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Seis entradas del Diario de la peste de Gonçalo Tavares

Fotografía de Andrés Kerese | RMTF

29/03/2020

La NASA cancela investigaciones en la Luna

23 de marzo de 2020

La NASA cancela investigaciones en la Luna.

Matteo se come un bocado de pasta junto a la ventana que da a la calle Vittorio de Sica.

Sica fue el director de «Ladrones de bicicletas».

En Lombardía, una mujer grita el nombre de Paolo.

Un enfermo en un hospital de Lombardía ve la cara de su mujer y de su hermano en un ipad bien levantado en el aire por los guantes blancos del médico.

El hotel Marriott se convierte en un hospital de campaña.

Los cuartos de lujo son ahora cuartos para diez personas.

Todo el espacio es usado, distribuido entre máquinas, enfermos y médicos.

Una nueva agricultura urgente siembra enfermos y ventiladores.

El presidente de la Asociación de Pensionados les dice a las generaciones jóvenes que no se olviden de ellos en este momento.

Que no se olviden de sus padres y sus abuelos.

Una niña llora a mi lado.

Un ministro habla de medidas —pesas y cintas métricas para lo que no ve—.

Andreotti, sesenta años, con tapabocas, pasea a un perro muy pequeño con una correa larga.

186 muertos en Francia.

Mi perra, una pastora belga, se llama Roma.

Roma está intacta y viva, y mueve la cola.

Se levanta y parece un oso negro.

Roma no llora, pero no está contenta.

Le digo: Roma no llora.

Termómetro, temperatura 37.2.

Un juego de bolsa individual.

Sube, baja. La temperatura.

Dicen que las fosas de los muertos en Irán pueden verse desde el espacio.

La muralla china, las fosas comunes.

Depende de la altura.

A qué altura te atreves a subir y ver.

37.3 de temperatura.

La temperatura de cada país, la temperatura biológica y no exterior.

El humano 2 tiene muchísima fiebre.

El humano 3 juega en la consola el juego más viejo: lanzar pelotas contra la pared.

Los deportes suspendidos.

Hay un placar macabro que anuncia un solo número que ya no tiene adversario.

Un solo número por país.

Irán: 127.

Roma tiene sed, sirvo agua en su tazón.

Mi mano tiembla, su pata no.

El fin del mundo siempre se ha anunciado en forma de estadísticas.

Karl Pearson en 1901 «fundó el periódico Biometrika».

El siglo empieza cuando se hace necesario tomar la medida de las cosas.

Medir las verticales, las horizontales, el tamaño de los pies, de la nariz, del corazón.

Los grandes números se arriman al inicio de los siglos.

Martha dice que su abuela está bien, pero que en cuanto cuelga el teléfono se pone a llorar.

En 2020 empieza otro siglo.

Martha dice que puede oír a su abuela llorar aún después de colgar.

Eso no es posible, digo.

Sí es posible. dice.

Noticias de dos días:

«Economía italiana muestra fuerte caída en el primer semestre.»

«África con más de 900 casos en 38 países y territorios.»

«Cuatro farmacias cerradas debido a contagio de profesionales.»

El director general de la OMS alerta a los jóvenes: «No son invencibles» y pueden «pasar semanas en un hospital o incluso morir».

Giotto tiene veinte años y se detiene cuando escucha esto.

Me imagino en el altavoz la frase repetida un sinfín de veces: no eres invencible.

«Estados Unidos cancela la emisión de visas.»

En las ciudades italianas, altavoces en que se escucha: no eres invencible.

Céline cuenta que, en medio de los bombardeos de Berlín, una mujer loca gritaba al oído de la gente que pasaba el sonido de la bomba, bruuummmm.

El sonido de una cosa que mata sin hacer ruido.

«Standard & Poor’s baja el ‘rating’ de los Transportes Aéreos Portugueses.»

Autoridades de Yakarta declaran estado de emergencia.»

El sonido de un virus.

«El transporte público en São Paulo puede prohibirse a mayores de 60 años en horas pico.»

462 muertos en España.

