Fotografía de Dimitar Dilkoff | AFP
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1.
Un vídeo de la guerra.
Un soldado tendido en el suelo. Está muerto y estar muerto es estar mucho más tendido que sólo tendido en el suelo. Una caída de la que no se levantará por su propio pie. Salir de allí sólo es posible con ayuda de otros.
Un muerto necesita a los otros para salir del sitio, pero los vivos también – quizá aún más.
A su lado hay dos soldados. Detrás un tanque, y humo. Minutos después de un ataque, de un bombardeo. ¿De qué lado? ¿Ha venido del Norte o del Sur? Poco le importa a quien muere. Le importa mucho, al que todavía está vivo.
Al lado del cuerpo, ya definitivamente tumbado, hay otro soldado que casi se arrodilla. Un compañero. Se lleva la mano a los ojos y quizá eso sea una señal a tener en cuenta. Está a punto de llorar, pero no llora.
Al lado de este soldado, otro soldado le pone las manos en los hombros y le dice: “vámonos rápido de aquí, si vuelven a disparar, nos quedaremos aquí tumbados con él.”
El soldado que casi estaba arrodillado y casi llorando se alza, se yergue y no llora.
Los dos vivos se alejan. El soldado muerto se queda.
La amistad en tiempos de guerra no es lo mismo que la amistad en otros tiempos más tranquilos.
“si vuelven a disparar, nos quedaremos aquí tumbados con él.”
2.
¿Y fuera de la guerra? ¿Qué es un muerto?
Esta es una definición posible (hay tantas): es alguien que ha olvidado todo. A su alrededor podemos celebrar efemérides y no olvidad una única línea o palabra que haya dicho, pero él, el muerto, está desposeído del más pequeño pedazo de memoria.
Y sí, claro, el muerto no perdona, olvida.
No confundamos lo que es voluntario (el perdón) con lo involuntario (el olvido).
Esto es la vida, entonces, en ciudad decente: el muerto pierde la memoria y a los vivos se les exige que no copien al muerto: que no olviden.
¿Qué es no abandonar a un muerto? No se trata de hacer círculos obsesivos con los pies alrededor de la tumba. Es otra cosa.
¿Qué es la vida social en ciudad civil? Es la fiesta de la memoria de los que se quedan.
¿Qué es, entonces, abandonar a un muerto? Es no olvidarlo.
Y sí, hay frases que no tiemblan, no dudan; no cambian en tiempos de paz o de guerra.
Si olvidas al muerto amado serás hechizado.
No te quepa duda de eso, compañero.
3.
Existe, en la planificación de lo terrible, una necesidad de orientación espacial, de localización y movimiento – pero también, y por encima de todo, en todo el proceso de la violencia militar en el siglo XXI, algo que va mas hacia el tiempo que hacia el espacio.
Norte, sur, este y oeste – las orientaciones básicas del espacio; cuatro puntos cardenales.
Ayer, mañana y hoy – las orientaciones básicas del tiempo; 3 puntos temporales.
Es evidente que, además de estas divisiones primarias, existen después infinitas subdivisiones.
Pero sí, toda la planificación – ya sea de la creación, ya sea del bombardeo inmoral, parten de las referencias norte, sur, este, oeste, ayer, mañana, y hoy.
Cómo repartir la bondad, cómo repartir la maldad. Cómo repartir la muerte. Cómo colocarlas en el espacio; cómo colocarlas en el tiempo.
4.
Leo una noticia; otro asunto.
“Las acciones del Credit Suisse siguen hundiéndose incluso después de que el CEO Ulrich Koerner haya intentado tranquilizar los mercados, asegurando la estabilidad financiera del banco.”
“Tranquilizar los mercados”, curiosa expresión. En cierto modo, es esto: calmar al dinero. Como si el dinero fuera un animal que empieza a tener miedo. Un animal que tiene hambre y otras necesidades básicas y urgentes.
El dinero tiene hambre, el dinero está enfadado, el dinero está tenso.
5.
Lo terrible que es ver, entonces, ciertas imágenes de la guerra y no poder olvidarlas. Como si las imágenes ganasen volumen y realidad, incluso dándoles la espalda de inmediato.
Y ellas, sin hacer ruido, nos siguen. Miramos hacia atrás y se han ido. Nos damos la vuelta y no dejan de tocarnos el hombro.
Pascal Quignard cuenta que en el siglo IX, un pintos pintó “un caballo en un templo de la secta Schingon”, situado cerca de Kyoto. La pintura era tan extraordinaria y “tan viva” que el caballo “se escapaba todas las noches” y por allí fuera cabalgaba toda la noche sin parar, no dejando a nadie dormir.
Cuenta Quignard que, con el objetivo de inmovilizar definitivamente al caballo en el templo, decidieron borrarle los ojos en la pintura. Ciego, quizá no saldría del templo.
6.
Si cegamos las imágenes, ¿dormiremos mejor? ¿Nos levantaremos con más valentía?
No lo sé compañero, de verdad que no lo sé.
***
Traducción de Leonor López de Carrión
Originalmente publicado no Jornal Expresso
Gonçalo M. Tavares
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