Perspectivas

Petare: Viaje al eterno nacimiento

Fotografía de Federico Parra | AFP

15/04/2022

Petare no es lo que parece: un nacimiento. La idea contemporizadora que parece intentar acicalar la realidad ha sido replicada hasta en una telenovela: la usará la hija rica, desde el balcón de los prejuicios, cuando con cierta indulgencia le dispensará su atención a aquel manto de luces entrecortadas. Fran Suárez, economista y golfeadólogo asentado en el Centro Histórico, ese territorio blindado al tiempo que constituyen las 25 casas coloniales que son patrimonio —todas con techos rojos y un patio de sol que siempre preside un morrocotudo helecho—, también lo cree así.

Bailando merenguitos caraqueños en medio de la calle Ana Francisca Pérez de León, al son de los cañoneros de Petare, celebra —con agua bendita, párroco y todo— que terminaron de pintar el mural que para dar ambientación en la cuadra, recrea la Redoma de Petare en los años 40. Una gigantografía en la que aparecen carros modelo Morris, en blanco y negro, justo frente a su casa a la se llega orientándose por el aroma a caramelo.

Cuenta a los presentes no sólo de mesitas afuera y del golfeado. Que es, además, un producto genuino de esa otrora importante encrucijada comercial y espacio de remanso a las riberas del Guaire, donde venían a temperar los caraqueños. Que a esa aromática caracola la concibieron unos panaderos daneses que versionaron el producto de su bollería con queso fresco, papelón y canela.

Está persuadido de que Petare, con su forma de corazón —“observa los mapas”—, entraña ese nacimiento del que tanto se habla “pero no apenas en el sentido congelado de una estampa”, pontifica: “Es uno real, vivo e interactivo que contiene un mensaje. Aquí renacerá Caracas y la república, ya verás, la gente no tiene idea de todo lo que ocurre, no solo balas”.

El desmesurado barrio o parroquia o diócesis se asume, cuando menos, dialéctico. Por eso será que luego de cada lluvia pueden aparecer dos arcoíris. En Petare cabe todo: los cambios y las buenas revoluciones. Los generosos descotes y sus respectivas protecciones de rosarios inquietos sobre un tálamo de pechos bamboleantes. En ese mercado persa en carne viva se cuece algo que no se sabe a ciencia cierta qué es, pero tal proceso se percibe real, se oye.

Territorio inextricable que imanta arquitectos, antropólogos, sociólogos, músicos, artistas, activistas, médicos, diplomáticos, periodistas, es también desafiante enclave de peluquerías cuya oferta estética está dedicada a la comunidad LGBT, así como albergue de josegregorios: legiones del hombre con bigote y sombrero llenan de piso a techo más de una casa.

Fotografía de Federico Parra | AFP

Laboratorio donde la embajada de Francia inaugura el programa Lata de agua es, como San Agustín, reconocido semillero de músicos. No cesan de retumbar los ecos de centenas de orquestas de salsa, comparsas y estudiantinas que resuenan en vivo y refutan la furia. O la arrinconan, como en el Centro Histórico, donde el coro infantil que dirige Alexander Hudec consigue con sus voces angélicas que bajen los cielos a sus empinadas callejuelas.

Beso y cachetada mediante, pudo uno oír a pata de mingo el rugido de la descarga pim pam pum en la que se enfrascaron el par de pedrosnavajas cuyas bandas aspiraban al poder del viejo barrio, de esquina a esquina y toda la avenida, y acoquinaron a una porción de los 500 mil habitantes de ese infinito mar de zinc, lágrimas y esperanza. Ya se habla de un retorno de la calma, como debe ser, concluyen algunos. Pero llegó de manera objetable, refutan otros.

En ese territorio cuya vida te da sorpresas, ese arcano donde los comprometidos intentan otra mirada y luchan a brazo partido contra la penitencia de los estereotipos, no pocos confiesan que la irrupción a sangre y fuego de las fuerzas de seguridad oficialista ha peinado muchas zonas y fulminado a bandas completas vinculadas con el tráfico de la de oler: “Antes no podías caminar con tu celular por las calles de Petare. Era un riesgo llevarlo contigo si ibas a tomar el autobús. Los que necesitaban cobres o billullo o verdes o lechugas o aguacates con urgencia —y no para comer precisamente—, se montaban pistola en mano y te vaciaban los bolsillos”, dice un vecino de Baloa.

“Claro, no es la manera. Pero estas razzias dinamitaron las pandillas que eran un azote y no se salvaron ni los gariteros”, que son los que tenían la encomienda de cantar sospecha desde un alto si veían que se aproximaba alguien a la esquina donde se hacía la venta”, suelta. “Los jefes de las bandas que quedan están enfocados en poner orden, y no quieren delitos; al menos no más robos”.

