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La narrativa visual de la tierra: Venezuela según Ricardo Razetti (III)
Sin título, Venezuela, ca. 1950. Ricardo Razetti ©Archivo Fotografía Urbana
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En noviembre de 1946, con cuarenta años cumplidos, regresó Ricardo Razetti (1906-1961) a Venezuela luego de una estancia en México de casi una década. Si su talento artístico ya había dado altos frutos en ese país, es en Venezuela donde muy pronto se podrán ver mejor las ganancias que, para su obra, tuvo su corto paso como fotógrafo de fijas por el cine mexicano entre 1943-1946. Podría considerarse que Razetti asimiló bien la nueva estética visual que se definió en este a inicio de los años cuarenta, pero si queremos darle nombre a una personalidad que fuera formativa para él cabría mencionar a Alex Phillips (1900-1977), con quien trabajo al menos en dos ocasiones (Doña Bárbara, 1943, y La Otra, 1946). Un camarógrafo de origen canadiense, Phillips llegó a México en 1931, después de su desempeño en Hollywood durante el auge del cine silente en los años veinte y el tránsito al sonoro. En México, su contribución fue significativa tanto en el desarrollo de nuevos directores de fotografía cinematográfica, en particular de Gabriel Figueroa (1907-1997), como en la creación de la estética visual característica del cine mexicano en su llamada época de oro (1).
La Margarita, Barlovento, Paraguaná y Los Andes
La vuelta de Razetti a Venezuela coincidió con el apogeo de un particular sentimiento nacionalista en la cultura venezolana, que se manifestó con diferentes tonos y signos ideológicos. Durante los años cuarenta, este se ramificó a través de distintos soportes y espacios discursivos, incluyendo entre los primeros a la fotografía y entre los segundos al libro y la exposición. A la llegada de Razetti al país ya eran logros los aportes fotográficos de Alfredo Boulton (1908-1995) a la construcción de una imagen integradora de la nación, representados por su libro Imágenes del Occidente Venezolano, de 1940, y la Exposición Alfredo Boulton, concentrada en el ensayo hecho por el autor en la Isla de Margarita, que pudo verse en el Museo de Bellas Artes en 1944 (2). No obstante estos antecedentes, mucho más relacionado con el trabajo posterior de Razetti en Venezuela podría considerarse el ascendente interés en el país por las tradiciones populares y el folclor nacional, que tuvo por entonces al periodista y poeta Juan Liscano (1915-2001) como una figura impulsora sobresaliente.
Liscano dio continuidad a su trabajo inicial de recopilación de poesía popular con grabaciones de música y el registro descriptivo de danzas correspondientes al folclor del país. En 1947, como una publicación del Ministerio de Educación, lanzó la Revista Venezolana de Folklore, primera en Venezuela especializada en esa materia. De inmediato, a iniciativa del gobierno del llamado Trienio Adeco (1945-1948), se encargó de fundar el Servicio de Investigaciones Folklóricas Nacionales, una sección de la Dirección de Cultura y Bellas Artes del Ministerio de Educación, en la que permaneció hasta el año siguiente (3). La motivación de generar una visión de Venezuela a través de un inventario representacional de su desarticulada población y sus ignoradas tradiciones cobraba fuerza por entonces y se definía como un proyecto de la nueva dirigencia política representada por el partido Acción Democrática. Esto es, dejaba de ser sólo una iniciativa de personalidades particulares, como en el caso de Alfredo Boulton, para concretarse en un conjunto de acciones institucionales de gobierno dentro de la esfera cultural, un fenómeno que tuvo continuidad en los primeros años de la dictadura militar que sucedió a Gallegos.
1947 fue un año importante para el recién llegado Razetti y su reincorporación a la vida política venezolana, como hemos comentado antes. Retomemos aquí el hecho de que comenzó entonces a visitar con su cámara algunas zonas del país en viajes sucesivos, en especial la Margarita, la costa occidental y los Andes, y a fotografiar en ellas eventos y situaciones protagonizados por los elementos populares de la población.
Luego de su paso por el gobierno de Gallegos, Razetti fue nombrado para un nuevo cargo por la Junta Militar de Gobierno que se estableció luego del golpe de estado de noviembre de 1948. En julio de 1949 asumió la organización y dirección del Servicio de Cine y Fotografía que se inauguró en la Dirección de Cultura y Bellas Artes del Ministerio de Educación (4). Desde allí continuó realizando su proyecto de reconocimiento público de la Venezuela rural y semi-rural.
No hay duda de que Razetti hizo en Venezuela una fotografía con vocación documental mayor que la correspondiente a su etapa mexicana, lo que está en consonancia con las demandas políticas y culturales del país en la época, así como con el interés del fotógrafo por crear una vasta iconografía de los sectores populares venezolanos en su vida cotidiana. No obstante, eso no la coloca por debajo de la estatura artística de su obra precedente.
Una suerte de “heroización” del paisaje y los sujetos se impone en su visión de Venezuela. En planos generales frontales, Razetti registra grandes escenarios del interior o de costa, orlados de cielos comúnmente dramáticos, en que la fuerza de la naturaleza se complementa con situaciones humanas vistas en pequeña escala. Tales imágenes estimulan en el espectador un sentimiento de admiración que se extiende a la gente resistente que habita esos lares: una forma de visualidad emparentada con la cinematografía mexicana y su particular puesta al día de la experiencia estética de lo sublime.
