Perspectivas

La inmigración italiana y el progreso científico y técnico en Venezuela

Detalle del Mapamundi de Juan de la Cosa

01/06/2023

A la memoria de Raffaele Vingelli Gallo,
dueño de Abastos San Carlos
en la Urbanización Artigas, Caracas. 

Don Raffaele y su esposa Anna Garafolo
fueron los primeros italianos que conocí.

El 2 de junio se celebra el día nacional de Italia. Los italianos celebran la Festa della Repubblica (Fiesta de la República) ese día precisamente, porque fue entonces cuando decidieron, en 1946, que su país debía ser una república y no una monarquía. Por tal circunstancia, celebro yo también esta festa itálica destacando los aportes al desarrollo de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y afines, realizados por los inmigrantes italianos en Venezuela.

En la cultura y las artes nacionales la presencia italiana ha sido divulgada ampliamente; no así su participación en las áreas científica y tecnológica.

A partir de 2012, desde la iniciativa de investigación independiente PROYECTO VES, he revisado los perfiles de vida de los inmigrantes extranjeros en Venezuela en las disciplinas científicas y tecnológicas1. Mis investigaciones se han circunscrito a las contribuciones en las ciencias fisicomatemáticas incluyendo las ingenierías y no pretendo, en este ensayo agotar la curiosidad sobre la participación italiana en nuestra ciencia, tecnología e ingeniería. Seguramente estará incompleto. Me faltarán muchas anécdotas y nombres de profesionales italianos que por mérito propio debí mencionar y no lo hice. Perdonatemi!

He dividido el ensayo en tres momentos: el primero destaca los primi passi —primeros pasos— de los italianos por nuestra geografía y cubre el periodo desde la llegada de Cristóbal Colón a Paria en 1498 hasta finales del XVIII. El segundo da cuenta, por una parte, de un grupo de profesionales con raíces itálicas que incursionaron en el desarrollo del conocimiento científico, geográfico y médico; y por la otra, del progreso tecnológico durante el siglo XIX venezolano, sin olvidar naturalmente, la mención obligada de algunos próceres italianos que participaron en la guerra de independencia. Bosquejo en el tercero las contribuciones a la ciencia y tecnología hechas por los ítalovenezolanos durante el siglo XX.

PARTE I: Desde Colón hasta los Del Pozo

Los primeros italianos

La huella de la inmigración italiana se aprecia por todo el territorio nacional. Los italianos son parte de la venezolanidad desde que el genovés Cristóbal Colón —Cristoforo Colombo— divisó la costa de Paria el 3 de agosto de 1498. Halló «el agua de la más dulce y más sabrosa… y… unas tierras las más hermosas del mundo», y pensó que había encontrado el paraíso terrenal.

Ante tanta maravilla, no pudo menos que redactar aquellas célebres palabras que dieron el primer nombre a nuestro país: Tierra de Gracia («allí se hace una boca grande de dos leguas de Poniente a Levante, la isla de Trinidad con la Tierra de Gracia»).

Andando el tiempo, el comerciante y explorador Amerigo Vespucci (Florencia 1454 – Sevilla 1512), hispanizado Américo Vespucio, acompañando a Alonso de Hojeda y al cartógrafo Juan de la Cosa, participó en 1499 en el reconocimiento de la entonces escasamente conocida línea costera que va desde la desembocadura del Orinoco hasta el hoy llamado Golfo de Venezuela.

Unas viviendas indígenas palafíticas que estos descubridores avistaron al norte de Sinamaica evocaron la imagen de la ciudad de Venecia. De regreso en Europa se refirieron al territorio descubierto y a sus experiencias de formas diferentes y, si se quiere, encontradas: en cartas, probanzas y en un mapa cartográfico.

Vespucci escribe en 1500 a Lorenzo de Médicis. En su misiva explica que él y sus compañeros de viaje desde la isla de Los Gigantes (hoy, Curazao) se trasladaron a otra en donde encontraron «una grandísima población que tenía sus casas construidas en el mar como Venecia, con mucho arte; y maravillados de tal cosa, acordamos ir a verlas, …»2.