Roma bebe agua en su plato, parece estar sedienta o entonces se está convirtiendo en un camello: bebe para los futuros días difíciles.

Los finales del siglo y los grandes números.

Las catástrofes tienen que ver con las estadísticas y no con la persona que está a tu lado viendo las estadísticas.

«Extraño la tele», dice un personaje de Foster Wallace.

«Aprendiste a irte», dice otro personaje de Wallace.

601 muertos en Italia.

Dicen que hasta las partículas más pequeñas, como los virus, los átomos, etc., producen sonido, emiten sonido cuando chocan con las cosas.

El sonido del virus.

Imaginar especialistas en la calle detectando el sonido del virus.

Una forma de matarlo, primero: conocer su música.

601, 601, 601 los muertos en las últimas 24 horas en Italia.

Miro por la ventana, todo vacío: arriba, abajo, a lo lejos.

Un verso de Neruda.

«Andando en un camino / encontré al aire.»

Una mujer italiana dice que Europa abandonó a Italia.

Apago la televisión.

 

¿Estás aburrido/a?

24 de marzo de 2020

«¿Estás aburrido/a? Esta es la música que te va a hacer bailar en tiempos de epidemia.»

Ayer se murió Kenny Rogers.

Hoy se murió Uderzo de un paro cardiaco.

«Favelas de Río de Janeiro sin recursos básicos para enfrentar el coronavirus.»

«Qué dicen los astros en tiempos de pandemia.»

Me acuerdo de Astérix Legionario.

Obélix insistía: para él, un uniforme militar de tamaño medio.

Medio, ir por el camino del medio.

Alejados de los autos, de las paredes.

El camino del medio, tratar de no tocar nada.

En Tel-Aviv y Jerusalén aparecieron los colores de la bandera italiana.

En Toronto aparecieron los colores de la bandera italiana.

En Río de Janeiro, en el Cristo Redentor, aparecieron los colores de la bandera italiana.

Ponernos los zapatos en la mañana para fingir que vamos a caminar.

Una médica en bata, dentro del hospital, habla a través de un altavoz para dar ánimo a sus compañeros.

Rodeada de camillas, enfermos y médicos.

Hace sonar el himno italiano.

¡Italia está orgullosa de ustedes!

Grita la médica en bata y con tapabocas.

Como un entrenador de fútbol, pero a la mitad de una tragedia, no de un partido.

Drones, en París, le dicen a la gente que se vaya a su casa.

Ángela Merkel entra en cuarentena tras estar en contacto con un médico infectado.

Trump dice que la verdadera energía americana no les permite quedarse en casa.

Ford, en vez de autos, produce máquinas para la medicina urgente.

En vez de máquinas para la velocidad, máquinas para la salvación.

Imaginar el motor de un auto junto a la cama de un enfermo.

Dos mundos incompatibles.

Una velocidad no solicitada.

Un motor equivocado.

No necesito esa velocidad, dice un enfermo.

Tengo un abrigo negro, con el cierre hasta arriba, me protejo la garganta.

Al fondo, un limonero que insiste, amarillo, frutos amargos.

El amarillo debería estar protegido.

Los colores alegres protegidos por la Constitución.

Es necesario tender la cama, fingir que salimos durante el día y que fuimos muy lejos.

La cama no entiende que la engañamos.

Estamos todo el día allí cerca, a unos metros.

Engañar a los muebles a la puerta.

Fingir que salimos, abrir y cerrar la puerta.

Puerta ingenua, todo se lo cree.

En China, el Estado controla la temperatura de cada ciudadano.

Más de treinta y siete grados: ciudadano peligroso.

La traición ha salido del lenguaje, ha entrado en la biología.

Estar enfermo es una amenaza para el Estado.

Todo enfermo se vuelve inmediatamente extranjero.

Si estás saludable, eres parte de mi nación; si estás enfermo, hablas otra lengua.

La lengua de los saludables, la lengua de los enfermos.

En un extremo, fusilar a los enfermos por traición.

Los criterios cambian, el Derecho cambia.

Un presidente de cámara italiano une las manos al pedirle a la gente que no salga de casa.

