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Se llamaba Néstor Zavarce

05/12/2021

Néstor Zavarce, circa 1970: Tito Caula ©Archivo Fotografía Urbana

Cuando Néstor Zavarce participó en el elenco de la telenovela Esmeralda, en 1970, su nombre no aparecía en el rótulo protagónico, reservado a Lupita Ferrer y José Bardina. Ni siquiera se le concedió una mención aparte -que sí tuvo Ada Riera, su pareja en la historia-. De hecho, los créditos, que rodaban mientras sonaba el instrumental de “Las flores que me diste” de Vicente Emilio Sojo, aparecían así: «Con Adita Riera en el papel de ‘Graciela’ y las actuaciones estelares de Eva Blanco, Ivonne Attas, Esperanza Magaz, Orángel Delfín, Néstor Zavarce y Hugo Pimentel». Lo pusieron de penúltimo. Una ordenación incomprensible, puesto que de todos los mencionados el falconiano era quien tenía mayor cartel. De todos, Zavarce era el único que podía jactarse de haber sido: revelación infantil, estrella de cine en Venezuela y otros países de América Latina, cantante famoso, uno de los mayores vendedores de discos en su país, compositor, animador de espacios televisivos y de espectáculos maratónicos. De aquel conjunto, muy distinguido sin duda, solo él había estado en escenarios de muchos países, ganado los premios más importantes de Venezuela y llevado a ambulatorios para restañar las heridas producidas por muchachitas fanatizadas que, en su deseo de acercarse a él, tocarlo, arrancarle un pedacito de corbata o camisa, lo habían dejado como un cristo. Y no una, muchas veces. Esto, antes de que los Beatles probarán las uñas de unas audiencias a las que habían arrancado lágrimas, gritos y estremecimientos. 

En Esmeralda, el segundo dramático que la cubana Delia Fiallo escribiera para Venezuela, Néstor Zavarce integraba el cuarteto de primera fila al interpretar a ‘Adrián Lucero’, uno de los galanes de las dos parejas sobre cuyos hombros recaía la trama. El otro era José Bardina, quien hacía al adonis de ciudad, mientras Zavarce era el de campo.

¿Por qué le negaron el sitial que le correspondía en el bando de créditos? Es un enigma. En justicia, por méritos, por caché y por popularidad, el Chogüí debía abrir la introducción de cada capítulo o ser objeto de una distinción particular. Es evidente que él mismo no exigió lo que en buena lid le pertenecía. El caso es que Esmeralda, un gran éxito continental (que incluye a los hispanos de los Estados Unidos) fue el último de Zavarce, que a partir de entonces empezó a declinar, aunque solo tenía 35 años. 

Cuenta la leyenda

La escritora Sandra Caula estuvo allí el día que su padre, Tito Caula, hizo estas fotos. «Con frecuencia, papá llevaba a alguna de sus tres hijas cuando iba a hacer esos reportajes. En esa ocasión, me llevó a mí al estudio de grabación donde debía fotografiar a Zavarce. Me sentaron en una especie de plataforma alta, desde donde podía ver al cantante de cerca y sin ninguna interrupción, y me advirtieron que debía estar calladita. En un descanso, él se me acercó y me cantó ‘El pájaro chogüí’. A mí. Mirándome con una gran ternura y como si todos los demás hubieran desaparecido y solo estuviéramos él y yo. Por supuesto, quedé desmayada de amor». 

Los Zavarce de Jadacaquiva

Néstor Jesús Zavarce Sierralta había nacido en Jadacaquiva, Península de Paraguaná, estado Falcón, el 9 de abril de 1936. Su padre era descendiente de Juan Crisóstomo Falcón Zavarce, presidente de Venezuela entre 1863 y 1868, quien también había nacido en Jadacaquiva. Cuando todavía era un bebé de meses, su familia, -compuesta por sus padres y once hijos, entre los cuales Néstor era, exactamente, el de en medio- se mudó a La Silsa, en la parte alta de Catia, en Caracas. 

En 1949, cuando la radio en Venezuela tenía 23 años, -y Néstor Zavarce, 13-, este se hizo asiduo a un programa infantil para aficionados de la Radiodifusora Venezuela, la tercera emisora fundada en el país, ubicada en la esquina de Cipreses, frente al Teatro Nacional. Ahí hacía un poquito de todo y por sus “actividades artísticas” le pagaban un fuerte y un paquete de galletas. Por esos días, por su iniciativa y sin que nadie lo estimulara, se presentó en la audición donde se escogería al actor que interpretaría a Juan, el jovencísimo grumete de La balandra Isabel llegó esta tarde (Carlos Hugo Christensen, 1950, Bolívar Films). No solo obtuvo el papel sino que, al estreno de la película basada en el relato de Guillermo Meneses, donde se codeaba con profesionales consagrados como Arturo de Córdova, Virginia Luque, Tomás Henríquez, Juana Sujo y Juan Corona, fue reconocido como “Niño Prodigio del Cine Venezolano”, entrevistado por los grandes del periodismo de la época, como el maestro Arístides Bastidas, objeto de premios y el aplauso del país. La balandra Isabel… obtuvo el premio a la Mejor Fotografía en el Festival de Cannes (1951), lo que contribuyó a convertirla en un clásico latinoamericano y por décadas fue el título más exhibido de nuestra cinematografía.

