Copa MundialQatar 2022

Silencio y lágrimas en el debut de Argentina contra Arabia Saudita

Fotografía de Antonin Thuillier | AFP

22/11/2022

Buenos Aires.- Son las 8:00 de la mañana y en el apartamento de al lado no se escucha ruido tras el primer tiempo del partido. De pronto, se oye un golpe. Pocos minutos después, otro. Villa Ballester está a 23 kilómetros del Obelisco –ese monumento que ayer se iluminó de forma especial para alentar a la selección– en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Este barrio es una zona de casas bajas y poco tráfico, distinta a los rascacielos que se encuentran en Puerto Madero y al bullicio cotidiano de la Avenida Corrientes. 

El primero de los golpes se produjo en el minuto 3 del segundo tiempo y luego en el 8. Un lapso de cinco minutos en el que Arabia Saudita anotó. Dos acciones. Dos remates. Dos goles. Máxima eficacia para debutar en Qatar 2022 este martes 22 de noviembre, contra la Argentina de Lionel Messi.

Cuando Messi anotó el gol –al minuto 9, de penal–, en el apartamento de al lado no se escuchó nada. Pero de la calle sí vinieron gritos de celebración, quizá de alguien que seguía el juego desde su teléfono mientras viajaba en un autobús. La hinchada argentina es reconocida por su efervescencia, capaz de hacer temblar estadios enteros y de viajar hacia cualquier lugar del mundo –aún en un contexto de crisis económica–, pero en la cotidianidad el fútbol es algo íntimo; lo suficiente como para hacer que una sociedad con una dinámica diurna en la que muchos locales abren luego de las 9:00 o 10:00 de la mañana, despertara antes de las 7:00 a ver a su selección.

Mientras en Venezuela un partido de fútbol sirve de excusa para juntarse con amigos, en Argentina es un ritual particular al que no puede entrar cualquiera. Quizá por eso, en el apartamento de al lado, no se escucharon voces en ningún momento. Imagino a alguien sentado frente a la televisión, con el teléfono en modo avión. Hay algo de esa rutina que es pública, sí, cuando los distintos locales se llenan de banderas del país, las marcas lanzan sus campañas publicitarias y las imitaciones de camisetas con el 10 se pueden ver en todos lados.

Pero, más allá de todo ese artificio, hay personas con una tradición futbolística que heredaron de abuelos y padres; un hábito que fue tomando forma a través del tiempo hasta convertirse en algo que influye en su estado de ánimo. Eso explica el saludo que Gabriel escribió en Slack: “Vengo temprano a hacerme un harakiri”. Por eso Nadia, una argentina fanática de Diego Maradona y Messi, no tuvo tiempo de consolarse a sí misma luego de la derrota: debía contener a sus dos hijos. Estaban llorando.

Fotografía de Glyn Kirk | AFP

Argentina, el extravío del juego entre offsides y la defensa de Arabia Saudita

Argentina llegó a Qatar con un invicto de 36 partidos y la chapa de Campeón de América. En ese viaje, fue construyendo un estilo de juego reconocible. El equipo necesita de la pelota para crecer. A través de ella puede activar las distintas zonas del campo y divertirse mientras tanto. Cuando en los análisis previos se trataba a la selección dirigida por Lionel Scaloni, uno de los aspectos clave era haber construido un grupo capaz de ejecutar una idea. Como consecuencia de eso, la ilusión de personas como Gabriel, hincha de Rosario Central, y de Nadia, tan fanática de Diego Maradona como de Messi. 

A puro juego y resultados positivos, la selección Argentina integró a una sociedad acostumbrada a la polarización. Ante Arabia Saudita, ese juego asociativo, con circulaciones de balón prolongadas, marcando el ritmo del partido, no se vio. Aunque el resultado exponga a Argentina, con medios de comunicación que definen la derrota como la peor de su historia en los mundiales de fútbol, conviene dar mérito al rival. 

Luego de que Argentina se adelantara, no se descompuso; incluso durante un tramo del juego en el que se sucedieron los tres goles anulados, Arabia Saudita no alteró su plan de juego. Su línea defensiva se mantuvo arriba, próxima al mediocampo, cuando su rival intentaba organizar su ataque. Esto quitó espacio a los mediocampistas en favor de opciones en las espaldas de los defensores, a través de pases filtrados. Argentina aprovechó lo segundo, siguiendo su plan de trabajo durante la semana. Pero cada gol fue anulado y el equipo fue reduciendo su nivel de intensidad, quizá más interesado en reflexionar sobre la innovación tecnológica del VAR antes que en el juego en sí. 

Arabia Saudita despertó a Argentina de ese letargo cuando marcó los dos goles. En minutos, un equipo que pasó 36 partidos sin perder, se vio de pronto en un escenario desconocido. El marcador reflejó una inferioridad que poco a poco se fue instalando sobre el campo. Referentes como Rodrigo De Paul, Leandro Paredes y Alejandro Gómez no pudieron influir para darle al equipo algo de pausa y circulación de balón cuando el resultado era adverso.

Sin ese ecosistema de opciones de pase, jugadores como Lionel Messi y Ángel Di María se extravían. Cuando los espacios detrás de la línea de defensores dejaron de aparecer (o encontrarse), el equipo no supo adaptarse al escenario. Terminó centrando balones como una medida desesperada y no como un recurso posible dentro de su juego. El nervio se impuso ante las ideas.

El jugador Saleh Al-Shehri. Fotografía de Odd Andersen | AFP

Mientras tanto, Arabia Saudita no pareció dudar en ningún momento. Ese compromiso, aún con los riesgos que implicó y que pudo haber significado una goleada histórica, derivó en un ensayo defensivo que quizá nunca olviden en ese país. 

No hay mucho tiempo para lamentos ni para euforias. Eso puede ser un consuelo para los vecinos solitarios y la tristeza de los niños. El sábado, contra México, Argentina tendrá otra oportunidad.


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