenta como un hacer unitario. Al principio eran mesas de estudio y trabajo separadas. Siempre se prestaron cosas entre sí, pero más recientemente se ha dado entre ellas cierta síntesis de temas, formas y lenguajes. Cada alfabeto amplía la percepción y descubre relaciones.
DL: Eso entre las artes plásticas, pero tienes la poesía también.
JN: La poesía siempre está. Los poetas la aprehenden escribiendo. A mí me ha dado un ojo con el que voy menos a oscuras.
DL: ¿Tú escribes poesía?
JN: A los 19 años entré al primer taller que dictó Rafael Cadenas. Fue en el Centro Rómulo Gallegos. Por un año tuve la ventura de estar allí. Más tarde, Rafael me dijo que el que lee poesía es un poco poeta. Algo propio se entrega, se recibe y te cambia con la lectura. Leo poesía en las cosas que me rodean y en los poetas que me acompañan desde aquella primera vez, cuando a los diez años, me estremeció la lectura de un poema.
DL: ¿Recuerdas de quien?
JN: Recuerdo que era una décima cubana. Lejanía creo que se llamaba. Trataba de alguien que se marcha de su casa, de su tierra. Tal vez por eso me sentí menos sola cuando lo leí, y lo leí recurrentemente, aferrada a aquellas líneas como a un salvavidas.
DL: Tenía saudade, como dicen los brasileros, una melancolía muy específica que tiene que ver con el lugar.
JN: Y ese lugar, como el paraíso de Proust, el de la infancia, es donde el alma parece estar en comunión con lo que percibe. Ese poema me dio mucho aliento porque las emociones humanas, aun siendo tan singulares, coinciden.
DL: Se dio una suerte de reconocimiento.
JN: Sí, y a partir de ahí trato de no apartarme de su compañía.
DL: Me consta que eres una lectora de poesía.
JN: Fundamentalmente, si algo soy.
DL: Podemos decir: Josefina, lectora de poesía y después lo demás.
JN: De hecho, he lamentado que no se mantenga la figura del rapsoda que nos legó la antigüedad. Imagíname parada en una plaza o en una reunión entre amigos, diciendo de memoria Amante de Cadenas o la Partitura de la cigarra de Montejo.
DL: Te he oído como rapsoda. Te he oído recitar de memoria. Hoy en día eso no es común.
JN: Leer poesía es lo poco común. Le debo a María Fernanda Palacios aprender a leer, y leer y ver no son acciones diferentes.
DL: Leer en voz alta, prestar la voz, ¿no?
JN: Sí. Algunas lecturas obligan al cuerpo a ponerse de pie. Por ejemplo, Whitman es una bocanada de aire que te levanta. Lorca es como llevar una vela encendida. Cada voz modifica la postura interior. Si existiera esa profesión, que en mucho se parece a la de un actor, sería rapsoda.
DL: Bueno, a lo mejor eres una rapsoda de objetos, porque ahora quiero hablar de tu caminar. Eres una caminante, una flâneuse de la ciudad, pero también eres una caminante en la naturaleza y en ambas vas encontrando objetos. Ambos espacios los transitas y siento que no hay preferencia por uno u otro.
JN: Para nada. Es fascinación tanto por el misterio de lo natural, que puede parecer obvio, como por el misterio de las cosas hechas por la mano. Que, aunque digas que alguien hizo una cafetera, es una gran cosa preparar un buen café ¿Qué objeto no tiene encantos desconocidos?
DL: ¿Cómo se llega a eso?
JN: Primero es una impresión, algo que medio ves y comienza a ser idea. Luego intuyes cierta metamorfosis, su rehacerse. Le debemos a Bruno Munari y a la Bauhaus la idea de arte útil. De verdad creo que el arte, si no sirve a las personas —y servir no es sólo lo que hace la cafetera que ya es extraordinario—, sino eso, lo que un poema (y no sus palabras) te entrega. Lo que una pintura, un grabado, una película, te enseña.
DL: Y de alguna manera es de ahí que pasas a la orfebrería. Porque vas de esa idea del arte más general hasta llegar a algo que acompaña el cuerpo y el espíritu de quien la lleva que, según entiendo, es una de las líneas de la joyería contemporánea como medio artístico. La orfebrería tiene que ver con este acompañamiento. Por lo menos es como yo siento tu orfebrería, que es muy particular. Cuando uno piensa en la tradicional, se imagina piedras y metales costosos. Tu orfebrería es distinta. Son objetos encontrados en una playa en Chichiriviche o en un mercado de pulgas. ¿Cómo defines la orfebrería que desarrollas? ¿Viene de alguna corriente?