Muy pronto, Zavarce marchó a Buenos Aires, donde filmó Amanecer a la vida (Fernando Cortés, 1950), junto a la mexicana Susana Guízar; Si muero antes de despertar (Christensen, 1952); Paraíso robado (Arturo Pimentel, 1952) y Armiño negro (1953), filmada en parte en las ruinas de Machu Pichu. Estos contratos le dieron a Zavarce, aún menor de edad, una categoría de actor internacional de cine que solo habían tenido otros dos venezolanos, -adultos, por cierto-, Tito Coral, quien había hecho carrera en Hollywood en los años 30, y Rafael Lanzetta, en el cine mexicano, en los 40.

Néstor Zavarce, circa 1970: Tito Caula ©Archivo Fotografía Urbana

Licenciado y pionero de la TV venezolana

Entre uno y otro rodaje, regresaba a Caracas por temporadas para tomar parte en los inicios de la televisión venezolana y actuaría en varias telenovelas como actor juvenil (para lo que debía luchar con el acento porteño que había adquirido en sus correrías argentinas). El hecho de que Zavarce estuviera entre los actores que hicieron los primeros dramáticos, en espacios experimentales que se transmitían en vivo desde la Televisora Nacional (YVKATV-5), cuya señal de prueba llegó a las pocas pantallas que había en noviembre de 1952, le da la categoría pionero de la televisión venezolana. Ni más ni menos.

A mediados de la década de los 50, obtuvo una beca del Gobierno para hacer estudios universitarios y decidió hacerlos en el Teatro Experimental de la Universidad de Chile y el Conservatorio Nacional de Arte Dramático (1956-1959). De allí seguiría a Buenos Aires, donde continuó su formación superior.

Mocedades

Según consigna José Alfredo Zavarce, sobrino del artista, en su biografía Néstor Zavarce Cuando la vida pasa (2012), «Pocos meses después de que la Televisora Nacional se convirtiera en el primer canal televisivo de Venezuela, otras dos plantas salieron al aire: Televisión Venezolana Independiente S.A, (Televisa YVLN-TV – Canal 4) el 1 de julio de 1953, y Radio Caracas Televisión (YVKS-TV – Canal 7) el 15 de noviembre de 1953. Son los primeros canales comerciales del país. Zavarce recuerda que, ante la ausencia de contratos de exclusividad, los artistas podían trabajar en diversos canales de manera simultánea. Transmitir en vivo era un verdadero reto para los actores y para el equipo técnico, ya que cualquier falla debía ser resuelta al momento para evitar que los televidentes se percataran del error. Y no existían los apuntadores que Néstor, por cierto, nunca utilizó porque argumentaba que lo sacaban de concentración».

Pero llegó un momento en que Televisa (que luego sería Venevisión) le exigió que no prestara su imagen a ninguna otra planta. Y, como premio, en 1955 le encomendó, cuando tenía 19 años, el papel del más célebre caraqueño en Las mocedades de Bolívar, una adaptación del libro de Rufino Blanco Fombona, con libreto de Ramón Díaz Sánchez, para una serie de cuatro capítulos semanales de una hora. Se lo había ganado a pulso: antes de cumplir los veinte, ya había filmado cinco películas en Venezuela, Argentina y Perú.

En Chogüí se convirtió

En 1959, cuando se desempeñaba como actor de telenovelas en Televisa, esta planta le pidió que animara un evento en Charallave. Zavarce se adelantó en su propio carro y, como el autobús donde viajaban sus compañeros se accidentó y retrasó, él tuvo que entretener al público por interminables minutos… No hallando más qué hacer, dijo al micrófono que, si querían, podía cantar. Jamás lo había hecho en público (con excepción de los tiempos de extrema audacia cuando era artista infantil en la radio). El público coreó “que cante, que cante” y así lo hizo, acompañado del Conjunto de los Hermanos Oropeza, que se encontraba al fondo del escenario, un poco encogidos porque apenas se estaban iniciando. Un par de semanas después, el director del grupo, Oswaldo Oropeza, lo llamó para proponerle una grabación, que sería unos días después en los estudios Fidelis, en la urbanización Los Rosales. Al día siguiente, Oropeza lo llamó otra vez para anunciarle que el Palacio de la Música les había ofrecido un contrato para hacer dos discos. El primero tendría un nombre de título noticioso: Néstor Zavarce canta.

