Poesía

Poemas ganadores del Concurso de poesía joven Rafael Cadenas 2024

07/08/2024

El Jurado del Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas, organizado por La Poeteca, Autores Venezolanos, Team Poetero y Banesco, anunció el ganador de su novena edición. De 220 textos recibidos, el poema “La letra m” de Johan Alexander Reyes Reyes obtuvo el primer lugar. El jurado otorgó el segundo lugar al poema “Araya” de Oriana Soledad Nuzzy Briceño, y el tercer lugar a Leonardo Javier Rivas Lobo con “Grafía salvaje”. A continuación publicamos los tres textos ganadores.

1º Premio

LA LETRA M / Johan Reyes

 

en casa

mamá es un animal vacío

subjuntivo

 

horizontal

 

existe porque lo nombro

su herida supura desembocando leche

por el pecho

por la boca

por los ojos

 

sus miembros colgantes

 

sin mi hocico de perro

que la sepa beber

 

las estrías son memorias

decía sí preguntaba

memorias de cosas vivas

cosas que fueron creciendo

convirtiéndose en machetes

que se acicalan con la carne

hasta que duele la lengua

 

en casa

la voz humana es un grito

la m no existe

por eso -a-á es un ani-al

 

que ya no -i-a

 

que ya no a-a

 

que ya no

 

cerrando las puertas

sin saber de su letra acuática

punzante ondulada

su día en mayo de Maya

su acepción        senil

como el idioma

 

he vuelto a soñarla

para temerle al peligro de las sábanas limpias

que hacían las veces de soga

como hacía cuando le era

difícil volver

 

se lanzaba al abismo

sorda

dormida

 

creando nuevas reglas

que la enterraban con mis manos de hijo

para que entre ellas

siempre estuviera la culpa

 

—madre, si yo te saqué los ojos,

no sé cómo devolverlos.

no sé a quién.

no sé quién quiere los ojos de alguien

que no

es

 

en casa

la m ya no se busca entre las flores

ni en los atardeceres de pan y café con leche

se busca en lo que persiste de la miseria vulgar

de lo no trascendente

 

gusanos carroñeros

astillas

mordidas de zamuros

o peces salvajes

con el estómago relleno de sus larvas

 

y todavía me pregunto

qué será una letra

y el animal responde      animal

el sonido que forma una boca

el chorro         seco

de sangre

de una cosa

 

muerta

*

2º Premio

ARAYA / Oriana Nuzzy B.

 

Reverón diría: yo quedé cegado, completamente cegado con la luz del litoral. Más bien queda el blanco, quedan las formas.

Margot Benacerraf, a propósito de Reverón

 

La orilla es tendedura de sustancia almacenable y alguna equidad. Los crustáceos, como ojos, se acostumbran. Por acuerdos, lo intentan. Aguarda —la sal— su momento de habitar canastas. Dispuesta a confabular el terror sobre un horizonte ampliamente llano. Órbitas oblicuas, destierros en la arena.

[La escena anterior se repetirá a cada comienzo, sin dejar escapar generación alguna. Como imagen solapada, evadirá al espectador, pues su recorrido, él desconoce].

narradoras: la intensidad fue, alguna vez, semejante a latitudes marinas. Inclinados estarán, deseosos por clarividencias. Ellas han dominado la transmutación de los tiempos en cuerpo vivo, cuyo idioma será, más adelante, luminiscencia.

 

daria—

a razón de un resquebrajamiento

hubo mi piel de lado desteñida.

Se dirá: sobre esta tierra nada creció.

 

A quienes benefician mis omisiones,

“la que sopla el fuego”, en lo laberíntico de esta sal, me llaman.

Reiterados sean mis incrementos

narradoras: ¿de qué viven las cármenes

incertidumbres a las que intentan aferrarse. Como si bajo este sol se pudiese escoger

 

pero hemos de seguir, mientras continúe la fatiga al ser cúmulo de luz,

sin poder tocarme el rostro de madre y se filtra

narradoras: enfocada la huella, anticipa los espectros

difuminado transcurrir que me desaloja el mar sin concurrencia

 

“¿a cuánto el carite y la chicharita, ¿a locha?”

un diálogo arrinconado a fondo, en una proyección que sigo creciendo a niebla fina,

voluptuoso tráfico donde —juntos sus veleros estarán.

