Artes escénicas

La Compañía de Teatro Apoye – Teatro Down sigue cosechando éxitos

30/03/2024

Foto cortesía de Teatro Apoye – Teatro Down

Siendo niña, viendo a su madre en la escena deslizarse sobre los mismos pasos, tantos de la butaca hacia la derecha, tantos de la mesita de luz hacia la izquierda, llevando un vestido tan raro que la convertía en una mujer desconocida, entendió la grandeza del teatro. No se trata de patrañas o de distraernos de la realidad, al contrario. Aquel oficio de aprenderse páginas y páginas de palabras, y decirlas con los gestos y pasiones propios de otro hasta habitarlo, le parecería una audacia tentadora, una extravagancia de posibilidades infinitas.

Daniela Vielman, deambulando entre tramoyas y palcos desde niña, con los ojos despabilados, absorbiendo todo con las antenas encendidas del asombro, supo que sería actriz desde siempre, aunque nada de la escena le es ajeno. Le interesaría el movimiento y cómo se marca y por qué las luces iluminan esto y no aquello, y las razones del vestuario, y qué dice cada quién y el porqué de tal énfasis, y por qué con aquellas expresiones tan tristes. Por lo que está vinculada, con igual enamoramiento, a todos los procesos, incluyendo los imprevistos, que tienen que ver con el arte de vivir en el plató.

Escribe, dirige, produce, baila y tiene a su cargo una compañía conformada por actores con síndrome de down, muy particulares, cautivados sin tutía, con quienes revisa las formas del arte dramático sin dar por descontado nada.

“La comedia está hecha para ellos, se divierten muchísimo en los ensayos, apuntándose las líneas unos a otros, entendiendo el significado de los parlamentos a los que le sacan filo e interpretan haciendo chistes, aprendiendo a dónde deberán moverse, para algunos algo no muy sencillo de coordinar, repasando las palabras poco usuales, mastican la pronunciación con una responsabilidad infinita, dominando sus lenguas corpulentas, hasta lograrlo”.

No imaginó que estaría un día frente a una compañía de 70 figurantes con el anhelo puntual de actuar. No imaginó nunca hacer algo tan maravilloso, dice. Jamás llegan un minuto tarde, jamás faltan, son respetuosos natos, como si de una devoción se tratara. Aman así. A raudales. A su trabajo, ¡y dígame cuando se enamoran! “Lo hacen con todo el corazón, te confirman que amar es una maravillosa realidad que nos toca a todos”.

La Compañía Nacional de Teatro Down Apoye estaba a cargo de Juliana Cuervos, quien fue quien creyó en la posibilidad de una iniciativa de tal envergadura. Pero el país donde sus sueños se hicieron realidad se le hizo pesado de llevar, no todos quieren hacer el papel de Atlas cargando el mundo —la memoria colectiva, los héroes, la historia, el amarillo, los perfumes, los afanes, los ríos de lágrimas, las cataratas de risa— es un papel exigente, es interpretarse como músculo y como hombro.

Se trata de sostener, para que no se caiga, lo que se derrumba. Requiere de resistir sin chistar, tiene pocos parlamentos, porque podría ser peligroso, cuidado y te oyen los lobos, están furiosos y tienen largos colmillos. Así que adiós a la idea sublime de desarmar a Gulliver, adiós a la idea victoriosa de tumbar de un chinazo a Goliat. Botaba tierrita y no jugaba más, al menos aquí, por lo que le propuso a Daniela que se hiciera cargo. “Sé que vas a atreverte a mucho más que yo”.

En efecto, luego de comenzar a asistir a las sesiones como asistente, sin decir nada de la inminente sustitución para no desalentar a los actores en plenos ensayos finales, con el chito asumido como ejercicio, luego del estreno de la obra infantil que preparaban, la una se fue y la otra, ya a cargo, decidió montar «Algo va a pasar en este pueblo», un cuento de Gabriel García Márquez.

Y algo pasó, algo maravilloso.

