De izquierda a derecha: Edén Pastora (Comandante Cero), Leopoldo Castillo, Tomás Borge, Eduardo Fernández, Ernesto Cardenal y Guillermo Yépez Boscán, Caracas, circa 1980: Autor desconocido ©Archivo Fotografía Urbana
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Esta reunión tuvo lugar en Caracas, muy probablemente en 1980. Como la fotografía no tiene consignadas autoría ni fecha, (y los presentes que aún viven no pueden precisar el momento) debemos apelar a deducciones.
Con el sitio no hay problema. El lugar, donde coincidieron los tres nicaragüenses y sus tres anfitriones venezolanos, es la oficina de Eduardo Fernández.
—Recuerdo vagamente ese día —dice Fernández—. Fue una visita que me hizo una delegación sandinista, encabezada por el cura Ernesto Cardenal y el comandante Tomás Borge. Fueron acompañados por Guillermo Yepes Boscán, embajador del gobierno del presidente Luis Herrera en Managua y por Leopoldo Castillo. En esa época, yo era secretario general de COPEI. Esa era mi oficina, en la casa nacional del partido, en la Avenida Panteón, cruce con la avenida de las Fuerzas Armadas. Desempeñé esa posición partidista entre noviembre de 1979 y diciembre de 1992, cuando renuncié voluntariamente al cargo.
Esta precisión nos ayuda a acotar la fecha del encuentro. El presidente Herrera tomó posesión de la Presidencia en marzo de 1979, pero Eduardo Fernández no asumió la secretaría general de COPEI sino hasta finales de ese año; visto que en la foto no aparece ningún adorno de navidad, podemos descartar que la delegación sandinista haya venido entre diciembre de 1979 y enero de 1980. Y si tomamos en cuenta que Edén Pastora (el primero de izquierda a derecha) se alejó de sus compañeros revolucionarios, por diferencias que ya mencionaremos, en julio de 1981, podemos afirmar con bastante seguridad que esta imagen fue hecha entre abril y noviembre de 1980. ¿Por qué no en el primer trimestre de ese año?, pues porque Tomás Borge integró la comitiva del primer gobierno revolucionario que visitó la Unión Soviética; y eso ocurrió el 17 de marzo de 1980. Cabe pensar que las semanas anteriores las dedicó a preparar esa visita, fundamental, como no tardaría en saberse, para el sandinismo.
Pero hay otra razón para desechar el primer trimestre. En marzo de 1980, el presidente Herrera estuvo en Managua. Fue, entre otros propósitos, a formalizar la ayuda económica y diplomática de Venezuela a la naciente democracia nicaragüense y a asegurarse de que, efectivamente, se tratara de un régimen pluralista y de libertades. Nicaragua recibiría 12.000 barriles diarios de petróleo, además de las ventajas derivadas de los acuerdos cooperación en transporte, comunicaciones y desarrollo industrial, suscritos en esa oportunidad. Y entre firma y firma, el presidente Herrera les recordaba que la amplitud política sería la ruta a la democracia del país centroamericano, mientras que el sectarismo sería la vía más corta a una nueva tiranía.
En fin, lo más seguro es que este es un día de agosto de 1980, puesto que ese mes el gobierno de Herrera Campins le otorgó a Nicaragua un préstamo de un millón de dólares (Bs. 4.300.000 bolívares) para que adquiriera productos venezolanos «no tradicionales». La actitud de Tomás Borge, en el centro de la imagen, atento a lo que Eduardo Fernández le dice al embajador Yepes Boscán, mientras se lleva la mano al bolsillo en gesto que podría revelar no solo su avidez sino el camino que va a tomar ese dinero… nos conduce a pensar que sí, que los nicas viajaron a Caracas a buscar dinero.
¿Y cómo sabemos que de 1980 no pasa? Porque el escritorio del anfitrión todavía no se ha llenado de fotos, carpetas, vasos llenos de lápices, maticas y un busto de Juan XXIII.
Tomás Borge
Para identificar a quienes aparecen en la foto, empezaremos por el centro. Porque el fotógrafo nos propone que el núcleo dramático de este momento gravita sobre ese hombrecillo (no pasaba un metro sesenta), el mas pequeño de todos y también el más temperamental. Llama la atención su reloj, destellante en la horrible iluminación de esa oficina ochentera. De dónde lo habrá sacado… Sus detractores lo señalarán de arrojarse con ímpetu de pollino purasangre sobre la “piñata sandinista”…
Se trata de Tomás Borge Martínez (1930-2012), miembro fundador del FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional). Su padre fue lugarteniente de las tropas de Augusto César Sandino que lucharon contra la intervención de los Estados Unidos en Nicaragua entre 1926 hasta 1932. A los 13 años ya estaba en lides revolucionarias. Al graduarse de bachiller, se inscribió en la la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Nicaragua, pero no terminó. En varios momentos de la lucha insurreccional contra los Somoza, familia erigida en gobierno tiránico y hereditario, fue detenido, encarcelado y torturado. También salió en diversas ocasiones al exilio, parte del cual transcurriría, donde recibió entrenamiento en Cuba. Alguien escribió en un blog donde se hablaba de Borge que «Daba risa ver cómo todos ellos, especialmente Tomás Borge querían imitar a los cubanos al hablar. Gesticulaba igual a Fidel Castro. Era un show verlo hablar».
