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Carmelo Chillida nos entrega su libro de la tranquilidad y del magisterio, su homenaje más profundo y sincero al oficio poético. Pero no esperen sacros monumentos verbales o líricas abstracciones, sino un largo y agradable paseo. Ya dijo William Carlos Williams que “no hay ideas sino en las cosas” y el poeta encamina sus pasos en esa estela, que puede ser también la de un Whitman menos arrebatado. Con discreción y generosidad inicia la subida calmada a su propia “montaña mágica” (el Cerro Ávila de su interior) y nos tiende la mano en el ascenso.
Esto es poesía que habla de tú a tú. Versos que se posan en el hombro para que te detengas, observes y valores la maravillosa vida que te rodea en su bella trivialidad; para que enlentezcas tus pasos y respires al detalle leve; para que celebres junto al poeta el instante irrepetible en el que te encuentras. Poemas claros y deslumbrantes que instalan a quien los lee en una perpetua mañana de domingo soleada.
Garcilasiano en la fluida cadencia; centroeuropeo (quizá polaco como Szymborska o Zagajewski) en la lúdica ironía con que acaricia los temas; y norteamericano en la estela ya señalada de concreción filosófica (como Eliot, Pound, Wallace Stevens o Mark Strand); Carmelo Chillida es un poeta firmemente venezolano en su voz, cuya experiencia deviene universal al publicar sus Juegos privados.
Así pues, tomen a bien mi consejo de amigo y acepten, acepten la invitación a este paseo como yo lo hice un venturoso día. Habrá quien camine más reposado, habrá quien camine más ágil; no importa: este poeta les aguarda siempre. “El asunto es quebrar / los rieles del tren en que andamos montados, / cada quien como puede”. Gracias, maese.
Salvador Galán Moreu
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