Entre las canciones que grabarían, Zavarce incluyó “Vivian”, un bolero llamado así por su hija del mismo nombre, habida en su primer matrimonio y de la que se había alejado tras el divorcio, lo que le producía un gran pesar. Siempre tendría gestos muy delicados con niñas que le recordaran aquella hija que siempre extrañaba. Pero aún con la inclusión de “Vivian”, todavía faltaba un tema, hasta que Zavarce recordó uno que había escuchado, en Buenos Aires, de su autor, el músico Guillermo Breer, conocido como ‘Pitaguá’, cuya partitura conservaba por haber cantado la pieza al piano con el compositor. Era “El pájaro chogüí”, que salió en 1960.

Decir locura es poco. Baste decir que solo en Venezuela vendió 140.000 copias en los primeros tres meses; y no pasaría mucho tiempo para que la suma llegara a un millón en el mundo. Dos años antes de que los Beatles grabaran su primer disco, en Venezuela un muchacho cachetón ponía a las pavas de entonces a delirar. Tan notable fue el fenómeno que, según cuenta José Alfredo Zavarce en su libro, «La prestigiosa revista norteamericana Time, al enterarse de lo que se vivía en Venezuela, envió un corresponsal para cubrir la noticia que convulsionaba al país sudamericano. Días después, en los Estados Unidos se publicó un artículo en inglés titulado: “Songbird” que ocupó media página en la edición latinoamericana de Time, el 5 de septiembre de 1960». En fin, la figura del momento fue derribada varias veces de los escenarios porque las fanáticas irrumpían en él y lo mandaban de un envión al foso de los músicos; un marido celoso trató de apuñalarlo (y lo hirió levemente) porque su mujer se entregaba a sesiones de treinta y más repeticiones de “El pájaro chogüí”. Pasaron los años y la canción seguía siendo un hit. 

Los ignorantes, entre quienes me encuentro, tardamos años en enterarnos de que no se trataba de una tonada venezolana (y que “guaraní” no significaba ágil, rampante o pillín, sino que aludía de una comunidad sureña). Llegó a ser tanta su fama y popularidad que, entre 1960 y 1961, Zavarce conformó, con Lila Morillo y Héctor Cabrera, titanes indiscutibles, la trinidad de los los cantantes venezolanos con mayores ventas de discos en el patio; y se la pasaba compartiendo tarima con el otro ídolo de la época, Alfredo Sadel. Es la fecha que mucha gente lo llama Chogüí.

Hasta Esmeralda

En diciembre de 1963 se lanzó su otro gran éxito, de los tres centenares que llegó a grabar, “Cinco pa’ las doce”, composición de Oswaldo Oropeza, devenido himno de la Navidad en el Caribe hispano. 

En 1966 filmó su última película, Luna de miel en Puerto Rico (Fernando Cortés). En YouTube puede verse una preciosa escena de este film, donde Zavarce y una jovencísima Marina Baura empiezan sentados a una mesa y luego van a un escenario donde él canta “Ahora seremos felices”, de Rafael Hernández y ella lo acompaña al cuatro. 

Después de esta película, en 1967, los dos actuaron en la telenovela Lucecita, la primera de Delia Fiallo en Venezuela, donde Zavarce era contrafigura.

—El desempeño de Zavarce en la versión original de Lucecita, -escribe José Alfredo Zavarce- le permitió ser seleccionado nuevamente para participar en otra obra televisiva de Fiallo, Esmeralda, la telenovela que la lanzaría al mercado internacional. Néstor sería el actor en representar, por primera vez, al peón Adrián Lucero. [… Esmeralda fue la primera telenovela venezolana transmitida en el exterior. Obtuvo gran aceptación en países como Colombia, Perú, Panamá, Costa Rica, Guatemala y Estados Unidos. Desde entonces, Venezuela se convertiría en una importante plaza en la producción de telenovelas. 

Después de Esmeralda, Zavarce actuó en otras telenovelas escritas por Delia Fiallo: María Teresa (1972); Peregrina (1973); y Una muchacha llamada milagros (1974). Y luego, algo se quebró dentro de él. Se alejó del espectáculo. Nadie sabe por qué. Se desencantó. 

Sería diputado, por Acción Democrática, en dos periodos. Fue director del Poliedro de Caracas, gerente de Ventas de la Cadena Radial Rumbos y gerente de Ventas de la Cadena Éxitos 1090, entre otros cargos.

En los últimos años sufrió una prolongada depresión. Se había divorciado cuatro veces. Los amigos fueron muriendo o lo fueron olvidando, con escasas excepciones. 

La vida había pasado. Murió en Caracas, el 27 de agosto de 2010.


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