En Santo Domingo, isla Española, en una declaración judicial o probanza del 7 de diciembre 1512, Alonso de Hojeda se refiere a la localidad descubierta en 1499 como Golfo de Venecia: «este testigo… fue descubriendo toda aquella costa de la tierra firme desde los Frayles hasta en par de las yslas de los Gigantes o el Golfo de Venecia, que es en la tierra firme, y la provincia de Ququyvacoa [Coquibacoa], y en toda esta tierra firme doszientas leguas antes de Paria».

El reconocimiento costero sin duda produjo una nueva imagen cartográfica de esta parte nuestra del Nuevo Mundo. Hacia 1502 el cartógrafo Juan de la Cosa informó sobre el nuevo saber geográfico en un planisferio conocido como el Mapamundi de Juan de la Cosa. Allí bautizó Veneçuela (diminutivo de Venecia) a una porción del segmento occidental de la costa venezolana recorrida3.

Explica Ángel Rosenblat que el nombre de «‘Venezuela, formado sobre Venecia(mejor dicho, Veneçuelasobre Veneçia, con la cedilla antigua que sonaba como la tsy reproducía la zdel italiano Venezia),representa una nostalgia de la Europa lejana. De ningún modo es un despectivo. Es más bien designación afectuosa»4.

Extracto del Mapamundi de Juan de la Cosa en donde destaca el nombre Veneçuela. FUENTE: El original, realizado en pergamino, se conserva en el Museo Naval de Madrid.

Venecia-Veneçuela-Venezuela; el nombre de nuestro país es de inspiración veneciana, ergo, italiana para nosotros.

Un toledano genovés en la fortaleza de Cumaná

Cerca de 1510 vino a las Indias un hijo del mercader genovés Bernardo de Castiglione. Su nombre: Giacomo Castiglione (en español, Jácome de Castellón), nacido en Toledo hacia 1485. Jácome de Castellón fue un mercader de perlas y de indios. Primero obtuvo una concesión para explotar las Salinas de Araya y, luego, en 1514 fue nombrado capitán de armadas. Jácome de Castellón también fue poblador de la Isla de Cubagua en la segunda etapa de poblamiento (1523-1532) y supervisor responsable de la construcción en tierra firme de la fortaleza de Cumaná en la desembocadura del río Cumaná (hoy, Manzanares).   Posteriormente, fue designado alcalde de La Fortaleza cuando comenzó a funcionar en abril de 1523.

Las perlas de Cubagua y el noble de Milán

La Corona española protegió el trabajo de los artesanos que desarrollaron instrumentos o crearon tecnologías (artificios, en el leguaje de la época) que generaban beneficios económicos al Reino de España. La innovaciones técnicas en el entonces Reino de Castilla quedaron por primera vez protegidas en 1478 cuando Pedro Azlor, médico de Isabel I de Castilla o Isabel la Católica, recibió un privilegio de invención por su método de moler granos, el cual le otorgó derechos de uso exclusivos por veinte años.

El primero en recibir un privilegio de invención por un instrumento —una clase de rastra— para pescar ostras en aguas profundas en el Nuevo Mundo fue el explorador y piloto Juan de Cárdenas, vecino de Sevilla. En 1520 recibió una cédula real (27.08.1520) que protegía su invención para pescar ostras, es decir perlas, cerca de la Isla de Coche y la Península de Araya. La cédula incluía una licencia para viajar a las Indias y comerciar en las nuevas tierras descubiertas.

Pocos años después, en 1528, el Rey Carlos V le otorgó una capitulación (10.01.1528) y una cédula real de protección a la capitulación (04.04.1528) al noble milanés Luigi da Lampugnani, hijo del Conde Giovanni Andrea Lampugnani (a veces escrito Lampognano) y vecino del Puerto de Santa María, Cádiz, por otro instrumento para pescar o rescatar perlas en la Isla de Cubagua a partir de una profundidad de 5 brazas («…que vos solo o quien vuestro poder o licencia habiere o no otro y no otra persona alguna, podaís usar e useis del dicho ingenio artificio en la dicha isla de Cubagua por tiempo de seis años, contados desde el dia que comencáredes a pescar con el dicho ingenio,... Otro si, con tanto que no usesis del dicho ingenio ni podáis pescar ni pesquéis con el cinco bracas de aguas en el hondo para fuera, salvo de más de cinco bracas de agua adelante en la mar donde se pescare»).