Parece rezar, pedir piedad y dar una orden —todo al mismo tiempo—.

Un médico italiano dice que no entiende por qué van las peluqueras a peinar a las señoras a sus casas.

Dice que los ataúdes van cerrados, que nadie les va a ver el peinado.

Lo dice de una forma violenta.

Yo me callo.

Y sigo callado.

 

A veces, en el mundo terrible

25 de marzo de 2020

A veces, en el mundo terrible, la gente abre un poco la puerta de su casa y escupe al paso de los extranjeros.

Extranjero, en una cierta lengua eslava, me dicen, significa mudo.

Aquel que no habla mi lengua es mudo.

Aquel que no tiene mi historia es mudo.

«Virus detectado en los drenajes de Holanda.»

«El Sol sale a la calle, pero la lluvia vuelve a caer este miércoles.»

Hay barcos atracados en espera de autorización para verter su carga humana.

La naturaleza ha de estar mirando estupefacta a los humanos.

¿Por qué se retiran?

Dos perras.

Jeri, diminutivo de Jeriquaquara, Brasil.

7 años. Y Roma, pastora belga.

Un año.

Mi perra Roma está inquieta.

Una energía excesiva por metro cuadrado.

«Sube a 30 el número de médicos muertos en Italia.»

Basta; ahora otra cosa.

Somos monjes, sí, pero sin la creencia.

Aislarse por miedo o precaución no es lo mismo que aislarse por fe.

Virilio hablaba de la «destrucción del ambiente por la velocidad».

Accioli, en Italia, en la zona Norte, corre en el mismo sitio, en casa, para no volverse loco.

Quedarse en el mismo sitio, pero de manera rápida.

Destruir la casa misma por la velocidad.

Destruir a la familia por la velocidad.

Destruir a la familia por la lentitud.

Veo una carrera de Bolt.

Récord de los 100 metros, 9.58 segundos.

«El Sol sale a la calle, pero la lluvia vuelve a caer este miércoles.»

Imagino a la gente saliendo de casa y yendo a festejar con Bolt el récord mundial.

Estar el mínimo de tiempo fuera de casa.

Hacer lo esencial y volver.

Ser un velocista, pero en el trayecto ir haciendo cosas con las manos.

Comprar alimentos.

Conducir el auto.

La velocidad de la cabeza y la velocidad de las manos.

Escuchar el radio en el auto y exigir un aumento en la velocidad del discurso.

Que en el radio empezaran a hablar con una rotación equivocada.

Me acuerdo de un vinil.

La historia infantil de los tres cochinitos y el lobo feroz. En un disco.

Decía que el lobo era malo, muy malo, completamente malo.

Pero nadie es malo, muy malo, completamente malo.

«La catástrofe sería la presencia simultánea de todas las cosas»,

dijo Sloterdijk, en una vieja entrevista.

La catástrofe ahora como la ausencia de todas las cosas.

Noticias de dos días.

En Croacia, un terremoto exige que la gente salga a la calle y un virus exige que la gente se quede en casa.

La gente sale a la calle, pero manteniendo la distancia.

Están revueltas, las opciones: salgo, me quedo.

Roma mueve la cola, tiene sed.

Jeri, pacata, consume energía mirando las cosas.

Tomo un ángel de veinte centímetros de altura.

Está hecho de un material extraño.

Parece blando por dentro.

Voy a buscar un cuchillo de cocina.

Me detengo.

Dejo el ángel y el cuchillo de cocina lado a lado.

A ver si el cuchillo hace más valiente al ángel, a ver si el ángel ablanda al cuchillo.

Estoy mirándolos a los dos como si recién se hubieran hecho amigos.

Pero no es así.

738 muertos en España.

En Italia, 683.

Portugal, España, Francia, Italia, Estados Unidos, Brasil Irán, Corea el Sur, Holanda, Bélgica.

La temperatura de un país se mide por el número de muertos.

Una temperatura negra, grotesca.

Hija de puta, esa temperatura.

Escuchar un número como se escucha una respuesta.

Pero nadie hizo ninguna pregunta.

