Fotografía de Juan Mabromata | AFP
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Estas son las noticias:
1.
“Aumento de la pobreza no sale en los datos oficiales”.
Los datos oficiales son números en forma de truco.
Un truco oficial es oficial y es truco.
La palabra magia y la palabra maña se acercan en la M pero no sólo.
Di alto la palabra estadística, le pide un señor a una señorita.
Y la lúcida señorita dice, pues, en voz alta: —Los números que hacen desaparecer a los humanos.
Los números que hacen desaparecer a los humanos: una forma más lenta de repetir la palabra estadística.
2.
Mientras miras los números, no miras hacia la calle. Los números como forma de malabares; en lugar de malabares aquí van por el aire, en los muchos y vastos aires, los números del cero al nueve. Con el número nueve nadie pasa hambre. Es una rima, pero ninguna rima resuelve el viejo asunto del estómago y del frío.
3.
Entre fotografías y números, no miras hacia la calle. ¿Cómo está la realidad? ¿Cómo mostrar una síntesis de lo que está pasando en las calles y en las casas? Estadísticas e imágenes. Ente lo abstracto y lo concreto llega el señor oficial y pone paisaje azul ante la pobreza extrema. Sobre esta pobreza, qué cree que queda mejor: ¿un panel azul turquesa o una tela flá-flá-flá?
En cada esquina del mundo, ese absoluto diseño oficial de amplios territorios exteriores: ¿cómo iluminar más lo bello? Cómo ocultar en la sombra lo feo, lo pobre y lo degradante. Para eliminar lo degradante, llamemos a un ayudante. Aquí tengo unos números, dice un señor que sabe de cálculo perverso, una modalidad muy específica de las matemáticas generales. Y el doctorado en economía perversa dice aún: aquí tengo unos números que quedan genial delante de la pobreza; en lugar de un panel azul turquesa o una tela flá-flá-flá, ponga por aquí estos números; dice un señorito, con corbata y, quién sabe, por debajo, escondidas pero nuevas, unas bellas zapatillas de ballet.
4.
Imagino esto: ante una situación terrible de violencia o pobreza, una televisión emitiendo números de estadística.
Hay algunos números y varias estadísticas que son enormemente obscenas: que salgan de la habitación los niños cuando se mencionen ciertos números oficiales.
5.
Incluso en lo concreto de la fotografía, la cuestión es siempre hacia dónde se apunta el objetivo. Ante la situación más terrible, el fotógrafo puede por ejemplo dirigir delicadamente la máquina en dirección al cielo azul y en el momento más humanamente terrible sobre la tierra puede salir del testimonio presencial una preciosa foto de un azulísimo cielo. ¿Qué importa que estés allí, si en el momento preciso alejas la mirada?
No mirar hacia el sitio correcto y ser ciego son sinónimos prácticos.
6.
Los humanos dejan de ser pies, piernas, tronco, cuello y cabeza –y todavía, por dentro, los muchos órganos a los que tanto quieren y jamás paran las exigencias– los humanos dejan, pues, decía, de ser organismos con expectativas y nombre –el vecino de abajo o de arriba, la mujer a la que se ama o el amigo al que se le dice adiós por la calle– y empiezan a formar parte de una enorme ecuación general.
¿Cuál es la ventaja general de los números? Ninguno tiene estómago ni la capacidad de rebelión. No conozco a un único número que haya levantado los bracitos como forma de protesto; y siendo números y exactos ni un vocablo de rabia ni un breve susurro vienen de la boca que nunca han tenido. Entre un humano, un perro, y un número bastante concreto, adóptese al número para compañía doméstica: ni comida, ni agua, ni paz ni educación ni salud ni vivienda: un número es compañía excelente, nada necesita y es callado y obediente.
7.
Imagino también un país en el que, los ciudadanos, en lugar de alimentarse con el viejo pescado, el viejo filete o la vieja verde lechuga, se alimentaran de estadística oficial. Hoy me comeré una estadística oficial; y voy a dormir bajo una estadística oficial; e iré de compras con una estadística oficial y alquilar una casa con una excelentísima y recientísima estadística oficial,
8.
Hay ciertos números oficiales que, mirados durante demasiado tiempo, tienen el efecto fulminante del sol: quien los ve se queda ciego, cieguito total.
Y después de esa larga exposición a los números oficiales, el cieguito sale a la calle y como ciego que es nada ve. Ni un pobre, ni uno.
Y los cieguitos oficiales se multiplican como las especies más potentes del planeta.
Esto está genial, ¿no cree? Genial, genial, dice el ciego al cieguito.
***
Traducción de Leonor López de Carrión
Originalmente publicado no Jornal Expresso
Gonçalo M. Tavares
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