Fotografía del Archivo de Fotografía Urbana
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Esta foto fue tomada después de 1953. Lo sabemos porque el cine Hollywood, de la calle Romualda, en La Candelaria, tenía en pantalla la comedia “La encantadora enemiga”, estrenada ese año y protagonizada, como puede verse al ampliar la imagen, por la diva Silvana Pampanini y Robert Lamoreux. Completaban el elenco actores nada desdeñables, como la leyenda del cine mudo norteamericano Buster Keaton y los italianos Alberto Sordi y Ugo Tognazzi, entre otros.
Como antetítulo, la marquesina promete que la película será proyectada “En panorámica”. No es poca oferta. La gran belleza de la Pampanini se instaló en las fantasías de los venezolanos a mediados de los 50. Su fama se extendió por el mundo y el dictador la invitó a Caracas. Allí se exhibió con ella, quien no ocultaba sus frondosos atributos físicos. Al poner “En panorámica”, la sala de cine se comprometía a ofrecer una pantalla más ancha, dotada de una concavidad para evitar distorsiones. La audiencia, oprimida por la tiranía, tendría, eso sí, la libertad de contemplar a la presunta amante del tirano en todo su esplendor.
El fotógrafo, cuyo nombre ignoramos, ha querido mostrarnos cómo discurre la vida sobre el río Catuche, ya para ese momento embaulado y olvidado. En el siglo 19, este lugar de la foto recibió el nombre de esquina de Doña Romualda, para luego quedar en Romualda a secas. ¿Una calle, plaza o recodo citadino con nombre de mujer? Debe ser la madre, de algún prócer… Pues no. Romualda Rubí era lo que hoy llamaríamos una chef famosa.
En su libro sobre las esquinas de Caracas, la escritora y periodista Carmen Clemente Travieso escribió: “La esquina de Romualda es un sitio emblemático para la parroquia. Allí se encontraba el puente Catuche y es o fue el punto de referencia principal. Se debe su nombre a la señora Romualda Rubí, quien a mediados del siglo XIX tenía un establecimiento en esa esquina, célebre por el mondongo que preparaba, el cual obligaba a chuparse los dedos hasta al mismo presidente Páez”.
Rafael Valery S., en su libro “La nomenclatura caraqueña” agrega que, en ocasión del banquete que la Municipalidad ofreció a Bolívar, el 13 de enero de 1827, la hija de Romualda, María de la Paz Caraballo Rubí, entonces de diez años, lo hizo objeto de una “graciosa alocución” y le dio una corona y una palma de laurel. La familia gozaba, pues, de gran consideración en la sociedad de su época.
A la izquierda de la imagen, la calle desciende hasta perderse de nuestra vida. Todo se concentra en la mitad derecha. En la calle que va a desembocar en el cine Hollywood está la sede de Productos Fuller. Y en la acera de enfrente coinciden seis hombres. Dos se alejan de nosotros; otros dos visten trajes negros (es evidente que van a su trabajo, probablemente a un bufete de abogados); y los otros son jóvenes que no están relacionados entre sí. El de la guayabera lleva unos pesados cuadernos y el otro, vestido de caqui, se toma su tiempo para ir hacer un mandado. Debe ser media mañana. No hay mujeres por allí. Deben estar en las cocinas, como Romualda, quien, por cierto, es evocada en el bar restaurant que está en su esquina, donde vemos las trazas de una intensa actividad comercial.
No tiene función de matiné el cine Hollywood, incrustado en el edificio del mismo nombre, que fuera inaugurado en 1939, en la avenida Fuerzas Armadas. La sala abrió dos años después, el 21 de marzo de 1941, con Tyrone Power en el papel estelar de «Brigham Young». Cerró en 1979. Su vestíbulo albergó un banco y su auditorio, alguna tienda que hoy estará llena solo de los fantasmas del cinematógrafo.
Remata la imagen, donde no hay buhoneros, lisiados, limosneros ni montones de basura donde escarbar, una curiosa pieza de mobiliario urbano, un dispensador de refrescos quizá, ya oxidado y del todo inservible. El fotógrafo encuadró para que los viéramos. ¿Por qué? Vaya usted a saber. Notamos sí que el único que parece advertir el trasto atravesado es el más humilde de los hombres, quizá el único sin poder para mandarlo a remover.
Milagros Socorro
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