Salomón Rondón celebra después de anotar el gol del empate contra Argentina, en el partido de eliminatorias jugado este jueves 10 de octubre de 2024 en Maturín, Monagas. Fotografía de Ronald Peña R. | EFE
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Venezuela y Argentina empataron en el Estadio Monumental de Maturín. Con el resultado, la Vinotinto suma 11 puntos, ocupa el séptimo lugar en la tabla de clasificación y sigue invicta jugando en esa cancha.
Salomón Rondón aprieta los labios durante un segundo y lanza su mirada hacia el suelo. El árbitro acaba de pitar el final del partido. Empate a un gol entre Venezuela y Argentina, el jueves 10 de octubre de 2024. En otra época, habría sonrisas en la noche de Maturín. No en ésta. Rondón tiene los brazos en jarra, con cada mano puesta sobre su cadera. A juzgar por el gesto y la pose, está decepcionado, incluso frustrado. No es el comportamiento de quien anotó un gol que, cuando se estén sacando las cuentas para saber si Venezuela va o no al Mundial, quizá sea recordado.
Tal vez, en ese instante posterior al pitazo final, Rondón pensó en el tiro libre cerca del área que no pudo cambiar por gol; se preguntó qué pudo haber hecho distinto para que el remate del primer tiempo, ese que pasó entre las piernas del arquero argentino Gerónimo Rulli, terminara en la red y no fuera rechazado por Nicolás Otamendi. Quizá se preguntó si pudo haber cubierto mejor una u otra pelota, para dar tiempo a que otro compañero superara las olas que había en el campo, inundado por una tormenta, y seguir un ataque; o no pensó en nada de eso y lamenta haber perdido dos puntos en vez de sumar uno contra la selección del país de donde salió criticado tras irse de River Plate.
Más allá de cualquier motivo, lo relevante de ese gesto es lo que sugiere: Salomón Rondón, capitán de Venezuela, campeón por aquí y por allá jugando en distintos clubes, está insatisfecho con un resultado que en otro momento se estaría festejando. Él es parte de una generación de futbolistas a los que este tipo de empates les parecían remotos y ni hablar de las victorias. En ese instante, con los labios apretados y mirando al suelo, Rondón compuso su propio ensayo sobre la ambición deportiva que debe tener la Vinotinto sin decir ni escribir una sola palabra.
Este ciclo mundialista, junto con los partidos de la Copa América 2024, le están sirviendo para armar una antología con todas sus virtudes deportivas. Cuando el partido requirió de alguien que se aburriera de bajar balones para sus compañeros, ahí estaba Rondón. Si el juego necesitaba de alguien que se fajara contra los defensas rivales cerca del área, ahí estaba Rondón. Si era necesario un gol imposible, aquel contra Canadá, ahí estaba Rondón.
Contra Argentina, el delantero amplio esa colección de escenas para un collage de atacante total al que en Venezuela —y quizá también en los clubes donde estuvo— sólo le ha faltado mejor compañía. Dentro de unos años, cuando revise su carrera, es probable que recuerde este gol en alianza con Yeferson Soteldo, quien alcanzó línea de fondo por la izquierda, encaró y logró tirar un centro al corazón del área. Cuando la pelota iba hacia Rondón, puede que el atacante viera pasar los miles de centros que no venían con tanta precisión y tensión. Sabía que no podía desperdiciar el detalle de Soteldo, que era necesario imponerse entre dos centrales argentinos y rematar de cabeza con la fuerza suficiente para tumbar un árbol.
Gol.
La anotación representó el empate final de un partido extraño para analizar por las condiciones del campo. Hubo barridas y acciones en las que los pies de los futbolistas hacían de surfistas rompiendo olas con las colas de sus tablas. Pero no había quillas, sino tacos y una pelota ahogándose entre pozos y siendo rescatada cada tanto por venezolanos y argentinos. En ese contexto, la sensación es que la cancha favoreció más a Venezuela que a Argentina: el equipo de más calidad técnica es el que más sufre cuando todo se embarra.
Argentina no podía establecer asociaciones, aprovechar espacios al vacío, ni agruparse en torno a la pelota, ese sol sobre el que gira su sistema. En cambio, Venezuela sí se halló en un entorno hostil, con sus mediocampistas enfocados en el juego físico, en incomodar cada posesión rival, antes que en crear. Quizá no tenía mucho sentido intentarlo: lo más probable es que esos balones terminaran detenidos por el agua. La Vinotinto apostó por el juego directo, saltándose alturas de creación, intentando llegar rápido al área rival, y encontró premio en ese plan: la saga argentina tenía complicaciones para atender los balones venidos del cielo.
Venezuela se mantuvo en el partido de esa forma, sacando provecho de las circunstancias sin resignar sus opciones ofensivas y apagando algún incendio en la defensa. No muy lejos del arco rival, casi siempre encontró a Salomón Rondón. Hasta el punto de que, durante la transmisión del partido por TyC Sports, el comentarista dijo sobre él: “Parece el del Málaga”. Aquella fue su versión más salvaje, una que invitaba a pensar en comparaciones con otras bestias. Didier Drogba. Julio Baptista. Diego Costa.
El de Catia no se convirtió en uno de ellos y, tiempo después, se puede entender que tampoco tenía que hacerlo. Le bastaba con ser Salomón Rondón, el delantero con más goles en la Vinotinto (45), un futbolista que ya entra en las discusiones sobre el mejor jugador en la memoria del país, y al que, por sobre todas las cosas, le amargan los empates. No importa si es el tercero en la historia contra Argentina, actual Bicampeón de América y Campeón del Mundo. No importa.
Nolan Rada Galindo
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