Conocido entre nosotros como Luis de Lampiñán, este noble milanés se asoció con Juan Antonio Piccolomini y Scipion Pechi, dos mercaderes italianos oriundos de Siena residenciados en Sevilla, para adquirir dos navíos —el galeón San Andrés y la carabela Santa Ana— para navegar hasta Cubagua. Su rastra capturó muchas y gruesas perlas y generó un gran rechazo entre los vecinos de Cubagua por la competencia que produjo su método de pescar perlas y porque los cubagüenses afirmaban pescar las ostras hasta doce brazas de profundidad. Estos lo llevaron a juicio y después de varios meses de querellas judiciales Lampiñán finalmente quedó derrotado (véase, Otte, Enrique: “El proceso del rastro de perlas de Luis de Lampiñán”. Boletín de la Academia Nacional de la Historia de Caracas 187 (1964: 386–406).

Aprovecho para mencionar aquí que en Cubagua también vivía Marcelo Pechi, hermano de Scipion, quien por intermedio de Piccolomini y de su hermano en Sevilla importó en 1529 quince vihuelas para el entretenimiento de los vecinos de la isla de Cubagua; estos quizás fueron los primeros instrumentos musicales en esta Tierra de Gracia.

Luis de Lampiñán fue objeto de desprecio por los cubagüenses. En su libro Historia del Mondo Nuovo (1572: 34-35), el milanés Girolamo Benzoni, refiere que Lampiñán enloqueció porque no pudo pagar sus deudas y por sentir mucha vergüenza de regresar a España habiendo fracasado en su empresa; permaneció por cinco años en Cubagua en donde falleció5.

Un florentino entre los fundadores de El Tocuyo

La mirada itálica prosigue en la relación autobiográfica que hace el florentino Galeotto Cei (1513-1579) en su Viaggio e relazione delle Indie, acerca de su viaje por Santo Domingo y Venezuela entre 1539 y 1553. Escrito después de 1556 fue la primera autobiografía deliberada entre nosotros, a decir del escritor José Balza6. Este texto permaneció inédito hasta 1992 cuando conoció la imprenta.

Galeotto Cei fue el primer europeo en registrar las voces indígenas arepas (areppas; vocablo que deriva de la voz cumanagoto erepa), hayacas (aiaccas) y muchos otros vocablos. Fue testigo de diversos hechos acaecidos en la Gobernación de Venezuela durante el gobierno de los Welseres o Belzares (1529-1556) y estuvo entre los fundadores de El Tocuyo, al que llama «nuestro pueblo»7:

«Nos situamos en la mitad de ese valle, sobre el río, en un llano donde corre un riachuelo de buen agua, donde fundamos un pueblo llamado por el río, Tocuyo y llegamos allí la vigilia del día de Todos los Santos, el año 1545 [1 de noviembre de 1545; la nueva fecha de fundación de El Tocuyo]».

De Gatteo a Tierra de Gracia: la familia Antonelli

Mientras transcurre la vida tranquila de aquella Venezuela, más italianos llegan a esta nuestra Tierra de Gracia; varios de los visitantes son ingenieros militares de la Familia Antonelli.

En junio de 1604 arribó el ingeniero militar italiano, capitán Baptista (Battista o Bautista) Antonelli (Gatteo 1547 – Madrid 1616) —hermano menor del ingeniero militar Juan Bautista Antonelli (Giovanni Battista Antonelli; Gatteo 1527 – Toledo 1588) — quien dejó escrito un informe o relación sobre su visita (Reconocimiento que hizo de orden del Rey Baptista Antonelli de la gran Salina de Araya…)8.

