Fotografía de STR / KCNA VIA KNS / AFP
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Ordenó la ejecución de su tío y el asesinato de su medio hermano. Gastó millones de dólares para desarrollar y probar una bomba de hidrógeno y misiles balísticos intercontinentales mientras su pueblo enfrentaba una grave escasez de alimentos. Intercambió amenazas de aniquilación nuclear con el presidente estadounidense, Donald Trump, y dijo que este era un “anciano senil estadounidense con un trastorno mental”.
Pero eso fue el año pasado.
En meses más recientes, el dirigente de Corea del Norte, Kim Jong-un, ha logrado una de las transformaciones de imagen más impresionantes de la diplomacia moderna.
El hombre a quien los críticos describían como un dictador asesino y un lunático nuclear ha estrechado la mano del presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, y ha tenido conversaciones cercanas con este, quien ha impulsado una nueva percepción sobre Kim.
El norcoreano ha persuadido a Seúl y a Washington a negociar con él al ofrecer como incentivo la posible desnuclearización de su país. Su popularidad ha mejorado entre surcoreanos, según encuestas, y ahora se prepara para ser el primer líder de Corea del Norte en reunirse con un presidente estadounidense en funciones.
Con este enfoque deslumbrador de iniciativas diplomáticas en la víspera de la histórica cumbre con Trump, a celebrarse el 12 de junio en Singapur, Kim se ha redefinido de manera eficaz. Algunos surcoreanos incluso dicen confiar más en Kim que en Trump, a pesar de la alianza de décadas que ha habido entre Seúl y Estados Unidos; en parte por la volatilidad del presidente estadounidense, que en un momento incluso canceló la reunión antes de restablecerla.
Imágenes recientes donde aparecen Kim y Moon caminando por el bosque, y otras en la playa donde el dirigente norcoreano discute el programa nuclear de Corea del Norte con el presidente de China, Xi Jinping, cristalizaron el estatus mejorado de Kim entre los surcoreanos.
A pesar del cambio de imagen, es poco probable que Kim entregue sus armas nucleares en el corto plazo, o que relaje el control de su régimen represor. Sin embargo, ha demostrado ser un estratega capaz —hay quienes lo llaman “encantador”— que demuestra tener disposición para recalibrarse.
“Cuando Kim Jong-un decidió mejorar los lazos con Corea del Sur y Estados Unidos, supo que no podía hacerlo con su imagen de tirano represor”, comentó Kang Dong-wan, un experto en “políticas de imagen” de Corea del Norte que trabaja en la Universidad Dong-A en Busan, Corea del Sur. “Ha creado un nuevo retrato de él en el extranjero: el gobernante de un país normal”.
Kim, de 34 años, a menudo ha sido caricaturizado como un niño regordete que juega con misiles nucleares, pero también es el gobernante de un régimen totalitario adepto a hacer teatro político con el fin venderse como alguien carismático a nivel nacional y de fomentar su agenda en el extranjero.
“El mundo le presta atención no solo porque tiene unas cuantas armas nucleares sino, en mayor grado, por su imagen de líder con poderes místicos, por el control absoluto que tiene sobre un país muy consolidado, reglamentado y disciplinado”, señaló Chung Byung-ho, un antropólogo de la Universidad Hanyang de Seúl, la capital de Corea del Sur.
Este año, Kim comenzó la transformación de su imagen cuando buscó un acercamiento con Corea del Sur, país que estaba ansioso por fungir como intermediario entre Pionyang y Washington después de un año en el que parecía que estos países estaban al borde de entrar en guerra. En un discurso que dio en Año Nuevo, Kim ofreció enviar atletas, grupos de animación y emisarios políticos a Corea del Sur para las Olimpiadas de Invierno que se celebraron en ese país en febrero.
Después, Kim logró despertar el apetito de Washington para entablar negociaciones por medio del anuncio de una suspensión de las pruebas nucleares y de misiles, el cierre del único sitio que se sabe es usado para pruebas nucleares en Corea del Norte y la liberación de tres prisioneros estadounidenses. Al parecer, Kim también buscó cubrirse en caso de contigencia, pues se reunió en dos ocasiones con el chino Xi, una maniobra para reparar los lazos desgastados con un viejo aliado asiático que le será útil cuando entre en las delicadas negociaciones con Washington.
El compromiso diplomático significó un alejamiento de la historia norcoreana de grandilocuencia retórica, teatralidades bravuconas, desfiles militares y mítines masivos, elementos que han alimentado la imagen del país como un paria a nivel internacional.
La reinvención de la imagen de Kim fue armada con maestría gracias a la ayuda del gobierno de Moon, antes de la cumbre del 27 de abril.
Cuando Kim llegó a la frontera con el objetivo de reunirse con el surcoreano, a petición de los norcoreanos Moon dio un paso para cruzar la frontera y pisar el suelo de su vecino del norte durante diez segundos. Después, tomados de la mano, Kim y Moon regresaron a Corea del Sur para sostener su reunión, un encuentro que paralizó a los televidentes surcoreanos.
En esencia, la cumbre fue un refrito de viejos acuerdos entre las Coreas y produjo tan solo un compromiso de desnuclearización y paz redactado con vaguedad. Sin embargo, las imágenes hicieron que el suceso fuera todo un éxito.
Hay quienes mantienen la esperanza de que, en su reunión con Trump, Kim probablemente se comprometa a desnuclearizar su país por completo para debilitar el argumento a favor de las sanciones, pero quizá insista en una desnuclearización “por fases”.
Además, argumentan que Kim tal vez tema por la supervivencia de cualquier acuerdo que haya cerrado con Trump debido a la política impredecible de Washington.
“Todo el mundo está siendo timado” por Kim, aseguró Shim Jin-sup, un oficial retirado del ejército surcoreano experto en guerra psicológica y en propaganda norcoreana.
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Este texto fue publicado originalmente en The New York Times en español.
Choe Sang-Hun
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