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Marianella Salazar fotografiada por Tito Caula

22/09/2019

Marianella Salazar fotografiada por Tito Caula | Archivo Fotografía Urbana

Este año 2019, Marianella Salazar Girola (Caracas, 15 de junio de 1949) conmemora medio siglo en el ejercicio del periodismo. Se inició en los medios cuando estudiaba segundo año en la Universidad Central de Venezuela. Pero esta foto de Tito Caula (circa 1970) no fue hecha por un asunto de su carrera reporteril, sino por su incursión en la política. A finales de los años 70, Marianella Salazar fue concejal y llegaría a ser presidente del Concejo Municipal de Petare, cuando Caracas era Distrito Federal y Distrito Sucre del estado Miranda. Como alcaldesa, antes de cumplir los 30, era responsable de Petare, Baruta, Chacao y El Hatillo. 

En la imagen destacan el lustroso cabello, los ojos y las manos juntas en un gesto que no logra comunicar serenidad. Una sobre otra, las manos deberían reposar como ovejas exhaustas tras pastoreo por ruta empinada. Una tarea hecha. Una misión cumplida. Pero estas manos encubren mal un cierto nerviosismo. ¿Exceso de temperamento? Es posible. El fotógrafo parece deslumbrado por el brillo y el volumen del cabello, que cae en ondas palpitantes como un animal de lujo. Todo es perfecto en ella. Las facciones, la camisa talla S, cuya costura recae exactamente en la articulación del hombro con el brazo, los zarcillos minúsculos, el collar dorado de tres vueltas (fantasía fina), la manicura, el peinado… excepto ese mínimo mechón realengo que va a pasearse por el hombro. Ese bucle descarriado es el único indicio de que la modelo es una muchacha, todo lo demás ha sido organizado para proyectar la imagen de una mujer hecha y derecha, capaz de velar por el bienestar de cientos de miles de caraqueños.

–No me acuerdo de esa foto –dice ella en brevísima entrevista–. ¡Pestañas postizas arriba y abajo, qué cómico!

A Caula no le pareció nada cómico. Al contrario. Nos la muestra impactado y conmovido. Ha encontrado en Caracas la versión latinoamericana de Ava Gardner y parece fascinado. Ella lo observa con curiosidad. Se examinan los dos. Ella es la hija de un contador cumanés, funcionario público del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social. Ha estudiado en el San José de Tarbes, de La Florida, desde kinder hasta graduarse de bachillerato. “Siempre fui”, dice, “una niña sumamente tímida e introvertida”. Al ingresar a la Escuela de Periodismo de la UCV, su padre la llevaba y la traía “a una Escuela de Periodismo cuyos profesores eran todos comunistas. Lógicamente, la excéntrica era yo, porque siempre ha sido igualita. Era muy extraño el contraste. Ellos, casi hippies y yo, vestida a la moda y maquillada. Muy seria, eso sí». 

«En la época en que yo empecé en la radio y la televisión, no había asesores estilistas y de imagen. Eso no existía. Yo siempre he sido así como me estás viendo, esta ha sido mi cédula de identidad y mi carta de presentación: estar impecable. Eso era cuando era estudiante y cuando era reportera; y es verdad que la buena imagen te puede abrir puertas, pero después tienes que demostrar qué traes, cuál es tu formación, cuáles son tus valores”.

Eso es exactamente lo que Caula quiso captar en su foto. “Yo nunca escuché en la casa que nosotras éramos bonitas. Yo lo vengo a escuchar cuando salgo a la calle como reportera. Y al principio fue difícil, porque era muy joven y tenía que hacerme respetar. Tuve ponerles freno a los entrevistados y quizás empecé a desarrollar una agresividad. Sí, quizás vino de allí…”. Esa imagen y esa agresividad fue lo que vieron los linces de Acción Democrática que la postularon para concejal del Distrito Sucre del estado Miranda, “cuando ese concejo municipal tenía solo siete concejales y eran de Acción Democrática y Copei. Tengo la gran satisfacción de haber salido por la puerta grande de ese cargo, con una buena gestión y un manejo administrativo pulcro». Luego sería diputada por el estado Miranda y llegó a contarse entre los presidenciables. Su nombre en algún momento estuvo en la cima de las encuestas.  

En una entrevista que le hice hace veinte años exactos, dijo que en su estilo “hay una gran afectividad y una gran afectación. Son los dos polos de un mismo fenómeno que se expresa cabalmente en un medio, como la radio, que cautiva y fascina por su capacidad de presentar el evento periodístico como un espectáculo”.

Caula ha sido subyugado por la afectividad, pero está negado a ver la afectación. Él ve una mujer joven caracterizada de alguien mayor. Alguien que proyecta un absoluto control de sí misma, pero se le ha escapado un rizo y entre el primero y el segundo botón de la blusa hay un espacio en reclamación, un desacomodo, una tirantez (porque la prenda debió ser talla M). Y eso a él le produce ternura. 

Otro detalle intereasante de la foto es que la figura fotografiada ocupa poco más de dos tercios de la composición. El tercio superior, si bien está invadido por la coronilla de su modelo, está mayormente en blanco. Caula se ha negado a hacer la típica foto del candidato, en la que el aspirante lo llena todo, como para cerrarle el paso al elector, para encajonarlo. Aquí, Salazar está en un contexto (no está ella sola llenando el mundo), en un marco despejado, sobre un fondo blanco en el que ella destaca, esplendente de juventud e inteligencia, serena, pero con un fondo de tensión, de pasión contenida. Y en los ojos, las lámparas del fotógrafo. Los espectadores estamos atravesados entre un artista y su modelo, dos polos de una intensa auscultación.


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