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El deslave de Vargas: una galería fotoperiodística de Roberto Mata y Willy McKey
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Lo que verán a continuación es una galería producida y publicada por la revista +salud, un producto editorial del Grupo Locatel, con fotografías de Roberto Mata y textos de Willy McKey.
Ocho años después del deslave de Vargas, en diciembre de 2007, se recabaron los testimonios de un sobreviviente, un piloto, una pediatra, una psicóloga, un rescatista, una voluntaria, un enlace de rescate aéreo, una religiosa y una periodista que vivieron la llamada Tragedia de Vargas de 1999 desde aristas muy distintas. Todos fueron retratados en los mismos escenarios que ocho años antes eran poco menos que una versión del Apocalipsis. Sin embargo, sus relatos dan cuenta de la ayuda plural –y singular– que movilizó la mayor tragedia natural y emocional del país. Nueve retratos que comparten una historia que todavía no es pasado.
Este trabajo fue publicado en el número 20 de la revista +Salud, editado y coordinado por Vanessa Levy y Mireya Damas, diagramado por Gisela Viloria, bajo el título Vargas, vocación de ayuda.
Carlo Di Giacomo. Sobreviviente.
“Estuvimos un buen rato intentando ver por dónde salir. Éramos una pequeña isla en un gran mar, donde sólo se veían los techos de otras casas. El resto era agua”
“El frío era terrible. La situación era tal que la sensación de calor cuando orinábamos era el único alivio. El agua que podíamos beber era la que tomábamos abriendo la boca al cielo”
“Fue terrible explicarle a mi hijo, de 10 años, que nos íbamos a morir; tratar de decirle que nos encontraríamos con los abuelos arriba en el cielo”
“Recuerdo que me puse frente a una enorme mata de mango, para que cuando el alud me diera por la espalda la entrega fuera inmediata. Era una ola de fango de unos 21 metros de altura”
“El precio que tuve que pagar en bienes perdidos es una ganga, a cambio de la vida de mis hijos y mi esposa”
Julio César Ortiz. Rescatista.
“Cuando estalló la estación eléctrica en el estado Vargas estábamos reunidos guardias, bomberos, rescatistas… En ese momento lo que hicimos fue orar, allí, bajo la lluvia. Hubo un silencio… y cada quien salió a hacer su trabajo”
“Me tocó atender la parte de seguridad en tierra. Ayudábamos a los helicópteros a aterrizar, montar a la gente, cuidar que no excedieran el peso y despacharlos”
“Después del desalojo aéreo, tuvimos que irnos caminando hasta el aeropuerto de Maiquetía. Estuvimos día y medio caminando, pero trabajando en el camino”
“Duré tres días de reposo por una infección en los pies. Cuando llamaron pidiendo de nuevo nuestra ayuda, mi hermana me botó los uniformes para impedir que bajara. Fingí que iba a comprar pan y tomé un taxi: en la sede del grupo de rescate me esperaba una compañera para prestarme su uniforme. Y volví a Vargas”
Francisco Pacheco. Piloto de helicóptero.
“Llegué a otro techo y, justo cuando estaba sacando a la gente, la casa se fue. Levanté vuelo: los que se habían montado se salvaron, los que se estaban montando se cayeron… y los que se quedaron en el techo se fueron con el agua. Era una carrera contra el tiempo”
“Venían con planos dibujados. Que si en tal zona… tres casas más arriba… donde está la antena parabólica… A esa gente había que decirle: ‘señores, eso ya no existe’”
“Una de las veces que volví a Caracas me impresionó ver los adornos de Navidad. La gente no caía en cuenta de que detrás de la montaña otros estaban muriendo”
“Imagina en el cielo 20 helicópteros esperando entrar a Maiquetía, otros 20 cargando combustible y despegando, otros más volviendo cargados de heridos… Era como una guerra… y todo el que ha estado en una guerra queda marcado”
José “Choco” Armas. Enlace de rescate aéreo.
“Yo, como tripulante, era responsable de la seguridad del helicóptero. Había que decidir a quién atender primero, tratar de organizar a las víctimas y, a la vez, defenderse del malandraje, que abordó la zona primero que cualquier nave. Estar en tierra y decidir… ser la sensatez en medio de la crisis”
“Tal vez lo más difícil fue tomar la actitud del tirano en algunos momentos. Pero lamentablemente había que tener carácter y decir ‘señores, mientras yo esté aquí tienen una oportunidad de salir, así que se organizan’. Había que gritar, contra el ruido del helicóptero, de la lluvia, de las piedras, frente a personas llenas de pánico”
“Lo más duro era enfrentarse al llanto, a la agonía, al grito… a la impotencia. Te cargas de todo lo que estás viendo y tratas de no transmitirle eso al piloto: necesitas que él esté en sus cinco sentidos”
Miriam Polly. Pediatra.