Los Ingenieros Militares Cristóbal De Roda Antonelli (1560-1631), natural de Gatteo y sobrino de los hermanos Antonelli, y Juan Bautista Antonelli, “El Mozo” (Madrid 1586 – Cartagena de Indias 1649) llegaron en 1622 para participar en el levantamiento de La Real Fortaleza de Santiago de Arroyo de Araya (el popularmente llamado Castillo de Araya). Antonelli, “El Mozo”, hijo de Baptista Antonelli y primo de Cristóbal De Roda, estuvo hasta 1630 a cargo de la construcción fuerte9.

Un médico de Palermo en Caracas

Durante el siglo XVIII más de una veintena de médicos de origen europeo, pero que no habían nacido en territorio español —en su mayoría (14) médicos franceses—, ejercieron la Medicina en Caracas. Entre ellos destaca un galeno siciliano: el doctor don Francisco Fontes, hijo de don Antonio Fontes y doña Brígida Claro Veintemilla, nacido en Palermo, Reino de Sicilia, en 1678.

Francisco Fontes se graduó de médico en la Facultad de Medicina de Palermo y revalidó su título en el Real Protomedicato de Madrid (22 de junio de 1711). Antes de venir a la Provincia de Venezuela había sido Protomédico en Panamá (1725) y regentado la Cátedra de Prima de Medicina en el Mayor y Real de Nuestra Señora del Rosario en Bogotá, ciudad a donde había llegado en 1732. Tuvo poco éxito en su cátedra porque en ese entonces la profesión de médico se consideraba poco digna y apropiada sólo para las personas de las clases bajas.

El doctor Fontes es recordado en la ciudad de los techos rojos por su filantropía y por haber tratado de fundar una cátedra de Medicina en la Universidad de Caracas. Entre el 20 de marzo y el 5 de abril de 1738, el Dr. Fontes hizo ante el Claustro universitario varias gestiones para establecer los estudios de medicina, pero, por las mismas razones que dificultaron su trabajo en Bogotá, no tuvo éxito. La primera cátedra de Medicina en Caracas se inauguró el 10 de octubre de 1783 gracias a las diligencias realizadas por el médico mallorquín Lorenzo Campins y Ballester.

Un ejemplo de la filantropía del doctor Francisco Fontes se observa en la solicitud de 1737 que hizo de un terreno (un pedazo de solar), «frente a la Carnicería» para erigir un hospital para que «los pobres tengan algún consuelo en sus males y dejen las calles libres al comercio y tráfico común».

Un jesuita italiano en el Orinoco

Después de una estancia de seis años en Santa Fe de Bogotá, en 1749 vino el padre misionero jesuita Filippo Salvatore Gilii (Legogne, Nursia, Estados Pontificios, Diócesis de Spoleto 1721 – Rome 1789) para insertarse en la tierra orinoquense. Vivió entre nosotros hasta que la Monarquía Hispánica expulsó a la Compañía de Jesús de sus dominios en 1767. Aquí lo conocemos como el padre Felipe Salvador Gilij, s. j.

El sacerdote jesuita misionero Felipe Salvador Gilij fue fundador de la Misión San Luis de la Encaramada (1749), en la margen sur del Orinoco por debajo de su unión con el río Apure, y autor del Ensayo de historia americana (Saggio di storia americana, Roma, 1780-1784)10, su obra básica y multidisciplinar en cuatro tomos en donde describe la historia natural, civil y sagrada de las provincias españolas de Tierra Firme (Venezuela y partes de Colombia).

El padre Gilij es, principalmente, reconocido por sus aportes a la ciencia lingüística y al conocimiento de las lenguas indígenas. Aquí quiero destacar también sus ilustres reseñas sobre la naturaleza y las condiciones climáticas generales del territorio nacional el cual recorrió, sin hacer medidas instrumentales, «no por descuido al escribir, sino porque me faltó en mis viajes el termómetro, me veo obligarlo a decir solamente de la calidad de calor de Tierra Firme».

