Perspectivas

Ministerio del Futuro y el Centro

Fotografía de Fethi Belaid | AFP

20/11/2021

1.

Ha terminado el gran encuentro sobre el clima.

Uno de los más importantes teóricos sobre la cuestión del pensamiento ecológico, Timothy Morton, desde hace tiempo recuerda la importancia de un ministerio que solamente piense en los que aún no han nacido.

Ministerio del Futuro. Muchos lo defienden.

Pero claro que es difícil saber cuándo empieza el futuro.

Chesterton, escritor inglés fallecido en 1936, escribió que siempre tuvo la ambición de estar avanzado respecto a su tiempo: “yo quise estar diez minutos adelantado frente a la verdad. Y acabé descubriendo que llevaba mil ochocientos años de retraso.”

¿Cuál es la puntualidad con la que se llega a la verdad?

La verdad ya ha salido o todavía no ha llegado. Estamos siempre, pues, adelantados o muy retrasados.

2.

Un minuto adelantado, un minuto retrasado.

Mientras se argumentaba, con imágenes y gráficos Excel, sobre el futuro que viene (el lenguaje, en el siglo XXI, ha enmudecido súbitamente – quedan la estadística y los vídeos), una noticia de una norteamericana que con 105 años ha “establecido, el pasado domingo, un nuevo récord mundial en 100 metros de atletismo, siendo la primera mujer corriendo esta distancia con esta edad.”

Nombre: Julia “Huracán” Hawkins.

Corrió cien metros en un minuto, dos segundos y 95 milésimas (1:02:95).

Al final, Julia Hawkins estaba feliz, pero no totalmente satisfecha: quería haber corrido cien metros en menos de un minuto, dijo.

3.

Tiempo y espácio.

Estar retrasado, adelantado o perdido (ni retrasado ni adelantado: estar perdido no es más que estar alejado del lugar a donde se quiere ir).

Jonathan, un amigo, dice: lo importante es definir un centro para la existencia o para el vasto universo (un centro físico, psicológico, ético, funcional, amoroso o de trabajo, lo que sea) y después es sencillo: alrededor de ese centro es necesario trazar una circunferencia.

Seguir el recorrido de una circunferencia garantiza que siempre estamos a la misma distancia del centro. Y que no nos alejamos. La geometría tiene estas cosas, a veces ayuda en el día a día.

Tres tipos de humanos, dice Jonathan, contando con los dedos:

-Los que no pueden alejarse del centro. Son los que siempre están llegando.

-Los que pueden alejarse del centro. Los humanos que siempre se están yendo.

-Y los otros: los que desconocen el centro. Y, por ende, aunque avancen hacia un lado o hacia el otro, todo está bien, o todo mal: es indiferente. Sin centro nunca te alejas, nunca te acercas.

4.

Hay relatos de tribus nómadas que llevaban una “flecha santa” que para ellos era el centro del mundo. Un centro del mundo portátil que no soltaban. Donde se instalaban, clavaban esa flecha en el suelo -de punto cero, de coordenadas 0,0 – y ahí empezaba el mundo.

Estaban así, siempre cerca del cero, del comienzo, del centro. Pero nunca estaban en el mismo lugar.

Así, el cuarto tipo de humanos (siempre hay más hipótesis de las que pensamos que existen, dijo Jonathan): los que llevan con ellos el centro.

Una especie de orgullo radical: yo soy el inicio del mundo.

En el límite, un nómada en el siglo XXI no necesita llevar flecha sagrada (quizá sea suficiente con llevar internet). Alguien en el siglo XXI podrá decir, pues, con arrogancia o despojamiento material sobre lo que le rodea: yo soy mi flecha sagrada. Yo soy el punto 0,0. Aquí, dirá él, dándose un golpe en el pecho, aquí empieza el mundo. ¿Qué es estar enamorado? En parte, es esto, dice Jonathan: el centro del mundo es el Otro. Si el Otro no está conmigo, estoy tan lejos que estoy perdido. El Otro es el punto 0,0. Y es en ese punto desde donde defino mi posición – ¿estoy lejos, estoy cerca?

5.

Una pregunta, pues: ¿a qué distancia del centro es necesario estar para asumir que estamos perdidos?

En “Ortodoxia”, aún Chesterton jugaba con la idea de un navegador inglés que sale para descubrir islas lejanas de los mares del Sur, pero por un error en el camino, desembarca en Inglaterra y allí coloca de inmediato, orgulloso, la bandera inglesa igual que lo hacían los descubridores.

Descubrir el sitio donde siempre hemos estado, me dijo Jonathan, sólo puede ser consecuencia de un enorme desvío de ruta (un naufragio) o de un extraordinario acierto. Y puede incluso ser la metáfora de un riguroso procedimiento religioso: descubre tus pies, he aquí una síntesis. El viaje más largo, el viaje más corto: descubrir los exactos metros cuadrados donde hace mucho que te diviertes o te ahogas.

Pero, claro, no todos tienen la suerte de caer en un naufragio tan certero como este.

***

Originalmente publicado no Jornal Expresso

Traducción de Leonor López de Carrión


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