Del lado de los voluntariosos están los gemelos Jimmy y Javier Pérez, lugareños comprometidos que lideran Zona de Descarga. Fajados que buscan a toda costa resaltar la perseverancia del pueblo que se esmera y quiere ser mirado no desde un visillo o etiquetado con el rótulo de peligro, fueron los que organizaron, en alianza con Caracas Plural y con Cine Platabanda, el concierto de Desorden Público, toque que tenía un tiempo supuesto: hasta el atardecer. Pero terminó siendo una jornada de confesiones en altavoz de la banda de ska que se prolongó hasta medianoche —Horacio Blanco se quitó el reloj—, contra la que no pudieron la tembleque luz y sus recelos.

Tocaron en los techos de las casas de José Félix Ribas en la Navidad de 2020 y contra todo pronóstico —se pensó que solo podría tener semejante éxito un salsero— todavía, año y tanto después, la gente entona E e a, Desorden ta en Petare a modo de saludo.

Cada día, Jimmy y Javier han coordinado en su sector formas alternativas de escolaridad en pandemia y han seguido convocando encuentros con artistas y pensadores, y buscando libros para la biblioteca de José Félix Ribas —les han donado más de 2 mil—, y a sus autores para que echen su cuento sellan cada encuentro con la misma consigna que pretende borrar el sustantivo margen y el adjetivo descalificativo de marginal: “el barrio es ciudad”.

Creadores y organizaciones de arquitectura y ciudad hacen más que visitas: son habitués. Fundación Espacio o Trazando Espacios, junto con muralistas urbanos y los vecinos, diseñan y pintan escaleras y fachadas. Por su parte, Enlace Arquitectura ha hecho un histórico levantamiento topográfico —censo y fotografías aéreas—, que se convirtió en vademécum.

La belleza podría tener en Petare un cartel que dijera: Se busca y al lado otro: Y se encontró. En San Blas hacen caso a Katiusca Camargo, la que un día se dispuso a limpiar con una escoba la basura de la cuadra y de paso barrió hasta la desesperanza con el tumbao que tiene al caminar. Su plan pizpireto, ecológico y estratégico —“si te ves mejor te sientes mejor”— se ha vuelto viral. Y ella ya no es una vecina, es referente. Una líder (o influencer). Como ella, todos intentando el cambio de imagen no como quien se disfraza porque es carnaval sino como quien cree que hay que cambiar y que el cambio que se ve, es.

“Están adheridas ciertas creencias, ciertas premisas; además de educación, para modificar las estadísticas, y en eso estamos —en pandemia y con las escuelas desprovistas ¡más de 200 maestras decidieron dar clases en sus casas!—, empecemos por mejorar el escenario”, desliza con clarividencia, “y también el discurso, que el verbo contenga el mensaje de la esperanza”, dice Camargo comprometida.

Más que oídos sordos a los sonidos malucos, esos que se detonan en algunas madrugadas, quieren ella y tantos más que no solo se escuchen las voces agoreras que repiten como una condena el mismo latiguillo: Petare es violencia, Petare es zona roja, Petare es ingobernable. Basta. Petare es vida, Petare es tenacidad. Petare es esperanza.

De un tiempo a esta parte, estos lemas contestatarios se difunden como tendencia en las redes de instituciones y de vecinos, amadores y dolientes: el cura el primero (“Fe es amar la vida, no la tristeza”, desliza el padre Genaro).

Y si es por sonidos, a la par de aquellos que ensordecen como silbidos de miedo, hacen su efecto las notas alegres de las festividades. Lástima que estas carezcan de amplificador. Con su 401 cumpleaños, el 17 de febrero pasado, en Petare las celebraciones no paran —verbigracia el sarao de Fran Suárez— antes, durante y después. Las fiestas decembrinas, por ejemplo, duran dos meses: son las suyas las Navidades más largas del mundo. Quizá se prolongarían de no ser por el carnaval y sus tentaciones.

Exposiciones, conciertos o charlas tienen lugar puntualmente en el Museo de Arte Popular de Petare Bárbaro Rivas, en la Fundación José Ángel Lamas o en la Bigott. Petare se ve en el espejo. Sus complejidades y sus entrañables hacedores. Esto está ocurriendo ahora mismo.

La antropóloga Nelly Pittol ha contado que hasta hace nada Petare fue punto de encuentro de damas con abanicos y caballeros con sombrero y zapatos de dos tonos mientras, como para que no cupiera duda, proyectó unas películas que consiguió en Bolívar Films, algo sepias, que darían cuenta del gusto que producía ir a ese lugar de peregrinación de los devotos del café y golfeado. La antropóloga Silvia Gómez quien ha tomado también la palabra —literalmente— compartió los datos compilados en un estudio de la toponimia: la traducción de cada nombre del barrio y de Caracas toda: Petare significa de cara el río, según las voces aborígenes.

