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Las cocinas de drogas se encuentran actualmente aisladas de sus clientes en todo el mundo. Esto se debe a que apenas se realizan vuelos comerciales y en todas partes los controles fronterizos son más estrictos. Entonces, ¿qué puede hacer un jefe de la droga en Colombia, que ya no puede despachar su producto a los pequeños traficantes de Bogotá, Medellín y Cali, o enviarlo a EE. UU. o Europa? Y, ¿qué pasa si este modelo de negocio es afectado por las restricciones del coronavirus, el confinamiento y la prohibición de la vida nocturna? Ante todo, necesita un plan B rápidamente.
Según los expertos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) y el Centro de Vigilancia de las Drogas de la Unión Europea, hace tiempo que los contrabandistas han ideado alternativas para comercializar sus productos ilegales.
Por ejemplo, para el transporte de la cocaína entre Sudamérica y Europa. En vez de ser enviada por correo a través de un avión, el «oro blanco» es despachado directamente por rutas marítimas. Para la producción local, esto significa convencer a los agricultores colombianos, cuyo negocio de frutas y verduras se ha desplomado a causa de la pandemia, de que el cultivo ilegal de drogas podría ayudar a sus familias a sobrevivir. Por lo demás, esto significa subir los precios y seguir el principio económico de la oferta y la demanda.
Los precios de la cocaína a niveles récord
Debido a la crisis del coronavirus, el precio de la cocaína se disparó en más de un 220 por ciento por kilo y hasta en un 45 por ciento por una dosis. En Francia, un gramo de cocaína ahora cuesta 100 euros en lugar de 60. Hace unos cuatro meses, los traficantes seguían usando cartas, paquetes y maletas con doble fondo en los vuelos internacionales.
Los medios colombianos informan que ahora aprovechan que, a pesar del aumento de los controles en las fronteras, las autoridades aduaneras de los puertos usan menos personal. Y esconden la cocaína en barcos y aviones de carga, entre los plátanos, la pulpa de fruta o la mezclan con harina. Además, los traficantes mezclan la cocaína con el estimulante alcaloide efedrina, en una proporción de 70:30. Menos calidad, mayor precio. Los consumidores aceptan dañar su salud sin titubear.
Al otro lado del mundo también hay ganadores con la crisis del coronavirus: los talibanes de Afganistán. Al igual que en Colombia, el grupo islámico radical ayuda a la población pobre en estos tiempos difíciles. La ONU informa de personas que han quedado desempleadas como resultado de la pandemia y que ahora cosechan la materia prima de la droga, la adormidera, en zonas controladas por los talibanes. Además, según la ONU, la pandemia del coronavirus no ha cambiado el curso de la ruta principal del tráfico de heroína: la ruta de los Balcanes empieza en Afganistán y sigue por Irán, Turquía y los Balcanes hasta llegar a Europa central.
Menos sequías, producción estable de opio
Si bien es cierto que en 2019 la superficie dedicada al cultivo de la adormidera en Afganistán disminuyó en más de un tercio en comparación con el año anterior (unas 100.000 hectáreas), la producción de opio se mantuvo más o menos al mismo nivel que en 2018, en unas 6.400 toneladas.
La explicación de la estabilidad de la producción de opio se debe a que la cosecha del año pasado se vio menos afectada por la sequía. Afganistán es uno de los países con mayor producción de opio a nivel mundial. En los últimos cinco años, ha generado alrededor del 84 por ciento del estupefaciente.
Esos fondos procedentes del cultivo y el tráfico de drogas financian, entre otras cosas, la insurgencia armada en Afganistán. Especialmente en el sur, donde se cultiva en las zonas controladas por los talibanes, lo que dificulta la lucha de las autoridades contra el comercio y la producción ilegal.
Según el informe de la Organización de las Naciones Unidas sobre las drogas recientemente publicado, el número de personas que consumió drogas como el cannabis, la cocaína, el opio o las sustancias sintéticas en 2018 se mantuvo más o menos estable en 269 millones en comparación con el año anterior. La mayoría consumió hachís. Al menos 35,6 millones de adictos sufrían problemas de salud generados por las drogas. El mercado se había vuelto confuso debido a la variedad de unas 500 drogas de diseño como el fentanilo, según detalló la ONU. (ju/dzc)
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Oliver Pieper
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