JN: Regreso un poquito al tiempo anterior a la Escuela de Letras cuando me formé como grabadora en el Centro de Enseñanzas Gráficas, CEGRA, el visionario proyecto de la Nena Palacios. Allí tuve de profesores a Alirio Palacios, Edgar Sánchez, Zacarías García, Ida Gramcko, María Elena Ramos, entre otros. Solían pasar y conversar con nosotros Gego, Alejandro Otero, Cruz Diez. El conocimiento del pensamiento gráfico me enseñó la síntesis, que a su manera cultiva la poesía y que necesita la orfebrería. La de hacer algo con poco. Siempre tuve predilección por lo que en grabado se denomina matriz o plancha, que suele ser de metal, aunque se empleen otros soportes e incluso se transfiera al papel, la huella de objetos encontrados, a través de una prensa, como una suerte de ready made. Lo común es que la plancha se emplee como medio reproductor y lo que cuenta y se estima son las copias que esta genera. Sucede que siempre miré a esa madre con admiración.
En la sala 1 del MBA, en la exposición que curé del nuevo grabado de Alirio Palacios (1999), exhibimos las grandes maderas talladas y las planchas de concreto al lado de las impresiones. El público quedó impactado porque el papel posee unas bondades sutiles que son distintas a las que puede dar la matriz. La orfebrería me ha permitido hacer piezas con las matrices de grabado y piezas con los impresos. ¿Sabías que Durero y Gutenberg crecieron en familias de orfebres? Grabar responde al impulso primigenio de guardar memoria. Y para responder a tu segunda pregunta: hay una corriente que me es afín, que se denomina joyería artística, en la que está Calder a la cabeza, un ingeniero mecánico que se hizo escultor, al que admiro por su libertad y gracia, por su economía de materiales y soluciones modestas, además de su idea del móvil que le dio a la escultura y a la joyería posibilidades inéditas. La orfebrería es un medio más, como en su momento lo fue el grabado o la fotografía, no solo un arte aplicado. Es otro lenguaje plástico como la pintura o el videoarte.
DL: Entonces tenemos la poesía, las artes gráficas y, más recientemente, a partir de 2003, la orfebrería.
JN: Hice un primer taller de Cera perdida, que es una técnica de escultura. La joyería contemporánea reúne muchos oficios artesanales y lenguajes plásticos; eso sí, en una escala portable.
DL: Una escala que acompaña al cuerpo, porque la poesía acompaña el alma. Ahora, yo creo que la orfebrería acompaña al cuerpo, pero no de una manera banal. No es la ropa, aunque sea de diseño. La orfebrería es un acompañamiento distinto.
JN: Y en tanto objeto cargado de simbología también acompaña el alma, como puede hacerlo un verso o la manera de llover en un grabado de Hiroshigue. La joyería en un principio tuvo algo de talismán, de objeto mágico, religioso y ancestral. Luego ostentó poder y estatus, aunque fuera elaborada por artesanos de genio. No tardaron los artistas en hacer joyas según su universo imaginativo. Más recientemente, este medio, cuestionando el exclusivo sentido de ornamento, asume la tarea de contar historias a través de conceptos e imágenes.
DL: Hay todo un historial. Si llevo una pieza de papel, estoy diciendo que tengo un afecto, una valoración hacia el papel.
JN: Hacia su fragilidad y sus muchas connotaciones.
DL: Has trabajado con palo santo traído de Perú. Es decir que tus viajes entran a jugar un rol importante en tu trabajo de orfebrería. Estas viajando, caminando, descubriendo, y algo te vas a traer de todo eso.
JN: Algo tangible o intangible. Objetos y muchos bocetos.
DL: Es una práctica.
JN: Sí.
DL: Esa relación que tienes con las palabras, ¿la tienes con los objetos? Quizás no todos ponemos atención y pasamos sin percibir las cosas. No solemos leer lo objetual, aunque exista una arqueología de los objetos. En esta exposición que vas a presentar de los puntos, hay botones de los años 40 que ya no los podemos conseguir, de pastas aglutinadas que se usaron previas al plástico que conocemos hoy.