Paradójico o no, Petare asume como prioridad la fe: la devoción es indiscutible. Y no conforme con celebrar las fechas que son tradición, los devotos añaden a la agenda los rituales que los demás han olvidado: el 3 de enero es la fecha en que celebran al santo patrón: el Dulce Nombre de Jesús de Petare. Luego ocurre lo del niño Jesús perdido y hallado en la casa de la vecina. Después, el 9, en la iglesia rosada, la parroquial, frente a la Plaza Sucre —una de las tres más grandes de Caracas, declarada Monumento Histórico Nacional—, el niño bendito es bajado del altar mayor por un feligrés escogido por la comunidad que, tras encaramarse en una escalera altísima, ya cuando tiene la imagen en brazos, la alza como trofeo: el aplauso es atronador. De seguidas es montado en parihuela el niño patrimonio —la figura data de 1668— y llevado en procesión por los alrededores del Centro Histórico. La imagen, que vuelve a pasear el último domingo del primer mes, detenta un ajuar de más de 50 trajes y le siguen cosiendo (en el Museo de Arte Popular Bárbaro Rivas están ahora mismo expuestos).

Si la temporada comenzó con las misas de gallo o aguinaldos, tradición venezolana única en el mundo, a los jerarcas de la iglesia les pareció bonito eso de los villancicos, las parrandas y los aguinaldos a media noche, y desde el siglo pasado bendijeron a Venezuela por la ocurrencia de tener fe a toda hora.

Carmen Sofía Leoni y su equipo del Museo hicieron de la Navidad obra de arte hasta el 8 de marzo: la exposición pascual que acaba de clausurar estuvo acompañada con la proyección de un documental en el que se habló precisamente del tema del nacimiento. Los pesebreros Mariana y Telmo Benfele en el vídeo y en el panel. Llegaron desde Chacao con una muestra de su colección de establos, sagradas familias y ovejitas para refrendar no la tesis de cuándo nació Petare, sino la de que Petare es un nacimiento.

Fotografía de Yuri Cortez | AFP

Viajeros impenitentes, de cada rincón de Venezuela traen un pesebre a casa. Los 160 que, por ahora, componen su colección, inundan sala, comedor, habitaciones, corredores, cocina y demás estancias domésticas, como gigantes en aquel Nazareth a escala.

La muestra de los Benfele incluye piezas de todas las formas y materiales —vidrio, acrílico, barro, fósforos, palma, madera, tela, lata, cartón, canutillo o nácar, pintados sobre conchas de coco o taparas o en lienzos, tejidos con estambre o realizados con hojas secas de maíz, el niño acurrucado sobre una cunita minúscula que semeja a una hallaca—, y es costumbre que una vez todos expuestos vengan los Décimo Nónicos a bendecirlos con una serenata. Devotos del Nacimiento como son, tenían que recalar en Petare.

La costumbre que dejaría San Francisco de Asís a toda la humanidad aquí parece destino. En este territorio populoso —cabe todo Puerto La Cruz—, mientras los petareños deambulan por el medio de la calle, la del Hambre, o cruzan plazas recuperadas o pasan sin remordimientos junto a la casa azul de Tito Salas, que aguarda abandonada por un alma sensible interesada en que recupere su dignidad —alguien que entró se topó con un perro muerto—, como la casa Borges, un atalaya donde Caracas es un punto de vista —todo Petare lo es—, el sueño parece pender de un hilo, pero de nylon: lo tiran con devoción como si fuera una cometa. Y no lo sueltan.

Petare recuerda a Plaka. Fe que mueve montañas es cerros cundidos de viviendas pequeñas como en ese Hatillo de la ciudad de Atenas, interceptadas las casitas por tiendas de abarrotes, cafés, pequeños almacenes. Se baraja la tesis de que podrían los servicios un día funcionar de nuevo en el país y que con el prometido funicular, o alguna otra forma de acceso, Petare podía abrirse espacios y abrírselo a más escuelas y bibliotecas.

Con una economía mejorada y la fe intensa que exhibe, podría ser asiento de clases medias: el mismo Petare en ascenso social. Ser realmente ese nacimiento al que tanto se parece. O mejor, renacimiento.

Por caminos peculiares, Petare va, más que Petare viene. “Me asombra la receptividad que conseguí en esta comunidad, las preguntas, la disposición, la gente contribuyó con café, pidieron el taller sobre formas de participación ciudadana con un entusiasmo que nunca he visto y aplaudieron como nadie, cuando terminó el documental que proyectamos sobre la organización democrática que lograron los serbios para vencer al dictador desde la resistencia pacífica”, sonríe Judith Brazón, asombrada la exjueza y coordinadora en Miranda de Creamos Alianza Ciudadana.

Entretanto, mientras el zurcido social avanza, “las muñequeras no dejan de coser”, apunta Carmen Sofía Leoni. Acaba de inaugurarse en la sala central del Museo una exposición de muñecas de trapo con las caras de singulares mujeres venezolanas: desde Josefa Camejo, Elsa Morales y Soledad Brazo hasta Irene Sáez, Magdalena Sánchez y Nancy Ramos. Como para embelesar a Reverón.

Petare no para. Y los de fe —todos—, tampoco. Siguen rezando en las iglesias, siempre de bote en bote. Acaban de añadir a la práctica vespertina de oraciones una causa más: cada tarde a las 4:00, un rosario por Ucrania.


ARTÍCULOS MÁS RECIENTES DEL AUTOR

Suscríbete al boletín

No te pierdas la información más importante de PRODAVINCI en tu buzón de correo