Las tiendas de hamburguesas en el Reino Unido están cerrando.

Leo un libro sobre las características de los animales.

Cada animal tiene su propia locura.

Hay mucho miedo en los hogares.

Es como una amenaza pública contra los más viejos.

¿Qué sentirán los que tienen más de setenta, más de ochenta años?

La ropa tiene que lavarse a, por lo menos, setenta grados.

Es necesario quemar al enemigo.

Hay un verso que me gusta, pero lo olvidé.

Roma juega con Jeri, ninguna de las dos entiende nada.

Mi ángel está boquiabierto.

Pero no por voluntad propia.

Fui yo el que le abrió la boca por la fuerza.

Pero todo esto lo asombra.

NI los seres que vienen de allá arriba entienden muy bien lo que pasa acá abajo.

El ángel tiene la boca abierta.

 

La sala Chaikovski, en Moscú

26 de marzo de 2020

La sala Chaikovski en Moscú lleva varios días vacía.

El Papa Francisco dio negativo en la prueba del Coronavirus.

Imagino, en algunas iglesias, las grabaciones de la misa volviendo al latín.

Es necesario volver atrás.

En Europa, la gente deja su lengua en la puerta, del lado de afuera.

Abdica de su lengua anterior y empieza a hablar otra.

El latín es una posibilidad.

También podemos gritar.

Una mujer de noventa y seis años se recuperó y estoy seguro de que prometió que no se va a morir.

En la sala Chaikovski, en Moscú, sin duda tendrán que sacar el piano del escenario.

En la casa de al lado, Manu Chao: Me gustan los aviones, me gustas tú.

Me gusta viajar, me gustas tú.

Puede la cabeza estar asustada, los pies no.

Bolsonaro dice que las iglesias y los supermercados deben seguir abiertos.

Militares desinfectan hogares de ancianos.

Hay hombres viejos en toda Europa transportados en camiones militares.

Es necesario abrir la ventana de vez en cuando, porque el aire, cuando se estanca, se vuelve demasiado sólido y pesado.

Al parecer, algunas fiestas inútiles se cancelaron.

Manu Chao: Me gusta marihuana, me gustas tú.

Giro sobre los talones para fingir mucho movimiento.

En los periódicos disminuyeron las páginas de anuncios de citas sexuales.

Todas las fotos de cuerpos excitados son viejas.

Tenemos dos meses para actualizar lo importante.

Debería estar ahí, el anuncio.

Dicen que los pedidos de productos de belleza online han aumentado mucho.

Hay noticias que aparecen en mi cabeza.

Moscú cierra restaurantes, tiendas y parques.

157 muertos en Irán.

España supera los cuatro mil muertos.

Le enseño a mi perra Roma a estarse quieta, sólo mirando.

Parece decirme: eres un tonto.

Elias Canetti: «Todo lo que aprendo lo transformo en miedo.»

Aprender a esperar como si esperar fuera hacer algo.

Abro online los periódicos que explican cómo desinfectar las botas con las que uno va a la calle.

España 498, Francia 365, Irán 157, Italia 712.

«Hombre ejecuta a su rival con dos disparos en la terraza de un bar.»

Las balas no están obsoletas.

«Sube la bolsa de Nueva York.»

En la Revolución Francesa, muchos empezaron a dispararle a los relojes.

Me levanto de la silla, me baño.

Un disparo en la nuca de un reloj.

Un disparo en la cara de un reloj.

Jeri, la golden, tiene los ojos melancólicos.

Roma, la pastora belga, tiene los ojos estupefactos.

Siempre está sorprendida.

Sol, allá afuera.

«No olvides ajustar tus relojes. Va a cambiar el horario este domingo.»

Los hombres en la calle tienen ahora los ojos estupefactos.

Todos estamos sorprendidos.

Imagino a los empleados de un gobierno empezando a dispararle a los relojes públicos.

Una bala de lleno para detener el tiempo.

Como si el tiempo fuera el animal que hay que cazar.

«El Maracanã se convertirá en un hospital para acoger a los enfermos.»