JN: También hay botones de peltre Art déco.
DL: Y otros son de cuero.
JN: Cosidos a mano. Nos recuerdan que hubo un tiempo en el que los objetos se hacían uno por uno y a mano. El grabado y la orfebrería tienen larga tradición de oficio, de la cual no puede apartarse ni un dibujante digital, ni alguien que haga video o performance, porque la manualidad como las ideas, más allá de su favor material y técnico, nos inserta en el tiempo, que tal vez sea la razón del hacer mismo.
DL: Los programadores, los animadores hoy en día tienen oficio también. En las nuevas tecnologías se mantienen las prácticas.
JN: No sólo se trata de una relación manual sino psíquica. Todo hacer te hace.
DL: Es lo que te permite encontrar esos objetos que luego llegan al taller. Entonces ya fuimos a la palabra, al viaje, al camino y luego aparecen esos objetos en el taller ¿Qué pasa allí?
JN: El viaje comienza cuando comienza, es decir, no lo sabes. El viaje no comienza cuando encuentras el botón en un mercado de pulgas. Lo encuentras y te lo llevas porque quedas flechada. No sabes qué vas a hacer con él, pero allí comienza algo.
DL: Te habla, ese objeto te habla.
JN: Sí, aunque uno no tenga claro qué dice. Junté muchos botones sin propósito y sin necesitar un propósito. Ahora entiendo que un botón es un punto y que un punto es el comienzo de algo visible e invisible. Esto lo vi después, pero ya había escrito tiempo atrás que un punto es un mundo, es decir que somos como pequeños astros en movimiento. Antes de ese viaje o recolección, antes de llegar al taller, hay una deriva, un azar, hay una ruta de baches, tal vez un dedo afectivo o emocional que señala esto sí y esto no.
DL: Señala lo que tiene sentido para ti.
JN: Así es. Pero en el universo-taller a veces se olvida. El taller es un espacio vivo en el que hay unas dinámicas que no pueden forzarse. Hace unos años, hice unas piernas modeladas en cera. No sé por qué hice unas piernas solas, femeninas, que comienzan en la cadera, están cruzadas y rematan en zapatos altos. Esa pieza la modelé, la fundí en plata y la coloqué sobre una mesa como una pequeña escultura ¿Podría llevarse sobre el cuerpo sin desdecir lo que era? Esas piernas tuvieron que esperar años hasta que visualicé el simple aro que las sostendría como collar.
DL: Intervenir un objeto es adivinar a dónde va.
JN: Estás haciendo otras piezas y de repente volteas y ves las piernas y la probabilidad de algo que quizá las complete. Los objetos recolectados fascinan sin porqué hasta que intuyes ese camino que en general se da a través de relaciones, algunas directas, otras insospechadas.
DL: Esperan su momento.
JN: Su momento y a lo que me referí antes como su metamorfosis, que es física, poética, y que ha de conservar su candidez original, la misma que produjo ese amor a primera vista. Tengo una serie que inicié en 2016 que se llama La espera, en homenaje a la litografía de Käthe Kollwitz, en la que una mujer posa abrazada a sí misma como aguantando la respiración. Mi versión de la espera es una mujer con la cara metida entre las manos. Hice grabados en plata, esmaltes con rostros fotografiados con el teléfono, ensayos, y no he podido terminarla. En esta realidad de postpandemia, a la emoción de la espera la llaman incertidumbre.
DL: Una situación planetaria. La espera como la otra cara de la incertidumbre.
JN: Creo que la primera contiene la segunda. La espera es femenina, Penélope espera a Ulises. El rostro de mi espera apareció caminando por la isla de Margarita. Me había dicho, es posible que acá la encuentre. A los días, María nos abordó para pedir una colaboración. Era una abuela con un vitíligo acentuado, parecía llevar un mapa en alto contraste sobre la cara. Como pude le robé algunas tomas aunque comprobaba que era muy duro verla. Días después, pasó por delante de nosotros una mujer con rostro gris, recio y cabello blanco. Mientras la reconocía y caía en cuenta de que ella era mi espera, se fue y la perdí. Al volver en mí pregunté a alguien en un restaurancito a la orilla de la playa, dando algunas de sus señas, que me dijo: “Sí, ella está ahí”. Me la señala, volteo y no es la distinguida mujer que había visto, sino otra: La espera. Logré hacerle varias fotografías mientras ella me hablaba como si fuera una pariente que vino a visitarla. Esta serie sigue esperando. Puede que nunca llegue a verla definida. El taller a veces arroja conclusiones, a veces es sólo un taller.
