Economía

2022: factores para una ruta de crecimiento vigoroso y sostenido

Fotografía de Federico PARRA | AFP

07/12/2021

Este es el segundo texto de una serie de artículos en la que varios economistas venezolanos expondrán sus perspectivas sobre la economía venezolana en 2022 (#Economía2022). Leonardo Vera. Ph.D, M.A. es economista. Profesor Invitado Internacional de FLACSO-Ecuador. Profesor Titular de la Escuela de Economía de la UCV. Individuo de Número de la Academia Nacional de Ciencias Económicas.

A pesar de que la actividad económica de Venezuela avanza sobre un contexto de liberalización con una reanimación económica moderada, la economía se aproxima al año 2022 con pocas fortalezas para crecer vigorosamente. Los datos ofrecidos por el Observatorio Venezolano de Finanzas indican que hubo avances en el tercer trimestre del año con respecto al tercer trimestre del complicado 2020 (crecimiento de 9,2%), pero en conjunto, el año 2021 mostrará con seguridad un crecimiento muy por detrás de lo que se observa en la región Latinoamericana (ya de por sí bajo), un crecimiento que pareciera ser además espacial y sectorialmente muy desigual, aunque vale decir que no tenemos una clara confirmación de ello por la escasez de información oficial.

Tres aspectos pueden ser considerados medulares para vislumbrar cambios en el contexto de crecimiento que casi todos esperan para el año 2022, a saber: a) una salida de la situación de aislamiento comercial y financiero en la que se encuentra el país, b) una mejora en las condiciones en las que se desenvuelve el negocio petrolero, y c) un contexto macroeconómico y de reformas institucionales que permita vislumbrar algún avance en la estabilización macroeconómica.

En el primero de los casos (salir del aislamiento), la posibilidad de mantener vivo el diálogo político en México y de materializar algunas de las prioridades establecidas (por las delegaciones de la oposición y de Maduro) en el “memorándum de entendimiento”, son clave, y a decir verdad no se ha desvanecido del todo. En este sentido vale recordar que el levantamiento de las sanciones (prioridad 3) y la implementación de un conjunto de medidas para promover un mejor sistema de protección social (prioridad 6), pueden constituir una singular oportunidad de cambio en el escenario económico del país. Lamentablemente, las fuerzas políticas que gobiernan no lo han entendido. Al ensuciar grotescamente el reciente evento electoral, desconociendo la voluntad popular en una jurisdicción regional, se derrumban meses de difícil construcción de acuerdos y de generación de confianza.

Notemos cuán diferente podría ser el panorama si ciertos avances en el frente internacional pudieran consolidarse. Por ejemplo, el panorama de Venezuela podría ser muy distinto si el país puede tener acceso a los US$ 5.100 millones en derechos especiales de giro (DEGs) que le corresponderían para apuntalar sus reservas internacionales (provenientes de la reciente emisión global del FMI). Esos recursos son casi 9 veces toda la liquidez monetaria en bolívares que circula por la economía y con ello se podría hacer una política cambiaria ordenada y creíble. También serían muchos los avances si el país pudiera aglutinar acciones para constituir un gran fondo con donaciones y préstamos blandos internacionales para la reconstrucción, y si pudiera avanzar en un proceso de reestructuración comprensivo de las deudas y obligaciones externas. A sabiendas de lo importante que es para los flujos e inversiones financieras internacionales la calidad de las instituciones, un ambiente de prescinda de medidas exacerbadas de cumplimiento y de temor a las sanciones, es muchísimo más propicio que el ambiente actual.

Naturalmente, los efectos de la salida del aislamiento financiero no puede ser exagerada, pero un ambiente de convivencia política que marque una ruta para restablecer las garantías democráticas, permitiría levantar las sanciones económicas y financieras y darle un giro significativo a una situación que perjudica mucho a la economía local.

En un segundo lugar está la posibilidad de recoger mejoras en el desenvolvimiento del negocio petrolero. El escenario de elevados precios del crudo será de alguna ayuda para Venezuela. Ya en octubre de este año el precio de la mezcla Merey, la referencia venezolana dentro de la cesta OPEP, se ubicó en US$ 62,72 por barril, un alza 14,1% con respecto a septiembre, alcanzando su mejor precio desde noviembre de 2018. El precio promedio del año llegó a US$ 50,08, por encima del que mostraba en igual lapso de 2020 ($27,76). Para el año 2022, siguiendo las proyecciones para el crudo Brent que hace la EIA, la mezcla Merey de Venezuela podría promediar cerca de US$ 52,00 el barril.