Estados Unidos 116, Alemania 33, Portugal 17, Inglaterra 115.

Una amiga en el teléfono me dice: necesito dispararle a alguien.

Le hablo de la historia de los relojes.

La generación de humanos con los ojos estupefactos.

Una nueva generación de humanos.

Los humanos sorprendidos.

El siglo XXI partido en dos por un virus.

Dos siglos en este siglo.

 

Levanto los talones, luego la punta de los pies

27 de marzo de 2020

Levanto los talones, luego la punta de los pies.

Un partido de futbol Grémio-Flamengo.

«Deje de vivir con dolor en las articulaciones», informerciales en la televisión.

Oprimo un botón.

Oración del Papa por la humanidad, canal 1.

La Plaza del Vaticano vacía.

El Papa le habla a un enorme espacio vacío.

Oigo en muchas casas personas que se arrodillan.

Hay cosas que es posible oír en determinados momentos y en otros no.

En estos días, se oye todo.

Hasta el ruido de alguien que se curva a muchos kilómetros de distancia.

Suenan las campanas en la basílica de San Pedro.

El arte de tocar campanas, un arte de las manos, del control de la fuerza.

Campanas que no aceptan que las toquen mecanismos.

Campanas de metal humano.

Pero en estos días  a veces han sido las máquinas las que permanecen en sus puestos, cumpliendo su misión, sin miedo.

A veces es necesario rendir un homenaje a las máquinas.

Ellas permanecen.

Alguien me dice que no había nadie para tocar las campanas.

Sólo las máquinas.

Auden: «…sufren, no hacen otra cosa.»

No hablaba de las máquinas.

Caricaturas, canal 2.

Programas vespertinos: ¿Qué le parece todo esto? Le pregunta alguien a alguien.

No sé de qué hablaban, pero uno de ellos responde y otro escucha.

Canales informativos: uno, dos, tres, cuatro, cinco. Dejo de contar.

Bérgamo, ciudad terriblemente golpeada.

Ayúdenos, dice el director de un hospital en Bérgamo.

Una adolescente de 13 años muere en Francia.

La industria de perfumería francesa de lujo produce alcohol protector.

No hay mejor olor que el olor de un ser humano vivo.

Cuatro enfermeros elevan un cuerpo en la puerta del hospital y lo transportan apoyado sobre sus hombros: un enfermo, está vivo.

En Estados Unidos hay miles y miles de infectados.

Conductores de camiones avanzando por una Europa desierta.

Un programa sobre perros que no pueden ir a ninguna casa porque no tienen aún los papeles en orden para que los adopten.

Perros con problemas mentales, falta de compañía.

Perros con los codos fracturados, radiografías de patas de perros.

Después de ver tantas radiografías de pulmones es raro ver radiografías de patas o piernas.

En estos días, pareciera que el cuerpo humano sólo tiene pulmones.

Nos asusta la presencia del resto del cuerpo.

Parece una invasión. Un insulto.

Televisión, cambio de canal.

Un programa que se llama isla del amor, donde hombres y mujeres cubiertos de tatuajes y en traje de baño fingen cuidar a un niño que en realidad es un muñeco.

Un muñeco que imita a un bebé, llora, y creo que a cada pareja musculosa le dan puntos por la forma en que trata al bebé muñeco.

Covid 19, dudas en un canal: cómo bañar y al mismo tiempo guardar la distancia respecto a alguien que está infectado y es incapaz de moverse.

50 ancianos se trasladan de un asilo a un hotel.

Ahí viene Everton, vamos a ver qué hace. La narración del Grémio-Flamengo.

Partido grabado y transmitido en un canal.

No vi qué hizo Everton.

Me levanto para ir por una manzana.

Un cuchillo, una manzana, un aura negra en torno.

Es necesario comer.

Una niña, en Italia, le sopla a una manzana como si estuviera apagando las velitas de un pastel, le sopla para ahuyentar al virus.

Hay un ritual.

Comerse una manzana se convierte simbólicamente en un cumpleaños.

Los cumpleaños se vuelven diarios.