Para el geógrafo Pedro Cunill Grau (Santiago de Chile 1935 – Caracas 2023), el padre Gilij legó «al patrimonio hispanoamericano contribuciones básicas a diversas ciencias humanas y naturales, en particular, al conocimiento y difusión de la naturaleza y de las sociedades de la Venezuela profunda». Añade Cunill Grau que la obra de Gilij sobre el Orinoco y Tierra Firme «es uno de los aportes más importantes del siglo XVIII para el conocimiento y difusión de la geografía, recursos naturales y poblamiento, de la Cuenca de Orinoco y del Amazonas venezolano…»11.

Der. Portada interior del Tomo I de Ensayo de historia americana (Saggio di storia americana). Izq. Mapa de la Provincia del Orinoco incluido en el Tomo I del Ensayo de historia americana, antes de la página 1, pero después del prólogo y del índice. FUENTE: John Carter Brown Library, Brown University.

No puedo dejar de destacar en este ensayo a nuestro héroe intelectual, avezado jurista, constituyentista, primer canciller de Venezuela y redactor del Acta de Independencia don Juan Germán Roscio (1763-1821). Hijo de un inmigrante italiano, oriundo de Milán, llamado Don Giuseppe Cristoforo Roscio Porri, quien hacia la década de 1750 se radicó en San Francisco de Tiznados (estado Guárico). También es preciso mencionar a don Giovanni Francesco Calcagno e Delfino (n. 1764), natural de Génova. Su asentamiento en La Guaira a finales del siglo XVIII dio origen al apellido Calcaño; una familia cariñosamente referida como “nido de ruiseñores” porque de ella surgieron notables figuras de nuestras letras y cultura como los hermanos Calcaño y Panizza —Juan Bautista (1824-1914), Eduardo (1834-1904) y Julio (1840-1918)— o el gran músico y diplomático José Antonio Calcaño y Calcaño (1900-1978).

Los Hermanos Del Pozo

Cierro esta primera parte recordando un aspecto de nuestra historia científica y tecnológica que ha tenido poca difusión. En Castellmmare del Golfo, Trápani, Reino de Nápoles y Sicilia, nació el noble siciliano Giuseppe del Pozo e Onesto (f. 1748), quien en la literatura en español aparece referido como José (o Joseph) del Pozo y Honesto12. Hacia 1741 casó por poder en Cumaná con María Isabel de Sucre y Trelles, oriunda de Cartagena de Indias e hija del Gobernador de la Provincia de Nueva Andalucía, Carlos de Sucre y Pardo.

El siciliano José del Pozo y Honesto vino a Venezuela desde la isla de Borinquén en donde se desempeñaba como tesorero de las Reales Rentas de Puerto Rico. Se avecindó en Caracas, ciudad en donde ejerció como contador de la Real Hacienda de la Provincia de Venezuela y donde nacieron sus siete hijos: tres varones y cuatro hembras.

Dos de sus hijos varones tuvieron destacadas y muy diferentes trayectorias profesionales. El primogénito, José del Pozo y Sucre (Caracas 1740 – Cádiz 1819), bautizado el 12 de febrero de 1741 como Joseph Antonio Xavier de la Candelaria, aunque ejerció su profesión en el país muy poco, según el sociólogo e historiador de la Ingeniería Nelson Méndez (1951-2021) merece ser reconocido como el primer ingeniero venezolano. El tercer hijo varón, Carlos del Pozo y Sucre (Caracas 1745 – Calabozo 1817), inventor de formación autodidacta, puede ser considerado como el primer físico experimental del Venezuela13.

José del Pozo estudió en el Colegio Imperial de Madrid entre 1758 y 1760 y se formó como ingeniero militar en la Academia de Artillería de Segovia. En 1762 participó en la campaña de Portugal, peleó en África (Orán, Argelia), participó en la expedición de Pedro de Cevallos al Río de La Plata (1776) y estuvo en Cuba como primer ayudante de Cuartel. Fue testigo a favor de su paisano y amigo Francisco de Miranda cuando este fue falsamente acusado en La Habana (1783). Realizó obras de ingeniería en la isla de Trinidad e informes sobre la plaza-fuerte de Puerto Cabello y fue nombrado maestro principal (director) de la Academia Militar de Matemáticas de Cádiz (1790). En su carrera militar obtuvo los siguientes rangos: teniente de ingenieros (1770), capitán de ingenieros (1778), teniente coronel (1786), teniente coronel de ingenieros y sargento mayor de brigada (1788), mariscal de campo (1807) y teniente general (1814).