Foto cortesía de Teatro Apoye – Teatro Down

El estreno convirtió a la compañía en una suerte de referente, como todos los montajes sucesivos. Luego de que un grupo de madres se aliara para fundar la escuela para los hijos con el síndrome, y convirtieran aquella casa de Chuao (Honim, Hogar de Niños Impedidos) en laboratorio creativo y reducto para el aprendizaje de oficios y formas para desenvolverse de manera independiente, el que extrajera de sus almas las tantas habilidades, tuvieron que entregar el espacio.

Entonces consiguieron una casita en La California, que adecuaron —el espacio es más reducido— pero tienen lo que necesitan: cocina para las clases, espacio para hacer artes plásticas y manualidades, los libros en cajas esperando estantes para una biblioteca que estará dispersa en cada pared posible, y el área del teatro.

Tienen sombreros, máscaras, disfraces, piezas donadas y conseguidas a lo largo de los 24 años que suma la compañía teatral donde es profesora y directora Daniela. “No, no sabía demasiado, la práctica me ha hecho tomar decisiones y ensayar con acierto y error. Quizá escriba la experiencia, sí, como un manual”.

Lo que estrenaron les valió premios, reconocimientos, entrevistas, viajes, montajes. Cuando los vieron los padres, los amigos, los vecinos y media Caracas, se convirtieron en suceso. Daniela Vielman se atrevió a más. Apostó a una creación colectiva y fueron ellos, los actores, los que aportaron sus ideas, creencias, prejuicios, incluso para construir el texto de Bendito celular. Todas las situaciones desorbitadas posibles vinculadas a estar distraído, desapegado del espacio real, concentrado en una palabra tras el vidrio.

Con este montaje llegó la consagración. No sólo tuvieron agenda en el Trasnocho Cultural sino que los fue a ver el entonces embajador de Francia en Venezuela, el querido Romain Nadal: “Quedó tan encantado que se volvió nuestro embajador, quien abogó por nosotros”.  Optaron por un programa de patrocinios a programas sociales y ganaron el patrocinio. La obra consiguió entonces más salas caraqueñas y viajes. “Andreína Lobatón, una de nuestras actrices, me preguntó en una de esas, por qué todo el mundo los saludaba, que si es que son muy famosos en Maracaibo”.

Andreína (medallista de natación) es de las más duras: participó en el reciente festival de teatro norteamericano que tuvo lugar en Caracas, en la Concha Acústica de Bello Monte y fue una suerte de actriz revelación: la obra exigía una protagonista con su condición, no que se hiciera la interpretación de alguien con Down, y fue así como por primera vez se montó en las tablas con colegas fuera de la compañía. Conquistó el público, sus corazones, con su desenvoltura, su figura, su sonrisa inevitable, su caminar empeñoso, su autenticidad. Todos pueden tener una carrera. Algunos han trabajado en el cine con Iván Márquez, otros en restaurantes, en Galipán, otro grande de la compañía es asistente de cocina y toca las maracas. Se abren paso.

Foto cortesía de Teatro Apoye – Teatro Down

El mundo se pone complejo, chiquito, el miedo oscurece algunos balcones, alza las tapias, estallan de las bocas razones llenas de sapos y culebras. Sin embargo, en medio de las guerras y polarizaciones, surgen atisbos de verdadera civilidad. El gusto por sabernos más humanos y amplios. Justo cuando parecen sobrados los mandamases, se subraya el reconocimiento a los que parecen más vulnerables. Después de haber llevado Bendito celular al Teatrex, al Banco del Libro, a la Caja de Fósforos, al TET, a Rajatabla —lo que se llamaría un tour por todos los escenarios—, fueron al Teatro San Martín este jueves y viernes santos.

En una ocasión, en ese cuadro de la obra en que hay un brindis, un actor no encontraba la botella en los camerinos con la que debería empezar la escena. Viendo que la música sonaba anunciando su entrada, no tuvo más remedio que ingeniárselas. Salió al plató con una bandeja sin nada e hizo como si le sirviera al compañero una copa, copa imaginaria que este se tomó completica. “Son geniales”.


ARTÍCULOS MÁS RECIENTES DEL AUTOR

Suscríbete al boletín

No te pierdas la información más importante de PRODAVINCI en tu buzón de correo