Literatura

La pasión por el imaginario de Caracas de Arturo Almandoz Marte

06/02/2019

Fotografía de Mauricio López

Con mucho placer y mayor admiración he leído el cuarto volumen de La ciudad en el imaginario venezolano: Del viernes negro a la Caracas roja de Arturo Almandoz Marte, investigación de largo alcance que desde el pasado mes de noviembre circula en las librerías caraqueñas. La meritoria labor investigativa es una reflexión muy actual sobre el devenir de Caracas como ciudad metropolitana escrita en una prosa elegante, equilibrada, detallada y asertiva.

Al ser parte de una investigación de largo alcance que arriba a su cuarto tomo, se nos impone hacer ciertas consideraciones pensadas para los lectores que acercan por primera vez a este autor y a esta obra. El autor estructura un recorrido a partir de cuatro grandes momentos históricos de la cultura de la ciudad sobre la cual establece una reflexión en torno a un preciso momento histórico, prestando especial atención a la literatura como la disciplina que mejor representa el estadio de la evolución urbana de ese preciso momento. En tal sentido, cada uno de los libros anteriores ‒ I. Del tiempo de Maricastaña a la masificación de los techos rojos; II. De 1936 a los pequeños seres y III. De 1958 a la metrópoli parroquiana ‒ conforma una fase investigada de manera independiente, lo que hace que cada ejemplar pueda ser leído individualmente, aunque estén concatenados por ser estadios culturales subsecuentes, así como porque están pensados como un todo articulado.

Del mismo modo, al plantearse una investigación siguiendo un criterio de periodización, la demacración de cada etapa urbana a estudiar ha sido determinada partiendo de situaciones específicas del acontecer urbano y nacional, manejando para ello distintas disciplinas, como: la historia política y social, los datos demográficos, la planificación urbana, la literatura urbana en sus distintos géneros, las circunstancias sociales y económicas, entre muchos otros, para poder establecer los cortes del proceso histórico incluyendo las determinaciones tanto estructurales como coyunturales del mismo a la luz de la representación literaria, enriqueciendo una propuesta por demás interesante mientras establece una nueva perspectiva sobre el tema.

A partir de una reflexión sobre Caracas pensada en tales términos para establecer un orden y una estructura, surgen dos situaciones opuestas y complementarias a la vez, si se me permite el oxímoron. El autor/escritor para acometer esta investigación se la ha planteado una organización historicista sobre una ciudad rural y provinciana que se hace urbana y moderna, mostrando la evolución histórica de la ciudad mediante la vinculación del imaginario con el proceso de transformación urbana y puntualizando su significación para la conformación de la mentalidad y cultura capitalina. De esta manera cada libro establece el cómo una etapa se interrelaciona con la anterior o posterior, proyectando una ciudad evolutiva porque Caracas cambió no solo de ropaje o de piel, sino en estructura, dimensiones geográficas, arquitectura, urbanismo así como en el tipo de ciudadano que la habita. Ahora, al proponer cada estadio de esa evolución como un libro independiente, el autor hace gala de una extraordinaria capacidad de lectura de los más diversos autores, temas, géneros y disciplinas para reflexionar sobre la etapa estudiada en su sincronía específica. Desde esta perspectiva, la propuesta literaria es pensada y asumida como la mejor representación de la expresión cultural de momento, demostrando que cada incursión por el imaginario es un momento preciso en los aspectos sociales, económicos y culturales de la ciudad capital, lo que hace que cualquiera de los volúmenes pueda ser leído sin depender de la lectura de los anteriores. Es por ello que el lector puede acercarse a esta investigación como una propuesta historicista de la cultura urbana del siglo XX o solamente leer uno de los libros como el estadio de un momento específico. La percepción del urbanista y del acucioso lector, que de hecho es, ha renovado el tradicional punto de vista sobre nuestro pasado urbano y nuestra definición como sociedad, estableciendo los diversos significados de un proceso que interpreta a la Caracas del siglo XX dando así claves puntuales sobre nuestra identidad.

Del viernes negro a la Caracas roja si bien es una investigación académica minuciosa, ampliamente documentada y magníficamente escrita que muestra muchos logros en el campo de la investigación sobre el tema. El autor logra en un largo discurso, que fluctúa entre lo académico y lo cultural, un entramado donde dialogan diversos textos para darnos una interpretación sobre el proceso de transformación urbano sin desmerecer ni al sujeto protagonista ni al receptor de esos cambios. Entre estos, uno que nos ha llamado poderosamente la atención por lo distinto, es cómo el profesor Almandoz Marte ha puesto a dialogar discursos heterogéneos interpretados a la luz de la ciudad y del pasado literario para explicar, analizar y reflexionar sobre el período; en palabras de Ana Teresa Torres en el prefacio del libro: “Es la labor de entretejido la que verdaderamente cuenta aquí” (p.7). De tal manera, los más diversos discursos y múltiples contextos se dan cita en este texto de donde no se escapan, novelas, cuentos, telenovelas, películas, crónicas, escritores de obra urbana o “interiorana” (como el autor dice), guionistas de telenovelas, autores teatrales, crítica literaria, crítica desde los espacios museísticos, suplementos culturales, ediciones lujosas cuyo tema es Caracas, entre otras muchas, para plantear una interesantísima reflexión donde uno de sus aportes es “derribar múltiples barreras” (ideológica, políticas, culturales o académicas), demostrando cómo el período ha estado definido por los medios de comunicación social, audiovisuales y escritos, antes de que apareciera Internet, Facebook o Instagram, donde los concursos internacionales de belleza, la exportación de telenovelas “hechas en Venezuela”, el Caracazo, lo dos golpes frustrados de los noventa, la descentralización de la economía, y un largo etcétera, nos ha definido como ciudad, como país y como cultura desde Viernes negro (1983) fin del proyecto de la Gran Venezuela hasta la Caracas roja (1999), elementos todos que determinan al período que estudia. La reflexión equilibrada y decantada nos muestra un pasado, nos da pistas sobre la identidad urbana del presente que un estudio sociológico, literario o urbanístico no podría alcanzar por sí solo, es decir, que son estas confluencias discursivas las que definen el período cultural de la ciudad a través de la interpretación de su imaginario.