El 19 de julio de 1979, las tropas guerrilleras entraron triunfantes en Managua. Era el fin de más de cuarenta años de una dictadura que había empezado en 1936, cuando se encaramó en el poder Anastasio Somoza García, un exjefe de la Guardia Nacional que había participado en el asesinato de Sandino. Los Somoza se pasaban la presidencia del viejo a los hijos, mientras mantenían a Nicaragua en la pobreza. Dos días antes de que los alzados desfilaran por la capital nica, Anastasio Somoza Debayle, hijo del anterior y tercero de la estirpe en detentar el poder, huyó a Miami. Quizá pensó que era hora de disfrutar los más de 500 millones de dólares en que se calculaba la fortuna que habían exprimido del pobre país que oprimieron y saquearon, pero un año después fue asesinado en Asunción, Paraguay, adonde había llegado después de dar tumbos por varios países que le negaban residencia.
Mientras tanto, en Managua, Tomás Borge, reputado como el más radical de los comandantes del FSLN, fue puesto al frente del Ministerio del Interior, que controlaba la Policía Sandinista, el Sistema Penitenciario, Migración y Extranjería, la Dirección General de la Seguridad del Estado y hasta los Bomberos. Entre las primeras cosas que hizo el flamante ministro fue poner en la fachada de la sede ministerial la frase «Centinela de la felicidad del pueblo». Y lo segundo fue: crear los Consejos de Defensa Sandinista (CDS), réplica de los CDR (Comités de Defensa de la Revolución) de Cuba (y modelo de los actuales Consejos del Poder Ciudadano); imponer censura a la prensa; perseguir a la Iglesia; perseguir, dicen que hasta la muerte, a los misquitos que se oponían al Gobierno sandinista; mandar a matar opositores ya encarcelados; hacerse una campaña de propaganda según la cual, ya en el poder, visitó una cárcel donde estaba un soldado que lo había torturado y que, en vez de matarlo, lo había perdonado.
No se sabe si esto había ocurrido, efectivamente, pero lo que sí quedó claro es que Borge se jactaba de tener en su mano las opciones de impartir clemencia o patíbulo. Y con igual celeridad se apuntó a la llamada “piñata sandinista”: el diario El País, de Madrid, difundió que: «Investigaciones periodísticas acusan a Borge de capitalizar las propiedades adquiridas a través de la Piñata —toma de propiedades estatales por los líderes de la revolución tras la derrota electoral de 1990— por 2,3 millones de dólares. Borge es vinculado con la llamada oligarquía orteguista, es decir, funcionarios del gobierno de Daniel Ortega, antaño guerrilleros contra la dictadura de Somoza, acusados de enriquecerse a costa del Estado». Y en su obituario, el mismo periódico lo aludió «temido ministro del Interior en los 80, Borge resume la historia reciente de Nicaragua, desde la épica de la revolución hasta la decadencia de los ideales revolucionarios, a cuyos líderes se les acusa de corrupción».
En el momento en que fue hecha la foto, «el chaparro asesino», como lo llamaban sus victimas, había instalado ya un sistema de espionaje y persecución contra los “enemigos de la revolución”.
Borge mantuvo su alianza con Ortega cuando los principales líderes e intelectuales del FSLN dejaron el partido. En sus últimos años, era embajador de Nicaragua en Perú. Murió en Managua de cáncer de pulmón, el 30 de abril de 1981. Tenía 81 años. Ciertos estudiosos de su trayectoria afirman que dejó a su familia más que bien asegurada, muy rica.
Eduardo Fernández
En la foto, el anfitrión no se dirige a la vista. Su mirada y conversación se centran en su conciudadano y conmilitón, Guillermo Yapes Boscán.
—El sandinismo —explica al preguntarle por el motivo de esa reunión— llevó adelante una campaña para intentar vender la idea de que eran una gente muy democrática y de muy buenas intenciones. Y por el papel que Venezuela desempeñaba entonces, les interesaba mucho que nuestro país los apoyara. Aquí estuvieron visitando a diversas personalidades. Al cura Cardenal lo llevaron con especial interés a COPEI, por tratarse de un partido de inspiración socialcristiana. Yo no me volví a reunir con ellos más nunca. No eran gente de mi particular predilección.