DL: Son preguntas también.
JN: Un taller es eso, preguntas, dudas, vuelta a preguntar, vuelta a intentar.
DL: Hablemos ahora de esta exposición: un punto es un mundo. Tenemos mundos que vienen del entorno industrial urbano y tenemos mundos que vienen de la naturaleza. Yo quisiera terminar por el de la naturaleza porque lo tengo aquí en frente. Son estas piedras que brillan. Uno puede creer que una piedra no es suave, las imagina rugosas. Pero estas son livianas, tersas al tacto. Entonces háblanos de estas piedras y de su título y de por qué llamas un punto es un mundo a esta muestra, que presentas como una instalación.
JN: Fue una frase que escribí hace casi veinte años, dentro de un texto para una investigación que hice con tres físicos y que terminó siendo una exposición en el departamento de educación del Museo de Bellas Artes. Estos científicos hablaban de la física de las formas fractales y yo estaba con la boca abierta. Me admiraba su manera de mirar y de nombrar el mundo, cuidándose de separar el objeto del sujeto. El mirar de un poeta en cambio es subjetivo.
DL: Si el físico dice que es blanco y opaco, eso es lo que está viendo, no es una metáfora.
JN: Exactamente. Entonces para mí fue un entrenamiento.
DL: Riguroso.
JN: La pureza de la ciencia. De hecho, ellos me plantearon el reto de escribir sobre estas cosas. Fue inevitable que se colara allí mi mirada del arte. Resultó que las formas fractales de la naturaleza que ellos describían, las veía yo en formas e imágenes del arte, estableciendo paralelismos entre ambas. Nació un texto titulado Mirar es inventar, que pese a sonar como un cuento para niños, se leyó en una convención de físicos en España. Un punto es la parte por antonomasia del todo.
DL: Está en la ciencia, en la geometría, en el arte.
JN: Estamos hechos de partes y en partes construimos. Somos un puntito en el planeta, en la galaxia, en el universo. El cuerpo es un sistema o constelación de puntos. La escritura es una secuencia de letras dibujadas y cada línea, un punto que se desplaza. A un niño le das un puñado de puntos y hará cualquier cosa que le pidas o que se le ocurra.
DL: Como El Principito.
JN: Como El Principito. Entonces con los puntos puedes pensar en formas. Si agregas un color puedes señalar ciertas cosas: Puntos para una Luna (PPUL), es una serie de botones de peltre blancos. Tenemos Puntos para un cielo (PPUC) en azul, Puntos para un árbol (PPUA) en verde, etc. Las secuencias proponen al espectador imaginar sus propios dibujos. Luego, cada punto es un broche o un collar. Así, el portador de ese punto al adquirir esa pieza, participa con otros en el juego de dibujar en un espacio más amplio y desconocido fuera de sala. La secuencia es la organización de un equipo. Es participativa, potencial, móvil, se regenera y reconduce cuando uno de los puntos se pierde, tal como ocurre en el cerebro o dentro de un circuito eléctrico.
DL: Hay un diálogo con el público, estás invitando a las personas a usar su imaginación. ¿Qué es un cielo para ti? ¿Qué es una luna para ti? Puede variar tanto. Duchamp dijo: In the eye of the beholder. Las cosas las completa el que las ve. Entonces pienso que esta exposición toca aspectos esenciales desde el juego. No vamos a buscar una gran verdad, no estamos siendo físicos. Estamos siendo un poco niños. Escoger un punto devela a quien hace la escogencia.
JN: Hay cierta correspondencia.
DL: Y ahí entras con tu espíritu renacentista, que en algún momento de tu formación pasó por el teatro, porque veo algo de teatral en esta instalación. Cuando la persona elije llevar uno de estos puntos, un broche o un collar, entra un poquito en un personaje que comparte la historia que ese punto cuenta.
JN: Juegas a ser otro.
DL: Con estas piezas invitas a ocupar y a movernos en otros escenarios, por ejemplo, Puntos para un paseo Montaigne (PPUPM) es una secuencia de botones más sobria: la componen botones de cuero marrón con un punto en plata. Entonces pienso en este señor, que fue nada menos que el creador del género del ensayo, y si me voy a poner algo que es como su andar, tiene que ser un día que me sienta un poquito así.
