Rafael Romo durante el juego contra México, el 26 de junio de 2024. Fotografía de la FVF
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Venezuela venció a México en el segundo partido de la fase de grupos de la Copa América 2024, clasificándose a Cuartos de Final del torneo.
Todo penalti es una ejecución pública. Los arqueros quieren hacerse grandes, enormes, colosales para intimidar al rival y cubrir todo el arco ante la amenaza. Eso fue lo que hizo Romo en el Estadio SoFi, cuando detuvo el penalti que suponía el empate entre Venezuela y México en el minuto 86, sosteniendo así el triunfo de la Vinotinto y la ilusión de un país.
Instantes antes, en las gradas, algunos seguidores mexicanos celebraban un futuro empate que sólo ocurrió en su imaginación. Pero ¿cómo reprocharles esa vocación profeta? En diez partidos oficiales contra México, Venezuela no había ganado ninguno. A ojos de esos aficionados, y de algunos periodistas, la Vinotinto sigue siendo aquella cenicienta frágil del Sur, la representante del país en el que ‘‘sólo se juega béisbol’’, el equipo de CONMEBOL que nunca ha clasificado a un Mundial de Fútbol, ese torneo en el que los mexicanos suelen no avanzar luego de la Fase de Grupos. Es comprensible que el resultado, 1 a 0 hasta el minuto 85, les pareciera una pesadilla breve.
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Pero Romo no solo prolongó ese sueño oscuro en ellos, cortando una racha de 12 penales anotados por México en la Copa América sin haber fallado jamás; también liberó de una maldición histórica a los arqueros venezolanos, convirtiéndose en el primero que tapa un penalti en este torneo. Qué suerte están teniendo los aficionados recién llegados a la Vinotinto, al ver cómo se cierran algunos libros del pasado para comenzar un presente menos tortuoso que antes.
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Si alguien tiene curiosidad, bastará con buscar en redes sociales el nombre de Rafa Romo para encontrar su pasado. En el año 2009, el arquero tuvo otra amenaza, esta vez ante un ejecutor que no viste la camiseta gris y verde de México, sino la amarilla de Colombia. Aquella vez, la Sub-20 de Venezuela se jugaba la opción de avanzar al hexagonal final.
Romo quería convertirse en uno de esos que se hacen grandes, enormes, colosales para intimidar al rival y cubrir todo el arco. Cuando el adversario disparó, Romo se lanzó hacia su izquierda y rechazó el proyectil para convertirse en el héroe de ese partido y del seleccionado, que luego llegaría al Mundial de Egipto.
Para ese entonces, parecía que su carrera sólo iría en ascenso. Ventas al exterior, juegos en clubes continentales ―tal vez en Copa UEFA o la Champions League― y juegos con la Vinotinto de mayores, todo un camino para convertirse en uno de los referentes en el mediano y largo plazo. Una parte de ese resumen pasó. Se fue a Italia, siguió a Inglaterra y por algún país más de Europa. Pero, entre uno y otro, su carrera deportiva no tuvo la regularidad deseada, invitando a pensar que ese proyecto de futbolista, el arquero de una década, se habría esfumado.
Mientras tanto, en años recientes, aparecieron otros como Wuilker Faríñez, Alain Baroja y Joel Graterol en la rotación. ¿Qué fue de aquel niño héroe? ¿Dónde andará ese hijo ilustre de Turén, Portuguesa? ¿Quién debería arquear ahora en la Vinotinto?
Romo se fue de Bélgica porque quería jugar con Venezuela, se largó de Estados Unidos y encontró una oportunidad en la Universidad Católica de Ecuador. Ahora, en la Copa América de 2024, tras su partido contra Ecuador, ningún fanático se acordó de Faríñez, Baroja o Graterol, mientras celebraba la clasificación a Cuartos de Final de la Vinotinto, y ya nadie se atreve a cuestionar a Romo como titular, el protector de una ilusión.
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