A mediados de marzo de 1800 el sabio viajero alemán Alejandro de Humboldt durante su visita a Venezuela se sorprendió al encontrarse en Calabozo, «en el corazón de los llanos», a un inventor que solo conocía los fenómenos de la electricidad por haber leído el Tratado de Electricidad de Sigaud de La Fond y las Memorias de Benjamín Franklin y que había construido «una máquina eléctrica de grandes discos, electróforos, baterías, electrómetros, un material casi tan completo como el que poseen nuestros físicos en Europa»14.

Esa persona era el visitador de la renta del tabaco de Trujillo (1781), el visitador de la real hacienda de Calabozo (1785), el teniente de justicia mayor (interino; 1786), y el subdelegado de la renta del tabaco (1787) Carlos del Pozo y Sucre quien además construyó varios pararrayos para proteger la villa de Calabozo.

Izq. Portada interior del libro de Benjamín Franklin Experiments and Observations on Electricity (1751) y de seguido una copia de una página del libro con las ilustraciones de los instrumentos discutidos en el texto. Der. Portada interior del libro de Sigaud de La Fond Traité de l’Electricité (1776) y la Lámina XIII ilustrando uno de los experimentos analizados en el libro.

En 1841, en su Resumen de la Geografía de Venezuela, el geógrafo y militar italiano Agostino Codazzi al escribir sobre el Cantón de Calabozo, después de indicar que en la estación lluviosa Calabozo está sujeta a grandes inundaciones, dice: «También caen rayos con frecuencia, lo cual hizo que el señor del Pozo tomase la precaución de hacer circundar la villa con pararrayos, algunos de los cuales existen aún».

Recuerda Héctor Pérez Marchelli (1939-2021) en su trabajo sobre Carlos del Pozo que según el primer cronista de Calabozo José Rafael Viso Rodríguez (1885-1968) a finales del siglo XIX «todavía se podían admirar los pararrayos de Don Carlos del Pozo, donde hoy está ubicado el aeropuerto, en el sitio conocido por Banco de los Pararrayos. Por propia iniciativa de Viso en 1964 se erigió allí un monumento en recuerdo de Carlos del Pozo». No creo que dicho monumento haya resistido el paso inclemente del tiempo. Hoy, al menos, hay una vía en Calabozo llamada avenida Don Carlos del Pozo.

***

NOTAS

(1) VES es un acrónimo con doble significado. Cuando se refiere a la inmigración en Venezuela significa Vinieron, Educaron y Sembraron (las semillas del conocimiento) y cuando se refiere a la reciente emigración intelectual venezolana significa Viajaron, Emigraron y Surgieron. Las investigaciones en PROYECTO VES son realizadas en línea utilizando la metodología Sondeo Histórico Digital (SHD) la cual consiste en obtener todos los datos disponibles en línea y luego compararlos y contrastarlos con fuentes primarias y secundarias en línea.

(2) Hojeda y Vespucci, pero no Juan de la Cosa, pensaban que la península de la Guajira era una isla que llamaron Coquibacoa.

(3) Y fue hacia 1502 y no 1500 como se suele decir. Véase: Amodio, Emanuele: “El lago de los sueños. El Lago de Maracaibo en la cartografía y cronistas tempranos (1499-1540)”, Opción, Año 21, No. 46 (2005): 9-38.

(4) El origen del nombre de Venezuela fue estudiado por Ángel Rosenblat en su ensayo El nombre de Venezuela, publicado en Caracas por la Universidad Central de Venezuela, Facultad de Humanidades y Educación, Instituto de Filología Andrés Bello, 1956.

(5) La cita de Benzoni en italiano es: «…cosi vedendo il Lampognano che la sua prouisione era nulla, non volse ritornare in l Spagna per la vergogna, & per i debiti che teneuva: in modo, che in breve vsci del sentimento, per tanti pensieri che nel capo teneva; onde ciascuno come matto lo burlava, al fine fra cinque anni cosi stordito miseramente in questa Isola si morì».

