Las decisiones de Batista y los complejos de la Vinotinto

El paraguayo Julio Enciso disputa un balón con el venezolano Darwin Machís durante el partido de eliminatorias sudamericanas en Asunción, Paraguay, este martes 15 de octubre de 2024. Fotografía de Juan Pablo Pino | EFE

16/10/2024

Esta vez no hay consuelo deportivo ni matemático. Podría recordarse que aún quedan 24 puntos en juego, que hay opciones de ganar como local al menos un par de los 8 partidos restantes (contra Perú y Bolivia, tal vez), considerando que Venezuela sigue invicta en casa; quizá ganar otro más (contra Chile, en Santiago) y rescatar algún punto siendo visitante. El sueño está vivo. Aún así, esa perspectiva no resta amargura a la derrota 1-2 de la Vinotinto contra Paraguay, este martes 15 de octubre de 2024.

Si el resultado a simple vista ya es incómodo, las conclusiones pueden ser todavía más inquietantes luego del desplome de Venezuela en el segundo tiempo. Tras competir durante los primeros 45 minutos, controlando el juego y yéndose al descanso con un gol de ventaja (Jon Aramburu, 25’), el complemento dejó a un equipo que no pudo sostener su rendimiento ni encontró respuestas ante las adversidades que ya había gestionado en otros partidos (Brasil y Argentina, por ejemplo). 

Jon Aramburu celebra después de anotar gol durante el partido de eliminatorias sudamericanas en Asunción, Paraguay, este martes 15 de octubre de 2024. Fotografía de Juan Pablo Pino | EFE

Batista y la tensión del encuentro

Gesticulando de forma vehemente, intentando estar en todos los detalles posibles, corrigiendo cuanto podía y metiendo presión al arbitraje, Fernando Batista jugó su propio partido en el área técnica. Sin decirlo de forma evidente, su comportamiento era un ensayo sobre la importancia de este partido para Venezuela: quizá, sacar cuatro puntos de distancia con Paraguay era una oportunidad única en la historia de la Vinotinto. 

El equipo respondió durante la primera parte, siendo un conjunto corto en muchos tramos, apretando de manera ocasional la salida de Paraguay, y tratando de que los avances no dependieran tanto de la calidad individual de Yeferson Soteldo o Jefferson Savarino, sino de un rendimiento colectivo. El gol de Aramburu, incorporándose por el lado derecho, luego de un buen traslado de pelota de Soteldo, era un premio justo para la Vinotinto, correcta en líneas generales y con algo de fortuna en el bolsillo para salvarse de un penal mal cobrado por Paraguay. 

Luego de ese primer tiempo, lo normal era pensar que había chances claras de no repetir la historia, esa que sugiere que en contextos decisivos la Vinotinto falla. Esta vez, parecía no ser así. Y sin embargo, terminó siendo así. Como siempre, lo de siempre: un cambio, una jugada aislada o un error puntual contradice el proceso y empuja al equipo al abismo. 

Uno de esos hechos fue la decisión de Batista al sustituir a Savarino por Jhonder Cádiz. El partido ya estaba igualado, producto de una buena jugada de Paraguay que descubrió el desgaste que estaba sufriendo el equipo, sobre todo por las desconexiones defensivas de Darwin Machis, dejando expuesto a Aramburu. Con el cambio, intentando ganar el partido, sumando otro delantero, el entrenador terminó perdiéndolo. Venezuela se alargó aún más en el campo, tenía menos control de la pelota, con mediocampistas y zagueros reducidos a patadas, condicionados por las amarillas. El local no solo había entrado en juego, sino que tenía tiempo por delante para remontarlo.

Paraguay concretó su objetivo 15 minutos después, con el segundo gol de Antonio Sanabria, mientras Venezuela continuaba dejando espacios en distintas áreas del campo y Darwin Machís seguía en escena. Desde la Copa América, su rendimiento no es óptimo para la Vinotinto. Su desconcentración durante el segundo gol del local es incomprensible. Esto supone un conflicto de alcance, teniendo en cuenta su jerarquía. Esa que debería ser tenida en cuenta al momento de cuidarlo, de evitarle minutos cuando su aporte está siendo inferior al que se supone por su potencial. Sustituirlo tras el segundo gol es otro de esos descuidos que caen a la cuenta de Batista, quien a esta altura del partido no gesticulaba tanto, pero sus cambios hablaban por él y sugerían bastante nerviosismo. El equipo lo notó y quedó paralizado.

El paraguayo Antonio Sanabria celebra su gol durante el partido de eliminatorias sudamericanas en Asunción, Paraguay, este martes 15 de octubre de 2024. Fotografía de Juan Pablo Pino | EFE

La crueldad de la Eliminatoria

Sin partidos amistosos para probar alternativas, entrenador, equipo y país están sujetos al poco tiempo que ofrecen las concentraciones para buscar remedio a un escenario complejo. La Vinotinto está compitiendo, pero necesita elevar su rendimiento si quiere trascender. 

Luego de estos partidos contra Argentina y Paraguay, surgen preguntas en relación con dos nombres: Tomás Rincón y Darwin Machís. Rincón parecía relegado a un papel testimonial, en la sombra, dando consejo y guía. Pero su influencia contra Argentina invita a pensar que puede ser esa pieza en el mediocampo que Batista sigue buscando para acompañar a Yangel Herrera y José Martínez. Machís, con un bache en su rendimiento, abre la puerta a que alguien ocupe su lugar, o al menos lo discuta. La pregunta es quién podría ser, considerando que nadie está tumbando la puerta con su performance. Otra decisión que Batista tendrá que tomar.

Ser el único país de Sudamérica sin haber clasificado a un Mundial es un peso cultural importante; sobre todo en partidos como éste. No aprovechar una oportunidad para distanciarse de un rival directo o al menos conservar la ventaja que se tenía sobre él, quizá supongan un antes y un después para la Vinotinto en este clico clasificatorio, en el que ahora suma seis partidos consecutivos sin ganar.


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