Desde luego un aspecto más importante es la recuperación de la producción y esta depende en buena medida del levantamiento de las sanciones comerciales tanto como del espacio y la calidad de las oportunidades que el gobierno de Maduro esté dispuesto a dar a nuevas inversiones. Sin nuevas inversiones, la producción máxima de crudo y otros hidrocarburos de Venezuela exhibe un techo bajo. Aquí vale recordar que en el documento conocido por los medios de comunicación (febrero de 2021) con el título de “Oportunidades de inversión”, la División de Planificación e Ingeniería de Petróleos de Venezuela establece que bajo la modalidad de Acuerdos de Servicios de Producción (ASP) PDVSA identifica necesidades por US$ 77.600 millones de dólares para para recuperar y actualizar la infraestructura de producción de petróleo del país. No hay manera de levantar el postrado sector de los hidrocarburos en Venezuela sin nuevas inversiones. Ese músculo financiero ya no lo tiene el estado venezolano, así que los cambios institucionales en el sector de los hidrocarburos son de vida o muerte si se quiere rescatar lo que aún queda.

En tercer lugar, será clave para vislumbrar una recuperación más vigorosa en 2022 la conjugación de un proceso de desinflación que conlleve a un clima de mayor certidumbre para las decisiones de inversión. Hay una evidente desaceleración inflacionaria en Venezuela, y ésta ha llegado más como resultado de un proceso sostenido de desmonetización que como resultado de un bien orientado programa de estabilización.

La desmonetización aunque es en esencia un proceso movido por la dolarización (y la sustitución creciente del bolívar por otros medios líquidos del pago), también se explica por la política monetaria del BCV destinada secar el crédito bancario (y la creación de dinero secundario) a través de un encaje bancario de magnitudes espectaculares (de 85% para las obligaciones en moneda nacional y de 35% en moneda extranjera). De igual manera, las más recientes operaciones promovidas por el BCV interviniendo con la venta dólares en el mercado cambiario oficial, contribuye puntualmente a esterilizar recursos en bolívares. En lo que va de año, se estiman 60 intervenciones del Banco Central de Venezuela en el mercado bancario oficializado y por montos que oscilan entre los 20 y 50 millones de US$. Sin reservas internacionales líquidas tales acciones son insostenibles y por lo tanto poco creíbles.

Lo cierto es que la sostenibilidad de estas políticas del BCV y su éxito sobre el proceso gradual de desaceleración inflacionaria es incierta. Controlar la creación de dinero secundario acabando con el crédito bancario conspira contra la recuperación, por lo que la política de mantener un encaje descomunal por mucho más tiempo tiene costos significativos en términos de actividad económica y empleos formales.

Sin embargo, mientras no se recobre la confianza, levantar el encaje requiere de otros mecanismos de esterilización. Si el temor es que al liberar el encaje los recursos se canalizan al mercado cambiario, vale entonces preguntarse por qué ocurre eso. Usar los escasos recursos de los que dispone el BCV y PDVSA para bajar la presión sobre el mercado de divisas es una opción limitada, un problema que se ha hecho estructural desde que Venezuela no posee un adecuado fondo de reservas internacionales líquidas. Es aquí donde la posibilidad de acceso de los DEGs, de cambios en la institucionalidad que rige la política monetaria y de cambios sobre quienes con ineptitud conducen la política monetaria, se hace estratégica para la estabilidad macro. No menos puede decirse de la gestión fiscal en un país donde ni el presupuesto público es conocido y donde la tributación se ha desplomado.

La dolarización de los salarios y de la actividad financiera son procesos ya en marcha que irán contribuyendo con la reaparición de la demanda y la producción en muchos mercados de bienes “no esenciales”, pero en ningún sentido deben concebirse como factores que ayuden a darle un giro significativo a la proyección de crecimiento en 2022.

En perspectiva, Venezuela se enfrenta a un escenario de recuperación hacia 2022 que será más o menos significativo dependiendo de estos tres factores que alcanzamos a vislumbrar (salida del aislamiento comercial y financiero internacional, mejores condiciones para el negocio petrolero y una política macro socialmente responsable). Sin la conjugación de estos factores pareciera que el panorama de crecimiento sigue siendo sombrío lo que explica ciertos escenarios “business as usual” como los dados por analistas locales y otros organismos como la CEPAL, donde el crecimiento de Venezuela para 2022 oscilaría entre 1% y 4%.

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Vea todos los artículos de esta serie:

¿Qué esperar de la economía venezolana en 2022?; por Ronald Balza Guanipa

2022: factores para una ruta de crecimiento vigoroso y sostenido; por Leonardo Vera

2022: recuperación económica y desigualdad; por Omar Zambrano

Perspectivas 2022: Del cambio de paradigmas al cambio de tendencias; por Asdrúbal Oliveros

2022: ¿Terminará la hiperinflación que parecía eterna?; por Giorgio Cunto

El adiós a la hiperinflación en medio de la hipoxia económica; por Tamara Herrera


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