Auden: «Aquí la guerra es imponente como un monumento»

Un amigo me manda un SMS, me pregunta por mi ángel de trapo.

Le respondo que hace días no lo veo. Que lo perdí de vista.

 

«La salvación pende de la pequeña fisura»

28 de marzo de 2020

«La salvación pende de la pequeña fisura en la catástrofe continua», escribió Walter Benjamin.

Es necesario salvar en los pequeños intervalos, en las pausas.

Cuando el diablo se distrae por un segundo, ahí hay una fisura.

Y ahí entra la salvación.

España.

Día 26 de marzo: «en la planta número 4, en la habitación 429 del Hospital del Mar».

Un video.

En el Hospital del Mar, una enfermera toma su propio celular y le hace una llamada al hijo de un enfermo.

4º Piso, cuarto 429.

Hace una videollamada, toma el celular, lo dirige hacia el rostro del enfermo.

«Respira bien, sí, sin la máquina», le dice ella al hijo del enfermo encamado.

Y repite, sonriendo: «¿No ve? ¿No ve?»

Quiere mostrarle que su padre no está tan enfermo, que ha mejorado.

Repite: respira sin la máquina, ¡sólo tiene la mascarilla!

Habla como si le anunciara a un padre que acaba de nacer su hijo.

Pero no.

Le está anunciando a un hijo que su padre aún está vivo.

El enfermo levanta la mano y la lleva hacia la imagen de su hijo.

La enfermera acerca el celular.

La mano queda a unos centímetros de la pantalla.

Tocar el rostro de un hijo en la pantalla es en estos días tocar el rostro de un hijo.

¡Hola! Yo soy Susana, le dice la enfermera con un tono feliz  al hijo que está del otro lado de la pantalla.

Es necesario infiltrar en las fisuras la alegría.

Como si la alegría fuera un material médico.

Casi un material de salvación.

Ciertos enfermeros usan ese material.

Qué bueno, José, dice la enfermera. Viste a tu hijo.

El que lo filma todo es un compañero de cuarto del enfermo José.

El que lo filmaba, otro enfermo, termina la grabación diciendo, con voz cansada, la frase:

«Mucha felicidad para todos».

Una persona que está enferma habla de la felicidad de los otros.

Una persona que está enferma logra cambiar de tema.

El tema no soy yo, dice —desde una cama de hospital— la persona que les desea felicidad a los otros.

Hay fisuras evidentes y hasta hermosas en la catástrofe continua.

Benjamin habla de una investigación necesaria. Comprender si los extremos de la salvación tienen o no dos nombres: demasiado pronto y demasiado tarde.

Escribo.

La salvación es lo que está a la mitad entre el demasiado pronto y del demasiado tarde.

La salvación sólo existe como efecto de una absoluta puntería en el tiempo.

Atinarle al tiempo como a una diana móvil que tiene dos límites exteriores: demasiado pronto / demasiado tarde.

Ya se ha visto que la peste no es una fisura, no es nada que se remiende fácilmente.

La alegría no basta, pero es necesaria.

Una alegría que salvara, que fuera una máquina para hacer respirar a quien empieza a no poder respirar.

Una máquina no puede dar alegría.

O tal vez sí, pero no de manera directa.

Una máquina cuya función fuera instalar en la fisura de la enfermedad una alegría elevada o por lo menos mínima.

Mandar a hacer máquinas que no existen en fábricas que todavía no existen.

Leo La Repubblica y me estremezco.

Digo en voz alta la frase.

Repetir en voz alta una frase hasta que se disuelva en el aire, como si no hubiera existido.

Repetir 100 veces una frase para que desaparezca.

Como si el uso repetido fuera una forma de destruir las frases y las cosas.

En La Repubblica dicen que en Lombardía ya no hay abuelos.

Esta es la frase.

Es necesario repetirla hasta que desaparezca en el aire.

Ocultarla debajo del suelo o entonces repetirla hasta que desaparezca en el aire.

En La Repubblica dicen que en Lombardía ya no hay abuelos.

***

Este texto fue publicado originalmente en portugués en el diario Expresso de Portugal. La traducción al español es de Paula Abramo.


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