JN: Esos botones me recordaron unos zapatos, que me recordaron a Montaigne, el flâneur por excelencia, quien a su vez dijo que escribir es como dar un paseo.
DL: Aparece otra vez la relación entre la palabra y el objeto en movimiento.
JN: Y sigue habiendo allí el juego de que dentro de un punto hay otro punto. Montaigne es un planeta. Dentro de ese planeta está el caminar de la palabra y los botones zapatos.
DL: Al verlos me dan la sensación de sastrería varonil.
JN: A mí me pasó algo similar, además son cuadrados.
DL: Quiero que me hables sobre Puntos para volver a casa, PPVAC, porque esos puntos me recuerdan a Hansel y Gretel.
JN. El juego del camino de migas.
DL: Miguitas. Las necesito para poder regresar. En tu caso, grabas una línea sobre una piedra y la rellenas con pan de oro. Trazas un horizonte sobre piedras que recogiste en Chichiriviche.
JN: Chichiriviche es un nombre perfecto, ¿verdad?
DL: Algo que sólo podía suceder aquí, entonces eso nos ayuda a regresar a casa.
JN: ¿Qué piedra no es preciosa? Estas son cantos rodados, polvo de mar con el brillo mineral del que hablas. Las han tallado la arena y la marea.
DL: Son tan sinceras bajo el sol, suenan como campanas de cristales, casi no pesan.
JN: Sí, y además llegaron a la orilla de este planeta, de este país, de esta playa que se llama Chichiriviche. Y cuando caminas a su orilla, te regalan destellos luminosos. En un principio tenía también Puntos para salir de casa (PPSDC), pero los descarté porque el viaje se cuenta a la vuelta. Cuando somos lo que no fuimos. Como piedras talladas por el mar.
DL: No sabemos de qué se trata el viaje cuando salimos.
JN: Pero algo descubrimos de regreso, cuando nos toca devolver lo que nos prestaron.
DL: Voy más ligero. Volver parece ser regresar a uno siendo otro. ¿Y qué es esto negro que parecen lajas como las que vemos en los museos de ciencia?
JN: Es azabache con caras grabadas, una suerte de emojis prehistóricos. Esto viene porque la era digital nos ha puesto a escribir nuevamente con jeroglíficos. Las caras que aquí tallé, a diferencia de las que tenemos en nuestros teléfonos, que refieren emociones de alegría, tristeza, duda, molestia, etc., remiten a acciones. Aquí tenemos: quien sonríe, quien sueña, quien juega, quien ama, quien cuenta, quien ve y quien hace.
DL: Dime algo de Balas y botones.
JN: Es una colección de botones de entreguerras que me encontró en el último viaje. Como dice Cadenas, que dijo Rumi: «lo que buscas te está buscando». No pude hacer nada manual con ella porque cosidos a sus cartones que pertenecieron a una antigua mercería parisina, era suficiente. Una noche escribí el texto que la acompaña. Las balas corresponden a la historia oficial. Los botones, a la historia anónima, a veces más humana, de las cosas.
DL: Quisiera cerrar con los puntos que son un homenaje a Sonia Delaunay y que haciéndolos parece que tomaron otra ruta.
JN: En principio eran Puntos para un traje Sonia Delaunay (PPUTSD) idea que vino observando sus acuarelas en las que predomina el círculo. Luego fue inevitable no seguir viendo puntos en las composiciones de sus pinturas. Sonia era ucraniana, trajo consigo el color de los bordados, cojines, tapices, laqueados, casa y fiesta, rusos. Ella no hizo diferencia entre artes bellas y aplicadas. Además de sus pinturas, textiles, libros, diseñó vestuarios y escenarios para teatro.
Sucedió que haciendo las pruebas de color entró, sin preguntar, otro ruso: Rothko, una clara serendipia de cómo van dándose estos procesos. Quedó en Puntos entre Sonia y Mark.
DL: Cuánta versatilidad la de Sonia.
JN: Admiro ese no complejo ante lo creativo. Dejar que la curiosidad pique.
DL: Permitir que suceda lo imprevisto. Este es un homenaje a la creatividad, ¿verdad?
JN: Un homenaje del tamaño de un botón.
Diana López
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