La cámara de Razetti también gana en versatilidad de puntos de vista, asimilando la dinámica compositiva cinematográfica que, por ejemplo, tiene en Phillips un destacado representante. Las miras en picado –incluyendo la cenital–, en contrapicado o en diagonal, sin desdeñar la frontal, las desarrolla Razetti desde distintas alturas de cámara y a través de una variedad de planos, como antes lo hiciera en México en su amplio repertorio de fotos fijas que remedan los modelos visuales de los filmes con que se relacionan. Esto es, a partir de su tránsito por el cine Razetti asimila o expande en su práctica fotográfica recursos de la estética de vanguardia compartidos por ambos medios.
En sus fotografías de Venezuela, los componentes del ambiente –barcas, casas, espacios de trabajo, árboles, montañas, mar, horizonte y cualquier otro– son tratados frecuentemente como elementos constructivos dentro de una estructura geométrica de la escena que a Razetti a veces le gusta hacer evidente y, más todavía, enfatizar. Asimismo, como en los fotogramas de Phillips, las sombras que proyectan los referentes desempeñan con frecuencia un papel importante en la conformación de las imágenes. Aunque en lugar de las luces artificiales presentes en sus fotos fijas Razetti utiliza en Venezuela predominantemente la luz ambiental, a veces llega a su obra un remanente de la herencia expresionista que se extendió por el cine mexicano de los años treinta-cuarenta y alcanzó a algunas manifestaciones de la fotografía artística internacional.
Los Diablos de San Francisco de Yare
Entre los eventos culturales organizados en Caracas para festejar la toma de posesión de Gallegos sobresalió la Fiesta de la Tradición que, organizada por Juan Liscano, se programó para el 17 de febrero de 1948 como un gran espectáculo de dos horas de duración con sede en el Nuevo Circo, pero que terminó extendiéndose durante cuatro días más para satisfacer la alta demanda de público. En ella se congregaron más de quinientos músicos, cantantes y bailarines procedentes de diferentes regiones del país que escenificaron sus danzas y cantos autóctonos, dando cuenta de una riqueza folclórica prácticamente desconocida a escala nacional. En ese evento participó la cofradía de Los Diablos de San Francisco de Yare (5).
Una festividad popular del día del Corpus Christi en la que se celebra el sometimiento de las fuerzas demoníacas a Jesucristo, Los Diablos de Yare tuvo una resonancia inmediata en el medio cultural venezolano. Razetti, que aproximadamente entre 1948 y 1950 hizo una larga documentación fotográfica de esta, presentó los resultados de su interpretación visual en el Museo de Bellas Artes, en una exposición que tuvo lugar entre el 17 de febrero y el 2 de marzo de 1952. La muestra, auspiciada por el Servicio de Cinematografía y Fotografía –y por entonces también Servicio Audio-visual– que él mismo dirigía, contó con una invitación en la que se incluyeron textos de Juan Liscano y dos de los más cercanos amigos y contertulios de este, el escritor cubano Alejo Carpentier (1904-1980), entonces residente en Caracas, y Mariano Picón Salas (1901-1965). También el museo publicó una suerte de folleto con un largo texto de Liscano sobre la festividad.
Es en esta exhibición, de la que afortunadamente contamos con una vista parcial de su instalación en el Museo, donde la impronta del cine sobre la fotografía hecha en Venezuela por Razetti se hace más evidente. Ello se manifiesta en la diversidad de recursos desplegados por el fotógrafo en la construcción de las imágenes y el ritmo cinematográfico con que narra el evento, aunque lo hace conservando la singularidad de cada imagen y la cualidad elíptica que es característica de la edición del ensayo fotográfico. Cabe anotar que la relación que se establece en lo alto de las paredes de exhibición entre el diablo descubierto y las dos máscaras sobre fondo blanco semejan una cita de ¡Qué Viva México!, de 1931, filme del dúo Serguéi Eisenstein (1898-1948)–Edouard Tisse (1897-1961), resuelta en este caso con los recursos de la museografía. Así, en tanto propuesta visual Los Diablos de San Francisco de Yare sobresale como un momento particular –y sin duda brillante– de conjunción de tradición folclórica y modernidad en la fotografía venezolana.
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Notas
(1) Claudia Negrete Álvarez. Historias narradas con luz. Tres décadas de labor cinefotográfica de Alex Phillips (1921-1949). Tesis de doctorado, Universidad Nacional Autónoma de México, Doctorado en Historia del Arte, 2009.
(2) Una edición del propio autor de exquisita factura, el libro de Boulton tuvo un tiraje de 200 ejemplares que no circularon comercialmente. La exposición, en cambio, tuvo una gran difusión y resonancia crítica.
(3) Ramón J. Velázquez. “Juan Liscano. La opinión del bloque democrático”. Publicado originalmente en Signo, Caracas, 16 de junio de 1952. En: Archivo Digital Ramón J. Velázquez. Sala Virtual de Investigación CIC-UCAB.
(4) Morella Alvarado. “La escuela al son de los medios. La relación Educación, Comunicación y Medios en el contexto venezolano de los años 30 y 40”. Anuario ININCO (Investigaciones de la Comunicación), n° 1, vol. 25, Caracas, junio 2013, p. 195.
(5) Antonio López Ortega. “A cincuenta años de La Fiesta de la Tradición. La cultura popular venezolana entre la modernidad expresiva y la reapropiación política”. América. Cahiers du CRICCAL, n°27, 2001, pp. 61-66.
José Antonio Navarrete
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