“Llegamos al puerto. Todo era destrucción y tragedia. Muchos niños solos y madres desesperadas porque no encontraban a sus hijos, personas que habían visto morir a todos sus familiares…”
“El contraste entre Caracas y La Guaira era horrible. En la carretera desolada aparecía gente deambulando, pidiendo cola, agua, comida… todo en medio del cerro caído, de la muerte…”
“En Galipán vi bajar cinco cadáveres cubiertos por el lodo… los cuerpos de una familia completa: la mamá, el papá y los tres hijos… enlodados… como momias. Fue horrible”
“A pesar de la colaboración, la tragedia dejó un resentimiento muy grande en la familia venezolana. Y más en quienes no han recibido la ayuda necesaria”
“Siempre pienso en la tragedia… y siento que viene otra y que no aprendimos lo suficiente. Pero allí estaré, dispuesta a ayudar”
Karen Racines. Periodista.
“Soy de aquí, vivo aquí y me crié aquí. La gente que me contaba sus tragedias eran la mamá de una compañera de clases, una vecina, el dueño del supermercado… eso te quita la posibilidad de ser imparcial”
“Tenía la terrible responsabilidad de jerarquizar las noticias antes de enviarlas, de tener que batallar con el poder y el compromiso que tienes en las manos. No podía publicar la historia de treinta o cuarenta personas… pero, eso sí, a todo el que se me acercó lo escuché”
“Hubo una cobertura que fue vital: gente que encontró a sus familiares porque oyó sus nombres en la radio o que estaba viendo televisión y vio que estaban llegando a La Carlota”
“No he visto en los medios una tragedia que se parezca a la de Vargas. Es el asunto de ver las cosas desde lejos: es imposible sentir una tragedia más grande que la que sufrió mi pueblo”
Carmen Elena Dos Reis. Psicóloga.
“En la Escuela de Medicina J.M. Vargas un estacionamiento sin estrenar se usó como albergue. Allí conversábamos con los afectados, abordando sus necesidades, dándoles el espacio para llorar, para explicarse, para drenar…”
“Algunos tuvieron que ser retirados del albergue por motivos de conducta, pero muchos más fueron de gran ayuda: personas afectadas que colaboraban voluntariamente”
“La tragedia nos marcó a todos, para bien y para mal. A raíz de la emergencia, por ejemplo, está la Red de Apoyo Psicológico… pero lo que se logró fue gracias a la buena intención, no a la planificación”
“Quizás lo que más me impactó fue conocer, a través de sus consecuencias, los problemas previos a la tragedia. Hablo de situaciones de maltrato, de conductas delictivas, de inestabilidad social. Había una tragedia detrás de la tragedia”
María Matilde Salcedo. Voluntaria.
“En La Carlota el ambiente era de improvisación. Era difícil saber hacia dónde dirigirse, con quién hablar…”
“Era muy fuerte recibir a los familiares buscando a sus parientes, revisar las listas de nombres y ver que no estaban. Algunos aparecían asignados a un centro, llamábamos y nada…”
“También había un deslave emocional. ¿Qué puedes decirle tú a una persona en ese momento? ¿Que se calme? ¿Que todo va a estar bien? No… eso no servía de nada”
“Uno de ellos volvió a su casa y, entre lo poco que recuperó, estaba un rosario de cerámica. Nos los regaló, diciéndonos ‘tomen… es lo que puedo darles por haberme ayudado’”
“No dudaría en volverme a incorporar como voluntaria, como ciudadana, como venezolana, como profesional, como psicóloga. Iría a donde me necesiten”
Hermana María Delmira. Religiosa.
“Dios a veces se manifiesta así a través de la naturaleza, pero eso no es un castigo divino. No puede ser un castigo la oportunidad de reconocer que estábamos alejados de Dios y que necesitábamos volver a Él, la oportunidad de ayudar a un hermano. Queda allí la gran esperanza de ser diferentes”
“En ese momento hay que acompañar: si quieren llorar, que lloren… pero a la vez hay que fortalecer la fe, darles la esperanza de que el ser querido que perdió está presente en Dios”
“No sentí miedo, pero recordé mucho las escrituras de San Mateo, donde dice que dos personas estarán moliendo, una se irá y otra se quedará. La gente nos contaba ‘estábamos los dos sentados, él de un lado y yo del otro, cuando vino la avalancha y se lo llevó. No le alcancé a dar la mano’, o decían ‘la casa se partió en dos… yo estaba en la cocina y se llevó la sala’”
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Este trabajo fue producido en 2007 por la revista +salud y publicado en el número 20 de ese producto editorial del Grupo Locatel. Las fotografías son de Roberto Mata y los textos forman parte de testimonios recabados por Willy McKey. Fue un trabajo editado y coordinado por Vanessa Levy y Mireya Damas, diagramado por Gisela Viloria, bajo el título “Vargas, vocación de ayuda”.Roberto Mata y Willy McKey
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