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La diabetes tipo 1 no tiene nada que ver con la mala alimentación, ni siquiera con la pasividad física. Es una enfermedad autoinmune que puede afectar también a personas jóvenes. «La mayoría de los niños se enferman cuando son muy pequeños o antes de la pubertad», explica el profesor Andreas Neu. El pediatra está a cargo del departamento de diabetología pediátrica en el Hospital Universitario de Tubinga. «Solo en Alemania hay alrededor de 30.000 diabéticos menores de 20 años, y cada vez hay más», dice Neu.
Diferentes hipótesis
Las causas del aumento de la diabetes tipo 1 en niños y adolescentes no están claras. Hay varias hipótesis: el estilo de vida y el medio ambiente han cambiado. Nosotros, y por supuesto nuestros hijos, nos alimentamos de manera diferente. «No podemos achacar el aumento de esta enfermedad a una sola causa», opina Neu. La diabetes tipo 1 tiene mucho en común con muchas otras enfermedades autoinmunes.
Primeros síntomas
«Si un niño de repente comienza a beber mucho líquido y a orinar con frecuencia, entonces hay que llevarlo al pediatra», aconseja Neu. «Estos son los síntomas típicos: el rendimiento del pequeño es menor y pierde peso”, asegura el médico. La sed extrema surge porque el cuerpo ya no puede quemar la glucosa y convertirla en energía. La glucosa se expulsa entonces a través de los riñones. El cuerpo se deshidrata e indica, a través de una fuerte sensación de sed, que necesita líquido.
Una hormona importante
En la diabetes tipo 1 existe una carencia absoluta de insulina. Esta hormona, que reduce la glucosa en sangre, debe suministrarse a los afectados desde el exterior. Con esta enfermedad, el sistema inmunológico del cuerpo ataca las llamadas células beta y las destruye. Estas son las encargadas de registrar los niveles de azúcar en sangre, producir insulina y liberarla. Si el páncreas está dañado y ya no puede producir su propia insulina, el nivel de azúcar en sangre aumenta. A largo plazo, el aumento de los niveles de glucosa puede a su vez dañar diferentes órganos. Puede conducir a trastornos metabólicos severos y otras enfermedades.
Hiperglucemia e hipoglucemia
El exceso de azúcar en sangre hace que, a largo plazo, se debiliten los vasos sanguíneos y se formen sedimentos. En casos extremos, los órganos no se proveen adecuadamente de sangre. Esto puede acarrear problemas, como la ceguera, la insuficiencia renal o cuadros que hacen necesarias amputaciones. Por otro lado, también puede haber un nivel muy bajo de azúcar en sangre, porque en el cuerpo hay demasiada insulina, se ha realizado una actividad física elevada o el paciente consume muy pocos hidratos de carbono. Se considera hipoglucemia el valor inferior a 60 miligramos por decilitro. Los síntomas son la sudoración, rodillas temblorosas, palpitaciones, miedo y agresividad.
Terapia de por vida
Si el diagnóstico en niños o adolescentes es diabetes tipo 1, estos necesitan atención y apoyo especial, porque esta afecta a todas las áreas de la vida cotidiana. Los jóvenes deben entender que se trata de una enfermedad crónica y deben medicarse cada día. «La vida diaria del niño se ve fuertemente influenciada, porque la dosis de insulina debe adaptarse a diferentes situaciones y circunstancias», explica Neu. «Necesitan controlar regularmente sus niveles en la sangre e inyectarse insulina», añade Neu.
Además de la atención médica, los jóvenes también reciben apoyo sicológico. «Nuestro equipo incluye a un trabajador social y a un psicólogo. La atención psicológica es parte del tratamiento, hay citas regulares en la consulta sobre diabetes y ofrecemos a los adolescentes la posibilidad de hablar con nosotros», dice Neu. En estos encuentros se aclaran temas que afectan a la mayoría de los diabéticos jóvenes, como por ejemplo: «¿Cómo actúo con mi diabetes en público?».
Una fase crítica es la pubertad. «En este periodo de la vida, los adolescentes son conscientes de que tienen una enfermedad crónica, y en la pubertad, nadie quiere ser diferentes a sus compañeros. En consecuencia, la diabetes molesta enormemente», argumenta Neu. En el peor de los casos, pueden descuidar o ignorar tanto las mediciones de glucosa en la sangre como las inyecciones de insulina, lo que podría ser peligroso para su salud.
Todo esto se podría evitar si hubiera más gente consciente de que «nadie es responsable o co-responsable de la diabetes tipo 1», aclara el diabetólogo y añade: «No se debe al sobrepeso ni a la falta de ejercicio físico, es una cuestión del destino».
(rmr/er)
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