Ernesto Cardenal
Al lado de Fernández, tocado con boina oscura, el único con lentes, está Ernesto Cardenal (1925 – 2020), sacerdote y poeta nicaragüense, una de las figuras más prominentes de la Teología de la liberación. Como además de religioso tenía inquietudes políticas, apoyó la lucha armada contra la dictadura de Somoza; y era, sin lugar a dudas, el más culto, junto con Sergio Ramírez, del primer elenco sandinista. Estudió literatura en Managua y México, así como en Europa y los Estados Unidos, de cuya poesía hizo una antología muy importante en colaboración con el poeta José Coronel Urtecho. Por cierto, esa antología, que se publicó por primera en 1963, tuvo una reedición en Venezuela, en 2007.
En el prólogo para esta nueva edición, Cardenal se reserva el último párrafo para apuntar: «Hace poco en uno de los programas ‘Aló, Presidente’, le oí decir, como de pasada, al presidente Chávez que los pueblos de América Latina y Estados Unidos eran una sola patria; y como posteriormente pidiera mi intervención, le contesté que acababa de decir algo “inaudito” en el sentido de nunca oído, y que tan sólo se lo había oído a mi maestro de novicios en los Estados Unidos. Y el presidente Chávez lo reafirmó de nuevo diciendo que estaba convencido que América Latina y Estados Unidos se unirían un día en una sola patria, en una unidad fraterna hecha por el amor. Las mismas palabras que había dicho Merton sin que él lo supiera. Y ya toda otra palabra sobra en este prólogo».
Había olvidado, cabe concluir, el apoyo que Nicaragua recibió de la democracia venezolana, contra la que el desgranador de inauditeces orientó las armas de la república en el golpe de Estado que encabezó en 1992.
En el tiempo en que fue hecha la foto, los sandinistas lo paseaban y lo echaban por delante porque Cardenal, y otros cristianos cercanos al sandinismo, encarnaba la garantía de que, a pesar de que la revolución nicaragüense seguía a la cubana paso por paso, había uno que se saltarían: los fusilamientos masivos. En algún momento le puso la mano en el pecho a Daniel Ortega, ya presidente por segunda vez, cuando su deriva autoritaria y delictiva fue demasiado estridente.
Cardenal murió en Managua, en marzo de 2020. Tenía 95 años.
Guillermo Yepes Boscán
En el extremo derecho de la foto, vestido con guayabera (muy usada en el Zulia en esas décadas), está Guillermo Yepes Boscán, (1942–2021), poeta, ensayista, profesor universitario en LUZ, político, un ser excepcional, que merecería una nota aparte.
Está en la foto porque, merecedor de toda la confianza de Luis Herrera Campins, fue su embajador en Nicaragua. Antes había sido ministro de Estado para la Cultura, de ese mismo gobierno, entre marzo y octubre de 1979. Y luego, ministro de la Juventud, entre mayo y febrero de 1984.
Cuán importante sería Nicaragua (y Centroamérica) para la administración Herrera Campins que nombró a Yepes Boscán —un alma tan refinada que, para obtener el doctorado en la Sorbona, hizo una tesis sobre el poeta T. S. Eliot— a operar en aquel nido de guerrilleros, de cuya zafiedad da cuenta una anécdota contada por Leopoldo Villalta, en Facebook. «Cuando Daniel Ortega pasa de revolucionario a dictador», escribe Villalta, «y los embajadores de países democráticos le son un estorbo, el venezolano Guillermo Yepes Boscán fue invitado a un convivio en un hotel de Managua, donde apareció de pronto una agente de la tenebrosa Seguridad del Estado, vestida como mujer de la vida alegre; y le reclama fuertemente al embajador porque supuestamente tenían una relación íntima. Trató de golpearlo en la cara, para que el diplomático contestara de la misma manera, mientras las cámaras de la televisión oficialista filmaban todo. La sucia y vulgar trama supuestamente bien planificada no dio los resultados esperados».
Si esto ocurrió, fue después de estos días en que los uniformados de verde oliva estaban por estos predios pidiendo plata.
Leopoldo Castillo
Al lado izquierdo de Tomas Borge está Leopoldo Catillo Atencio (Maracaibo, 1946), quien en ese momento era secretario de Asuntos Internacionales de COPEI (en septiembre de 1981, el presidente Herrera anunciaría su designación como embajador de Venezuela en El Salvador).
—Esa no fue la única reunión con los nicaragüenses —dice el célebre Ciudadano.