En vista de la amplitud que este cuarto volumen quisiéramos destacar el capítulo: Urbes fracturadas y violentas tanto por lo significativo del tema así como por la selección autores que publican sus obras en el período. Explicando muy bien las circunstancias históricas y sociales de los años 80 y 90, apoyado en los discursos de los intelectuales del siglo XX y a partir de la novela y la crónica como géneros discursivos, el capítulo estructura una interpretación de la ciudad del presente vinculada y penetrada por otros discursos urbanos, en especial, los medios de comunicación social. El autor presenta al período desarrollando el desgaste de “la Gran Venezuela” y su epílogo “Saudita”, pues el ensayo, la novela y la crónica (urbana) de las últimas décadas del siglo XX son los textos que proveyeron en retrospectiva las claves para entender los inveterados procesos de segregación y de ruptura social, violencia e inestabilidad política agudizados por el Caracazo, los dos golpes fallidos y la salida de Carlos Andrés Pérez.

A partir de ello, interrelaciona autores y obras de diversos géneros que dan la clave para entender a la ciudad. Demuestra como la obra de Luis Britto García, José Roberto Duque, Israel Centeno y Ángel Gustavo Infante son la expresión de un imaginario urbano con el que convivimos en su lenguaje y preferencias, asimismo como son espacios sociales y culturales muy bien ganados. Igualmente, muestra como las obras literarias de autores que escriben desde los años 70, como Ana Teresa Torres, Carlos Noguera o Eduardo Liendo, muestran el imaginario de la memoria de una ciudad que se perdió en la búsqueda de la modernización, pero que el recuerdo las hace presente demostrando que a finales de siglo ya Caracas posee una memoria urbana que la singulariza de sus pares latinoamericanas.

Por otro lado, como parte de ese imaginario, Almandoz introduce las fiestas, las bodas fastuosas y el concurso de Miss Venezuela como elementos determinantes del imaginario de la ciudad del período; se apoya en la novela Morir de Glamour de Boris Izaguirre que tiene un lugar en el espacio literario; convoca las obras de los guionistas que crearon las reconocidas telenovelas que traspasaron fronteras, así como las motos, la cultura del carro, de las grandes autopistas que no solo cambiaron a la ciudad para siempre, sino que son parte del imaginario representado su literatura, telenovelas y crónicas.

Si bien las importantes interpretaciones de Juan Nuño, Janet Kelly y Rafael Arráíz Lucca son parte de una reflexión e investigación de corte académico, también las crónicas, tanto periodísticas como literarias, son una presencia importante que interpreta el día a día del devenir de una ciudad abierta a múltiples influencias. En tal sentido, los textos de Milagro Socorro, Federico Vegas, Silda Cordoliani, Igor Delgado Senior, José Ignacio Cabrujas, Antonio López Ortega y muy especialmente Elisa Lerner, entre otros, son los encargados de llevar la pulsión del día a día, que el investigador incorpora a lo largo de a su reflexión sin dejar de lado las caricaturas de Zapata que desde otro código también interpreta el acontecer diario de la ciudad.

Finalmente, deja por escrito algo que se suele olvidar y es que en los años noventa hubo toda una reflexión seria, profesional y documentada sobre Caracas desde ella misma, haciendo de la ciudad el objeto cultural por excelencia. Las instituciones públicas y privadas, las universidades, los grandes rotativos, las editoriales y las fundaciones patrocinaron la presencia en el país de invitados internacionales expertos en ciudad, ciudadanía, medios, cultura urbana, así como financiaron publicaciones al respecto para contribuir a la reflexión sobre la identidad de la ciudad capital.

La voz serena de Arturo Almandoz Marte hila un entretejido que ubica, interrelaciona, analiza, sistematiza, dilucida claves y establece conclusiones sobre un amplio y sinuoso proceso sociocultural para darnos una singular reflexión sobre un período de la ciudad. La obra es una interpretación de la idiosincrasia caraqueña a partir de los imaginarios recreados en ella, dejando al descubierto las distintas estructuras donde se fundamenta nuestra identidad ciudadana en un discurso que habla del ciudadano desde la producción ficcional, ensayística, televisiva, editorial y cronística aportando una perspectiva que define al presente de Caracas, haciéndola más comprensible para las generaciones que la vivieron y más asequible para las nuevas del siglo XXI entregando a sus lectores una renovada percepción sobre nuestro pasado urbano reciente.


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