[Ocurre bajo esos pies —el acoplamiento en la serenidad de planicie reseca. El viento y a lo lejos la costa —retumban de ese lado. Son varias sus cuevas].

 

luisa—

reúnalas todas posteriores a mí

a un ritual que sobrepasa la sal.

Quema de los ojos, es trayectoria en un zohar que apelmaza

lo que sobre esta tierra no crece

narradoras: olvidados los niños que juegan al fondo. Esosno crecerán por fuego avasallante, serán contenidos en su abundancia

 

que preserve lo excluido en la recolecta, sin costa, nunca ha habido viento

y con mi nieta las caracolas han de ser, para los muertos, sombra

las flores no proyectarán la tierra y las sobreviviré

 

sí habré de tomarle el agua,

estaré en cartografía que así no veo y por eso amaso el maíz

uniéndome sin sobresaltos en nuestra noche sin letargos

y vislumbro la marcha.

[Presentada diminuta, hay una distancia entre figura y paisaje, tambaleante en búsqueda de encuentro. Se volverá materialidad al momento de rememorar el rito].

Carmen—

las he escuchado de cerca

confiriendo palabras como si ellas fuesen.

Lo mío, no obstante, es arqueología marina sobre tierra,

narradoras: su revolución ocurre cada tanto, a ritmo de pisada insondable

costumbre de suma entre quema y suspiro

 

volando y rodando las caracolas en la canasta investida por la abuela

traerán aguas quietas y transparentes

remolinos de aire que disiparán mi niñez juntando los difuntos

narradoras: fueron tomadas las colinas por las jornadas sin brazos 

y las luciérnagas no serán invisibles

 

el mar está lejos y lo veo

¿será de mí la sombra?

en nosotras lo copioso perpetuará esta tribu

lo que no ha de crecer, ha muerto ya

 

y mi colecta es de espuma.

*

3º Premio

GRAFÍA SALVAJE / Leonardo Rivas Lobo

 

 

Horada el silencio o la tierra

con ese pulso cursivo de sus garras;

apresurada atarraya

para rasgar luciérnagas o garabatos.

Aprendió que huir es olvidar al sol,

cruzar la elipsis de la noche

con la sobreesdrújula fuerza de la gravedad

sin dejar de (ex)cavar:

dinamitar fronteras,

sortear historias.

 

Hay una inclinación tenue en las consonantes que labra.

En sus L

late una tendencia a reclamar mares o cielos

que no le caben en el pecho —viajero frustrado—;

también hay cierta displicencia ante lo rígido, lo dictado por otro

en los manuales de cómo hacer túneles —escribir—.

 

Su lengua de arcilla apenas hace ruido

entre la grava y el corazón de mamífero ermitaño;

sostiene lo hallado en la complicidad de lo subterráneo,

resguarda lo dicho por otros, que se filtró como agua de otro tiempo.

No hay sonido que no lo inquiete, rayos o aullidos;

piensa que todo lo que (re)suena

es el jirón de un grito derrumbando paredes.

 

Pocos lo han visto ahondar entre las vocales

para dar con el inicio de una madriguera —poema—.

Sus e

se deshacen con la lluvia,

son débiles y variables

parecen diluirse ante cualquier adjetivo.

 

Nunca escribe —cava— de la misma forma,

desconfía de todo lo que hacemos

hasta el cansancio del hueso.

 

Le inquieta escucharse o verse,

es frágil, torpe y sensible ante luces o rostros;

se conforma con intuir.

Su escritura —el túnel— revela esa especulación;

el inusitado deseo de nunca ser el mismo.

 

(Ex)cava porque es curioso,

a veces piensa en la soledad de los satélites;

sus órbitas mendicantes, alrededor de enormes planetas desconsiderados

y se pregunta: ¿quién estudia u ordena

los átomos de la periferia?

 

Es una espera su vida, y el verso

un germen que invade, que se cuela como gusano entre raíces.

Cree que tiene voz, la escucha serpenteando junto a él,

amaestrando oclusivas velares sordas y puliendo nombres.

Sus o

son tímidas y siempre parecen ser otra letra,

acaso el sueño de un abismo o el ronco trote de un elefante.

Nadie se ha detenido a descifrar sus onomatopeyas extrañas;

oraciones imbuidas con los secretos de manantiales no descubiertos todavía.

 

Horada la tierra o el silencio

para formar sus grafías del topo: revelar constelaciones en el vidrio

—quien lee: funde arena—.


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