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Todos lo hemos vivido: tu jefe solicita reunirse contigo y sabes que no es para algo positivo. Cometiste un error en un proyecto, no tuviste éxito en una presentación o algo salió mal en la oficina y es momento de que hablen de ello.
La ansiedad previa a esa reunión es casi paralizante y ya sabes que esa conversación arruinará tu semana.
Sin embargo, ¿qué pasaría si pudiéramos entrenarnos para anhelar esos comentarios negativos? ¿Y si en vez de preocuparnos y sufrir de ansiedad por esas reuniones pudiéramos esperarlas con gusto?
Esa es la idea propuesta en un fascinante episodio del podcast de TED WorkLife With Adam Grant (Vida laboral con Adam Grant) que profundiza sobre por qué odiamos escuchar retroalimentación negativa.
Cuando lo enfrentamos, explica el conductor de la audioserie, tenemos una respuesta fisiológica: nos ponemos tensos, nuestra respiración es menos profunda y nuestro ego se siente tan amenazado que comienza a limitar la información que deja entrar a nuestra mente. Regulamos para evitar recibir críticas duras.
De hecho, un documento de 2017realizado por investigadores de las universidades de Harvard y de Carolina del Norte señala que a veces llegamos a reacciones tan extremas como modificar nuestras relaciones en la oficina para evitar a personas que acostumbran hacernos comentarios negativos.
¿Por qué reaccionamos de esta manera a la retroalimentación que en apariencia tiene la intención de ayudarnos a mejorar?
Esencialmente, es porque todos somos pésimos para brindar comentarios negativos. Es un círculo vicioso que nos entrena para evitar lo que nos haría mejor en nuestras vidas profesional y personal.
La solución para ambos lados de este problema —si recibes o haces comentarios negativos— se centra en confiar que todos los participantes lo hacen con la intención de ayudar.
Cuando realices comentarios negativos, hazlo de manera honesta y abierta. Además, marca la conversación como una manera “difícil pero necesaria” de lograr mejorar el desempeño de la otra persona (y siéntelo así). Tampoco lo endulces demasiado. Esos halagos y elogios superficiales con los que cubrimos un comentario negativo no ayudan a ninguna de las partes.
Si te toca recibir, hazlo de manera que conduzca a mejoras personales. Sí, puede ser difícil de aceptar, pero imagina que además de ser juzgado por tu desempeño laboral, también serás juzgado por cómo reaccionas a la retroalimentación.
Así que la próxima vez que recibas críticas, reconoce que pueden ser difíciles de escuchar, pero no te enojes y te cierres. Incluso cuando te ponen una mala calificación en desempeño, puedes obtener una buena en la capacidad para mejorar. Y a largo plazo, como un director ejecutivo a quien Grant entrevistó en su audioserie, puedes volver a entrenar a tu cerebro para buscar activamente esos comentarios de manera que no lo asocies con ansiedad, sino con una oportunidad de mejorar.
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Este texto se publicó originalmente en The New York Times en español.
Tim Herrera
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