(6) Véase: Balza. José: “Galeotto Cei, nuestro narrador”, Investigaciones Literarias. Anuario IIL (II Etapa), No. 17, V. I-II (enero-diciembre 2009): 147-154.

(7) Por ejemplo, cuando comienza a describir a la Nueza criolla, Nuez de Barquisimeto o Cacay (nombre científico, Caryodendron orinocense karsten): «Sólo en ciertas montañas cercanas a nuestro pueblo del Tocuyo, he visto unos árboles también ellos sembrados a mano, en lugares labrados y habitados, muy similares a la nuez en madera, hojas y copiosidad de ramas, pero no tan altos y son de gran sombra», p. 133, en Cei, Galeotto: Viaje y descripción de las Indias, 1539-1553, con estudio preliminar de José Rafael Lovera, Caracas: Fundación Banco Venezolano de Crédito, 1995.

(8) Antonelli, Baptista: “Reconocimiento que hizo de orden del Rey Baptista Antonelli de la gran salina de Araya…” en Noticias de los Arquitectos y Arquitectura de España, Tomo III, Madrid: Imprenta Real, Editado por Eugenio Llaguno y Amirola con documentos aportados por Juan Agustín Ceán-Bermúdez, 1829: 278-285.

(9) Véase: Gasparini, Graziano: Los Antonelli: arquitectos militares italianos al servicio de la Corona española en España, África y América, 1559-1649, Caracas: Editorial Arte, 2007; y Morato-Moreno, Manuel: Los Antonelli, una saga de arquitectos e ingenieros al servicio de la Corona española, 2008 (en línea). Disponible aquí.

(10) El título completo de la obra es Ensayo de historia americana, o, sea historia natural, civil y sacra de los reinos y de las provincias españolas de Tierra Firme, en la América Meridional.

(11) Véase: Cunill Grau, Pedro: “Felipe Salvador Gilij, geógrafo dieciochesco de la Cuenca del Orinoco y del Amazonas venezolano”, Montalbán, No. 21, 1989: 21-68.

(12) Nuestras investigaciones en línea dieron con el registro de defunción en donde su nombre aparece como Joseph del Pozo y Onesto. Falleció en Caracas el 29 de julio de 1748.

(13) Para detalles sobre los hermanos del Pozo y Sucre, véase: Pérez Marchelli, Héctor: “Carlos del Pozo y Sucre. Impenitente defensor del Rey y físico experimental (¿1743-1812?)”, Actual. Revista de la Dirección de Cultura de la Universidad de Los Andes Investigación, No. 14 (19), 1987: 108-117; Vannini Gerulewicz, Marisa: “Riflessi galvaniani in Venezuela”, en Bernabeo, Raffaelle: «Atti dell’Accademia delle scienze dell’Istituto di Bologna. Luigi Galvani (1798-1998) fra biologia e medicina”, Bologna: CLUEB, 1999, DOI: 10.1400/52484; y Hernández González, Manuel: En el vendaval de la revolución. La trayectoria vital del ingeniero venezolano José de Pozo y Sucre (1740-1819), Guarenas: Ministerio de la Cultura, 2012.

(14) Alejandro de Humboldt no indica específicamente cuales eran los títulos de los libros de Franklin y De La Fond que Carlos del Pozo tenía en Calabozo. Entre todos los textos publicados por estos autores parece que los que más se ajustan a los nombres que Humboldt señala (Tratado de Electricidad de Sigaud de La Fond y las Memorias de Benjamín Franklin) son los mostrados en la ilustración adjunta. Ahora, en el caso del libro de Franklin pudiera ser que Carlos del Pozo haya utilizado la traducción al francés de Experiments and Observations (Expériences et observations sur l’électricité faites à Philadelphie en Amérique) de Thomas François Dalibard cuya segunda edición se publicó en 1756 o que el libro que tenía fuese una publicación póstuma de 1794: The works of the late Dr. Benjamin Franklin consisting of his Life written by himself: together with Essays humorous, moral, & literary, chiefly in the manner of the Spectator.


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