Se organizaron muchas reuniones y actos protocolares con diferentes organizaciones y partidos políticos. Recuerdo, por ejemplo, un encuentro en la embajada de Nicaragua en Caracas. Éramos muy activos en las relaciones con los países latinoamericanos, a los que aquel gobierno confería gran relevancia. En esa política jugaron un papel fundamental hombres como Arístides Calvani, secretario general de la ODCA, José Rodríguez Iturbe, presidente de la Comisión de Política Exterior del Congreso y José Alberto Zambrano Velazco, Canciller. Luis Herrera y su equipo lograron que Venezuela fuera árbitro esencial en el devenir político e histórico de América Latina en los años 80, cuando se insistía
en la necesidad de una América Latina libre y democrática, a la que el desarrollo impulsara como un continente de progreso y futuro.
El comandante Cero
En el extremo izquierdo está el mítico exguerrillero Edén Pastora (1937 – 2020). La prensa, sobre todo del mundo desarrollado, deliraba con él. Hablador, folklórico, desinhibido, le encantaban las cámaras y pescueceaba para no perdérselas. El guerrillero más fotografiado del planeta no es Ernesto Guevara sino él.
Uno de los más destacados líderes militares del FSLN, fue el encargado de organizar y llevar a cabo, con otras dos personas, la toma del Palacio Nacional de Managua, el 22 de agosto de 1978. Una acción de película. Había estudiado con los jesuitas antes de irse a México, con una beca, a estudiar Medicina. Tampoco lo terminó.
Perseguido, preso y torturado, cuando llegaron al poder los sandinistas pusieron al Comandante Cero de viceministro del Interior, subalterno de Borge, y primer jefe de las Milicias Populares Sandinistas, con el grado de Comandante de Brigada. Al poco tiempo empezaron las tensiones entre él y la cúpula del sandinismo, de manera que en julio de 1981 renunció a sus cargos y al FSLN, y acusó a la dirección del partido de haber «abandonado los principios originales de la organización para haberla llevado hacia planteamientos comunistas y cercanos a Cuba y la Unión Soviética.»
En 1982, se largó de Nicaragua y se embarcó en la creación de una fuerza opositora conocida como “La contra”. No era la única. Había dos “contras”, pero la de Edén Pastora recibía menos apoyo de los Estados Unidos. Muy poco, al parecer. En respuesta, sus antiguos compañeros lo condenaron a muerte en ausencia; y Tomás Borge, a cada rato, hablaba de “los traidores”, en evidente alusión a Pastora. En 1986 se hartó de que los EEUU no le dieran armas y dinero, anunció que dejaba la lucha armada y se fue a pescar a San Juanillo, Costa Rica. Cuando el sandinismo volvió a ser gobierno, tras las elecciones de noviembre de 2006, que ganó Daniel Ortega con el 38% de los votos, Edén Pastora, que había sido candidato (y llegó de último, con 2%), se reconcilió con Ortega y regresó como si nada (tipo Arias Cárdenas).
De hecho, tras las protestas de 2018, en Nicaragua, que el régimen respondió con extrema violencia, Pastora justificó las violaciones a los derechos humanos de quienes acuso de ser “mercenarios y manipulados”. Dijo, por cierto, que los manifestantes estaban implicados en “golpes blandos, como los que pusieron en práctica en Venezuela”. Unos a otros se copian, se imitan, se repiten y se taparean. Tanto, que al enfrentar a la Iglesia católica, que de manera mayoritaria apoyó las protestas sociales, amenazó: «Que recuerden los obispos que las balas también atraviesan sotanas.»
Edén Pastora falleció el 16 de junio de 2020 por complicaciones ocasionadas por el COVID-19. Tenía 83 años. Dicen que ninguno de sus 21 hijos tiene preocupaciones financieras.
El ausente
Desde luego, el presidente Luis Herrera Campins no aparece en la imagen. Tampoco suele aparece en los agradecimientos de los sandinistas a quienes los ayudaron a sacar de su país a los Somoza (por lo general, le atribuyen todo el mérito a Fidel Castro). Pero la verdad es que esta foto pudo hacerse por las iniciativas de Herrera.
Dejémoslo que lo explique la internacionalista María del Carmen Collado, quien ha explicado que uno de los factores «que influyen en la política exterior venezolana es la multiplicidad de actores que participan en el proceso de toma de decisiones en este campo: el ministro de Energía y Minas, el representante ante la OEA, el canciller, el Presidente y, en algunos casos concretos, los ex cancilleres y los ex presidentes. Sin embargo, a pesar de esa multiplicidad, es necesario aclarar que la posición de los presidentes en turno ha sido clave. Le han impreso su propio sello».
Y el sello de Herrera fue tan notorio que Tomás Borge llegaría a decir, -lo constata Collado- que Venezuela fue el único país que condicionó su ayuda a Nicaragua a que los sandinistas dieran muestras de tener verdaderas intenciones democráticas.
Milagros Socorro
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