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Eran las 22:00 horas cuando Wangu Kanja viajaba en automóvil con amigos por Nairobi, cuando, de pronto, cuatro hombres armados se les acercan, hacen frenar el coche y abren las puertas, amenazándolas. Suben al automóvil y se dirigen hacia el cajero automático de un banco. Allí bajan dos de ellos y sacan dinero con las tarjetas de sus rehenes. Dejan en libertad a los amigos de Wangu, y uno de los hombres la viola. «De pronto todo se puso oscuro”, describe Wangu la situación que vivió en 2002. Tenía 27 años. Durante mucho tiempo sufrió bajo las consecuencias del ataque, empezó a beber y se enfermó de depresión. No sabía cómo elaborar su trauma, hasta que, tres años después de haber sido violada, tomó una decisión: ayudar a otras mujeres que habían sido víctimas de una violación. Así fue como fundó una ONG para víctimas de violencia sexual en Kenia.
Gran cifra oscura de casos de violación
En muchos conflictos armados, la violación es un arma de guerra. En años pasados, en los Balcanes, en Congo Oriental, y también en Siria, donde las víctimas son, sobre todo, mujeres yazidíes. En muchos países africanos, la violencia sexual contra mujeres es algo cotidiano, que se propaga también por las cercanías de las regiones en crisis. USAID, la Agencia de EE. UU. para el Desarrollo Internacional, estima que un 14 por ciento de las mujeres kenianas han sido víctimas de violencia sexual, al menos una vez en su vida. Es decir, una de cada siete de ellas ha sufrido una violación. En Tanzania, país vecino a Kenia, una de cada tres mujeres de 15 a 49 años ha sufrido violencia física y sexual en los últimos 12 meses, de acuerdo con estadísticas del Banco Mundial.
Sin embargo, en muchos casos, las mujeres no se atreven a presentar una denuncia por temor a que los violadores no sean juzgados por falta de pruebas. Y eso es lo que Wangu Kanja quiere cambiar. En un pabellón frente al centro de congresos Inselhalle de Lindau, una ciudad a orillas del Lago Constanza, en el sur de Alemania, Wangu informa durante la 10ª Asamblea Internacional de Religiones por la Paz a algunos de los participantes, de 125 países, sobre su trabajo. Pero la activista no está sola: la acompaña la criminalista Lisa Smith, de la Universidad de Leicester. Juntas desarrollaron un método que permite identificar más fácilmente a violadores. Se trata de un test de ADN para el cual las mismas víctimas pueden extraer pruebas, de modo que les resulte menos intimidatorio y más simple poder presentarlas a la Policía.
La prueba de ADN ayuda en territorios en los que faltan hospitales
Lisa Smith muestra los instrumentos médicos del paquete que se ofrece a las víctimas: «En caso de que una mujer haya sido violada oralmente, pueden tomar una prueba de su boca con este hisopo, hasta tres días después del ataque”, explica. Además, el set contiene un tubo de plástico en el que las mujeres pueden extraer pruebas vaginales. A partir de finales de 2019, voluntarios distribuirán los paquetes en diferentes regiones de Kenia, sobre todo en el campo, donde no hay hospitales. Este método es, según Lisa Smith, mucho más barato que los que se ofrecen actualmente. ¿Qué tiene que ver esto con la religión? Wangu Kanja explica a los participantes de la asamblea que su objetivo es justamente llegar a las autoridades religiosas, para que sensibilicen a la población acerca de las violaciones. «Además, la iglesia es a menudo un lugar al que las víctimas de violación se acercan para buscar ayuda y apoyo”, añade.
Efecto de prevención
Wolfgang Schürer, uno de los organizadores de la 10ª Asamblea de Religiones por la Paz en Lindau está convencido de que el test puede ser muy útil y tiene grandes esperanzas: «Si se corre la voz de que existe un método así en las regiones rurales, ya su existencia podría tener un efecto preventivo”, subraya. Es decir, que podrían disminuir los casos de violación. «Si podemos hace un aporte para este proyecto, ya solo por eso esta asamblea vale la pena”, agrega.
El objetivo de Wangu Kanja es claro: lo que quiere es que alguna vez se logre erradicar del todo la violencia sexual en Kenia. Asimismo, que las víctimas siempre tengan la posibilidad de denunciar a sus victimarios para que estos sean perseguidos por la ley y juzgados. «Además, quiero fundar una institución en la que las mujeres que han sido violadas puedan recuperarse y sanar”, señala. Porque Wangu saber que luego de una violación no solo debe curarse el cuerpo. Sobre todo, es la dignidad lo que debe recuperarse.
(cp/jov)
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